Capítulo 5
VIDA NUEVA
—Y ahora que todo ha cambiado para ti, ¿qué vas a hacer? ¿Volverás a la ciudad? —le preguntó Vinka.
El viejo pensó, imaginó varias posibilidades y luego dijo:
—Mmm, la ciudad… el primer terri transformado de los tiempos modernos, mmm… y con lo que detesto la notoriedad… En cambio aquí vivo tranquilo, llevo meses sin ver a nadie, y aquí me ven: muy feliz.
Sabíamos que en realidad se aburría y se deprimía, pero no dijimos nada.
—¿Y no has visto pasar siquiera una patrulla de terris?
—No, desde que terminó la guerra entre zumbos y wacos ya no pasa nadie por aquí.
—¿Y no te aburres, Krato?
—Bueno… Confieso que a veces me siento un poco solo… Eh, Ami. ¿No tendrás un pasaje para el planeta de «Betro»? Por allá debe haber algunas lindas viejitas…
—Pero si no te gusta la notoriedad —reí— no va a ser fácil… Un extraterrestre en la Tierra…
—¿Y para qué van a saber que soy de otro planeta? No digo nada y asunto resuelto.
—¿Con esas orejas, esos ojos tan violeta y ese pelo medio rosado?… Pensarían que eres cualquier cosa, excepto terrestre; la gente huiría despavorida al verte… —dije riendo.
—A menos que se le cambie el aspecto físico… —Manifestó Ami dejándonos muy intrigados. Seis ojos taladraron seriamente al niño de blanco.
—¡Eh, no me miren así… que no he matado a nadie!… Quiero decir que nuestra tecnología permite efectuar ciertos cambios en las formas externas de cualquier organismo viviente, pero eso no implica que de verdad vayamos a…
—¡Engórdame las piernas! (Vinka).
—¡Auméntame la estatura! (Yo).
—¡Bórrame las arrugas! (Krato).
Cada uno de nosotros expresó con vehemencia su pedido al comprender las maravillosas posibilidades que estaban al alcance de Ami, quien, como siempre, se moría de la risa.
—Déjense de tonterías. Eso es un asunto muy delicado y no está al servicio del halago de vanidades.
—¿Sino al servicio de qué? —pregunté.
—Hum… No debí haber mencionado el tema… Bien. A veces es necesario que alguien, nacido en un mundo evolucionado, preste un servicio en un planeta no evolucionado.
Vinka extrajo rápidas conclusiones.
—Entonces, aunque yo no haya nacido en un mundo evolucionado, tú podrías cambiar mi apariencia para que yo pudiese vivir en la Tierra. Podrías redondear mis orejas y…
—Ni lo sueñes, me encantan como son —expresé alarmado.
—Y podrías borrar mis arrugas, dejar mi piel como la de «Betro»… ¡Fantástico! Vamos de inmediato a tu cacharro volador a efectuar una cirugía estética… Este… ¿No duele?…
—Ya dije que esa tecnología no es para alimentar vanidades, sino para asuntos de verdadera importancia.
—¿Y no te parece importante que uno se vea más joven, Ami?
—No, Krato. Lo que me parece importante es que cada cual exprese por fuera lo que realmente es en su interior. Lo que es auténtico, siempre es hermoso, inclusive las arrugas.
Krato encontró allí una buena ocasión para salir con otra de sus bromas:
—Ya lo sé, joven maravilla, y las mías me hacen parecer demasiado buen mozo, mis admiradoras no me dejan vivir en paz… Justamente por eso no quisiera ser tan atractivo y tener una fea cara estiradiiiiita… ¡Jo, jo, jo!
—Repito que nuestra ciencia no está al servicio de vanidades.
—Ustedes dicen que mi pergamino ha ayudado a mucha gente… ¿Eso no me hace merecer unos cuatrocientos añitos menos? —preguntó el ermitaño, lo que me hizo recordar que en Kía los años son veinte veces más cortos que en la Tierra, así que calculé que él debía tener unos mil cuatrocientos años kianos de edad, o sea, setenta años terrestres. Pero más adelante supe que era más joven.
Ami no se movió, permanecía serio mirando hacia otro lado, de brazos cruzados.
—¿Trescientos?… Dejé el pestoso… Además, no he dicho malas palabras en estos días, no he dicho ni siquiera «guakaka»… ¡OH, PERDÓN!… Bueno, ¿doscientos cincuenta entonces?
—Lo que nace del amor no es objeto de transacciones —dijo Ami, siempre sin mirarnos.
—¿Doscientos? El pergamino es el pergamino… —insistía Krato majaderamente, cosa que me hizo sentir vergüenza ajena.
—Para un alma grande, el pago a un gran servicio consiste simplemente en haber tenido la gracia de realizarlo. El servicio no es un favor, sino un privilegio.
—¿Dos días? Hoy me lavé las orejas y recé… —dijo Krato con una voz muy cómica, entonces comprendimos que había estado bromeando y estallamos en risas.
Luego Vinka insistió:
—Y ahora en serio, Ami. ¿Podrías modificar un poco mi apariencia para irme a vivir en la Tierra?
—Está bien, está bien. Sí, puedo, pero no te hagas demasiadas ilusiones, recuerda a tu tío Goro…
—¿Podrían contarme esa historia? —Manifestó Krato. Entonces Vinka procedió a relatarle nuestros problemas. El viejo se animó cuando conoció todo el caso.
—Yo iré a hablar con tu tío y lo convenceré, y si no acepta se encontrará con estos duros puños… —Se golpeó la palma de una mano. Aquello no impresionaba a nadie.
—Mi tío es un terri bastante grandote…
—¿Tu tío es un terri?… Hum… Ah… Lo convenceremos por las buenas. Siempre hay que buscar el camino de la paz y la comprensión, niños. ¡Jo, jo, jo!
Allí se me ocurrió una idea alentadora:
—Ami, ¿es posible que Goro se transforme en swama?
—Eso sería hermoso, pero según el estudio que le hice, está muy lejos del nivel de evolución necesario para comenzar a transformarse. Así que olviden esa bella posibilidad.
Al escuchar aquello, Krato fingió ponerse vanidoso:
—No es fácil para cualquier terri llegar a estas exquisitas alturas espirituales… ¡Jo, jo, jo!
—¿Tienes algún plan para convencerlo, Ami, no podrías hipnotizarlo? —preguntó Vinka.
—Ni lo sueñes. Es un grave error ante las Autoridades Galácticas utilizar el hipnotismo para manipular a una persona. No se debe violar la libertad de elección de cada cual por ningún motivo.
—Pero tú hipnotizaste a unos policías en nuestro primer viaje…
Se puso a reír ante mi confusión.
—Eso fue un juego, Pedro, no había ningún daño allí para ellos. Tampoco se trata de «extremismo mental», no hay que tomar todo tan a la terrible.
—Y después me hipnotizaste a mí para que yo no viera el corazón alado sobre la roca…
—Para darte una agradable sorpresa inmediatamente después… —dijo sonriendo alegre.
—Es cierto, pero más tarde hipnotizaste a un terri para que no nos viera…
—Para protegerlos a ustedes, no había ningún mal en eso. Daño se hace cuando se hipnotiza o sugestiona a alguien para que haga o desee algo que en realidad no quiere hacer o no necesita, como el caso de la publicidad, en donde manipulan las mentes de multitudes para que comiencen a desear lo que les quieren vender… No tienen idea del espanto en el que se están metiendo ante las leyes universales quienes planifican ciertas estrategias publicitarias… Y después, lo de siempre: «¿Por qué Dios me castiga taaanto? Yooo que naaada malo he hecho»…
—¿Qué quieres decir, niño de las estrellas?
—¿Que la Ley Fundamental del Universo es el Amor? Cuando se viola, ay, y si se afecta a muchos, ay, ay, ay… Porque todo lo que se hace regresa a nosotros. Si esos publicistas usaran sus conocimientos y talentos para el mejoramiento de la humanidad, para ayudar a la evolución de las consciencias, recibirían maravillas a cambio, por la misma «ley del bumerang».
—¿Ley del bumerang? —preguntamos los tres.
—Causa y efecto, acción y reacción, es más o menos lo mismo. Si haces un gran bien, volverá a ti un gran bien; si haces un gran daño, puedes esperar un daño hacia ti mismo del mismo «color» del que tú hiciste. Esa ley funciona en todos los órdenes de la existencia.
Krato se entusiasmó.
—O sea, que no era broma lo de mi pergamino. Eso quiere decir que ahora puedo esperar algo agradable a cambio…
—Sí puedes, la ley se cumple matemáticamente, pero no lo tomes con vanidad.
—Pero no me ha sucedido nada bueno últimamente.
—Qué mal agradecido, decir eso justo cuando acaban de terminarse sus pesares… dijo Ami mirándolo con cierto reproche.
—¡Guak! Eso, sí, es cierto…
—Pudiste haber pasado el resto de tu vida ignorando que ya no había razón para ocultarte, pero «algo» hizo que yo viniese a verte…
—Creo que tienes razón, niño protónico, pero…
—Pero qué.
—Bueno, ya sabes que me siento solo…
—Ahora puedes volver a la ciudad, Krato.
—¿Un viejo como yo? No sabría que hacer, cómo sobrevivir. Además, no conozco a nadie allí, no sé nada del mundo moderno, sería un estorbo. Por otro lado, y esto es lo principal, las únicas personas que amo son tú y estos dos niños. Me encariñé demasiado, por eso me inventaba que vivían conmigo. Creo que ya no podría soportar otra separación.
Vinka y yo abrazamos emocionados al querido viejo.
—Otro dramón más… —dijo Ami sonriendo.
—¿No podríamos vivir los tres unidos de una buena vez? —pregunté.
Contrariamente a lo que pensaba, Ami no se puso a reír, me miró serio y preguntó:
—¿Es ése realmente tu deseo, Pedro?
—Tú sabes que sí, me partiría el alma dejar a Vinka nuevamente, y recordar a Krato hablando solo en este abandono… No, no lo soportaría. Sí, ése es mi deseo, Ami.
—Entonces pídelo, o mejor decide que eso se hará realidad, y luego ten fe en que se hará realidad, Pedro. Si realmente piensas que eso es posible y que se te concederá, entonces se te concederá, pero si dejas que la duda de apodere de ti… Te diré algo más: los buenos y hermosos deseos provienen de la parte más elevada de tu interior, de la parte de Dios que habita en ti. Y si Él pone un deseo en ti, es porque tienes la capacidad para realizarlo. Pero para lograrlo necesitas de tu fe, de tu certeza y seguridad.
—Entonces estoy seguro de que nos iremos los tres a la Tierra y viviremos cerquita para siempre —dije con gran entusiasmo esta vez.
—¡Yo también! —manifestaron felices Vinka y Krato.
—Bien, muchachos, así se habla. Ahora vamos a convencer a Goro —expresó Ami alegremente.
—¿Puedo acompañarlos? —preguntó Krato.
—¡Sí, Ami, que venga con nosotros! —exclamamos Vinka y yo.
—No hay ningún problema. Puedes venir, Krato.
—¡Vivaaa! ¡Jo, jo, jo!
—¿Tienes algún plan, Ami?
—Ninguno, pero nuestro deseo se hará realidad. ¿Verdad?
—¡Verdad!
Ami dijo que saldríamos en un viaje corto hacia la ciudad de Vinka. Aquello significaba ir hacia otro continente en realidad, pero teniendo en cuenta la velocidad de aquel vehículo espacial, se trataba de un viaje «corto».
Krato estaba feliz en su primera travesía «ovni». No quería perderse ningún detalle del vuelo, pegando su nariz contra el cristal de una ventana.
—¡Jo, jo, jo! ¡Esto es espectacular!… Pero… ¿No hay peligro? Yo peso bastante y este aparato es una cáscara de «topa»…
Comprendí que esa palabra significaba algo así como nuez.
—Tienes razón, Krato. Esta nave es muy livianita. Sucede que utilizamos materiales ultralivianos, pero no hay problemas, este vehículo puede levantar el peso que sea, porque aquí adentro queda anulada la gravedad exterior, y si nos mantenemos pegados al piso en este momento es porque aquí adentro utilizamos gravedad artificial, que se puede modificar, miran —dijo, manipulando unos comandos.
De pronto quedamos todos flotando en el aire. Habíamos perdido nuestro peso, pero Ami seguía en su lugar, aferrado a su asiento.
—¡Esto es como nadar en el aire! ¡Jo, jo, jo!
Krato se impulsaba con los pies contra una pared y atravesaba todo el aposento flotando en el aire. Vinka y yo comenzamos a imitarlo. Ella, muy pronto se puso a hacer piruetas como las que he visto en danzas subacuáticas por televisión. Estaba fascinada inventando movimientos artísticos en el aire.
Ami tocó un botón mientras reía y todos caímos nuevamente al piso.
—¡Eh, creo que me partí el cuello! Vas a tener que pagarme daños, perjuicios y hospital. Te va a castigar el bumerang. ¡Jo, jo, jo!
—No soy tan descuidado como para poner de pronto toda la gravedad artificial que traíamos. A propósito. ¿Sabían que el descuido es una forma de maldad?
No me pareció muy evidente aquello.
—Si el piloto de un avión lleno de pasajeros se descuidase… o el mecánico… —dijo.
Comprendí de inmediato.
—El descuido puede ocasionar tanto daño como la maldad intencional, por eso, traten de tener siempre todas sus cosas en orden, no sean distraídos. Si tienen mala memoria, anoten todo, háganse rutinas para asegurarse de que todo está bajo control. Sean atentos al cruzar las calles; en fin, no descuiden nada porque el Universo no puede ayudar a los descuidados.
—¿Cómo es eso, Ami?
—Si te olvidas de cerrar con llave y vives en un barrio lleno de ladrones…
—Claro…
—El descuido puede hacer perder grandes empresas, muchachos.
—Entonces no te descuides con esos comandos, niño sideral.
—No te pre-ocupes, Krato, esto puede manejarse solo, por computadora, está programado para no caer ni chocar.
—Pero siempre vale la pena echar un ojo. ¿No? No hay que ser descuidados porque es pecado. ¡Jo, jo, jo!