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Circuito de Yas Marina, Abu Dhabi, 13 de noviembre.
El invierno se nos hecha encima. Llueve en Abu Dhabi y va a seguir lloviendo durante toda la carrera, según las predicciones.
Con los neumáticos de lluvia intento continuar en la lucha por el
premio. Ahora mismo soy el primero en la general, pero no puedo permitirme un error porque tengo a Tobayashi y a Hollywood pisándome los talones.
-¡Accidente en pista!
Oigo la voz de Weird y pienso, mierda, otra vez el Safety Car, carrera lenta y a empezar por la punta. No me da tiempo a esquivarlo, es imposible, pero en esa fracción de segundo sí que me da tiempo a pensar en muchas cosas, el del otro coche es Stevenson, espero que al menos él se salve, que a mi madre esto la va a matar, que a mi padre no le va a hacer gracia quedarse sin su perro de exhibición y, por último, pienso en Emilia.
Después un ruido tremendo y la oscuridad.
****
Nuevo México, Estados Unidos, unas horas después.
Estoy en racha, gano en el Isleta Casino & Resort de Nuevo México, mi contrincante es otra mujer y creo que eso me motiva más. Al fin otra mujer en el póker, ya sé que hay muchas pero no en los grandes premios, supongo que no es por talento por lo que no están aquí. Tengo pareja de jotas, con eso la fulmino. Alguien me toca en el hombre y me hace enfadar.
- Emilia, perdona, disculpa, mira, es que parece algo importante…
Cuando coges un teléfono en mitad de una partida estas descalificado. Miro cabreada a mi jefe, que no tiene la culpa, y cojo el teléfono. Un número que no conozco, contesto mirando cómo esa yanqui se regodea con mi premio.
- ¿Si?
- ¿Emilia? Disculpa, ¿te pillo en mal momento?
- ¿Quién habla?–es una mujer, algo alterada.
- Verás, no sabía si llamarte, pero supuse que sería mejor que te enterases por mí. No te he llamado desde su número porque creí que no contestarías.
Sigo muy perdida en esta conversación.
- ¿Quién es usted?
- Es Rodri –se pone a llorar y yo casi me muero de la impresión- ha tenido un accidente en la carrera, está en el hospital. No saben si sobrevivirá, ven Emilia, él… yo creo que él te está esperando.
En menos de una hora estoy en el vuelo transoceánico más cercano a Abu
Dhabi que estaba disponible. Ni siquiera sé los transbordos que todavía tendré que hacer para llegar. No me ha dado tiempo a pensar y, de repente, caigo en la cuenta, Rodri se va a morir, empiezo a llorar casi histéricamente, la azafata se sienta a mi lado y ya no se separa de mí en todo el vuelo.
****
Hospital en Abu Dhabi, 20 horas después.
He volado durante no sé cuantas horas sin descanso y, por fin, entro en el ala del hospital en la que me han dicho que se encuentra Rodri. A lo lejos, en el pasillo, veo a un grupo de gente sentada o de pie. Distingo a unos cuantos, a Hollywood, a Weird, y a su padre, una copia exacta de Pedro Rodríguez en más mayor.
Pero la única que parece darse cuenta de mi presencia es también la única mujer del grupo, una guapa mujer, la típica sevillana, morena, aún joven y de buen ver en cualquier otra circunstancia, de la que Rodri no ha heredado ni el color de los ojos, marrones.
Se me acerca y me abraza, y yo me sorprendo, pero necesitaba ese abrazo. Ella empieza a llorar mientras yo veo las caras de sorpresa de algunos.
- María, por favor, tranquilízate, la vas a asustar.–el ogro la separa de mí y es entonces cuando pregunto.
- ¿Cómo está?
- Ha pasado lo peor, esperamos a que se estabilice para llevárnoslo de aquí…
- Encantado de volver a verte, Emilia–el pelirrojo me estrecha la mano -¿un café? ¿Algo de abrigo?
No me he dado ni cuenta de que llevo el mismo vestido de tirantes que llevaba en el casino, en Nuevo México, dondequiera que eso esté, ahora empiezo a notar el frío y me doy cuenta de que estoy temblando.
- Pero entonces, ¿está bien?
- Let´s go –Hollywood me pone su abrigo sobre los hombros, me coge y me mueve por el pasillo- nosotros te pondremos al día.
Y me dejo llevar porque no puedo hacer otra cosa.
Después también me dejo llevar al hotel y me pongo algo prestado para dormir, cierro los ojos y, antes de dormirme por agotamiento, rezo por despertarme y que todo lo que me han dicho sea mentira.
****
1 día y medio después.
Abro los ojos en medio de la oscuridad, trato de ubicarme temporal y espacialmente y no lo consigo. Después enciendo la luz y la veo, a la madre de Rodri, durmiendo en la cama de al lado.
Y todo me vuelve a la mente, el accidente, el hospital. Me levanto sin hacer ruido y me voy al cuarto de baño para vestirme, no creo que pueda volver a dormir. Al mirar mi bolsa de viaje me doy cuenta de que sólo llevo eso de equipaje, una bolsa con mi pasaporte y una muda, además de mis pendientes preferidos, el móvil, algo de dinero y una chaqueta que debí coger en el último momento y de la que no me acordé después.
Entonces me doy cuenta de la situación, Rodri no va a volver a conducir y no lo sabe, será el peor momento de su vida y yo tendré que ir en vestido de cóctel o en pijama prestado de hombre. Cuando voy a empezar a llorar, oigo una voz a mi espalda.
- No te preocupes, he mandado traer ropa de tu talla, si no te importa.
- Gracias–es todo lo que puedo decir en ese momento.
****
Poco después, en el hospital.
Lo primero que siento es un dolor espantoso de cabeza, como si la hubiera metido dentro de un motor de los que hacía Ford allá por el 1900.
Después intento abrir los ojos, o moverme pero no puedo, y entonces noto el dolor de cada parte minúscula de mi cuerpo.
- Joder, mierda.
- Vaya, me alegro de pillarte de tan buen humor, pero no digas eso delante de tu madre, ya sabes.
Es Weird, sé que es él aunque no puedo abrir los ojos.
- Dijeron que te despertarías pronto, pero está bien que hayas elegido mi guardia.
- ¿Qué me ha pasado?
- Pues como una tuneladora por encima, ¿es que no te acuerdas?
- Un accidente… ¿quién ganó la carrera? Espera, espera, ¿y el otro? El del otro coche…
- Peor que tú, Rodri, peor que tú. Pero no pienses en eso ahora. Hay un montón de gente que quiere verte despierto, voy a buscarles.
Se va a ir cuando, por fin, abro los ojos.
- Ey, Weird.
- ¿Si?
- Te oí, oí lo del accidente, pero no pude evitarlo.
- Lo sé, no te preocupes.
****
Unos días después.
Todavía no he entrado a verle, me ha faltado valor, y sé que ellos no le han dicho que estoy aquí, como les pedí. Intento dejarle tiempo para que asuma todo lo que ha pasado, y también intento asimilar en mi cabeza las conversaciones con sus padres.
María Rodríguez es una mujer muy fuerte, ha sabido llevar la situación de una forma admirable, sin perder el rumbo ni la calma. Ella fue quien se lo dijo, que estaba bien pero que existía la posibilidad de no volver a las carreras. Al parecer Rodri lo ha asumido bien, aunque conserva la esperanza de reaparecer en unos meses. Hablamos tomando un desayuno en el hotel, cierta mañana.
- Tienes que entrar, Emilia.
- No creo que sea lo más adecuado.
- Hasta que no le veas no lo sabrás. Pasó bastante tiempo hablando de ti, ¿sabes? Antes y después de lo vuestro.
- ¿Y ahora?–yo sé que ni siquiera ha preguntado por mí o de lo contrario me lo habrían dicho.
- Ahora están pasando muchas cosas.
- Por lo que no es el momento adecuado.
- ¿Y qué piensas hacer, Emi? ¿Volver a tu vida como si esto no hubiera pasado, como si Rodri no estuviera ahí, tumbado en una cama desde hace un mes?
- Tal vez sea lo mejor.
- ¿Lo mejor para quién?
Nos hemos hecho amigas, o al menos tenemos una relación especial, por eso me duelen tanto sus palabras, pero no acaba de convencerme.
Por otra parte, con el padre de Rodri la cosa no ha ido exactamente a peor, aunque tampoco a mejor. Hemos hablado en muy contadas ocasiones, por eso me ha sorprendido que me detuviera esta misma mañana cuando salía de mi habitación.
- Disculpe, señorita.
- ¿Si?
- Verá, sólo quería preguntarle por cuánto tiempo piensa quedarse usted en Abu Dhabi. Bonita forma de decirme que no me quiere por aquí… Será mejor ser sincera.
- Aún no lo he decidido.
- Mire, usted no me gusta.
- Vaya, gracias por su sinceridad.–trato de mantener la calma.
- No, lo que quiero decir es que usted no me gusta pero, al parecer, a mi hijo sí. Tuvimos una discusión acerca de usted unos días antes del accidente, ¿lo sabía?
- No, no estaba enterada.
- Lo suponía. Que pase un buen día.
Y lo que no ha conseguido su ex-esposa en un mes lo ha conseguido él en un minuto. Estoy aquí, golpeando la puerta del cuarto privado de Rodri del hospital más caro de la ciudad.
****
Mismo momento, al otro lado de la puerta.
- Adelante.
Mi madre contesta por mí, mientras yo termino mi enésimo tebeo de Mortadelo y Filemón. Ahora sí que la he hecho buena, no me quedan más, así que tendré que releerlos, cosa que odio.
- Hola, Rodri. –no me lo puedo creer, levanto la mirada y allí está, en carne y hueso, Emi, mi Emilia, después de un mes de pensar en si sabría lo del accidente, de no saber, ni un mensaje de apoyo, nada.
- Emilia–digo su nombre como si no me lo creyese.
- Será mejor que os deje –mi madre se acerca a Emilia, la abraza y, antes de irse, aún le queda tiempo para echarme una mirada intencionada.
- ¿Cómo estás?–sigue apartada, sin moverse, pálida y bastante más delgada de lo que recuerdo.
- Bien, al parecer tengo rotos la mitad de los huesos del cuerpo y la otra mitad… -no sé cómo tratarla, qué decirle, de qué hablar, y entonces corre hacia mí y me abraza entre sollozos.
- Rodri… -ahora siento impotencia, y rabia, sólo siente lástima por mí, no ha venido por lo nuestro, sino por el accidente. Trato de apartarla despacio, ella lo nota y se levanta con ojos interrogadores.
- Lo siento, ¿te he hecho daño?
¿En qué momento, ahora o desde hace meses?
- No, no te preocupes. Oye, ¿qué haces aquí? –intentaba sonar informal, pero ha quedado como si no quisiera tenerla conmigo.
Ella me mira, ofendida.
- Quiero decir que si tenias un torneo cerca o algo.–eso ha sonado aún peor, ella parece confundida.
- No, yo… he venido por lo de tu accidente.
Al parecer no me equivocaba. Tampoco me sorprende lo que dice a continuación.
- Te quiero, Rodri. Siento muchísimo lo de Valencia, todos estos meses, estaba equivocada y esta mañana, hablando con tu padre…
- ¿Mi padre?–joder, con lo guapa que está y lo que la quiero y ella a lo suyo -¿Qué cojones hacías hablando tú con mi padre?
- Rodri, ¿por qué me tratas así? Te he dicho que lo siento, ¿qué más quieres?
- Y una mierda que lo sientes–no quiero perder más los papeles, pero no lo soporto, este dolor -¿Y qué has hablado con mi padre? ¿Ahora que soy un minusválido sí puedes ser mi novia?
- Rodri–las lágrimas le resbalan a borbotones pero va a ser que me importa un pimiento.
- Todo este tiempo no he sabido nada de ti ¿y esperas que me crea que me quieres y no que simplemente sientes lástima por mí?
Ella se calma un poco, mis últimas palabras la han parado en seco, me mira, muy seria, y dice:
- Ahora sí que siento lástima por ti, adiós Rodri–y sale corriendo.
- Adiós, guapa. -¡Dios! ¿Pero qué mierda he hecho? Debería salir corriendo detrás de ella, pero no puedo, y tampoco creo que sirviera de mucho, aunque me he equivocado en las formas, no creo que esté equivocado en cuanto a sus sentimientos.
Aún así levanto la vista al oír unos toques en la puerta, esperanzado, pero es Hollywood, qué bien, tengo el humor perfecto para él.
- Buenos días, sevillano, parece que estás en plena forma por cómo he visto salir a tu chica.
- No es mi chica, Hollywood, tú no sabes una mierda.
- ¿Ah, no? Pues es lo que me ha parecido todo este mes.
- ¿Este mes? ¿Lleva aquí todo este mes?
- Vino desde Abu Dhabi el día de tu accidente, y sin cambiarse de ropa, por cierto.
- ¿Y por qué yo no lo sabía? ¿Por qué no ha venido antes a verme?
- Al parecer pensaba que tú no la acogerías de muy buen grado y, chico, tú sabes cómo cumplir las expectativas de una mujer, de eso no hay duda.
- Muy gracioso, Hollywood, pero empiezo a pensar que he metido la pata hasta el fondo.
- No me digas…