14.
La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco. Platón.
El astronauta llevaba todo el día con una idea en la cabeza; la dura despedida había sido el detonador para tomar la decisión. Mientras esperaba embarcar en el avión consultó su agenda y marcó el teléfono de la fotógrafa que se asustó al ver su nombre en la pantalla.
—¿Yuri, estáis bien, ha pasado algo?
—Tranquila todo muy bien. Mis Chicas ya van de camino a Módena y yo esperando el avión, pero tengo un idea y quería comentártela; ¿te pillo en mal momento?
—No, dame un segundo —Tina se levantó de la mesa y buscó un sitio más tranquilo y menos ruidosos para hablar con él—. ¿Qué tal el día con Tus Chicas? —preguntó haciendo énfasis en esas dos palabras como él había hecho.
—En una palabra fantástico; me he quedado con ganas de más, mucho más y ¿vosotros la fiesta?
—Me alegro mucho, poco a poco. Nosotros… eh… bien…supongo.
—¿No lo dices muy convencida?
—No es nada, ¿Dime en qué puedo ayudarte?
—Primero te planteo una idea que tengo en mente y me dices si te parece que podría funcionar y luego ya te pido un favor.
—Espera, ¿antes me permites pedirte yo algo?
—Claro, ¡dime!
—Prométeme que no vas a salir huyendo. Vuestra historia es particular y os une, no solo una mágica noche, sino una niña, mi ahijada. Ellas forman parte de mi vida y no quiero verlas sufrir. Solo quiero avisarte, como se te ocurra hacerles daño, prometo perseguirte y hacértelo pagar. Te encontraré estés donde estés y no me importa si para vengarme tengo que viajar a la galaxia. ¿Me has entendido? Sigue así y ya puedes considerarme tu amiga, ellas se merecen lo mejor. Solo sigue demostrándome que tú eres ese mejor.
Aunque lo había dicho sin decir una palabra más alta que la otra, sin gritar, era una amenaza en toda regla. A Yuri le encantó saber que sus dos mujeres podían contar con alguien como Valentina, capaz de defenderlas.
—Nunca podría hacerles daño porque lo significan todo para mí; solo te pido que me des tiempo para demostrártelo. Y para mí ya eres una buena amiga porque me acabas de demostrar que te importan y lo que estás dispuesta hacer por ellas. Gracias por cuidarlas así.
—Ahora que las cosas están claras, dime—la risa de Valentina resonó a través del auricular— creo que ya te veo venir y sea cual sea tu idea, yo me quedo con Vega.
—¿Pero cómo?... Seguro que me vas a decir que es el sexto sentido de las mujeres...
—No sé si es el sexto sentido o que es demasiado fácil imaginar lo que te apetece; así que… venga cuéntame esa idea…
—¿Crees que le haría ilusión que me la llevara un fin de semana a volar y volver al faro?... Y para eso claro, como bien has adivinado, si podrías quedarte con Vega, solo quiero saber qué opinas ¿crees qué le apetecerá?
—Apetecer no, ¡le va a entusiasmar! Si supieras las veces que habla de volver al faro y no hay problema para que Vega se quede en casa.
—Pues así lo preparo todo. ¿Sabes si tiene algún compromiso para el primer fin de semana de septiembre? A mí es cuando me iría mejor.
—Creo que no hay nada previsto, si te parece indago y te mando un mensaje confirmando.
—Sería perfecto, para variar te debo una grande.
—¡Ya me compensarás!
Valentina no tenía ninguna intención de dejarle las cosas claras ni entrometerse en su historia, pero cuando vio su llamada y viendo el día que estaba teniendo, sin pensarlo le dejó las cosas claras. Ahora se sentía un poco mejor, al menos en ese aspecto.
La historia de Mel y su astronauta era tan peculiar, que al principio cuando Mel se la contó, dudó si no estaba pintando con demasiado romanticismo una noche loca de sexo con un desconocido.
Muchos flecos de la vida de Mel giraban en torno a esa noche, pero la verdad es que nunca la veía triste por ello; a veces con cierta melancolía. Por eso cuando hablaban del tema, nunca le decía que lo olvidara. Sabía que cuando fuera ya llegaría esa nueva oportunidad para el amor y lo que había llegado para la felicidad de la pelirroja era de nuevo él. «Increíble como juega el destino a veces» se dijo Valentina.
La idea del astronauta le parecía perfecta y muy romántica. Estaba segura que su amiga la disfrutaría y le encantaría el detalle de llevarla a volar y lo de volver al faro, ¡que mejor sitio para volver a empezar! Con las ganas que se tenían, poco iban a salir de esas paredes en forma de cilindro.
La verdad que cuanto más conocía al astronauta más le gustaba como pareja para su amiga y padre de su ahijada; todas la reticencias que tenía con él, poco a poco con sus actos las iba haciendo desaparecer. «¡Que siga así!»
Era noche cerrada cuando Tina y los niños llegaron a casa; Mel la ayudó a bajarlos del coche donde se habían quedado dormidos. Les pusieron el pijama y los acostaron en la misma habitación que compartían con Vega; los tres metidos a lo ancho en el sofá cama del despacho. Ellas compartían el cuarto del futuro sobrino o sobrina...
Mel aprovechó para dar un vistazo a Vega que dormía plácidamente agarrada al mono. Sin decir nada, hizo un gesto a su amiga para que viera el muñeco y le dijo que luego ya se lo contaría. Sin decir nada, las dos se fueron a sentar a la terraza.
—Ya me puedes estar contando que tal el día a tres, ¡estoy ansiosa! —preguntó Tina como si la llamada de horas antes no hubiera existido.
—Antes me cuentas tú porque tienes esa cara, te noto algo distinto que no sé describir…
—Pues no hay nada…solo estoy cansada.
—¡Habla, a mí no me engañas! No soy la única que tiene una cara que revela lo que siente.
—Es que no sé qué me pasa, solo me he cruzado con alguien…
—¿Has conocido un hombre?
—No es un hombre, ¡es un cromañón!
—Frena y empieza por el principio que esto se pone muy interesante. ¡Es la primera vez que te veo así por un ¡uomooo!
—Vale pero antes voy a la cocina a por nuestro ayudante —este no era otro que una buena tabla de chocolate; todas las penas y decisiones importantes se digerían mejor con una onza derritiéndose en la boca—. Pues es el nuevo fichaje del periódico, es islandés. Lo han contratado para cultura. Es un sabelotodo, chulo, prepotente… sabe que tiene algo que atrae a las mujeres como moscas en la miel ¡y lo peor que no sé porque me atrae! No es nada mi tipo. ¡si parece sacado de una de esas series tan de moda como Vikingos! Con lo que me gustan mi arreglados, afeitados, con un buen traje… —hizo un suspiro con una sonrisa babeante iluminando su rostro—. ¡Pero este de metrosexual no tiene nada! Lleva el pelo más largo que yo, escalado hasta aquí —dijo mostrando una media melena sobre los hombros—, rubio; con unos ojos color miel que hacen que pierdas el norte cuando te mira; es arrogante …
—Madonna ¿pero qué te ha hecho?
—A mí nada…, o nada que no haya hecho al resto de féminas que había por allí. Creo que no ha quedado ninguna que no le haya echado su veneno. Seguro que es el súmmum en la especie de Pene Erectus.
—Caramba estoy alucinando, nunca te había visto así. ¿Y puedo saber su nombre?
—¡Que importa como se llame, no pienso verlo en mi vida! —dijo de mala leche, luego una sonrisa bobalicona apareció en sus labios— Se llama Úlfur.
—¿Úlfur?
—Sí y por si te interesa, quiere decir lobo en islandés.
—Vaya caperucita… —no pudo evitar guasearse de ella.
Era realmente cómico vera Valentina tan perturbada… nunca en todos los años que se conocían la había visto así.
—¡No es un lobo es un cabrón en mayúsculas! No sé que tiene para que me haya fijado en él…
—¡Me has dejado sin palabras! —afirmó Mel.
—Eso es lo que siento yo delante de él. Me vuelvo tonta y soy incapaz de decir dos palabras cuerdas… ¡Ahora ayúdame a quitármelo de la cabeza y cuéntame vuestro día familiar!
—Creo que se define con un fantástico, en mayúsculas, con letras fluorescentes y del tamaño del cartel de Hollywood.
—Me alegro de verdad. ¿Vega bien?
—Sí la verdad que lo pasado genial.
—¿Y el mono?
—No es un mono cualquiera, nos lo ha dado al de llegar. Es el Sr. Nilsson, el mono de Pipi Langstrum. La noche en el faro le dije que cuando era pequeña le pedí mil veces mi madre que me regalara uno. Se ve que lo encontró en una de esas tiendas del aeropuerto el mismo día de la despedida y lo ha llevado todo este tiempo como amuleto y hoy nos lo ha dado. Decirte que Vega lo ha llevado todo el día encima.
—Realmente es un hombre muy detallista.
—Estoy aterrada Tina, ahora que he vivido como podría ser nuestra vida a tres, me cuesta imaginar volver a la de antes…, yo…
—¡Ah no… hoy no! Date al menos un día de descanso; solo buenas noticias y disfruta del día. ¡Para comecocos ya llego yo!
Mel rió por ese comentario pues ella misma le había dicho esas palabras a Yuri esa misma tarde, pero con la llegada de la noche las dudas volvían a angustiarla.
Se sentía tan descolocada como parecía estar su amiga por ese islandés. Nunca la había visto tan desconcertada, tan enfadada; se notaba que el islandés le hacía perder el control y eso era algo que Valentina odiaba.
La pelirroja siguió hablando de su día.
—Vega cuando lo ha visto llegar ha saltado a su cuello, si le hubieras visto la cara de Yuri en ese momento; estaba tan emocionado de abrazar a su hija. Después se la ha llevado para hablar, estaba asustada pensando que le dijera quien es y lo que quería era preguntarle a Vega si le parece bien que salgamos juntos, como pareja.
—¿Le ha pedido permiso a Vega para cortejarte?
—Pues sí —dijo mientras suspiraba sin evitar sonreír.
—¡Vaya, cuéntamelo todo palabra por palabra!
Haciendo caso a su amiga y contenta de rememorar cada minuto del día vivido, Mel empezó a contarle, como ella había pedido, palabra por palabra.
—Y poco más, antes de que llegaras me ha llamado para decir que ya estaba en tierras londinenses y que sus padres lo habían ido a buscar, así que no hemos hablado mucho, pero todavía tenía la voz rota de la emoción. Ha hablado con Vega para darle las buenas noches. Y yo sigo babeando...
—Mamma mia… de verdad que ahora mismo te envidio. ¡Yo también quiero un amor así en mi vida!
—Pues cambia el cuento y ¡que esta vez sea la caperucita quien se coma al lobo!
—Muy graciosa… pero no me des ideas que mi mente está muy activa por lo que imagino que nochecita hot que me espera…
No tardaron mucho en irse a la cama, cada una con un hombre en la mente y cada una viviendo, entre sueños, escenas que jamás confesarían.
Desde que se habían reencontrado, no había día, fuera la hora que fuera en la que Mel se despertara, que no tuviera un mensaje de su hombre de las estrellas. Muy rápido se había hecho adicta a esa costumbre. No era solo que le encantaran sus palabras, era el simple hecho de que él tuviera la necesidad de hacerle saber que pensaba en ella y una forma era enviando un simple mensaje a cualquier hora del día.
Con ansia cada día leía esas palabras para desearle un feliz día y emborracharle el corazón con bonitas palabras que conseguían anhelarlo cada vez un poquito más. Esa mañana no fue distinta y antes de que los primeros rayos de sol se filtraran en la habitación con los ojos medio cerrados leyó.
<Deseo el mejor día para mis chicas!. Otra noche en que has sido la protagonista de mis sueños, como envidio esa sábana que estoy seguro que cubre tu cuerpo desnudo y huele a ti>.
A la hora del desayuno tanto Mel como Valentina mostraban un rostro de ojos brillantes y mejillas sonrosadas, señal de una noche placentera entre sus sueños. Desayunaron todos juntos y luego Paolo se llevó a los niños hasta el parque.
Chiara no dudó en preguntar a su cuñada a qué venía esa cara, mientras las tres estaban acabando de recoger la cocina. Tina, aunque no muy convencida, empezó a contar su encuentro con el islandés y como la hacía sentir.
—¡Ahora entiendo que me preguntara taaaanto por ti! —dijo Chiara con cara de pilla y sorprendida por lo que estaba descubriendo.
—¿Cómo que te preguntó taaanto por mí? —quiso saber Valentina.
—No sé como salió la conversación, pero acabó preguntando quién eras, qué sabía de ti… en el rato que estuvimos hablando no apartó de ti la vista.
—¿Y me lo dices ahora?
—Me dijo que cuando habló contigo te vio a la defensiva y quería saber si era por su llegada; temía haberte quitado el trabajo y por eso te comportabas así.
—Yo no estaba a la defensiva —dijo levantando la voz—, sólo… lo único…, es que cuando lo tengo en frente me olvido de hablar…
Pasaron una parte de la mañana recogiendo y haciendo las maletas, aunque fueran para tres días con los tres monstruillos se coleccionaban las mochilas con sus atuendos y juguetes.
Habían quedado para comer con unos primos de Valentina en su restaurante que tenían en una de las callejuelas cercanas al centro de Módena.
—Chiara ve acostumbrándote, a partir de unos meses así estarás todo el día, agachada. ¡Primero para darle la mano y luego para recoger los juguetes! —dijo Mel.
—Ya tengo ganas de verle la carita, que largo se me hace. Creo que ayer me pasé con tanto bailoteo y esta noche me ha dado un poco de guerra.
—Pues espera que aún no estás ni en la recta final, esa si se hace larga, pesada… —le informó su cuñada recordando su embrazo gemelar.
Serian sobre las doce cuando Paolo y los niños volvieron a casa. Decidieron ir acercándose al restaurante aprovechando el paseo para aireare y dejarse seducir por esa ciudad italiana tan parecida a Bologna. La diferencia que en Módena los colores que desteñían las paredes era una amalgama de tonos ocres, desde el más claro parecido al azafrán hasta los tonos más oscuros como un buen tinto.
Como era de esperar, en estas fechas de finales de agosto y en un sitio tan turístico, estaban las mesas del local y las dos terrazas llenas. Los situaron en una mesa en el patio interior al fondo, al lado de la fuente de agua para disfrute de los niños, solo de verla ya metieron la mano y porque los frenaron que sino la tranquilidad de los peces de colores que nadaban en ella se hubiera visto interrumpida.
En la mesa en total serían unos diez, Valentina, Leo, Max, Paolo, Chiara, Giulia la mujer del primo Giuseppe embarazada de seis meses de su primera hija ya que tenían dos niños Pietro de 4 añitos y Marco de 2 y ellas dos. Giuseppe como anfitrión, pero también jefe del restaurante estuvo yendo y viniendo cuando el trabajo se lo permitía.
Estaban terminando el segundo plato, cuando Chiara se di cuenta de quien acababa de entrar. Con demasiada efusividad informó a su cuñada para sorpresa del resto de comensales que no sabían nada.
—¡Tina, mira quien está entrando al restaurante!
—¡Me cago en el destino! —susurró la fotógrafa entre dientes. Por lo que Mel pudo imaginar y recordando la descripción de su amiga la noche anterior, el hombretón rubio que había llegado del brazo de una tiarra guapísima de infinitas piernas y una melena rubia brillante como el sol, era el islandés—. ¿Y se puede saber quién es la lagarta que va de su brazo?… Pena me da…, otra que ha caído en su tarro de miel…
—Madre mía con el lobo…. —observó Mel.
—No quiero oír nada de él, ni el pibón, ni nada de nada…. Os lo ruego…
—Te ha dado fuerte caperucita… —la pelirroja calló rápidamente al ver la mirada de rabia que le dedicó la fotógrafa.
Las plegarias de Valentina no sirvieron para nada, ya que por una vez, en estos últimos días, el centro conversación derivó en ella, en el rubito y la perturbación que le provocaba y que hacía que fuera incapaz de apartar la vista del islandés. «¿Hay mi lobo, porque me haces esto? ¿Mi lobo?... ¡¿pero qué me pasa con este tío!?» se dijo Tina.
Por suerte los niños habían acabado de comer y estaban correteando cerca de la fuente con otros bambinos sin enterarse de nada.
Era imposible salir del restaurante sin pasar al lado de su mesa, como tampoco era creíble pasar sin saludar y menos con una Chiara que estaba deseando acercarse y que hablaran. No es que estuviera empeñada en hacer de celestina, es que los dos habían pasado por ella para obtener información y eso la hacía una privilegiada, pues había visto en los dos ese desconcierto del amor.
Para disgusto de la fotógrafa, Paolo y Giuseppe se llevó los niños a ver una camada de gatitos que habían nacido la noche pasada en la casa de al lado y que era de una vecina muy querida por los dueños del local. La fotógrafa no se pudo refugiar ni esconderse entre sus hijos.
Después de las despedidas con los primos y desearle un buen fin de embarazo a Giulia, las cuñadas y Mel se dispusieron a salir. La primera que lo hizo fue Chiara, por mucho que le imploró Valentina para que se comportara y no la avergonzara, su cuñada no dudó en acercarse a la mesa de su nuevo compañero de trabajo.
—¡Ciao Úlfur! —lo saludó Chiara.
—¡Ciao, que sorpresa veros aquí! —dijo Úlfur levantándose de la mesa.
—Sí toda una sorpresa —lo cortó Valentina.
—Hola Valentina —la saludó él con dos besos, cosa que no había hecho a Chiara y que pilló a Tina tan desprevenida que la dejó temblando como una hoja al viento.
—Bueno —intervino Chiara— veo que estás muy bien acompañado así que os dejamos terminar. Bon apettit.
—La verdad que es alguien muy especial e importante en mi vida —dijo el islandés mirando la reacción de Valentina, pues se la veía echando fuego por los ojos—. Os presentaré, ella es Sunna, mi melliza —hizo una pausa para ver las reacciones, como esperaba había conseguido dejar de nuevo a la fotógrafa sin palabras—. Aprovechó para venir unos días y hacerme algo de compañía mientras me instalo y conozco la ciudad.
«¡Maldito cabrón y que burra soy cayendo en sus jueguecitos!» se decía muy cabreada con ella misma Valentina.
A Úlfur le encantó dejar de nuevo, sin nada que decir, a esa diablilla que desde ayer le perturbaba sin saber muy bien porque. Era guapa, muy guapa, pero su turbación delante de él y luego esos cambios hacia la arrogancia…, había algo de ella que lo atraía como un imán. Todo en ella le hacían mostrar un interés mucho mayor y desconocido para él.
Mel ahora entendía a que se refería la fotógrafa cuando hablaba de su poder, ese hombre era capaz de conseguir lo que quisiera solo con sonreír.
Parecía estar disfrutando de ver a la fotógrafa tan descolocada y ahora de saber que era su hermana, un rubor cubría el rostro de Valentina haciendo arder sus mejillas. Además cuando Úlfur miraba a su amiga había algo en esos ojos color miel, como un brillo, un halo con el que parecía acariciar y decir lo que estaba empeñado en esconder.
—¿Están por aquí tus hijos?, me apetecía conocerlos —preguntó Úlfur después de las presentaciones.
—Eh… si estuvieron pero se fueron con un gato…. no con un gato, un parto… —después de cerrar los ojos y hacer dos respiraciones Valentina consiguió ordenar las palabras en su cabeza—. Han ido a ver una cría de gatitos aquí al lado.
Era el pez que se mordía la cola, cuanto más perturbada estaba Valentina más sonreía él y ella de verlo tan atractivo perdía el hilo fácilmente. Charlaron unos minutos más y se fueron.
—¡Lo ha hecho a posta! Todo para ponerme furiosa y que me coma la envidia, ¡maldito cabrón! —explotó al pisar la calle.
—Por Dios Tina, quieres calmarte y pensar lo que dices —le dijo Mel—. No sabía que estabas en el restaurante, ni sabe que le gustas y ¿por qué tendría que ponerte celosa? ¡Lo que está claro es que su magnetismo te está destruyendo todas las neuronas!
—Pero has visto que guapo es…
—¡Sí y por lo que se ve, parece atraído por ti caperucita!
—¡Deja de burlarte y ayúdame a olvidarme de él!
—Lástima me pillas sin la barita mágica en el bolso para hacer que desaparezca.
—Bueno puede que te interese más un ritual de gurú o un encantamiento—intervino Chiara en medio de las risas.
—O una buena borrachera… —sentenció Valentina sin poder evitar mofarse de ella misma.