DRIVE THROUGH:
Septiembre, Octubre, Noviembre.
Drive Through es un castigo, una penalización impuesta por los mandamases de la Fórmula 1 cuando se comete una imprudencia en la carrera. Consiste en hacerte entrar a boxes en algún momento de la misma y, en ocasiones, puede decidir el transcurso de todo el campeonato, quién
gana o quién pierde.
Así es como me siento yo desde Valencia, como en continuo Drive Through. Estamos en septiembre, hace tres meses que no sé nada de Emilia, pese a que contesta todos los mensajes que le envío.
Cómo estás?
Bien, y tú?
Bien también En algunos incluye:
Qué tal Hollywood?
Pues bien Y tu padre?
Como siempre Has visitado a tu madre?
Iré en cuanto pueda Y todos así en ese plan, médico-paciente, sin bromas, sin información más allá de la básica, sin sentimientos. La echo de menos. Sí, ha habido otras chicas, no muchas, pero con ninguna he sentido lo mismo. He repasado mil veces nuestra conversación en Valencia y sigo sin entender qué fue lo que pasó…
Lo he repasado mil veces:
Con Weird, en el salón del hotel, echando una partida de cartas:
- Venga, tío, sólo es una chica, ¿no habrás olvidado que hay muchas?
- Vale, ahora me estás recordando a Hollywood, y, sinceramente, me da miedo que tú digas eso.
- ¿Por qué?- se hace el ofendido.
- Bueno, no sé por qué pensaba que tú serías más comprensivo conmigo.
- ¿Qué quieres, Rodri, comprensión o realidad? Mira, ya sé que estabas algo así como enamorado…
- Algo así…
- Pero se nota a la legua que ella sólo quería pasarlo bien, divertirse, todos esos tópicos que se suelen decir.
- Ella no es así.
- Tú no quieres que sea así.
- A lo mejor no quiero que sea así, joder, pero es que ni siquiera podemos hablar.
- Será mejor que la olvides.
- Ya sabes, fácil de decir… Seguimos jugando en silencio, hasta que él remata.
- Al final resulta que admiro a tu Emilia.
Le miro interrogante.
- Es la primera chica que te ha roto el corazón, ya iba siendo hora…
Y tiene toda la maldita razón, joder, y cómo duele.
Con Hollywood, en la barra de una discoteca de moda en Roma:
- Tío, mira esa, y se te está comiendo con los ojos.
- No será para tanto- miro en la dirección que me ha dicho, y al final le voy a dar la razón…- Es guapa, pero es demasiado fácil.
- Nunca te habían gustado las complicadas, hasta esa chica, ¿cómo se llamaba?
Le miro con ojos de advertencia, para que no siga por ese camino.
- ¿Hay algo que quieras decirme, americano?
- A tino, pero voy a ver que tal se me da con esa “ragazza”
Y me deja pensando, sin quererlo, en Emilia.
Con mi madre, en el patio de paredes blancas de nuestra casa de Sevilla:
- No le habrás hecho daño, ¿verdad, Pedro? Me moriría si supiera que te pareces a tu padre en eso.
- No, mamá, por el amor de Dios, parece mentira que no me conozcas.
Estamos comiendo tortitas francesas, con el truco especial de mi madre.
- ¿Entonces?
- No tengo ni la menor idea.
- ¿Le has dicho que la quieres?
Vale, esa me ha pillado desprevenido, si es un tren me pasa por encima fijo…
- Bueno, yo…no, no creo que ella tenga que oír eso, ni siquiera sé lo que siento.
- Vaya, jamás pensé que diría que mi hijo es un cobarde.
- No es eso mamá, jolines- en casa es la única palabra malsonante que se me permite, y la controlo bastante bien.
- Mira, Pedro, tú sabrás, es tu vida y ya no eres un niño, pero será mejor que hagas algo, y lo antes posible.
- No puedo hacer nada.
Y me voy a la piscina a hacer unos largos que me ayuden a olvidarla.
Pero, lo peor ha sido repasarlo, involuntariamente, con mi padre:
Han suspendido Suzuka, el Gran Premio de Japón, por todo lo que pasó en Marzo, el terremoto y las posteriores fugas radiactivas, y a mi queridísimo Hollywood se le ha ocurrido invitarme a Nueva York a pasar unos días. Acepto, claro, mi otra opción es quedarme en Londres, entrenando. No hay color. El único inconveniente es que, ya que pasaba por aquí, a mi manager le apetece cenar conmigo. Total, ¿a mí que más me da coger otro avión y volar a San Francisco?
Pues nada, aquí estamos, en el mejor restaurante de esa bonita ciudad. Yo estoy deseando salir.
- He hablado con tu madre.
Suspiro para comenzar con el tiroteo.
- ¿Con tu mujer?
Me mira serio, parece cansado, pero que me cuelguen si me importa. Él cambia de estrategia.
- Se ha renovado tu contrato para 2012.
- ¡Qué bien!–respondo, pero mi tono es más bien irónico.
- ¿Qué es lo que quieres de mí, Rodri?
- Nada.
- Al menos podrías darme las gracias por todo lo que hago por ti, por tu carrera.
- Gracias–y una mierda, lo hace por él, por su prestigio, para hablarle a todo el mundo de su caniche, si no le conociera…
- ¿Y qué tal con las chicas?–debo mentir bien porque se ha tragado mi arrepentimiento y ha pasado a otro tema, aunque más bien ha cambiado de tema para no ver mi falso arrepentimiento.
- No me va mal, ya sabes.
Pero es entonces cuando me suelta el derechazo.
- Al parecer aquella chica entró en razón antes que tú…
- No sé de quién me hablas.–se lo digo entre dientes, intentando mantener la calma.
- Pues claro que sí, todo el mundillo dice que andas hecho un trapo, desesperado y llorando por ella en los rincones. Que pena me da que no hayas heredado mi encanto con las chicas, si quieres te presento a alguna…
- Cabrón–me levanto de la mesa para no liarme a golpes con él, se puede consolar que lo he dicho en español, aunque el tono debe haber quedado claro porque el restaurante está en silencio.
- Deja de hacer el imbécil, Pedro.
- Y tú vete a la mierda–eso se lo he dicho en inglés para que lo sepa todo el mundo.
Después paso la noche por las calles de San Francisco, pensando en cuál será la razón por la que Estados Unidos no tiene circuito de Fórmula 1 y, después, inevitablemente, pienso en Emi, ¿qué estará haciendo ahora?
****
Las Vegas, misma hora.
Salgo a dar una vuelta por Las Vegas. Necesitaba pensar. Las Vegas es como en las películas, Elvis está en todas partes, y en cualquier momento puedes oír una de sus canciones. En este momento se oye “A
little less conversation” mientras camino por una avenida. Jamás hubiera podido desear estar aquí, en la ciudad del juego, con un nombre y una reputación que ya empieza a ser conocida entre el mundo del póker. Las cosas no me han ido del todo mal desde Bahamas, no gané el campeonato, por supuesto, pero participar allí me ha abierto las puertas a muchas selectas competiciones, entre ellas, esta gira por Estados Unidos.
Mi jefe, por otra parte, no puede estar más contento conmigo y hoy me lo ha hecho saber.
- Emilia, ¿tienes un momento? –acabo de salir del ascensor con dirección al Mandalay Bay, donde estoy invitada a una cena con partida después.
- Claro, dime.
- Verás, ¿recuerdas que llevo tiempo hablando de un nuevo proyecto?
- Sé que quieres una escuela de póker, sí.
- Sí, un proyecto ambicioso, todavía en proceso, pero con una idea fija, quiero que tú dirijas la escuela.
Intento hacerme la sorprendida, esperaba este momento desde hacía algún tiempo, los rumores sobre mi elección no se me habían escapado.
- ¿Yo? Bueno, me gusta, no diré que no, pero llevo poco tiempo en esto.
- Para esto no se necesita tiempo, sabes jugar o no sabes.
- ¿Puedo pensármelo?
- Claro, pero antes de dejarte me gustaría que supieras que la escuela será en Montenegro. Es un buen sitio de juego y reúne las condiciones para recibir gente de toda Europa. Además en el Royale quedaron muy contentos contigo.
Pocos minutos después de despedirnos, ya sé a qué viene mi dolor agudo en el pecho. Rodri y Montenegro. Había logrado unos minutos sin pensar en él.
Comienza a amanecer mientras sigo por la calle y puedo comprobar que aquí, en Las Vegas, a nadie le importa un pimiento que salga el sol.
Entonces recuerdo la conversación que he mantenido hace unas horas con mi madre. Son las diez de la noche aquí, así que allí deben de ser las ocho de la mañana si no me equivoco.
- ¡Ay, hija! ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué me iba a pasar nada, mamá?
- Es que como no me llamas tan a menudo como antes ya me pensaba que era algo malo.
- Estoy bien, no te preocupes, de hecho esta noche estoy invitada a cenar en uno de los mejores hoteles de la ciudad ¿Y tu, qué haces?
- Estoy preparando unas torrijas.
- Ay, mamá, te las cambio por el mejor hotel de la ciudad… -se me saltan un poco las lágrimas.
- Emi, ¿seguro que estás bien?
- Que sí, no te preocupes, te llamaba por buenas noticias.
Aunque después de decirle lo de Montenegro no le han parecido muy buenas noticias, al final me ha dicho lo que esperaba.
- Es tu vida, haz lo que te haga feliz, al menos así no viajarás tanto y te tendré más cerca.
Luego me he ido a cenar, una cena estupenda, un hotel, el Mandalay Bay, que tiene todo lo que una persona pudiese desear y, después, una partida privada con gente selecta.
Cuando he terminado de saquear la banca, me he levantado a estirar las piernas y, sin darme cuenta, he topado con un esmoquin.
- Disculpe –eso me pasa por bajar la mirada, mala costumbre adquirida en el juego. Y cuando la levanto veo a uno de los jugadores de la noche, malo como él sólo, pero un rato de guapo.
- La verdad es que venía a presentarme–me coge de la mano- mi nombre es–ni siquiera me acuerdo- usted es Emilia, ¿verdad?–dice Emily, qué mono…
- Pues sí, si me disculpa –señalo los canapés porque mi inglés no es muy bueno.
- ¿Me permite acompañarla?–guapo, cortés y, además, admirador mío. No se puede pedir más.
Hablamos durante un rato, se nota a la legua que no tiene una gran mente, pero lo contrarresta con su tipo, mezcla de Richard Gere Y Gene Hackman en los mejores momentos de ambos. Al cabo de un rato se me acerca y me susurra al oído.
- Tengo habitación arriba.
Y no sé cómo he acabado en la cama de un hotel lujosísimo y lo hemos hecho tan rápido que al poco tiempo ya me encontraba en la calle dando mi paseo. No ha sido para tanto, aunque me ha dado tiempo a arrepentirme de no estar con Rodri, y la rabia de pensar que él ha paseado del brazo a al menos una chica cada mes desde que lo dejamos, me ha dado la energía suficiente para llevar a cabo mi hazaña.
Al menos sé que tomé la decisión correcta al dejarlo todo en
Valencia, aunque piense en él cada día.
Ahora también he decidido correctamente, me siento en un Starbucks con mi cacao calentito en las manos y marco el número de mi jefe. Seré maestra del póker en Montenegro.
Y justo en ese momento, mirando por la ventana la ciudad de Las Vegas, un pensamiento me traspasa el corazón. ¿Qué estará haciendo Rodri ahora?