Capítulo 9

SHAYA-SALIM

Nuestra nave se dirigía hacia una zona montañosa del planeta Kía, mientras Ami hablaba con alguien por un micrófono. Después puso rumbo directo hacia una gran montaña. Nuestra velocidad era terrible, la mole de piedra se nos venía encima… ¡pero Ami no hacía nada por frenar!…

—¡Vamos a chocar! —gritó Vinka muy alarmada. Krato estaba igual.

—¡Detén este infierno! No quiero morir tan joven. ¡Jo, jo, jo!

—No tengan temor, no les sucederá nada. Vamos a ingresar al interior de esa montaña.

El desastre era ya inevitable, en pocos segundos nos estrellaríamos contra la rocosa ladera. Los tres cerramos los ojos y nos protegimos inútilmente con un brazo delante de nuestras caras. Pero no sucedió nada. Lo que vi tras las ventanas me dejó mudo de sorpresa.

—Hemos llegado a la ciudad de Shaya-Salim —estaba diciendo Ami con mucho entusiasmo.

Nuestro vehículo estaba ahora detenido, posado plácidamente sobre una gran pista en la que también había una gran variedad de naves espaciales. Al fondo, a lo lejos, se veían grandes construcciones de arquitectura futurista, parecidas a aquellas que vi en los mundos evolucionados en mis viajes anteriores. Multitud de pequeñas naves transparentes surcaban lentamente los cielos de la ciudad en todos los sentidos.

No pude comprender qué estaba sucediendo. ¡Aquello era una ciudad perteneciente a una civilización avanzada, pero en Kía, un mundo no evolucionado!

—¡Esto no es Kía! —exclamó Vinka llena de sorpresa.

—Claro que no —intervino Krato—. Parece que con el choque contra la montaña desencarnamos y vinimos a parar al otro mundo, al más allá. ¡Jo, jo, jo!

El viejo no perdía su humor ni siquiera ante la posibilidad de estar muerto.

—No hemos chocado contra nada, Krato. Pasamos a través de esas rocas y luego ingresamos a esta base, que está oculta debajo de la montaña, muy abajo. Ésta es una base intraterrena, o más bien, «intrakiana». Ingresamos a ella por uno de los puntos autorizados, pero elevando la frecuencia vibratoria de esta nave, por supuesto, para pasar a través de la materia sólida.

Yo, muy sorprendido, miré hacia arriba pensando que ya que estábamos debajo de una montaña, arriba tendrían que verse negras rocas en lugar de cielo, pero no. Afuera se veía un hermoso cielo color celeste, igual como si no estuviésemos al aire libre, y un maravilloso, sol…

—No es cielo, Pedro; es una cúpula artificial en la que se proyecta la imagen del cielo allá arriba. Si afuera está nublado, aquí se ven esas nubes. Si está despejado, aquí también. Y de noche es exactamente igual. Pero aquí dentro no estamos expuestos como allá afuera, sino protegidos bajo una gruesa capa de roca.

Me pareció alarmante pensar que el «cielo» de pesada roca podría venírsenos encima.

—¿Protegidos?… —dijo Vinka, bastante inquieta. Krato tampoco se veía muy tranquilo, miraba hacia arriba con cierto temor. Ami, en cambio, se divertía a costilla nuestra.

—Otra vez asustados. Están pensando que la montaña podría sepultarnos, claro. Pero deben saber que el material que se emplea como cúpula, para contener un posible derrumbe y para proyectar la imagen del cielo exterior, tiene varios kilómetros de superficie, y un metro de espesor. ¿Ahora están más tranquilos?

—¡Un metro! ¡Eso se va a romper! —dijimos los tres muertos de miedo, mientras Ami simplemente se reía de nosotros.

—Pero no se pre-ocupen tanto. Ni siquiera una de vuestras primitivas, groseras y dañinas bombas atómicas podría penetrar ni un milímetro en ese material. Por otro lado, una cúpula de forma ovoide es una de las estructuras más resistentes de la naturaleza. ¿Trataron alguna vez de romper un huevo apretándolo por las puntas?

—Yo sí, pero no pude —dije.

—Aquí estamos mucho más seguros que allá afuera.

—¿Por qué?

—Porque no nos afectan ni los temporales ni el granizo ni la temperatura, que aquí se regula automáticamente. Aquí no llega la parte nociva de los rayos del sol, ni otras radiaciones que también son molestas. Tampoco llegan los peligrosos aerolitos ni los tornados ni los huracanes; además, los terris ni siquiera sospechan que esta base existe…

Vinka, ya más tranquila, preguntó lo que nos tenía llenos de curiosidad a los tres:

—¿Qué lugar es éste? ¿Cómo es posible que exista una ciudad llena de naves espaciales de otros mundos en mi propio planeta?

—Bases o pequeñas ciudades como ésta existen en todos los mundos en donde hay vida humana, ya sean seres evolucionados o no.

—¿En la Tierra también hay una ciudad como ésta? —pregunté con curiosidad imponente.

—No una, Pedrito, sino varias…

Antes de que Ami pudiera explicarme más, algo espantoso apareció tras los vidrios: parados en la pista, frente a nuestra nave, dos gigantescos terris nos observaban. Al verlos, Vinka no pudo evitar gritar:

—¡Terris, Ami, terris!

Mientras tanto, Krato se rascaba la cabeza sin comprender nada.

Ami continuaba sereno y de muy buen humor.

—Sí, Vinka, son terris, pero terris amigos. A ellos les pedí ayuda para el problema que tenemos. Han venido a ayudarnos. Vamos, salgamos afuera para saludarlos.

—Yo les espero aquí —dije, sin muchas ganas de acercarme a aquellos monstruos, aunque se veían amables y sonrientes. Por otro lado, no me cuadraba el hecho de ver a primitivos terris adentro de una ciudad de extraterrestres altamente evolucionados, oculta en territorio de Kía.

Mientras se levantaba de su asiento, Ami explicó:

—Estos terris no son verdaderos terris, sino seres pertenecientes a una civilización superior. Estos amigos fueron sometidos a transformaciones físicas para parecer terris y poder trabajar en la incivilizada Kía, pero no son terris de verdad.

Aquello nos tranquilizó definitivamente. Luego, Ami nos hizo entrar a los tres al «baño», él también lo hizo.

—Aquí se eliminan los gérmenes que tenemos en la piel y ropas, y también adentro de nuestros cuerpos, debido a que podrían causar problemas y enfermedades en esta base. Y ésa es otra razón por la cual vale la pena vivir en el interior en lugar del exterior: los ecosistemas quedan más protegidos y son más controlables. Si ustedes pudieran ver la enorme variedad de bichos microscópicos que los rodean por todas partes allá afuera.

Cuando estuvimos listos salimos a encontrarnos con los peludos amigos. Fue todo un espectáculo ver al diminuto de Ami saludando alegre a aquellos gigantes, quienes también parecían muy alegres por el encuentro. Los terris demostraban un afecto muy especial por nuestro pequeño amiguito. Éste nos presentó, explicándoles quiénes éramos y qué hacíamos allí, pero ellos no nos estrecharon la mano. Extendieron la derecha a la altura del hombro, con la palma hacia nosotros, y luego se la llevaron al corazón.

Eran muy extraños, sobre todo porque sus miradas y sonrisas irradiaban bondad, sabiduría y alegría, pero al mismo tiempo, con esos pelos y dientes inmensos se veían bastante peligrosos, casi animalescos. Me pareció que algo no concordaba y que los verdaderos terris podrían descubrirlos.

—Tú puedes darte cuenta, Pedro, pero los terris no tienen tu sensibilidad, ellos no ven ni sabiduría ni bondad detrás de una mirada, ellos ven simplemente ojos, así que nuestros amigos no corren peligro.

—No es tan fácil como tú crees —explicó sonriente uno de ellos a Ami—. No es demasiado fácil mantenerse aquí. Ya sabes que los terris sufren de súbitos e incontrolables arranques de ira, y como son un poco paranoicos, muy a menudo algún alto funcionario suele sentirse perseguido y manda a liquidar a algún «sospechoso» de rango menor. No es fácil este servicio, y menos cuando se trabaja en la PP, y menos todavía en el área VEP, investigación de la vida extraplanetaria. Eso es un nido de víboras. Pero para nosotros es un hermoso e interesante desafío este trabajo…

—Nuestros amigos son asesores del Gobierno en la investigación extraplanetaria —explicó Ami riendo—, pertenecen a la temible PP, aunque están de nuestro lado.

—La verdad es que estamos infiltrados. Somos espías —aclaró el otro con el mismo buen humor.

Sentí un profundo respeto y una gran admiración por ellos. Allí me pareció comprender que mi servicio y el de Vinka, escribir libros, era un fácil y cómodo juego de niños comparado con lo que ellos hacían. Habían decidido servir en el núcleo mismo de la violencia y del peligro, en la Policía Política, aceptando el riesgo de un trabajo plagado de trampas.

—Y rodeados de las vibraciones mentales y afectivas más bajas y densas —aclaró Ami al percibir mis pensamientos—. Pero no subestimen vuestro propio servicio, chicos; ustedes tampoco viven en medio de ángeles y santos. Vuestros libros colaboran en la creación de un mundo luminoso y fraterno, con un enfoque espiritual y no material, un mundo sin divisiones de ningún tipo, y eso es todo lo contrario a lo que el Tirano desearía. No es bueno para él que esas ideas se difundan mucho.

Aquello nos llenó de temor a Vinka y a mí.

—¿Quieres decir entonces que estamos en la lista negra de «Drácula»? —pregunté espantado. Ami y los terris se rieron al escucharme. El niño de blanco explicó:

—Todo aquel que quiera hacer algo realmente bueno para la humanidad, algo que tienda a elevar el nivel de felicidad en el mundo, está en la «lista negra» del Tirano, naturalmente. Si el servicio no tuviera sus riesgos, abundarían los «servidores», pero no es así, lamentablemente.

Consideré que Ami tenía razón. No es mucha la gente que está dispuesta a ir en contra de la corriente, aunque esa corriente lleve al precipicio…

—Pero no teman. El Tirano es una fuerza negativa en los planos sutiles, es cierto, pero allí no hay solamente oscuridad, chicos, allí también están las fuerzas de la Luz, del Amor, y ya saben cuál es la mayor fuerza del Universo. ¿No?

—Ah, claro. Menos mal.

—Es por eso que ustedes están muy protegidos en todo momento. Y por otro lado, para el Tirano, ustedes son simples «mosquitos molestosos», y él está demasiado ocupado en asuntos de grandes capitales, de grandes partidas de droga, del fomento de guerras y rivalidades, de intentos de corrupción de autoridades, de engaños masivos a grandes contingentes humanos, etcétera. En cambio estos dos amigos sí que están en medio del peligro, y no tienen ningún temor porque saben mucho mejor que ustedes con qué clase de protección cuentan.

—Ustedes son unos campeones, muchachos —les dijo Krato con entusiasmo—. Además somos colegas, porque yo fui espía del ejército malumbo en medio de los rostas, durante la guerra de Mundania. Vamos a celebrar este encuentro con una buena copa, chicos, vamos a intercambiar anécdotas de guerra.

—¿Un swama en la guerra? —dijo incrédulo uno de los gigantes.

—Ahora soy swama, pero antes fui terri. Era más alto y corpulento que ustedes. Me decían «el Terror de Mundania». ¡Jo, jo, jo! Además, a mucha honra para ustedes, soy el primer transformado viviente de este mundo. Vamos a celebrar eso.

—¿Estuviste en la guerra de Mundania, Krato? —preguntó Vinka.

—Claro, princesa, fui conocido como «el Centauro de los Páramos». Quienes se encontraban conmigo tenían el buen sentido de apartarse respetuosos. Pero algunos imprudentes no lo hicieron. El infierno está lleno de ellos. ¡Jo, jo, jo!

—Entonces eres terriblemente viejo. La guerra de Mundania fue casi en la prehistoria. No sabía que quedaba alguien vivo de esa guerra.

—Pero yo era apenas un muchacho. Me decían «el Niño Peligro». ¡Jo, jo, jo!

Ami pareció impacientarse.

—Deja ya de contar mentiras, Krato, tu bisabuelo era demasiado joven cuando ocurrió esa guerra. Recuerda que no tenemos tiempo que perder, los tíos de Vinka están detenidos en la PP y debemos ayudarlos. Si no actuamos rápido las cosas podrían complicarse mucho.

De pronto, un vehículo transparente llegó volando y vino a posarse frente a nosotros. Nadie lo manejaba, pero comprendí que allí existía un alto grado de tecnología y automatización. Una de sus puertas se abrió sola levantándose, como invitándonos a pasar. Krato fue a husmear, a buscar al invisible conductor de aquel vehículo.

—No te escondas, sé que estás por ahí.

—Déjate de tonterías y entra allí de una vez. Vamos, Vinka, Pedro, adentro. Iremos a conversar con nuestros amables amigos en un lugar apropiado.

—Junto a una buena copa, claro —dijo esperanzado Krato.

—No hay alcohol en Shaya-Salim —manifestó sonriendo uno de los falsos terris mientras ingresaba al vehículo.

—¿No hay alcohol aquí?… entonces éste es el lugar más aburrido de toda Kía. ¿Y cómo hacen para alegrar el corazón?

—Nosotros siempre estamos contentos, pero a veces el Íntimo nos pone pruebas para que perfeccionemos nuestras almas, entonces usamos otros métodos para fortalecer el ánimo: ejercicios respiratorios, meditación y contacto con el que mora en el interior de cada ser —explicó mientras el vehículo se ponía en marcha y levantaba suavemente el vuelo.

Krato se impresionó:

—Sí, se nota que, a pesar de sus pelos, este amigo no es terri.

El vehículo transparente se dirigió volando a baja altura y poca velocidad hacia el centro de aquella pequeña ciudad subterránea llamada Shaya-Salim, enclave de civilizaciones evolucionadas del interior del planeta Kía.

Desde lo alto, el lugar se veía tranquilo. Se parecía mucho a Ofír, pero en un espacio reducido. Igual que en todos los lugares evolucionados, la mayor parte de los vehículos que se desplazaban por el lugar lo hacían por el aire.

Allí predominaba una especie humana de orejas como las de los swamas, pero sus individuos no tenían la piel rosada, sino de un color oliváceo. Sus cabellos y ojos también eran más oscuros, y de estatura eran tan altos como los terris. No tenían pelos en el cuerpo.

—Nosotros, originalmente pertenecemos a esa raza que predomina aquí —aclararon los espías amigos.

También había unas cuantas personas de otras especies, y todos se trataban cordialmente. Eso me hizo pensar que una de las características de un mayor nivel evolutivo consiste en la disminución de las divisiones, separaciones, prejuicios, fronteras, desconfianzas, temores y agresiones. Ami estaba atento.

—Así es, Pedro. A medida que crece nuestra conciencia, a medida que vamos comprendiendo mejor la vida van dejando de importarnos tanto las diferencias exteriores entre unos y otros, vamos siendo cada vez más capaces de ver lo interior, lo que nos une, y así vamos poco a poco aprendiendo el hermoso arte de abrir nuestro corazones.

Yo miré al gigantesco terri que estaba sentado junto a mí, y que tenía un olor algo extraño, parecido al de un oso en un zoológico que visité alguna vez, pero traté de ver más allá de esa mole de músculos, dientes y pelos que me causaba un temor instintivo. Hice un pequeño esfuerzo para mirarlo de otra forma, como si él fuera un buen amigo mío, y lo conseguí por unos segundos. Entonces sentí que su olor no era desagradable, y me recordó el de un querido perrito que tuve hace mucho tiempo. Él captó algo, porque se volvió hacia mí entregándome todo su afecto en una mirada luminosa y en una sonrisa muy suave, dándome un delicado y cariñoso apretón en la rodilla. Entonces comprendí una vez más que el amor supera todas las barreras externas e ilusorias que dividen a los seres.

—Porque todos los seres son creación y manifestación de Dios Amor, Pedrito. Todos tenemos el mismo origen y el mismo destino.

—Incluso los terris —dijo riendo un terri.

Krato aprovechó la ocasión para salir con otra de sus payasadas:

—Sí, pero a los terris los hizo Dios un día que había bebido más de la cuenta. Cuando se le pasó creó a los swama. ¡Jo, jo, jo!

—Ja —dijo Ami, evidenciando que esa broma no había sido de su gusto.

Vinka quiso cambiar de tema:

—No se ve demasiada actividad en esta ciudad.

El terri que estaba junto a mí explicó:

—La mayor parte de las instalaciones de este lugar está bajo tierra, pero, en realidad, esto no es exactamente una ciudad, sino más bien, una estación de trabajo, una base. Todos los que viven aquí son profesionales en alguna área específica.

—¿Y cuál es el propósito de esta base? —pregunté mientras descendíamos sobre un edificio que tenía un gran estacionamiento para naves aéreas en su parte superior.

—Aquí, la Confraternidad de Mundos Evolucionados realiza tareas destinadas a supervisar el desarrollo social de este planeta, cosa que está a cargo de la civilización a la que pertenecen nuestros amigos aquí presentes, y que cuneta con la colaboración de especialistas provenientes de otras civilizaciones, de lugares muy variados y distantes, pero de planetas de características similares a las de éste, es decir, con una fuerza de gravedad similar, una atmósfera constituida de oxígeno y una o más especies humanas de estructuras orgánicas basadas en el carbono y el agua.

—¿No todas las civilizaciones espaciales son así, Ami?

—Claro que no, Pedro. Hay especies inteligentes que viven como los peces de este mundo, en el agua.

—¿Y tienen cuerpos como los nuestros?

—No. Nuestros cuerpos son para habitar fuera del agua, sobre tierra, por eso tenemos piernas y no aletas ni branquias. Además, nuestra forma física no es apropiada para avanzar bajo las aguas, porque opone mucha resistencia; en cambio la de los peces, sí.

—¡Entonces hay seres inteligentes con cuerpos raros!…

—Bueno, ellos dirían que eres tú quien tiene un cuerpo muy extraño… ¡Ja, ja, ja!

—Pero antes tú dijiste que el modelo humano es universal: cabeza, tronco y extremidades…

Ami volvió a reír al hacer recuerdos:

—Aquel era nuestro primer encuentro, y tú estabas lleno de miedo pensando en «monstruos invasores», ¿recuerdas? Así que no quise asustarte mucho, teniendo en cuenta tu «racismo visual», y sólo te hablé acerca del modelo humano de mundos como el tuyo, el de Vinka y Krato, el mío, Ofír y los mundos de las personas que ves por aquí. Pero aparte de eso hay muuuuucho más en el Universo. La vida emerge incluso en las condiciones más aparentemente desfavorables, y las formas físicas corresponden a las que mejor sirvan para vivir en un medio ambiente determinado. En fin, en el Universo hay de todo, pero a nosotros debe bastarnos con conocer por ahora aquello que está más cerca nuestro.

Bajamos del vehículo e ingresamos en un ascensor cercano. Uno de los terris dio órdenes habladas y la puerta se cerró, luego nos pusimos en movimiento, después volvió a abrirse en un pasillo, salimos y entramos en un pequeño salón que tenía una larga mesa ovalada y unas diez sillas a su alrededor. La superficie era como de mármol rosado y tenía varias láminas rectangulares frente a cada puesto. Supuse que serían monitores de algo así como video o computación. De fondo había un gran ventanal que daba contra las rocas mientras mar adentro se divisaban goletas pesqueras, y más allá aparecía un pueblito costero. Aquello podía perfectamente haber sido un paisaje de mi mundo, pero no estábamos en él, además, nos encontrábamos debajo de una montaña, y el mar estaba muy lejos…

En mi viaje anterior yo había visto un ventanal semejante en la nave del Comandante que dirige todo el «plan de ayuda» a mi planeta, y que proyectaba imágenes de su mundo de origen. Era un sistema parecido al de la televisión en colores, pero tan real que se hacía imposible para mí diferenciarlo de una ventana común. Aquí pude ver que una embarcación se acercaba hacia nosotros, es decir, hacia el lugar desde donde se estaba filmando. Cuando la goleta estuvo más cerca distinguí que sus ocupantes eran swamas pescadores.

—¿Cómo es posible que podamos ver el mar desde un ventanal que está adentro de una montaña? —preguntó Krato muy intrigado. Vinka le explicó el sistema. Él quedó impresionado y sólo dijo «guak».

—Bien, sentémonos —dijo uno de los terris. Así lo hicimos. El otro tomó la palabra:

—Los tíos de esta chica están detenidos porque se investiga su relación con el avistamiento de una nave que la raptó. Y el doctor amigo de la familia también será interrogado, aunque no recordará nada. Para él, jamás conoció a un hombre llamado Goro, casado con una swama y tío de una niña de la misma raza. Veamos cómo van las cosas.

Con un peludo dedo tocó la lámina-monitor de TV que estaba frente a él, y se encendieron todas las demás. Aparecieron unos signos que ya no me eran tan extraños, pude reconocer la escritura del idioma de la Confraternidad. Supuse que aquello sería un menú con muchas opciones, pero el gigante, en lugar de oprimir botones, simplemente iba dando instrucciones habladas al monitor.

En las pantallas apareció un gran edificio rodeado de jardines y circundado por un alto y grueso muro con puestos de vigilancia y guardias armados.

—Aquí está la central de la PP —explicó el terri. Luego la imagen mostró un descenso en picada y nos internamos en el interior del edificio. Como en algunos juegos de video, la imagen avanzaba, doblaba a derecha o izquierda según los movimientos que hacía el falso terri poniendo un dedo sobre unas flechas y otros controles que había en la misma pantalla. Así fuimos recorriendo toda la PP, observando descaradamente lo que sucedía en el interior del organismo «más secreto» del país de Vinka… Al final, en las pantallas apareció un terri que se veía bastante más gordo y horripilante que los demás. Su pelaje era de un verde sucio muy oscuro, sin cepillado ni brillo, un tanto grasoso y pegoteado. Yo pensé que debía oler a demonios.

—Eres muy intuitivo —dijo Ami, riendo alegre.

—Ése es Tonk, nuestro director. Vamos a ver grabaciones de lo que él ha estado haciendo y hablando durante ésta última hora, para ponernos al día.

Así comprendí que la Confraternidad puede espiar a mucha gente.

Mientras el terri avanzaba y retrocedía las imágenes, atento a lo que el Director de la PP había escuchado y dicho durante los últimos minutos, Ami nos explicó:

—No podemos descuidar las decisiones que los terris tomen en áreas importantes para la evolución de Kía.

Me pareció que, a pesar de todo, ese tipo de espionaje violaba la independencia y libertad en aquel mundo. Ami se dio cuenta de lo que yo estaba pensando y decidió explicarnos un tema complejo:

—No olvides que tenemos bases llenas de gente en estos mundos, y podrían ser afectadas o destruidas si nos descuidamos, así que debemos vigilarlos. También te dije que no podemos permitir que una civilización violenta se apodere de conocimientos que le permitan producir un descalabro cósmico. ¿Recuerdas?

Los terris sonrieron antes mi pregunta. Ami dijo:

—Si estas bases no existieran, vuestras civilizaciones tampoco…

Pensé que quiso decir que si ellos no nos supervisaran, nosotros ya hubiéramos destruido nuestros mundos, pero Ami, atento a mis pensamientos, dijo:

—Eso también, pero nuestra presencia en los mundos no evolucionados tiene una importancia tan trascendental, que tú ni siquiera la podrías imaginar.

Aquello avivó mi curiosidad, quise saber más.

—Pero ahora no tenemos tiempo para ese tipo de explicaciones. Más adelante sabrán todo. Paciencia.

El terri que operaba los monitores explicó:

Tonk no ha decidido nada con respecto a los prisioneros. Pidió consejo al ejército y a la Presidencia. Ahora está esperando órdenes superiores.

Las imágenes iban recorriendo todo el edificio de la PP. Al llegar a una puerta vigilada por dos guardias armados, el terri explicó:

—Aquí están las alas para los detenidos. Ahora vamos a buscar a nuestros amigos.

Atravesamos unos gruesos barrotes de acero y pasamos frente a las narices de los guardias, quienes no podían vernos. Continuamos avanzando y llegamos a un pasillo que tenía varias puertas a ambos lados. Fuimos ingresando en el interior de cada una. Estaban vacías en su mayoría, pero en otras había detenidos. En una de ellas, se encontraba solo y muy alterado el psiquiatra, lleno de magulladuras. Salimos nuevamente al pasillo y entramos en una habitación contigua. Allí estaban los tíos de Vinka. Ella suspiró aliviada al verlos. Aparentemente, se encontraban bien. Estaban sentados en un sillón. Sus rostros denotaban mucha inquietud. No había nadie más allí.

Uno de los terris explicaba:

—Seguramente las autoridades superiores muy pronto van a decidir darle a este caso la categoría «Prioridad 1», así que llegarán a buscarlos para llevarlos a los pabellones blindados. De allí no se sale tan fácil. No sin que tengamos que ir personalmente hasta allá y enfrentar a un enjambre de terris fuertemente armados. Éste es un bueno momento para trasladarlos hasta aquí.

—¡Trasladarlos hasta aquí! ¡¿Cómo?! —exclamé maravillado.

—La teletransportación no es difícil, niño —dijo uno de los terris sin prestarme mucha atención.

—¡Fantástico! —expresó feliz Vinka.

Ami intervino:

—Hagámoslo entonces, pero antes deberíamos advertirles a través de un micrófono direccional acerca de lo que les va a suceder.

—No podemos, recuerda que hay filmadoras en todos los calabozos.

—Ah, es cierto, no podremos explicarles nada porque cualquier cosa que digamos quedará grabada.

El terri nos aclaró otras cosas:

—Los tíos de esta chica no deben vernos cuando estén aquí, por eso nos ocultaremos muy pronto. Es una medida de seguridad inviolable para quienes no pertenecen a labores evolutivas.

Krato era bromista, pero no tonto, así que sacó una conclusión inmediatamente:

—Entonces yo también pertenezco a esas labores. ¡Jo, jo, jo!

—Seguro, Krato, o no te podría haber traído a este lugar. Por ahora no sabes nada acerca de tu futuro trabajo al servicio del Amor, pero ya llegará el momento.

Él nos miró con una divertida cara, levantando las cejas rápido varias veces, como diciendo «más respeto conmigo».

Yo pensé que allí tendría que haber un error: Krato, un viejo campesino, bebedor y glotón, carnívoro, bastante mentiroso o bromista, ¿al servicio del Amor?… ¡Ja!

Ami percibió lo que yo pensaba y simplemente dijo:

—¿Qué sabe nadie acerca de lo que hay realmente lo más profundo del otro?… ¿Quién aquí conoce los tiempos evolutivos de cada cual?

Yo me ruboricé y no dije nada.

El terri continuó:

—Las personas ajenas al Plan Cósmico tampoco deben saber que estas bases subterráneas existen, no por ahora, así que ustedes no deberán decirles nada acerca de Shaya-Salim a esa pareja ni a nadie sin nuestra autorización. ¿Prometido?

Se dirigía a Vinka, Krato a mí.

—Por mi discreción en la guerra me decían «El Tumba». ¡Jo, jo, jo! Prometido, no se preocupen.

—Prometido —dijimos también Vinka y yo.

—Bien. Primero tendremos que dormirlos y después trasladarlos. Vamos a la sala de teletransportación.