16.
Amar a alguien es una cosa. Que alguien te ame es otra. Pero que te ame la misma persona que amas lo es todo. Paulo Coelho.
Valentina había encontrado la excusa perfecta para que Mel no sospechara si la veía con maletas para arriba para abajo o si le pedía que la llevara al aeropuerto. Se había inventado un viaje de trabajo de fin de semana a Valencia. Todo estaba preparado, hasta había pedido hora para que la dejaran guapísima.
—Tienes que aprovechar mi peluquería y mi depilación, yo no llego...
Le había dicho en la corta llamada a la hora de comer, como no era la primera vez que se intercambiaban las horas de las citas, aceptó sin más. Tina era más coqueta y acudía como mínimo una vez al mes. La pelirroja, por el contrario, no pensaba tanto en esas cosas, solía depilarse con la silk-epil y la peluquería la pisaba pocas veces al año.
Además ese día Mel no estaba muy receptiva. Se sentía rara, triste, decepcionada; Yuri solo le había mandado un mensaje por la mañana y eso era muy raro, había intentado llamarlo pero salía el contestador. Prefirió no insistir.
Cuando llegó a casa de la peluquería encontró a Tina con la cabeza metida en su armario. No le sorprendió pues era normal en ellas, buscar alguna prenda de la otra que deseaba ponerse para alguna ocasión. Lo que no vio fue a la fotógrafa coger más que un jersey.
Al ser viernes por la tarde los niños habían empezado sus clases de música y habían avisado a la profesora de que podían retrasarse, no había problema porque en el casal cultural había varias actividades donde distraerse.
Valentina se sentó en el sitio del conductor y arrancó dirección al aeropuerto.
—Así a la vuelta conduces tú. Por cierto te han dejado muy guapa. ¡Pero si hasta te han maquillado!
—Por fin me miras… —dijo en tono burlón la pelirroja.
—Perdona es que llevo un día de locos…
—Lo del maquillaje me lo han propuesto porque había una chica en prácticas y me he dejado hacer. La verdad que me gusta el resultado. ¡Lástima que no me vaya a ver!
—Eso tiene fácil solución, te hago yo unas fotos y como si fuera en vivo y en directo.
Cuando llegaron Mel vio que se desviaban del camino normal.
—Tina te has equivocado…
—No te preocupes que voy bien, me han dicho que viniera por aquí.
—Pero el cartel que hemos pasado dice que vamos al aeródromo.
Esa zona era aún más pequeña que el pequeño aeropuerto de su ciudad por eso les sorprendió que llegaran directamente a las pistas.
Cuando Mel lo vio allí apoyado en una avioneta frente de ella, no dudó en salir disparada a su encuentro y se tiró a su cuello. Yuri la agarró con fuerza besándola con pasión mientras la tenía alzada entre sus brazos y daba vueltas con ella.
—¿Estas preparada para volar conmigo? —le preguntó cuando la dejó de nuevo en el suelo.
—¿De verdad? …Uohhh... ¡Llevo años esperando este momento!
—Tenemos todo el fin de semana para hacer realidad muchos de nuestros sueños —dijo volviéndola a besar dejándola sin aliento.
El piloto se dirigió a la fotógrafa dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
—Gracias Tina —le dijo.
—No hay de que…
—Así que todo esto estaba planeado eh.... ¡Sois cómplices! ¿Y los niños, también? —los dos asintieron sonrientes a su pregunta— ¡No me puedo creer que hayan aguantado sin contarme nada! ¿Vega estaba de acuerdo?
—Sí tranquila, está ilusionada con esconderte un secreto. Por cierto piloto, ¿no tendrás un gemelo por ahí para mí, no?
—Pues la verdad que se me ocurre alguien…, ¿Quieres que haga de cupido?
—¿Ya has olvidado al lobo? —preguntó divertida Mel.
—¿El lobo? Ah…, el islandés.
—¿Sé lo has contado? ¡Pero serás chivata! Ya hablaremos tu y yo —dijo señalando a su amiga—. En cuanto a lo de cupido ya te avisaré mientras ve buscando candidatos… ¡Ahora venga no perdáis más tiempo!
Yuri le entregó un sobre a la que ya considera una buena amiga. La fotógrafa al abrirlo vio que era una invitación para un spa para las dos amigas, con masaje incluido.
—Esta vez el que hará de canguro seré yo, y vosotras os dejareis que os den un buen masaje y relajaros en un spa durante toda la tarde el fin de semana que viene.
—Muchas gracias astronauta es un detalle genial para cargar pilas antes de la vuelta al cole.
—¿Vendrás el fin de semana que viene cómo habíamos dicho? —preguntó Mel entusiasmada con la idea.
—Si aún te quedan ganas de seguir viéndome después de este…
—Venga marcharos o no os dará tiempo a nada—los interrumpió Valentina. Se acercó a Mel y le dijo en la oreja en un susurro—. Cuando llegues ves al baño con la maleta y te pones lo que hay dentro.
—¿Qué has hecho loca?
—¡Nada! Disfruta al máximo.
Yuri cogió la maleta, se despidieron de Tina y se acercaron a la avioneta.
—Te presento nuestro medio de transporte, este Cessna nos llevará al cielo. ¿Te apetece? Si no lo ves claro, si no quieres…
—No al contrario —dijo acercándose más a él mientras lo abrazaba fuertemente por la cintura—. Estoy alucinada, es que he estado preocupada porque en todo el día solo había recibido un mensaje tuyo… Por cierto ¿cuándo has llegado, desde cuándo tienes este plan en marcha?
—Llegué ayer y he estado ocupado preparándolo todo y espero que salga perfecto. desde el día de Bologna, mientras esperaba para embarcar llamé a Tina y lo organizamos —le puso un dedo en la barbilla para alzarle la cara y poder besarla de nuevo—. Perdóname si no te he contestado o dicho más, no quería ponerte triste.
—Te he echado tanto de menos.
—Y yo a ti…
—¿Todo el fin de semana para nosotros?
—¡Hasta el domingo a la tarde no pienso traerte de vuelta! —le dijo con sus ojos chispeantes y un sonrisa tan endiabladamente sexy que a Mel le entraron las prisas para irse rápido de allí.
—Llévame al cielo.
—Será un placer.
La cogió de la mano y le enseñó el avión antes de subir. Una vez dentro, cada uno se sentó en un asiento y él pidió permiso a la torre para salir.
Entre un cielo pigmentado de rojos, azules y ocres, unos colores tan vivos que solo la naturaleza era capaz de pintar volaron los dos juntos. Era una sensación extraordinaria, observar la tierra a sus pies y los últimos rayos de sol del crepúsculo a vista de pájaro.
—Gracias, es soberbio, magnífico… —dijo emocionada Mel—. Todos los adjetivos se quedan cortos…yo…
La pelirroja no pudo terminar la frase, estaba tan emocionada que una lágrima tomó la iniciativa de escaparse y empapar su mejilla.
—Por favor no me llores…, no sabes como me emociona compartir esto contigo. Lo he deseado durante años.
—Y yo, es... gracias por hacerlo realidad. Ahora entiendo que quieras vivir aquí arriba. Es extraordinario...
Siguieron volando hacia el oeste hasta que tuvieron el mar a sus pies.
—Mira ya estamos sobre la ría y tienes las islas Cíes enfrente. Vamos hasta allí.
—Me dan ganas de saber pilotar.
—Pues coge los mandos que tienes delante de ti, yo te guío.
—¿Lo dices en serio?
—¡Pues claro! —y Yuri le empezó a enseñarle lo más básico.
—Lo ves, estás volando tu sola —le dijo enseñando sus manos levantadas sobre su cabeza.
—¡ESTOY VOLANDO!!!
Verla tan feliz disfrutando de ese momento compensaban los dos días que llevaba casi sin dormir. Nada importaba ya, había conseguido lo que quería, surcar el cielo con ella, Verla tan radiante hacía que él se sintiera el hombre más afortunado y dichoso de la tierra.
Poco a poco el cielo se cubría con el manto oscuro de la noche y las estrellas aparecían a su alrededor.
—Es lo más cerca que te puedo llevar —le dijo cogiéndola de la mano y estrechándola sobre su corazón.
—¿Puedes cantármela?
Yuri no tardó ni una milésima de segundo en saber que le pedía y con una voz rasgada por el momento que estaban compartiendo empezó a cantar su canción.
—“Fly me to the moon, let me play among the stars…”
—Es perfecto —dijo Mel con los labios apretados, evitando sin conseguir, que las lágrimas le negaran los ojos.
Una hora y media pasada después poco a poco fueron descendiendo y las luces de la civilización fueron apagando la de las estrellas. Desde allí arriba Mel no sabía donde se encontraban.
—¿Vamos a aterrizar aquí?
—Claro.
—¿Puedes decirme ya donde vamos?
—Volvemos a los orígenes.
—¿Al faro, me estás diciendo que vamos a pasar todo el fin de semana en él? —preguntó conmovida. No hizo falta que Yuri contestara, el brillo en sus ojos le había respondido—. ¿Pero vas a dejar aquí la avioneta todo el fin de semana, no será muy caro? —Yuri le apretó el muslo para silenciarla.
—Shhh por favor no te preocupes por nada de eso, solo quiero que disfrutemos de este fin de semana para nosotros.
Al lado de donde aterrizaron les esperaba un coche con el que se dirigieron por las serpenteantes curvas hasta su destino.
Cuando llegaron cogieron las maletas y fueron hacia la entrada del faro. Se veía luz a través de la ventana del segundo piso. Aunque era negra noche Mel adivinó que todo seguía exactamente igual como recordaba. Sintió esa paz de estar en casa. Todo su cuerpo hormigueó por la emoción de volver allí con él. Hacía unas semanas eso formaba parte de sus sueños y hoy lo estaba viviendo y era estremecedor.
—Espera quiero hacer una cosa —dijo Yuri dejando las maletas en el suelo y la cogió en brazos para cruzar la puerta. Mel lo abrazó por el cuello con fuerza y le regaló un camino de besos por toda la mejilla bajando hacia el cuello.
—Guarda algunos para después.
—Tengo muchos guardados. ¡Seis años de espera son muchos!!
—Bienvenida de nuevo —dijo él, una vez dentro, antes de asaltar sus labios en un tórrido y posesivo beso. Sin soltarla, se giró para cerrar la puerta con el pie y subió las escaleras. Mel soltó un silbido cuando llegaron arriba y vio lo que había preparado. La dejó en el suelo, esperando a que ella observara todo.
La sala estaba iluminada por centenares de velas. La chimenea estaba encendida creando un ambiente cálido, el final del verano se empezaba a notar y el ambiente fresco del Atlántico hacía que se apreciara ese calor. La mesa estaba engalanada con un mantel blanco y varios platos tapados. Al lado, una heladera mantenía fría una botella. Y lo más sorprendente, había una cama que casi ocupaba más de la mitad de la sala, sobre la que descansaba una rosa roja en medio del cojín.
—¿Señor astronauta pretende conquistarme?
—Me lo he propuesto como objetivo para todos los días de mi vida.
—Pues lo estás haciendo de maravilla. ¡De matrícula de honor! Es perfecto —dijo acercándose a él y poniéndose de puntillas lo volvió a besar. Esta vez, se dejaron seducir por un beso tierno, seductor.
—Quiero ir despacio. ¡Por fin podemos disfrutar de todo el fin de semana para nosotros! Me gusta que te guste. Llevo días organizándolo todo y mi abuelo ha terminado preparando la cena, ¡Creo que estaba más nervioso que yo! ¿Te apetece una copa de vino?
—Claro, voy a buscar las maletas. Empiezo a entender la última frase de Tina antes de márchanos.
—Espera voy yo. Estas escaleras son incómodas, te lo digo yo que he tenido que subir un colchón!!
Mientras él bajaba y subía cargado con las dos maletas, ella descorchó la botella y llenó las copas.
—Voy a ver que ha metido aquí dentro para que me dijera eso —dijo curiosa.
—Hablando de Tina, creo que deberías llamarla para decirle que hemos llegado además yo tengo que dar las buenas noches a mi hija…
—¡Es verdad! —dijo sacando el teléfono del bolso.
Después de hablar un segundo con Valentina para decir que habían llegado bien, hablaron padres e hija en manos libres. Quedaron en verse el fin de semana que viene y pasarlo todos juntos.
Mel estaba entusiasmada con la sorpresa y todo lo que conllevaba con ella, pero al mismo tiempo preocupada. Era la primera vez que dejaba sola a Vega para irse con un hombre. Ahora cuando habían hablado parecía que la niña estaba bien y contenta y al saber que el astronauta las visitaría el siguiente fin de semana y que les haría de canguro, sus gritos de alegría resonaron a través del altavoz del teléfono.
Cuando abrió la maleta y vio que había dentro no pudo evitar soltar un chillido entre dientes, la tapó enseguida y con ella en brazos se fue al baño.
—¿Mel, Estás bien?
—Sí, espera un segundo, que parece que Valentina ha hecho algo más por ti… —una vez dentro volvió a observar la ropa que había. Le había comprado un vestido negro de seda, largo hasta el inicio de las rodillas, sin espalda y por delante con cuello de pico. Era como el que había soñado, clavado. A parte había lencería nueva. Un conjunto negro de encaje y transparencias tremendamente sensual. Sin pensarlo dos veces, se quitó los pantalones pirata color verde oliva, la blusa blanca y la ropa interior. Teniendo en cuenta el escotado de la espalda, solo se puso las braguitas en forma de culotte y se enfundó su nuevo traje. Ahora entendía mejor la peluquería, el maquillaje…—. Voy a salir.
Yuri cuando la vio se quedó embelesado. Con los ojos abiertos intentando asimilar tan hermosa visión. La comisura de sus labios intentaba mostrar esa sonrisa de agrado que por la emoción había quedado atrapada en su interior. Mel al ver su reacción, se sintió deseada. Descalza y muy lentamente se fue acercando a él que seguía inmóvil al lado de la mesa con la copa en la mano.
—Llevando un vestido como este, soñé una vez que te volvía a encontrar. Era en una fiesta de fin de año. Parece ser que no eres el único que recuerda detalles… —había llegado frente de él, Yuri la cogió de la mano y la hizo girar para poder observarla detenidamente…
—Eh… estas… ¡Dios mío, estás espectacular! Si ya me pareciste la mujer más hermosa que había visto jamás con la cara llena de barro y empapada, ahora vestida así, eres el sueño de cualquier hombre… Me alegra tenerte así solo para mí, tendría envidia de cualquiera que se atreviera a mirarte…
—¿Eres celoso?
—¡Acabo de descubrir que sí y mucho! solo de pensarlo me pongo de los nervios… Yo no pensé en traer ropa más elegante…
—Shhhh, estás realmente atractivo… —iba vestido todo de negro, tanto los tejanos que se ceñían a sus muslos, como la camisa de estilo moderno con el cuello interior en gris y un poco entallada que delataba su impresionante constitución—. Bésame Yuri.
Como negarle nada. Con las palmas de ella sobre su pecho, él suavemente deslizó sus manos sobre las caderas, ahora cubiertas de seda. Poco a poco las fue subiendo hasta la espalda desnuda, sin dejar de mirarla a los ojos diciendo con sus gestos, las palabras que anhelaba declarar. Bajó la cabeza posando sus labios sobre los de ella. Esos labios que sabían a fruta fresca en el calor del verano, suaves como las olas en un lago mecido por el viento. Saboreó con pequeños mordiscos cada rincón de su boca y se recrearon en ese contacto que habían esperado años para volver a experimentar.
—Sabes, me marché al día siguiente. No quería seguir estando aquí y tener más recuerdos donde tú no estuvieras. Todo me recordaba a ti y no quería que otros recuerdos los enturbiaran, aunque tenía ganas de traer a Vega, nunca me atreví.
—A mí también se me hizo raro volver al cabo de tantos años. Fue el primer sitio dónde vine después de aterrizar. Necesitaba esta soledad antes de afrontar la vida exterior. Espero que algún día no muy lejano podamos venir los tres y crear nuevos recuerdos. ¿Qué te parece si cenamos? —le dijo acompañándola a una silla en el extremo de la mesa.
—Para variar tengo mucha hambre…, serán los nervios.
—¿Estás nerviosa, te sientes incomoda? —preguntó asustado por esas palabras— Si no estás segura, si prefieres te llevo ahora mismo a casa o donde quieras.
—Yuri, estoy nerviosa, excitada, deseosa…, imagino como tú…, pero no deseo estar en otro lugar que aquí y contigo —optó por no hablar y contarle con besos y caricias lo que sentía por él, por estar de nuevo en el faro.
—Dejemos algo para luego… —dijo Yuri con la voz poseída por el deseo y con los labios sobre su escote.
—Es que me vuelvo niña, solo de pensar en el postre… —le dijo resiguiendo con besos la curva de su cuello.
—No me tientes que entre tú y ese vestido estáis poniendo a prueba todas mis fuerzas… Cenemos, creo que necesitamos provisiones para lo que nos espera…
Empezaron a cenar los platos fríos que su abuelo había dejado preparados. Había mejillones a la vinagreta, un plato con jamón, chorizo, queso y la tortilla de patatas que su nieto adoraba…
—Echo en falta el sillón, ¡me encantaba! —dijo Mel observando de nuevo ese lugar tan mágico— Tengo muy buenos recuerdos de él.
—Yo también vi que no estaba, mi abuelo dijo que acabó por estropearse y lo tiró.
Mentalmente Yuri celebró que lo echara de menos, eso confirmaba que su regalo para esas navidades le encantaría.
En medio de la comilona, Yuri movió la silla y la puso a un lado de la mesa, más cerca de ella.
—Estabas demasiado lejos… —dijo besándola de nuevo y marcando una ruta de caricias desde la rodilla siguiendo el muslo hacía arriba.
—Lo que si he seguido bebiendo es el albariño, me encanta y este está realmente bueno.
—Es un Altos de Torona, una bodega que poco a poco se va conociendo, para mí el mejor. Que sepas que hay una caja entera. Esta vez, no vamos a quedarnos cortos.
Siguieron comiendo, besándose, acariciándose y disfrutando del uno al otro, intentando recuperar todo ese tiempo que no habían estado juntos, sin prisas.
Mel a medida que avanzaba la noche se sentía más perdida. Lo que sentía por él, lo que anhelaba, se veía rasgado por un futuro incierto del que no habían hablado.
—Puede que no sea el mejor momento, pero tengo tanto miedo que necesito hablar contigo —dijo la pelirroja levantándose para arrimarse al fuego de la chimenea. Yuri se acercó a ella y la abrazó por detrás.
—¿Quieres que lo hablemos ahora?
—Lo necesito, necesito saber dónde vamos.
—Ven, sentémonos en nuestra postura —Yuri se sentó delante del fuego y Mel lo copió poniéndose en medio de él, de lado. Sin caer en la tentación de apoyar la cabeza en su pecho, se quedó sentada para poder mirarlo a los ojos mientras una mano de Yuri le acariciaba el pelo y la otra jugueteaba con las suyas entrelazadas sobre su falda.
—Tengo miedo —empezó a hablar sin intentar esconder el dolor que sentía por abrir sus sentimientos—. Sé lo que es vivir sola cuidando a una niña pequeña. Sé lo que es vivir soñando contigo, con aquella noche, imaginándote viajando entre las estrellas, recordando tus palabras, la calidez de tus abrazos… Pero ahora has vuelto y me muestras lo que podría ser una vida a tres y veo lo feliz que me haría…, hace que esté aterrada, Tengo miedo, como nunca antes lo he tenido. A sufrir, a darle algo a Vega que luego no pueda tener. Miedo a perderte. A sentir, si se puede, más de lo que ya siento por ti y que te vayas… No puedo retenerte, no sé lo que quieres de mí, de nuestra relación, de nuestro futuro… En mis cálculos, no entraba ni un papá, ni un marido a mi lado. Me desconcierta…
—Hace un mes mi intención era aceptar el cargo que me habían ofrecido en la Agencia Espacial Federal Rusa (FKA) en Kazajistán, pero ahora al encontrarte y saber que tenemos una hija… todo mi mundo cambia. Mel, mis prioridades han cambiado y lo que deseo para mi futuro también. Llevo muchos años cobrando y gastando lo mínimo. No soy rico, ni mucho menos, pero puedo permitirme unos años sabáticos y dedicarme a un proyecto en el que he pensado mucho y creo que ha llegado el momento de hacerlo realidad. Además lo puedo hacer en cualquier rincón del mundo, hasta aquí…, ya te contaré los detalles en otro momento. Vosotras sois mi futuro, es a vuestro lado donde quiero estar.
—Pero es tan repentino, casi ni nos conocemos…
—¿De verdad crees eso? Mírame y dime ¿qué sientes cuando me miras?
—No sé yo…
—Pues yo siento que te conozco de siempre. Lo único que importa es lo que llevo días esperando a decirte mirándote a los ojos…—le dijo acunando su rostro en sus manos—. Te quiero Mel, como nunca pensé que se pudiera querer a nadie. No me preguntes por qué porque no se decírtelo. No me preguntes cuánto porque no sé valorarlo, solo sé que es así como te amo.
—Yo también te quiero Yuri. Siempre te he querido, por eso estoy aterrada… —el corazón del astronauta seguía latiendo con fuerza y se hacía notar bajo su camisa—. ¿Crees qué puede ser así de fácil?
—¿Fácil? No lo ha sido en ningún momento. Porque te he amado cuando no teníamos nada. Porque te he deseado cuando no sabía ni donde tenerte. Porque no he encontrado ningún motivo para olvidarte. Porque sin que tuviéramos un futuro juntos sabía que mi Ella siempre serias tú. No sé que nos depara el mañana pero sé que a tu lado me siento capaz de afrontar lo que sea. Estos seis años han sido un paréntesis abierto que hoy quiero cerrar.
—Cada caricia tuya, cada palabra me hace subir más arriba, tan allá, que tengo miedo a la caída. Supongo que eso es normal cuando se quiere demasiado, pero no puedo evitarlo porque contigo me siento completa y feliz como nunca creí posible. Desde esa noche siento que te pertenezco, siempre has sido así.
—Yo me di cuenta al darte la mano aquella noche para subir a la cúpula, esa cálida sensación que me invadió me hizo sentir que había encontrado mi compañera. ¿Puedes repetirlo?
—¿El qué? ¿Que te quiero, que te amo con toda mi alma?
—Sí, llevo demasiado tiempo esperando oírte decir eso. Yo también te quiero mi vida. La vida a tres con la que sueñas forma parte también de mi futuro. Puede que tarde algunos meses en poder cerrar esta etapa de mi vida, pero prometo hacerlo lo más rápido posible para poder estar cuanto antes a vuestro lado.
—No he estado enamorada ni de una noche, ni de una ilusión, siempre has sido tú a quien he amado.