12.
Estábamos, estamos, estaremos juntos. A pedazos, a ratos, a párpados, a sueños. Mario Benedetti.
Debían ser las tres pasadas de la tarde cuando dejó de llover, aprovechando que el cielo empezaba a despejarse los piccolos aprovecharon para salir a correr y saltar en el jardín. Parecían caracoles a la mínima que vieron un rayo de sol, salieron descalzos a chapotear sobre la hierba mojada. Los mayores estaban sentados en la mesa del porche acabando de comer y degustando las galletas que Minerva había preparado con los niños, estaban deliciosas.
La conversación giraba en torno a las flores, al astronauta, en como la miró cuando bajó las escaleras, como curiosos quisieron saber como se conocieron…
El problema, por llamarlo de algún modo, derivaba en que se habían reunido una abuela cotilla en el mejor sentido de la palabra, una cuñada periodista dispuesta siempre a acribillar con preguntas, unos niños con ganas de meter baza en lo poco que podían hablar que era de la conferencia de ayer y sus regalos de la noche anterior. Hasta el zio Marcelo y Paolo se habían añadido al cotilleo dando su versión desde el punto masculino. Y de la que menos se lo esperaba, su amiga, que la chinchaba con mensajes picantes. Lo cierto es que el hecho de hablar de ellos y ver como su hija escuchaba, se reía…, la hacía sentir bien. Las cosas hechas de forma natural, sin tabús, hacían todo mas fácil y visto como estaba comportándose el astronauta tenía claro que eso de pasar página e ignorarlas no era lo que tenía pensado. Al menos de momento.
Chiara recibió una llamada de su padre y director del periódico donde trabajaba, quería concretar con ella los últimos detalles sobre la comida que celebrarían el domingo y que hacían cada año por esas fechas.
Era una fiesta de empresa, donde estaban invitados todos los trabajadores y sus familias. Había juegos y actividades para pequeños y grandes, más la comida y baile después. Desde hacía dos años Valentina y los niños estaban invitados por las colaboraciones que hacía a veces en el periódico y sobre todo en la revista dominical. Por este motivo habían decidido aprovechar y pasar tres días en Módena en casa de Chiara y Paolo. Aprovecharían el viaje para saludar a tíos y primos de Valentina que vivían allí.
Estaban acabando de ultimar detalles cuando le sonó el móvil con la conocida melodía. Paolo se puso a cantar al estilo Frank Sinatra mientras cogía a Chiara de la mano y se ponían a bailar.
—¡Eh, que esta es nuestra canción! —dijo Mel riendo al tiempo que respondía a la llamada— ¡Hola astronauta!
—¡Hola guapísima, me encanta oírte así de contenta! —no pudo seguir hablando porque oyó un ruido.
—Yuri soy Valentina, muchísimas gracias por las flores, que sepas que tienes nuestra aprobación en cuanto a Mel…
—¡Quieres callarte! —ahora fue Mel quien le quitó el teléfono.
—Espera que me escondo de todos ellos, que no veas ¡que día me están DANDO! —Mel entró en la casa y subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación. Los dejó riendo y oyendo cada tontería… mejor no reproducirlas «¿Pero es que no se dan cuenta de que hay una niña en medio? ¡Tengo que hablar después con ellos!»—. Ya estoy a salvo, ¿qué tal todo?
—Bien, con ganas de abandonar la sala para llamarte, así os gustaron las flores…
—Sí, ha sido un detalle precioso. ¿Cómo las has podido mandar tan rápido? No había pasado ni dos horas desde que habíamos hablado y estaban llamando a la puerta
—La hermana de Eros tiene una floristería, la llamé y ella misma fue quien os las entregó.
—Vega estaba tan emocionada que no sabía que hacer con la rosa… ¡Tenías que haberle visto la cara! Después de eso, se ha abierto la caja de pandora y somos el tema principal de la conversación. Por mucho que intente evitar y desviar el tema, no puedo. Ni cuando Chiara ha sacado el viaje a Módena… ¡Ufff… estoy agotada!
—Lo siento —dijo riéndose—, no pensaba liar tanto follón ni meterte en un interrogatorio. ¿Qué tal lo lleva Vega?
—La verdad que de momento muy bien, sigue el rollo, se ríe, habla de vuestra cita en el planetario.
—Me alegro que lo lleve bien, imagino como lo estás pasando con todo esto. Seguro que de verla contenta te hace sentir mejor.
—Es una niña y pasan de un estado a otro, pero verla así, en parte es tranquilizador.
—Paso a paso todos debemos asimilar estos cambios y todo lo que implica. Por cierto ¿qué es ese viaje a Módena? —Yuri estaba cruzando los dedos cuando oyó hablar de esa ciudad, esperaba poder cuadrar los planes que llevaba horas imaginando y esperando sobre todo que le apetecieran.
—Es que el sábado vamos a pasar tres días a Módena. Hay una comida el domingo en el periódico donde trabaja Chiara y el lunes estaremos de regreso.
—¿Vosotras vais a la fiesta?
—No solo van ellos. Valentina se lleva también a los niños porque es con los familiares.
—¿Y vosotras que haréis? —le interrumpió él.
—Pues no tengo nada pensado.
—¡Uohhh, es perfecto!
—¿El qué es perfecto?
—Es que he tenido una idea y hay algo que quería comentarte, pero quiero que seas sincera como siempre ¿de acuerdo?
—¿Qué idea?
—Te cuento, la verdad es que tengo muchísimas ganas de veros de nuevo. Por eso estaba cavilando que el domingo viajamos a Londres pero hasta la noche no tengo ningún compromiso. Así que había pensado si había alguna forma de que fuerais a Bologna y pasáramos el día juntos. Hay el Museo de Cello e Terra donde hay un planetario… como había dicho a Vega... Bueno tenía pensado pediros a todos de venir, pero reconozco que un día a tres sería mucho mejor, ¡muchísimo mejor! Además desde Módena hay solo una media hora de trayecto. Que si no podéis venir vosotras, yo podría coger un coche e ir a buscaros…
—¡Frena! —le dijo ella entre risas— Hablas tan rápido que me cuesta seguirte. A ver si lo he pillado, me propones que vayamos a buscarte al aeropuerto y pasemos el día juntos, los tres, en Bologna para visitar un planetario?
—Sí eso es, ¡ves como no era tan difícil! ¿Te apetece? ¿Lo ves demasiado pronto? ¿Tienes coche para ir o tendrías que ir en tren? ¿Crees que a Vega le gustaría?
—¡Vaya, pero que te han dado esos rusos! Si parece que te hayan dado lengua para comer —no podía evitar reírse, era feliz.
—¡Quieres parar de burlarte de mí!
—Llevan todo el día metiéndose conmigo, ahora me desahogo yo contigo…
—Si es un no Mel por favor dímelo sin rodeos…
El astronauta estaba empezando a desesperarse. Oírla reír así sin contestar le hacía pensar que estaba evitando decirle que no le parecía bien el plan y eso le decepcionaba a pasos agigantados.
—Yuri, me apetece muchísimo y seguro que a nuestra hija también. ¿Seguro que puedes combinarlo?
Un suspiro salió de los labios de él y su mente empezó de nuevo a idear el día. El primero que pasarían a tres tenía que ser perfecto.
—Como me alegra, ¡no te lo hubiera propuesto de no ser así! Ahora te dejo desahogarte lo que quieras conmigo…, aunque la verdad agradecería más que palabras…
—Mantengamos una conversación, al menos de momento, adecuada para el horario infantil… ¿Ya sabes horarios de aviones?
—Ese ‘de momento’ me suena muy, pero que muy bien… He estado mirando los vuelos y sería llegar a las 9:15 de la mañana y salir a las 18:45h. Nos deja casi todo el día libre. La mañana podríamos dedicarla al museo y planetario y dejar la tarde para lo que surja.
—Bueno, pues por nosotras puedes reservar los billetes, ya iremos concretando en detalle. Estoy pensando que no sé si contárselo ya a Vega o darle una sorpresa…. Bueno ya iré viendo —entre esas palabras Mel estaba escondiendo el miedo de decirle a su hija esos planes y que luego por algo no salieran bien. De momento no diría nada, ya vería en los próximos días.
—Tú la conoces mejor, verás cuando es el momento. Nuestro primer día a tres, haré todo lo posible para que sea perfecto. ¡Dios me muero de ganas de estar con vosotras!
—Solo son cuatro días…
—Seguro que son los más largos de mi vida. Si ya lo tengo comprobado, cuando no quiero que pase como la noche en el faro, la segundera se encapricha en ir a la velocidad de la luz; pero estoy convencido que estos cuatro días irán despacio, muy despacio. Seguro que intentaran pasar por el reloj toda la arena del desierto y yo mientras, solo en este hotel soñando con vosotras…
—Lo dicho, no sé que te han dado por ahí pero no te ha sentado nada bien, ¿seguro que no le has dado al vodka?
—Bueno está visto que hoy estás en plan burlona y por mucho que me agrade verte feliz, me desespera. ¡Me siento incomprendido!
—¿No eres feliz?
—Demasiado, pero me faltáis… —Yuri estuvo a punto de hablar más claro de sus sentimientos pero calló. Mejor ir paso a paso— ¿Luego nos llamamos te parece bien?
—Claro, piensa en mí.
—No hago otra cosa que pensar en vosotras… un beso.
Y colgaron, Mel se dejó caer para atrás en la cama tumbándose y mirando al techo. Todo esto era demasiado, se repetía una y otra vez, pero era imposible no seguir, porque estaba totalmente enamorada de ese hombre.
Estaba emocionada de verlo con tantas ganas de verlas, como para cambiar los billetes y hacer escala. Además buscar una ciudad que hubiera un museo con un planetario. Todo parecía cuadrar tan bien, que parecía que el destino estuviera mostrando sus cartas para demostrar que si existía.
Yuri se puso delante del ordenador y compró los billetes que tenía en la pantalla esperando, quería hablar con ella antes de validarlos. Aún estaba alucinado de lo bien que habían salido los planes. Entre proponerles un viaje de tres horas entre Vernazza y Bologna y pasar el día a seis, a hacerlo solos ellos tres, y el viaje desde Módena, había sido una suerte. En mayúsculas. Una vez recibió el correo electrónico de confirmación, lo reenvió a Mel para que tuviera constancia.
<Billetes ok. Tienes correo de confirmación. ¡En nada te tengo de nuevo entre mis brazos! Un beso>.
Quería aprovechar para llamar a Eros y saber como estaba y ponerle al día de las noticias, contarle que sí era su hija, cuando le llegó la contestación.
<Perfecto, te esperaremos en el aeropuerto. ¿Querrás pancarta?>.
<No hace falta, solo os necesito a vosotras>.
<Eso es fácil. Un beso>.
Mel, una vez recompuesta de tanta emoción pero sin poder esconder la felicidad que sentía, bajó las escaleras dando saltos dispuesta a aguantar las burlas de esa familia. Que fácil era con ellos esos temas y que imposible era con su madre.
Llegó y se sentó de nuevo en su silla, estaba tan embobada que no se dio cuenta de que todos la observaban.
—Mamma mía bella, ¡pedazo de sonrisa que gastas, ni que te pagaran los del dentífrico!
—¡Mel no sabes lo feliz que me hace verte así de radiante! —le dijo Minerva— Valentina calla y a ver que día me vienes tú con esa cara dall’amore… ¡Valéis demasiado para estar solas!
—¡Oh mamma, no empieces tú también! Pues llegará cuando llegue. ¡Solo quiero que me haga esto mismo! —dijo Valentina mientras se levantaba abrazaba por detrás a Mel, depositando un beso en la mejilla de su amiga—. Yo también soy feliz de verte así, ahora cuéntamelo todo.
—Eres una cotilla. —le dijo riéndose y despeinando a su amiga, que aún la tenía colgada del cuello—. Por cierto tenemos planes para el domingo.
—¿El domingo? ¡Pero si tenemos la comida! ¿Es que no estabas escuchando?
—Vosotros tenéis la comida, nosotras nos vamos a pasar el día en Bologna con el astronauta. Hay un museo con un planetario en esa ciudad.
—¿Lo dices en serio? —preguntó su amiga sorprendida.
—Sí, primero era una invitación para todos, pero al final va a ser un día a tres. Acaba de enviarme la confirmación de los billetes….
—¿Pero no está de gira?
—El domingo es el día que vuelan de Moscú a Londres y hasta la noche no tienen ningún compromiso. Hará escala y podremos pasar el día juntos, llega a las nueve y cuarto y se va a las siete menos cuarto. No es suficiente pero algo es algo.
—¡Pues sí que tiene ganas de veros! —dijo Paolo.
—¡Me encanta! —Aplaudía la fotógrafa.
—Puedes llevarte mi coche sin problemas —intervino la cuñada de Tina.
—Gracias Chiara.
—Prométeme que cuando podáis vendréis un día a comer para tener más tiempo de conocerlo, ayer fue un visto y no visto —le pidió Minerva.
—Si todo sigue, será un honor venir —dijo Mel.
—Ragazza, me alegro mucho por ti. Te lo mereces tú y tu hija —expuso el tío Marcelo.
—No sé si decírselo a Vega o darle la sorpresa…
—Espera para darle la sorpresa y así ves como la niña va aceptando todo. Una dosis diaria creo que es suficiente —opinó Tina.
—Pues cerrad el pico un poco. ¡Ya está bien de burlas! —dijo mirando y señalando a cada uno.
—Nosotros terminamos las burlas a ver como escondes tú esa sonrisa…
—¡Muy graciosa!
A la noche cuando Mel tuvo a la pequeña acostada, le hizo una foto y se la mandó al astronauta. Él no tardó ni medio minuto en llamarla tal y como habían acordado es misma tarde. Esas horas sin saber de él se habían hecho eternas. ¿Cómo podía crearle tanta expectación solo una llamada? Claro que era el locutor lo que la ponía taquicárdica.
—¿Ya se ha dormido? —le preguntó Yuri.
—Sí ahora mismo. ¿Qué haces?
—Acabo de cenar, los otros han salido y yo he subido a la habitación. Estaba tumbado en la cama pensando en vosotras, pensando en ti… ¿Mel, te has preguntado que pasó aquella noche para que ninguno de los dos pese al paso del tiempo no nos hayamos olvidado?
—¿Asusta ver que todo sigue igual verdad?
—No sé si la palabra es asusta, pero es verdad que perturba volver a verte y sentir las mismas emociones que la noche del faro.
—Supongo que lo que se conoce como amor verdadero.
—Mel, hay algo de lo que me gustaría hablar contigo, quiero preguntarte algo… pero no sé por donde empezar…
—Dime.
—Es que por raro que parezca no sé como decirlo. Puede que sea demasiado pronto, puede que hasta ridículo visto la historia que nos une, todo lo que tenemos… Es como si hubiéramos empezado la casa por el tejado, pero siento…
—Yuri sé directo, claro, como siempre ha sido entre nosotros. No busques palabras, dilo como lo piensas. Me gusta esta parte de nosotros desde el primer instante nos hemos dicho lo que pensamos.
—A mí también me gusta esa sinceridad. Estoy harto de sueños. De pasar las noches fabricando recuerdos no vividos, quiero hacerlos realidad y tú, solo tú Mel tienes el lápiz para dibujarlos. No quiero que vivamos solo de aquella noche perfecta. Creemos nuevos momentos para recuerdos futuros. Quiero pedirte para salir en serio. Quiero seducirte, poder cogerte de la mano delante de todo el mundo, me muero por saber que aceptas ser mi compañera.
—Yuri, antes de nada yo también tengo que pedirte algo. Solo quiero sinceridad y honestidad por tu parte —no esperó su respuesta—. Quiero que me prometas que pase lo que pase entre nosotros, Vega nunca te perderá. Si entras en su vida como padre, aunque de momento no lo sepa, siempre podrá contar contigo. Aunque nosotros no nos entendamos… quiero, necesito saber que lo que haga con mi corazón no afectará al suyo, que no le haremos daño.
—Eso no es problema, si entro en vuestras vidas, es para siempre. Nunca haría nada que pudiera dañaros. Por extraño que me parezca ahora decir que tu y yo no podamos entendernos, lo entiendo y te prometo que pase lo que pase siempre estaré para Vega. ¿Eso es un sí, aceptas ser mi compañera?
—Sí Yuri, es un sí.
—Te has empeñado en hacerme feliz una y otra vez —dijo con la voz rota de la emoción.
—Tu también me haces muy feliz señor astronauta. Por cierto sobre lo de seducirme, dudo que puedas hacer más… —por la emoción del momento esas palabras salieron de la voz de Mel envueltas en una sensualidad que llegó a Yuri a través de la línea telefónica erizándolo el vello de todo el cuerpo.
—Claro que puedo, tú lo consigues a cada instante que paso contigo. Si ya me costaba dormirme cuando no sabía que podía tenerte, ahora me siento más vacío de saber que te he encontrado y no te tengo a mi lado. No sé que daría por estar ahí con vosotras.
—Todo llega, de momento nos conformaremos con estas charlas —ella también deseaba con todas sus fuerzas estar con él.
—¿Por qué da tanto miedo sentirse plenamente feliz?
—Supongo que es miedo a perderlo. Nos han enseñado que la felicidad plena no existe mas que en la ficción, que es una quimera. Nos hacen dudar de ella porque para llegar hay que ser inconformista. Preguntarse realmente que se quiere y luchan por ello. Poca gente es capaz de aceptar que su vida no es como querían, muy pocos se atreven a dejarlo todo para buscar lo que les hace feliz. La gente se convence de que lo banal es suficiente, pocos se atreven a salir de la rutina y son tachados de locos.
—Pero tú y yo desde siempre hemos perseguido nuestros sueños. Te he admirado siempre por luchar por lo que has querido. Nunca te has dejado vencer por el miedo. Como ayer al acercarte, sabiendo todo lo que podía ocurrir al contármelo, al ofrecerme formar parte de vuestra vida… Eres la persona más valiente que conozco.
—Quería pensar que seguías siendo el hombre del que me enamoré en el faro y no un espejismo. Es como asumir que prefería estar sola y vivir de esa noche que buscar una relación banal. ¿Quién se conforma con algo a medias cuando lo has tenido todo aunque fuera solo una noche?
—Haciendo un símil mejor no beber si no puedes probar de nuevo la ambrosia, ¿no?
—Pues eso, una relación banal igual a vino de tetrabrik —la risa de Mel inundó la línea telefónica. Cuanto más hablaban, más se sentía como la noche en el faro, conquistada por él.
—Pues ahora mismo lo daría todo por emborracharme de ti. Saciarme de tu sabor, embriagarme con tu olor. Comerte a mordiscos, subrayando con mi lengua cada peca, cada marca de tu piel…
—Solo de pensar en ese tipo de borrachera me pregunto como será la resaca…
—Pues igual o mejor. Que seas lo primero que vea cuando despierte, ronronear entre las sábanas quitándonos la pereza…
—Te recuerdo que Vega está durmiendo en la cama al lado de la mía y tus palabras solo hacen que tenga ganas de borrar, con una sosa y solitaria caricia, lo que despiertas en mí…
—No sigas por ahí… Ni se te ocurra hacer nada de eso sin que yo esté presente o al menos pueda satisfacerme oyendo gemir a mi micha, porque te recuerdo que acabas de aceptar ser ¡Mi chica!
—Lo recuerdo muy, muy bien, y si ahora pudiera te demostraría y no con palabras lo que despiertas en Tu chica, solo con oír tu voz…
—María Isabel si no quieres tener sexo telefónico, te sugiero que me cuelgues ahora o aguantes hasta el final de la sesión…