Capítulo 7
ABUELA CÓSMICA
Mi abuela me esperaba practicando Yoga en la sala.
—¡Ahora no llegas triste, Pedro! ¡Tienes otra cara, igual que cuando saliste esta mañana! ¿Te encontraste con Ami y con Vinka? —me preguntó…
Yo quedé loco, quedé enfermo, quedé mal… Me tomó demasiado por sorpresa y no pude responderle nada, sólo mirarla con unos ojos grandes como huevos fritos…
—¿Sabes? Creo que todo lo que dices en tus libros es verdad, hijito. Esta mañana mientras tendía la ropa en el patio vi pasar un vehículo redondo y plateado por el cielo. Se alejó hacia las alturas hasta que se perdió de vista. Tenía un corazón con alas por debajo… Me hizo pensar, así que me fui a leer tus libros. Estuve atando cabos… Además, como me cuido y tomo vitaminas logré recordar esas nueces extraterrestres tan ricas que me trajiste un día, y ahora apareces por primera vez contento. Antes llegabas triste porque Ami no regresaba todavía. ¿Verdad?… Sí, creo que de verdad estuviste con él y con la señorita Vinka.
Aquellas palabras me dejaron estupefacto. Por un lado me dio susto, pero por otro sentí una gran esperanza de poder por fin compartir mis secretos con alguien en mi mundo, y si iba a ser mi abuela, la persona más amada por mí, de este planeta, quiero decir, mejor.
—¿En serio, abuela?
—Sí, hijito —respondió con mucha honestidad en la mirada.
—¿Y no se lo vas a contar a nadie?
—Cómo se te ocurre… Claro que no. La gente no cree en esas maravillosas realidades y piensa que uno delira si toca ese tema…
—¿Y me creerías si te digo que yo iba a bordo de esa nave que viste pasar?
—Sí, Pedrito, incluso se me cruzó la idea cuando la vi. Habías partido tan contento…
—¿Y no te dan miedo los extraterrestres? —Yo me entusiasmaba cada vez más.
—No, porque la principal fuerza del Universo es el Amor, por eso pienso que esos seres, que tripulan esas naves tan fantásticas y avanzadas como la que yo vi, deben haber evolucionado mucho más que nosotros también en su camino hacia el Amor, y por eso deben ser más amorosos, más amables, pacíficos y buenos.
La abracé y me puse a llorar en su hombro como un tonto. Sentí que nuevas posibilidades de dicha se abrían para mí.
—Sólo te pido una cosa, Pedrito, un solo favor.
—Lo que quieras, abuela, si puedo, lo que quieras.
—Déjame conocer a Ami cuando vuelva…
Volví a abrazarla, riendo feliz.
—¡Mañana mismo lo conocerás!
—¿Mañana mismo? ¿No se fue por todo un año esta vez? —preguntó algo confundida.
Me pareció maravilloso poder conversar abiertamente con ella acerca de esas cosas. Quería saber más y más. Se iba poniendo muy contenta a medida que yo le relataba los recientes sucesos, y un poco intranquila por la posibilidad de que Goro no otorgase su permiso a Vinka, aunque dijo que tuviera fe, que todo se iba a solucionar.
Nunca en mi vida dormí tan feliz como aquella noche; primero, porque ahora tenía una abuela nuevecita; segundo, porque estaba cerca de realizar mi sueño mayor: no separarme nunca más de Vinka.
Al otro día mi abuela estaba tan entusiasmada como yo mismo, tanto, que quiso acompañarme al bosque para conocer a Ami. Le dije que primero le preguntaría a él si era posible aquello. Estuvo de acuerdo.
Llegué al bosque. Esta vez no fue necesario esperar mucho. Sobre mi cabeza vi de pronto la luz amarilla, me dejé elevar en ella y llegué al interior de la nave. Allí estaban Ami y Krato sonrientes.
—¿Y Vinka? —pregunté.
—Sucede que en su continente es más temprano que en el de Krato, por eso pasé a buscarlo a él primero, pero ya debe estar en pie. Ahora volveremos a Kía a ver qué novedades hay por allá.
—Millones de kilómetros como si nada, como ir a la esquina y volver… Qué bárbaro, Ami.
—Billones de kilómetros, Pedro, pero igual se sorprendería Colón en tu mundo actual si viera que su famoso viaje se puede hacer hoy en unas pocas horas de vuelo con esos lentos cacharros que ustedes utilizan, que gastan combustibles no renovables y que meten un ruido espantoso. Bien, vámonos, muchachos.
—Pero antes quiero pedirte algo, Ami.
—Ah, acabo de recibir lo que piensas. Tu abuelita ya lo sabe todo y ahora desea conocerme. Me alegro mucho, todo va a ser más fácil así, y por supuesto que yo también quiero conocerla.
Aquello me hizo saltar de alegría.
—Vamos caminando, te acompaño, Pedrito.
—Sí, vamos —dijo Krato, invitándose solo.
—Ni lo pienses, si te ven con esas orejas y esa apariencia te meten preso y te investigan hasta la raíz de ese pelo medio rosado —le advirtió Ami.
—Bueno, que se deleiten admirando mi belleza. ¡Jo, jo, jo!
—Y te examinarán por dentro también, a punta de bisturí…
—… Estaba pensando que me duelen los pies, yo los espero por acá. ¡Jo, jo, jo! Dale saludos míos a tu abuela, «Betrito».
—Bien, te dejamos. Todos los controles quedan desactivados para que no vayas a cometer alguna tontería y no termines en Andrómeda —reía el niño de las estrellas.
—¿Podrías dejarme encendido un televisor? Me gustaría ver algún deporte de este mundo.
—¿Qué tipo de deporte te gustaría, Krato?
—Algo parecido al roko-toko.
—Eso quiere decir algo así como «cerdo-red», Pedro, porque el roko es un animalito de Kía parecido a un armadillo, pero muchísimo más veloz, y toko es red —me explicó Ami.
—¿Y en qué consiste ese deporte, Krato? —le pregunté.
—Cada jugador tiene un palo que tiene una red en la punta. Se suelta el roko y hay que atraparlo con la red, pero no puedes correr más de tres pasos con el animal, así que tienes que tirárselo por el aire a algún compañero, cuidando que no lo atrape el contrario, hasta que se llega al arco, en donde hay que meterlo, y ¡GOL! ¡Es fabuloso!
—¿Y si tu compañero no lo puede atrapar y el animalito cae al suelo?
—Entonces sale corriendo disparado, y es punto en contra, porque atraparlo no es nada fácil.
—Pero el pobrecito se hará daño al caer…
—Ah, no, porque los rokos se transforman en una dura bola acorazada cuando van por el aire y cuando caen, pero después, «agárrame si puedes». ¡Jo, jo, jo! Yo era la estrella de «Los Fieros de Utna»… Me decían «Roko Roko».
—¿Y por qué?
—Bueno, porque muy a menudo «me equivocaba» al lanzar el roko, y esa dura coraza con patas solía chocar con la cabeza del más peligroso de los contrarios… dejándolo fuera de combate. ¡Jo, jo, jo!
—¡Eras muy sucio para jugar entonces!
—No era mi culpa que algunas blandas cabezas se interpusieran en el camino de mi rojo. ¡Jo, jo, jo!
—Te dije que éste es el swama menos espiritual de Kía —expresó Ami encendiendo un monitor—. Pero no le creas mucho sus fantasías… Aquí está. Eso que estás viendo se llama fútbol y es el deporte más popular de este planeta. Se juega sólo con los pies y la cabeza.
—Ehhh… cómo agarran a patadas a ese pobre roko pintado…
—Eso no es un roko, sino un blanda pelota. Tomarla con la mano está prohibido. Los azules tienen que meterla en el arco de acá; lo blancos en el contra…
—¡DALE! ¡Vamos blancos! Visten igual que mi equipo de roko-toko, «Los Fieros de Utna». ¡Borrémoslos del mapa!… ¿Qué cuadro es ése, Ami, el blanco?
—Es el «Rapid», de Bucarest, Rumania. Están jugando por…
—Estás solo frente al arco… Patea fuerte ahora, ¡ASÍ!… ¡EA! ¡Eso no vale! Iba para dentro, pero un tipo que no es azul agarró la pelota con las manos…
—Es el arquero de los azules, Krato, sólo él puede tomarla con las manos. Ya comprenderás, poco a poco. Oprimiendo esta tecla podrás ir viendo otros canales. Hasta pronto.
—Hasta pront… ¡Qué buena trancada! ¡Cómo voló el azul! ¡Jo, jo, jo!… ¿Qué pasa? ¿Quién es ese tipo de negro que viene con un papel rojo en la mano y mira tan enojado al blanco de la trancada?
—Ése es el árbitro, es una especie de policía del juego, y esa tarjeta roja significa que ese jugador está expulsado del partido, porque las patadas aquí no valen.
—¡Ehhh!… Si ni lo tocó… El Azul ése está haciendo teatro, Ami, quejándose como un marica sobre el pasto para impresionar al árbitro… ¡CUÁNTO TE PAGARON, ÁRBITRO VENDIDO! ¿NO CONOCE EL REGLAMENTO EL TIPO ÉSE, AMI? ¿TE GANASTE EL CARNET DE ÁRBITRO EN UNA RIFA?…
—Me parece que si Krato viene a la Tierra se va a adaptar muy rápido a ciertas costumbres de mi mundo —comenté riendo mientras descendíamos al bosque.
—Y con su pasado terri, no serán justamente las mejores costumbres…
Como la vez anterior, dos años atrás, la gente miraba con mucho cariño a Ami, creyendo que se trataba de un hermoso niño con rumbo a una fiesta de disfraces tal vez; incluso le acariciaban la cabeza de vez en cuando. Él parecía estar feliz con la situación, yo también, y me sentía mucho menos preocupado que la vez anterior, porque ahora sabía muchísimo más acerca de Ami y de sus capacidades.
Entramos en casa, mi abuela vino hacia nosotros sonriendo. Al mirar a Ami se acercó para abrazarlo con gran emoción.
—¡Cuánta bondad y luz en esa mirada!… Sí, este niño no es de aquí… ¡Que Dios te bendiga, que siempre te proteja, niño bueno!
Él se puso a reír.
—Siempre me protege, abuela, pero no soy tan niño… ni tan bueno, ja, ja.
—¡Qué dicha poder abrazar a un ser tan avanzado, a un habitante de otro mundo! Gracias por esta maravillosa oportunidad, Dios mío; gracias, Ami, gracias por ser el Maestro de mi nieto.
Aquello me causó gracia, mi abuela creía que Ami era mi «Maestro»… un niño… Me puse a reír. Ella no comprendía nada…
—Ami no es mi Maestro, abuela, sino mi amigo.
Él la miró de una forma especial, ella pareció haber comprendido algo y dijo:
—Oh, sí, tienes razón, hijito. Gracias entonces por ser TAN «amigo» de mi nieto, Ami.
—Para mí es un agrado, mi deber me gusta mucho, lo hago con todo mi cariño. Bueno, nos vamos. ¿Me perdona que no la invite a venir con nosotros, abuela?
—No hay problema. Aunque me invitaras, yo no iría, Ami.
—¿Por qué, le da miedo?
—No es temor, Ami, es que no quiero conocer muchas maravillas porque después me podría parecer muy triste este mundo, como le sucedió a Pedrito, que a veces anda enojado con toda la gente porque encuentra que todos aquí son un poco «tramposos».
Me sentí mal.
—Ésas son cosas privadas, abuela… Es que no puedo evitar compararlos con la gente de Ofír… —me justifiqué.
—¿Y no te comparas a ti mismo con la gente de allá, Pedro? —me preguntó él.
—Esteee…
—Por eso, yo no iría. Prefiero ignorar muchas cosas buenas, y también muchas cosas malas…
—Tiene razón, abuela. Nosotros sabemos que estos viajes encierran ciertos peligros psicológicos. No es fácil conocer un maravilloso mundo evolucionado y luego tener que regresar a vivir a otro en donde no reina el Amor. Y ésa es otra razón que hace que estos contactos sean más bien escasos.
—Llévense este pastelito que les preparé esta mañana. Dejen algo para la señorita Vinka y otro poco para el señor Krato.
—¿El «señor» Krato? Ja, ja, ja. Qué cosas dices, abuela, ése es un viejo montañés…
—El señor Krato, Pedrito. Si él escribió ese pergamino, merece todo mi respeto y admiración.
—¡¿Qué?! No se lo vayas a decir si un día lo conoces, se le va a hinchar el ego… Pero es muy bueno y muy divertido, eso sí. Bien, hasta pronto, abuela.
—¿No se te olvida decirle nada a tu abuelita, Pedro?
—No… ¿Acerca de qué?
—Acerca de Krato.
—No, nada… Excepto que es un viejo bastante feo. Ja, ja, ja. Bueno, hasta la vista, abuela.
—Olvidas darle sus saludos, Pedro.
—Ah, eso… Sí, te mandó saludos. Bueno, hasta pronto.
—¿En serio?… Oh, qué emoción… Un alma tan bonita… y de otro mundo… Dí-díganle que se los agradezco mucho y que se los correspondo… y… y que cuando pueda venga a tomar una tacita de té por aquí para que conversemos acerca de su planeta y del mío…
Mi abuela estaba demasiado conmovida por esa tontería.
—¿Té? Si alguna vez viene no será té justamente lo que va a tomar… —dije.
—¿Qué va a tomar entonces, Pedrito?
—Vino… qué sé yo, pero té, seguro que no.
—Oh, entonces voy a comprar vino, por si aparece… Cuídense, maneja con cuidado, Ami, respeta los reglamentos, los semáforos… o lo que haya.
—No se pre-ocupe, abuela —respondió entre risas el pequeño ser vestido de blanco, y nos despedimos.
—Traten de volver con Vinka —dijo desde la distancia.
Cuando llegamos a la nave, el partido de fútbol había terminado y Krato estaba mirando otros programas. Al vernos aparecer vino hacia nosotros muy excitado.
—¡¡¡GANAMOS!!! ¡Jo, jo, jo! ¡Les atajamos un penal! Claro que fue un sinvergüenzada del árbitro, porque la patada en la cara la recibió el azul fuera del área. Le bastaba con cobrar un tiro libre, pero como la tenía en contra de nosotros, cobró penal y encima expulsó al blanco. Pero se lo atajamos.
¡Jo, jo, jo! Tuvimos que jugar con dos hombres menos… Tendría que haberse vestido de azul el árbitro. ¡Qué vendido! Además nos anuló un gol hermoso, ¡de «chilena»! El blanco estaba perfectamente habilitado porque se pasó a dos defensas ¡después que la pelota había salido hacia él! Pero el árbitro y el guardalíneas se hicieron los tontos y dijeron que el delantero del Rapid estaba en posición prohibida y lo anularon… Igual les ganamos tres a dos. ¿Qué tal? Tenemos un goleador africano que es una estrella. Se mandó dos de los tres goles que hicimos. Entre paréntesis: a ese chico se le pasó la mano de tanto broncearse, se le puso todo el cuerpo negro, vanidoso el muchacho, ¿no?… El entrenador contrario es un idiota, cuando nos empataron sacó dos delanteros, puso dos nuevos defensas y se cerraron atrás como señoritas miedosas, a hacer tiempo porque el empate les convenía. Pero cuando el africano se mandó el bombazo desde tres cuartos de cancha y le hizo un gol de «globo» al arquero, que estaba adelantado, faltaban sólo cuatro minutos para el final. Ahí el entrenador quería morirse. ¡Jo, jo, jo! Ahora lloraba por tener en la cancha de nuevo a los delanteros que había mandado a la banca. Hay cada entrenador con la cabeza llena de guakaka… ¡Jo, jo, jo! ¡OH, PERDÓN!…
Yo tenía la boca abierta: ¡Krato se había aprendido todo el reglamento del fútbol! Hasta el complicado reglamento de la «posición fuera de juego», que a mí me había costado tanto comprender, él lo había entendido simplemente mirando un partido…
—Cuando algo nos gusta de verdad, el cerebro trabaja mejor porque entregamos toda nuestra atención, y la atención es algo muy poderoso, Pedro. Además, este viejo no tiene un pelo de tonto… Lástima que no ponga su atención en cosas más importantes…
—¡El fútbol es muy hermoso, Ami! En Kía hay deportes parecidos, pero nada como esto.
—A mí también me gusta mucho —dije—, pero cuando hay juego sucio me dan ganas de irme a otra parte. No me gusta la brutalidad.
—Ese deporte me parece viril, fuerte, pero no brutal, «Betro», comparado con otros deportes que vi en esa pantalla, como ése en el que un tipo se enfrenta a una bestia enorme, de cuernos pavorosos… La engaña con un paño rojo y la bestia sigue de largo. ¡Jo, jo, jo! Esos cuernos pasan a centímetros del tipo… Hay que tener valor… Pero al pobre animal le hacen ¡de todo! Y después lo matan a sangre fría… Eso sí que es brutal.
—Tienes razón, Krato —dijo Ami—. Al animal le clavan banderillas, pequeños cuchillos que lo van desangrando poco a poco, para que se debilite. Y con el balanceo se van abriendo más las heridas, produciéndole un dolor terrible que lo hace enfurecer. ¿Te imaginas ir corriendo con largas navajas que se bambolean clavadas en tu espalda?
Hasta el montañés parecía impresionado.
—Tienes razón, Ami. También pude ver otro deporte de este mundo que me pareció muy salvaje.
—¿A qué te refieres?
—Dos tipos se agarraban a golpes hasta que uno caía al suelo medio muerto…
—Ah, eso es el boxeo. Muchos han caído muertos de verdad… Otros quedan mal de la cabeza… —dije.
—Esos deportes dejan un mal ejemplo y, además, generan vibraciones muy bajas —intervino Ami—. Los enardecidos y violentos sentimientos de los espectadores se transforman en vibraciones mentales que llegan a toda la ciudad, y que los demás pueden percibir, aunque sea inconscientemente, y como esas vibraciones son «magnéticas», provocan o inducen en los demás las mismas vibraciones, es decir, pensamientos y sentimientos del mismo tipo, y así se va empantanando vibratoriamente el mundo… que es justamente lo que le conviene al Tirano…
Krato intervino:
—Por eso me gustó el fútbol. ¡Eso sí que es un deporte!
Yo recordé las patadas que pude ver y dije:
—Pero también se pone bastante sucio a veces…
—¡Sucios fueron los azules! —protestó Krato, culpando sólo al equipo contrario al de sus simpatías.
—¿Podrían hablar de algo más provechoso? —preguntó Ami, un poco molesto ya.
—¿Qué es ese paquete que traes ahí, «Betro»?
—Ah, es un pastel.
—Déjame probar un pedazo. Mmm. Chomp… ¡Puaf! Esto es dulce. ¿Todo lo que ustedes comen tiene que ser dulce?
—No todo, sólo las cosas más ricas… —dije, para molestarlo.
—Ese pastel lo preparó para nosotros la abuelita de Pedro… Krato…
—… Ah… Pero está delicioso… Chomp, chomp… ¿Le diste mis saludos?
—¿Eh? Ah, sí.
—¿Y qué dijo?
—Este… que gracias… Ojalá Goro esté más ablandado, Ami.
—No estás siendo completamente sincero, Pedrito. Quien oculta la verdad, también miente.
—No, Ami, sinceramente deseo que Goro esté más ablandado…
—Eres hábil para cambiar de tema, igual que ya sabes quien…
—Está bien… Mi abuela dijo que muchas gracias.
—Eso ya lo dijiste… ¿Y nada más, «Betro»?
—Ah, sí, también te mandó saludos… Qué ganas tengo de ver a Vinka…
—¿Y nada más, «Betro»?
—Nada más… Hace un poco de calor aquí…
—Pedrooo —dijo Ami con un tono reprehensivo.
—Ah, sí, le dijo a Ami que respete los semáforos… Ja, ja. ¿PUEDO AHORA HABLAR DE VINKA?…
Ami se puso a reír.
—Estos no evolucionados… Qué terriblemente difícil se les hace decir toda la verdad…
—YA LA DIJE, AMI, YA LA DIJE.
Me estaba alterando.
—Más o menos; es decir, más menos que más.
—LE DIJE TODO LO QUE ELLA HABLÓ, AMI, BASTA YA, POR FAVOR…
—Sólo se te olvidó decir que manifestó un gran respeto y admiración por el autor del pergamino. También ocultaste su emoción cuando ella se enteró de que Krato le enviaba sus saludos, y tampoco mencionaste que ella lo invitó a su casa, y que dijo que iba a comprar el tipo de bebida que a Krato le gusta para atenderlo cuando la visite.
—¿Todo eso?… Qué hermosa viejita… ¿Por qué lo ocultabas, «Betro»?
—NO OCULTABA NADA, NO TENGO UNA MEMORIA DE ELEFANTE, BASTA YA DE PERSECUCIONES.
Krato estaba confundido.
—¿Qué le pasa a este niño, Ami?
—Está celoso, Krato. Es un poco posesivo y egoísta en asuntos sentimentales…
—Ahhhhhh…
—¡¿QUÉ?!… ¿CELOSO YO, CELOSO YO… POR MI ABUELA? JA, JA, JA, JA. A MÍ ME INTERESA VINKA…
—Sí, Vinka como compañera, y tu abuelita como abuela —dijo Ami.
—ESO, ESO, NO VEO DÓNDE ESTÁ EL PECADO TAN TERRIBLE.
—Como abuela… pero para ti solo… No la quieres compartir con nadie más. Estás dispuesto a cerrarle toda posibilidad para ella misma con tal de tenerla únicamente para ti. Casi no te importa la felicidad de ella, sino sólo la tuya, Pedro.
Igual que en el viaje anterior, cuando me señaló algunos defectos míos que yo no había visto, caí desplomado sobre mi asiento, pero ahora fue distinto. Esta vez comprendí claramente que Ami tenía razón y no me oculté la verdad a mí mismo, como antes. Ahora, Ami no fue para mí un injusto ni un canalla ni un calumniador, sino un amigo que era capaz de conocerme mejor que yo mismo, mostrándome que yo era un egoísta que quería a mi abuela sólo para mí, sin importarme realmente ella, su propia vida personal. Cerré los ojos, creo que tenía las mejillas rojas de vergüenza. Decidí no decir nada durante unos largos momentos, hasta restablecerme.