THE WINNER TAKES IT ALL (VA TODO AL GANADOR)
Jueves anterior al Gran Premio de Montecarlo, Montecarlo, Mónaco.
- ¿Qué le pasa a mi hijo, Josh?- eso es lo primero que ha dicho mi padre cuando ha entrado al set que tiene la escudería Ferrari en
Montecarlo.
Yo todavía no le he visto, pero Weird es agente doble y ya me ha dicho que me ha pasado a mí la patata caliente. Resumiendo, que mi padre no se pierde un Montecarlo, que no se le escapa una, que en los entrenamientos libres me he esforzado por ser el último y no he conseguido saber nada de Emilia. Encima hoy comemos juntos.
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Mismo día, Murcia.
- ¡A comer!
- Ya voy, termino la maleta, comemos y nos vamos.
- Yo no sé cómo te puedes montar en el avión con todo lo que comes, chica.- mi padre siempre tan diplomático.
- Los cuerpos más pesados caen a la misma velocidad que los ligeros…
- Venga, explícame tu plan de viaje otra vez, sólo para saber dónde vas a estar en cada momento- esa es mi madre, que luego me llama en mitad de un torneo aunque le diga cien mil veces mis “planes de viaje” como ella los llama.
- Jueves noche en el hotel, Viernes Montecarlo, torneo de selección a las diez, sábado Gran Torneo, domingo descanso, lunes Hungría, visitas guiadas hasta el torneo el fin de semana, Montenegro desde el
trece al diecinueve de junio, vuelta a la reunión de la empresa en un
hotel de Lleida y Valencia para el veintiséis.- lo he aprendido de memoria de tanto decirlo.
- ¿Y después a las Bahamas?
- Creo que aún tendrás unos días para verme por aquí antes de eso me falta ganar en Montecarlo para ver si viajo al Campeonato del
Mundo.
- Pues nada, come, que a saber cuándo vuelves a comer comida de verdad…
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Viernes anterior al torneo de Montecarlo, Mónaco.
La ciudad es preciosa, lujosa sería la palabra, brillante como un zafiro, luminosa, fresca y divertida. O a lo mejor es que yo me siento así.
Es de noche y ya he pasado un día aquí. El hotel es fantástico, la comida maravillosa y ahora me dirijo caminando hasta el Gran Casino de la ciudad.
Espero haber elegido bien la ropa, al parecer aquí nada de sudaderas, el protocolo es el protocolo y esto está lleno de gente con pasta que ha venido a las carreras. Llevo puesto un vestido rojo de tirantes, sencillo, y un recogido que he conseguido explicar no sin dificultades a la peluquera del hotel. Nada más, ni joyas, ni gafas, ni chaqueta, órdenes de mi jefe y, al parecer, de la organización del evento.
Le enseño mi pase al portero y mi mejor sonrisa y diviso a lo lejos, entre la multitud, a mis compañeros de la Pokerstars. No somos amigos pese a compartir hotel y viajes en avión, pero es mejor encontrarte con los tuyos en terreno ajeno, y los viernes de selección esto es una batalla campal.
Conviene explicar que el viernes es igual o incluso más importante que el sábado, porque dependiendo de cuántas fichas tengas estarás en una u otra mesa. Yo nunca he tenido problemas en acabar clasificada para la mesa central.
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Misma hora, mismo lugar.
- Alegra esa cara, hoy tenemos permiso del jefe ¿no Weird?
Hollywood le da un codazo a mi estratega y sigue hablando con mi padre. A veces pienso que a esos dos les habría ido mejor como padre e hijo que a mí, y no lo digo por envidia, es que son clavaditos.
- Sólo quedan dos días- Weird se pone a mi lado para consolarme.
- Al menos hoy he quedado cuarto.
- Pues más te vale que mañana seas el primero- los entrenamientos del sábado clasifican a los pilotos en la salida del domingo.
- Siempre y cuando no me hagas repostar en la cuarta vuelta- nunca discuto las estrategias de mi amigo, pero me gusta chincharle.
- Siempre y cuando no pienses en tu princesa desaparecida…
- Joder, Weird, si al final vas a ser druida.- me mira extrañado y le respondo señalando con un gesto de la cabeza.- Princesa encontrada.
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Más tarde…
Mi padre, Hollywood y Weird están jugando en otra mesa, me miran de vez en cuando y ya he visto que ese capullo de Hollywood les explicaba “lo que está pasando conmigo”, pero ahora eso no me preocupa.
Emilia está guapísima cuando se concentra, no se ha dado cuenta pero uno de sus tirantes se ha caído y yo siento unos terribles celos de todos los que están en su mesa, tiene que haber notado algo, porque levanta la cabeza en mi dirección, sonríe y sigue ganando.
Al rato termina, habla con un hombre, señala en mi dirección y se me acerca.
- Hola, ya sabía que estarías por aquí- y un carajo, menuda sorpresa te has llevado al verme, y buena, pero yo me hago el enfadado.
- Por eso no te despediste en Barcelona ¿no?
Se pone seria, pero en lugar de responderme, dice:
- Enhorabuena, sí que te di suerte.
- Si te quedas hasta el domingo podrás ver más.
- Estoy hasta el lunes.
No puedo evitar cogerla de la mano, la llevo hasta la mesa donde está mi padre y le digo:
- Papá, esta es Emilia.-lo he dicho en español, que yo sé que él me entiende. Levanta la cabeza y la evalúa. Por el gesto sé que no ha pasado el test, pero no me importa.
- Encantado- él lo ha dicho en inglés.
Ella sonríe, como sonríe a Weird y a Hollywood cuando se la presento y entonces empiezo a arrastrarla hacia la salida.
- ¿No vas muy rápido?- sé que se refiere a lo de mi padre, le abro la puerta del Aston Martin del susodicho, que se jodan y alquilen un taxi.
- Puedo ir más rápido ¿sabes?
Y conduzco, sí, rápido, más rápido, por las calles de la ciudad en las que este fin de semana no hay límites de velocidad y vemos las vistas del mar y ella sigue callada, a mi lado.
- Siempre he soñado con conducir un Aston Martin.
Casi me parto de la risa, aparco, me bajo, la hago bajar del coche y le pongo las llaves en la mano.
- Sueño cumplido. Apunta más alto preciosa.
- ¿De verdad? ¿Me dejas conducirlo?- su emoción me desconcierta, tanto que tengo que bromear.
- ¿Sabes conducir, no?
- Pues claro- se ha puesto seria, se sube al coche y arranca, de nuevo emoción en su cara.
- Antes de morir, me gustaría darte unas cuantas indicaciones sobre el coche…
- Claro, dime- y se gira a mirarme, cosa que yo no esperaba que hiciese por como miraba el volante.
Y yo ya no pienso en nada, la beso y ella me besa, no nos podemos separar, manos, labios, pestañas, telas y un susurro.
- Déjame conducir- y ahora soy yo el que permanece en silencio hasta que llegamos a su hotel.
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Hotel en Montecarlo.
Todavía con la adrenalina del torneo, el coche y, sobre todo sus besos, me tiemblan las manos al intentar abrir la puerta de mi habitación.
Entonces él me besa en el cuello por detrás y hace un recorrido hasta mi hombro que me excita. Vuelve hasta mi oído con su lengua y me susurra.
- Tranquila, que no tengo prisa- y su acento es una mezcla sevillano americana estupenda. Consigo abrir la puerta y cerrarla, pese a que nuestras bocas no consiguen estar separadas más de una respiración. Entonces él se separa, enciende una lamparita de la mesa auxiliar y me mira.
- Pero qué guapa eres… eres la mujer más bonita del mundo, Honey, a completely sweet.
Y otra vez nos besamos, y esta vez estamos ya en la cama, mi vestido vuela, y sus vaqueros, lleva puestos unos de esos calzoncillos bóxer tan bonitos, blancos, pero no puedo manosearlos mucho porque al poco también se los quita, y me besa en todas partes y entonces oigo música en mi cabeza y una voz que suplica.
- Déjame ganarte, Sweeny, sé mía.
La canción era de Abba, “The winner takes it all”, y decido que es verdad, por una vez en mi vida “va todo al ganador”.
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Una horas más tarde.
Nos hemos dormido, bueno me he dormido yo, maldita sea. Emilia se mueve todavía en sueños debajo de mí, cuando me doy cuenta de que hay un teléfono sonando y es el mío, joder. Me levanto a cogerlo intentando no despertarla, pero cuando contesto y me doy la vuelta para mirarla ella ya se ha dado un homenaje con las vistas. Le sonrío, aunque intento no transmitir esa sensación a mi interlocutor.
- ¿Qué mierda quieres, Weird? Sí, estoy bien, joder. No, sólo son las ocho de la mañana, por el amor de Dios. Si, carbohidratos de desayuno.
Me siento al lado de Emi e intento no prestar atención a mi amigo mientras recuerdo que en algún momento de la noche ella también ha recibido una llamada que la ha puesto muy contenta.
- ¿Sí? Bueno, no es novedad, lo sabía. No soy vanidosa, es que era imposible. Si, he tenido que salir. Nos vemos allí.
- ¿Qué pasa?
- Ey, tú no eres el único que está aquí por trabajo Pedro.
- No me llames así, no me gusta, nadie me llama así.
- ¿Y cómo quieres que te llame?
- Rodri, todo el mundo usa mi apellido.
- Vale. Rodri…
- ¿Sí?- se acerca a mí peligrosamente.
- Ha sido una noticia muy buena para mí.- Y nos volvemos a enredar estrepitosamente.
Ahora se está desperezando lentamente mientras yo intento tragar saliva y seguir con mi conversación, se levanta, me besa y se mete al baño.
- Si, yo tengo el Aston Martin. De acuerdo, desayuno carbohidratos y en presencia de mi manager a las diez, no, a las nueve cuarenta y cinco, vale, vale, oye, ahora tengo que colgar. Es que a una ducha con una belleza no hay quien se resista.
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Sábado, Torneo de Póker del Gran Casino de Montecarlo, Mónaco.
Coloco la ciega grande y espero mis cartas. Repaso mentalmente mis fichas y sé que no me está yendo tan mal, aunque podría irme mejor.
Maldito Rodri. Y entonces me acuerdo de cuando me ha pedido que le llame así, y sobre todo de lo que ha pasado después, y luego en la ducha y de cómo se ha despedido de mí esta mañana.
- Entonces, esta noche te recojo en el casino- como si me recogiese en la puerta de mi casa.
- ¿Me vas a dejar conducir el Aston Martin?
- Todo se andará, pero ¿no prefieres un Ferrari?
- ¿Puedes conseguir un Ferrari?
Y su mirada era ofendida cuando me ha dicho:
- Perdona, pero no sé si sabrás que soy el primer piloto de la marca…
- Sigo prefiriendo el Aston Martin- se lo he dicho de broma, pero se ha puesto serio.
- Haré lo que pueda. Ahora me tengo que ir.- otro de nuestros besos y sale por la puerta. Todavía le oigo decir- Hasta esta noche.
- Mil para ver- dice el crupier. Voy, gano y entro en racha. Al cabo de un rato le noto, noto su mirada puesta en mis labios, en mi cuello, por todo mi cuerpo, levanto los ojos y le veo allí, de traje, tan guapo.
Un mano a mano con un chico joven, Maverick frente a As 8, suerte y gano y me voy al hotel con el premio gordo, en un Aston Martin que no es el de ayer.
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Pocos minutos después.
Se puede convertir en una bonita costumbre el venir a recogerla al casino. Está preciosa esta noche con su vestido verde manzana, como para comérsela. Ha merecido la pena aguantar a mi padre barra manager, a Weird, a Hollywood e incluso a mi mecánico mientras me daban el ya memorizado sermón de “las chicas buscan lo que buscan de ti, véase, el dinero”. Y encima tienen las narices de echarme en cara que haya quedado tercero, manda huevos…
- ¿Dónde vamos? ella conduce, claro, un nuevo Aston Martin, alquilado con el Tomtom en una dirección.
- Es una sorpresa.
Pero luego el que se sorprende soy yo, cuando le quito el vestido verde y le veo la ropa interior.
- Anoche gané alrededor de cien mil euros, quería hacerte un regalo… Y a la mierda la teoría de mi padre, del americano, del irlandés y hasta del mecánico italiano.
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29/05/2011, Gran Premio de Montecarlo, Mónaco.
Vuelvo a ocupar la “grada especial para familiares de los pilotos”, que viene a ser una grada normal, pero en la que se encuentran todos los invitados (menos los VIP) de los pilotos. Es fácil de comprender que estos chicos, después de setenta vueltas a un circuito cerrado no quieran dar otra para encontrar a sus familias.
De todas formas, incluso pese a estar sentada cerca de la mujer de Schumacher, es fácil meterse en el ambiente que rodea una carrera como esta. Primero está la opulencia, que en Montecarlo no se diferencia tanto entre el circuito y la calle, pero que en ciudades de Turquía, India o Brasil debe ser abismal, le sigue la imagen de grandeza, aquí hay dinero invertido, así que tenemos que dar imagen, después está la estrategia, los tejemanejes de equipos, directivos, inversores, publicidad y televisión, y, por último pero más importante que todos los anteriores, porque sustenta todo lo anterior, las emociones, el nerviosismo de pilotos en el pit lane, la rabia, la desesperación, las expectativas y, sobre todo, el amor.
No creo estar enamorada de Rodri, es solo que estas noches han sido magníficas, con Montecarlo como escenario. Anoche alquiló un Aston
Martin sólo para que yo lo condujese, me llevó a cenar al restaurante más lujoso de la ciudad, que abrió sus puertas para nosotros a las cuatro de la mañana, y estuvo toda la cena observándome, analizando cada uno de mis gestos, mis pendientes, mi boca, mis manos. Después nos acercamos a la playa, desde donde se veía el puerto con los barcos.
- ¿Estás nervioso con mañana?
- ¿Has estado nerviosa esta noche, en el casino?
- No suponía que se sintiese lo mismo.
- Yo creo que es lo mismo, sólo que a más velocidad.
Permanecemos callados un rato, mirando al mar, después habla bajito.
- Ahora sí que estoy nervioso.
- ¿Cómo? ¿Por qué?
- Bueno, verás- me acerca a él agarrándome por la cintura- estoy aquí, en una playa de Mónaco, la luna brillando sobre el mar, con la chica más bonita de la ciudad- le hago burla porque sé que no soy guapa- y
no sé si hacerle el amor aquí o esperar hasta el hotel.
Se ha puesto bastante serio, así que respondo en broma.
- ¿Puedo elegir las dos cosas?
- Claroy empieza a desabrochar mi vestido con una sonrisa enigmática.
- Disculpe, señorita.- vaya por Dios, se me ha ido el santo al cielo, y
este hombre me suena, de anoche, del casino, pero me habla en inglés. El gesto de su sonrisa me recuerda a… maldito sea, me ha sentado con su padre.
- Hola, señor…- hablo en español porque sé que él lo entiende, Rodri me presentó en español.
- Gateway- estrecha mi mano.
- ¿Creía que Rodri…?
- Es el apellido de su madre, será mejor no hablar de ello, señorita- me ha parecido entender la mayoría de lo que ha dicho. Al parecer ninguno de los dos está dispuesto a dar su brazo a torcer en esto del idioma, y además, el tono que hausado para “señorita” no me ha gustado un pelo. No se lo hago notar, aunque me apunto lo de su madre para preguntarle a Rodri más tarde.
- ¿Cuánto queda para empezar?
- Poco. Acabo de hablar con mi hijo ¿sabe?
- ¿Está nervioso?- por su tono e intención, ya imagino que hoy no voy a disfrutar de la carrera, y es una pena, porque hace un día perfecto y un chico muy guapo con el que he pasado la noche participa en ella.
- No tanto como yo. ¿Qué intenciones tiene con mi hijo?
- ¿Cómo dice? Me parece que no le he entendido bien.
Semáforo en rojo, amarillo, verde, que empiece la carrera.
- Intenciones, señorita, con mi hijo.- más gráfico no puede haber sido, la verdad.
- No creo que sea asunto suyo.
- Mi hijo siempre es asunto mío, y más cuando una cazatalentos como usted pretende atraparle.
No sé si me ha ofendido más lo de bruja o lo de pobre, aunque lo de señorita de dudosa reputación tampoco está nada mal.
- Mire, señor Gateway, no creo que sea usted mi inspector de hacienda para llevar mis cuentas, ni que tenga que defenderme, pero me gusta alardear de ser la actual campeona de póker del casino de Montecarlo, con el dinero ganado que eso conlleva.
- Las apuestas traen y llevan el dinero tan rápido como el viento. Mi hijo es un valor seguro y no pienso dejar que sea su seguro de vida.
- No debería preocuparse tanto por mí, mañana ya no estaré aquí, su hijo tampoco y usted se quedará tranquilo. Le pido que me deje disfrutar de la carrera.
- Encantado- se levanta y se va, dejándome una terrible sensación de angustia, pero no pienso permitir que me arruine el fin de semana.
Rodri va ganando.
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Mismo momento, mismo lugar.
Rojo, amarillo, verde y acelero al máximo para cruzar las calles de Mónaco a una velocidad de vértigo. Esta es la sensación que no quiero perder, nunca abandonaré la Fórmula 1. Mónaco es un circuito talismán para mí, aquí gané mi primera carrera, aquí conseguí el primer contrato en
Ferrari y, pese a ser uno de los circuitos con más siniestros, yo nunca he tenido ninguno, toco madera.
Y ahora está Emilia, desde ahora Mónaco será para mí Emilia, jugando al póker en la mesa, levantando levemente las cartas para mirar, la primera noche en su hotel, anoche en el mío, su olor, su pelo y nuestras manos que se entrelazan. Y su cuerpo desnudo tan brillante como las luces de Montecarlo, cómo se estremece cuando le susurro al oído y su sonrisa mientras come, vestida sólo con mi camisa, el desayuno. Y hace un instante, cuando me ha deseado suerte.
- Buena, sigue así, en la próxima vuelta repostaje- ese es Weird, al que ya le he contado lo que pasa por mi mente. Ha puesto una cara inescrutable, me ha llamado de todo en los tres idiomas que domina, y después me ha dicho.
- A ti lo que te pasa es que estás enamorado.
- Joder, Weird, te digo que me gusta una chica y nada, ya me voy a casar con ella.
- Nunca te había visto así, Rodri, perdona pero tengo que decírtelo, y tampoco es que sea tan malo…
- Ya se verá.
Y después hemos repasado la estrategia para la carrera. No sé si estoy enamorado de ella, sólo sé que no quiero que se acabe aquí, quiero volver a verla y he preparado mi propia estrategia esta mañana mientras nos vestíamos.
- ¿Comemos hoy?
-¿Tendrías tiempo?- se coloca el vestido, me acerco para ayudarla con la cremallera, pero en vez de subirla la acaricio en la abertura.
- Siempre tengo tiempo para ti.
- Serán casi las cinco, ¿comemos a las cinco?
- Nosotros somos españoles, nada de meriendas a las cinco ¿no?
- Está bien, pero tengo que volver pronto a preparar la maleta.
-¿Adónde vas? ¿A casa?
-Que más quisiera yo… Campeonato de Hungría.
-¿Hungría? Jolín, no sabía yo que eso del póker daba para tanto viaje.
- Le dijo la sartén al cazo. ¿Y tú?
- Pues voy a pasar unos días en Sevilla y de vuelta a Londres para entrenar hasta Montreal.
- ¿Sevilla?- no parece impresionarle mucho la de aviones que tengo que coger, a mí en cambio me revienta.
- Mi madre vive allí. Soy de allí. Por cierto, no me has dicho de qué parte de España eres.
- De Murcia, soy de Murcia.
- Así que murciana ¿eh?- y nos besamos entre risas.
- Rodri, espabila, que Tobayashi te pisa los talones y el abuelo Fénix va detrás- llamamos así a Schumacher, cariñosamente y con respeto, porque nos jode que se retirase y haya vuelto en bastante buena forma.
- No me jodas Weird, que aún me quedan seis vueltas.
- ¿Sabes que la radio se oye en todos los canales de televisión?
-Si quieres te lo digo visualmente, seguro que eso no sale por televisión…
Túnel, barcos, meta, curva, recta, túnel, barcos, meta, curva, recta, túnel, barcos, meta, curva, recta, túnel, barcos, meta.
Gano y entonces recuerdo que mi padre me estará esperando en el
podio. Ha venido a decírmelo antes.
- Te espero en el podio, hijo- nada de presión ¿eh?
- Eso si gano- le respondo irónicamente.
Me lanza una de sus miradas y dice:
- Hoy me voy a sentar en las gradas.
Joder, si así pretende que gane, lo va a conseguir. Él nunca se sienta en las gradas, las odia, sólo lo hace para hablar con Emilia, para intimidarla. Y se está asegurando de que yo lo sepa. Con hielo en las venas y sin alterarme demasiado, consejo de Weird, le respondo.
- Vale- confío en que Emi sabrá cómo torearle si puede jugar tan bien al póker.
- Mira, hijo, ya sé que no has dormido solo.
- ¿Y sabes que tengo veintiséis putos años?
- No me montes un espectáculo, y demuéstralo.
- Con quién me acuesto y con quién no es asunto mío.
- Y tu dinero, ¿es asunto mío?
- ¡Que te jodan con el dinero! Ella es rica ¿sabes?
- ¿Jugando al póker?
Hemos debido de levantar un poco la voz, uno en inglés y otro en sevillano y en ese instante casi me lanzo hacia él pero alguien llega en mi ayuda.
- Sevillano, te buscan arriba- es Hollywood, que cuando quiere el tío puede salvar la situación muy bien salvada, y sin despeinarse.- Señor Gateway, si me permite, me gustaría mostrarle algunos cambios que he realizado en mi motor…- le coge del hombro y le arrastra hacia alguna parte alejada de mí, pero todavía puedo oír a mi manager.
- Te espero en el podio, hijo.
Y claro, ahí está, con su sonrisa preparada para la foto del año con su queridísimo hijo. Pero antes de que se me acerque, oigo un nombre, veo que Emilia corre hacia mí, salta la valla de los patrocinadores, la estrecho entre mis brazos y me besa, no sin antes decir:
- Creo que te traigo suerte.
Sólo puedo sonreír, foto para el Hola, americano y español, y para los periódicos porque no van a hacer otra. Tengo la foto, la chica y la mirada de mi padre clavada en la nuca. Me importa un pepino. Va todo al ganador.