Capítulo 11
El gran baile
Por fin llegó el día del gran baile.
No tenía ninguna gana de levantarme. Si lo hacía, eso implicaba que la noche llegaría y con ella la despedida. No era fácil despedirse de alguien, y menos sin saber si le volverás a ver. Pero debía levantarme y empezar el nuevo día.
Con un beso en la frente desperté a Kirc. Abrió los ojos despacio y me devolvió el beso.
—Hoy es el gran día, el baile es esta noche y estoy muy nerviosa.
—Tranquila, serás la chica más importante y bonita de todo el baile —me animó dándome un abrazo.
—Solo lo dices porque me miras con buenos ojos. Pero jamás he estado en una cosa de estas y no sé cómo comportarme.
—Bueno, ahora lo más importante es vestirnos y bajar al salón para ver todos los preparativos.
Nos pusimos algo sencillo, ya que la ropa para el baile nos la pondríamos en el momento del evento.
Cuando bajamos la escalera, vimos cantidad de movimiento por todos los pasillos del castillo, sobre todo, en el salón.
Todo el personal del Rey estaba preparando la decoración del mismo, con flores y guirnaldas de todos los colores. Preparaban también la mesa del salón para cenar. Estaba todo precioso. Las antorchas se duplicaban para que hubiera más iluminación durante el baile. Los asientos estaban dispuestos alrededor de la mesa para el banquete.
Un hormigueo empezó a subirme desde los pies hasta el estómago por los nervios de la noche.
—Vaya movilización —comentó mi hermano viendo como los sirvientes iban y venían sin descanso—. ¿Cuándo vendrán los invitados?
—Me imagino que a última hora, puesto que la cena y el baile no son hasta la noche —expliqué.
—Entonces me marcharé a dar una vuelta hasta la hora del baile. Wolfy, ¿te vienes conmigo?
Los dos amigos se marcharon sin más dilación.
—Y nosotros, ¿qué hacemos hasta el baile?
—Si quieres, vamos a dar un paseo por el jardín —propuso Kirc.
—Esperad, antes de iros a ningún sitio, debe deciros unas cositas. Seguidme.
El Rey caminó hasta una de las salas contiguas al salón.
—Necesito que presidáis el baile, sois la pareja más joven del reino y los bailes en Eikam los han presidido siempre una pareja de vuestras características.
—Pero en nuestro mundo no se hacen ese tipo de cosas, y nosotros lo más importante que hemos presidido ha sido nuestro cumpleaños —expliqué.
—No os preocupéis, solo tenéis que saludar a todos los invitados según entren por la puerta. Y cuando empiece el baile, bailad en el centro del salón la primera canción, rodeados de todos los presentes.
—El único inconveniente es que Kirc no tiene un traje adecuado para tal ocasión.
—Eso no es ningún problema, yo le proporcionaré uno adecuado a la noche y a su talla. Si no tenéis nada más que decir, podéis iros a donde teníais pensado, eso sí, os pido que no lleguéis tarde a vuestra cita.
Salimos de la sala y fuimos a los jardines a pasear.
—Vaya… este sitio es increíble. Jamás había visto algo así.
—Me alegro de que te guste. Vamos a seguir paseando para que puedas seguir disfrutando de estas vistas.
Paseamos de la mano y en silencio por todo el jardín. Era un momento muy especial para ambos, los dos solos y en un lugar tan increíble como ese.
—Cierra los ojos un momento —me hizo parar en medio del jardín.
Pasaron varios minutos y al final me dijo que abriera los ojos. Estaba delante de mí con un ramo de flores precioso y con una corona de flores blancas.
—Esta corona es para que la luzcas en el baile. Una corona para una auténtica princesa.
Me emocioné tanto que me puse a llorar como una tonta.
—¿Por qué lloras? —me preguntó.
—Estoy muy feliz de que estés aquí conmigo. Sé que mañana nos despediremos, pero por lo menos puedo pasar este tiempo contigo y contar con que estarás conmigo para siempre.
Él me abrazó, pero no dijo nada más.
—Será mejor que nos marchemos, parece que se va a poner a llover.
—Tienes razón. Además, me gustaría enseñarte la biblioteca. Es un lugar muy agradable y tranquilo para meditar y para leer.
—Me parece una buena opción, me gustaría conocer un poco más la historia de este mundo.
—Pues entonces vámonos —le di un beso y nos marchamos a la biblioteca.
—Necesito pasar por la habitación a dejar las flores en agua, no quiero que se me estropeen.
Fuimos a la habitación, puse las flores en un jarrón con agua y dejé la corona encima de la cama para esa noche.
—Ya estoy lista, subamos.
Intenté abrir la puerta de la biblioteca, pero estaba cerrada.
—Normalmente, siempre está abierta, pero al parecer el Rey quiere dejarla cerrada para que ningún invitado entre. Espérame aquí mientras voy a por la llave.
Bajé rápidamente en busca de alguno de los empleados, no quería perder ese poco tiempo que me quedaba con Kirc buscando una llave.
Mientras tanto, Kirc se puso a pensar en cuál será el mejor momento para dar la mala noticia a Aylin. Por ahora, esperaría, quería verla feliz durante el baile. Sería mejor dejarlo para después, a modo de despedida.
—Aquí las tiene, pero, cuando salga, procure cerrar la puerta. El Rey así lo ha pedido.
Con la llave en la mano subí de nuevo a la biblioteca donde Kirc me esperaba.
—Ya tengo la llave, así que vamos dentro.
La puerta se abrió con un chirrido. Todo seguía como la vi por primera vez.
—Nunca había visto tanta cantidad de libros. ¡Es impresionante! —exclamó.
Se paseó por todas las estanterías y ojeó libro a libro. Estaba fascinado con todo el género que tenía en sus manos.
—Es fascinante la historia de este mundo, mucho más interesante que la del nuestro.
—Me alegro de que te guste. Pensé que sería algo entretenido para realizar, para matar las horas.
Me acerqué a una de las estanterías que no había visto la vez anterior. Cogí un ejemplar con las solapas viejas y desgastadas por el paso del tiempo. Lo miré con cuidado de no estropearlo, ya que estaba demasiado viejo y tenía que tratarlo con delicadeza. Pasé las páginas muy despacio, en ellas había muchas imágenes en blanco y negro y en sepia. Pero no pude leer mucho, puesto que había muy poca letra, era como estar viendo un álbum.
—¿Has encontrado algo interesante? —me preguntó Kirc acercándose a mi lado.
—De momento, nada interesante, es un álbum de fotos, o por lo menos eso parece.
—Déjame ver.
Nos sentamos en una de las mesas de la biblioteca y nos dispusimos a ojear el libro. Las fotos eran muy antiguas, pero pudimos distinguir alguna persona conocida.
—Mira, ese es Tanuk de pequeño, qué mono. Y ese es Wolfy.
—No creo que sea él, se parece, pero creo que es su abuelo —opiné.
Seguimos mirando las fotos, en algunas venía cierta explicación de dónde estaban hechas o quiénes eran, pero nada más relevante.
—¡Safir! —exclamé sorprendida. Había una foto en la que salía él y su familia.
—No tiene que sorprenderte tanto, ya sabes que ellos eran personas como nosotros, obligadas a vagar por el bosque hasta que hicieran lo que les había quedado pendiente en la otra vida.
—Tienes razón, pero no había pensado en ello —seguí mirando la foto, en ella también aparecía Nurka—. ¿Tú crees que saldrán las fotos de todos los habitantes de Eikam?
—No lo sé, pero lo que sí estoy viendo es que no son exactamente fotos, sino más bien dibujos, pero están tan bien hechos que se asemejan a una foto.
El libro era muy extenso, así que decidimos cogerlo y bajarlo a la habitación, allí estaríamos más cómodos.
—Pero tengo que cerrar las puertas y devolver la llave a su dueño.
—Creo que será mejor que te la quedes y, cuando le terminemos de ver, lo devolvemos a su sitio y entonces entregamos las llaves.
—Tienes razón, así que coge el libro y vámonos. Además, tengo algo de hambre y me gustaría comer algo —comenté cerrando la puerta con llave—. Ve a la habitación mientras paso por la cocina y cojo algo para comer. Ya es la hora de comer, así que estarán preparando algo. Lo subiré a la habitación y comemos allí.
Kirc se metió en la habitación con el libro, y yo me marché a la cocina en busca de comida. La verdad es que no sabía dónde se situaba tal estancia, pero pregunté a varios ayudantes del Rey y me condujeron hasta mi destino. Ya en la puerta, una de las cocineras me invitó a entrar.
—¡Qué bien huele! —exclamé mirando a todos los lados para ver qué se estaba cocinando.
—Estamos haciendo pescado con salsa de frutas y merengue de setas —señaló otra persona de las que se encuentra en la cocina.
—Nosotros no comeremos en el salón. Nos apetece estar en la habitación; y como se acercaba la hora de comer, pensé llevar algo a la habitación.
—Pídanos lo que quiera y se lo llevaremos cuando esté listo. Así podrán quedarse en sus aposentos sin preocupaciones.
—Son muy amables, pero la verdad es que no quiero molestar.
—No es ninguna molestia. Usted váyase a la habitación, y en menos de una hora tendrá la comida allí.
Agradecida por el trato, me despedí y me marché a la habitación donde me esperaba Kirc.
—Aylin —me llamó en cuanto entré por la puerta. Cerré y me acerqué a la cama donde se encontraba sentado.
—Quiero que veas una cosa.
—Me estás asustando —me acerqué y miré donde me estaba señalando—. Esta foto la he visto yo en algún sitio —hice memoria hasta que por fin me acordé.
—¿Qué ocurre?
—Esta foto es igual a esa que tienes en el libro. La saqué de unos de mis álbumes familiares. Este es mi abuelo y esta, mi abuela.
—Y este es el Maestro, pero... ¿cómo? ¿Por qué? No logro entenderlo.
—Si miras bien la foto, verás que tienen en su poder el medallón. De esta forma llegó a mí, pero necesito más respuestas —cogí el libro y la foto y me marché a buscar al Rey.
—¿Dónde vas? Dime algo, espérame.
No lo esperé, pero él seguía mis pasos hasta los aposentos del Rey.
—Majestad, necesito hablar con usted.
—El Rey ha pedido no ser molestado —expuso uno de los guardias.
—Necesito hablar con él, es algo muy importante.
—Este no es un buen momento —insistió el guardia.
Como él no me dejaba entrar, decidí gritar.
—Majestad, necesito hablar con usted. Es urgente y no puede esperar. Tenemos que hablar ahora mismo.
—Será mejor que esperemos —insinuó Kirc mirando al guardia—. Creo que eso que tengas que contarle puede esperar…
—No puede esperar —lo corté sin dejarle apenas terminar su frase—. Llevo esperando una respuesta desde que empecé a tener esos sueños que me hicieron creer que estaba loca —grité de rabia y las lágrimas resbalaban por mis mejillas hasta caer por la barbilla y el cuello—. Durante muchas noches pensé que solo eran sueños, pero el medallón y el libro me demostraron que no eran solo sueños, que esto era real. Y mira donde nos encontramos, en Saykam. Pues bien, ahora necesito respuestas, de por qué todos me tratan como la princesa cuando no lo soy, pero sí me parezco mucho a ella.
La puerta de la habitación del Rey se abrió con un sonido sordo.
—Pasad, en mi habitación estaremos más tranquilos para hablar de estas cosas.
Entramos en su habitación y nos invitó a tomar asiento.
—¿Qué significa esto? —le pregunto enseñándole la foto que yo tenía guardada y la del libro.
—Te contaré la historia.
—Pero sin restricciones y mentiras, la quiero escuchar tal y como es, o más bien cómo fue.
El Rey cogió un banco forrado con tela dorada y se sentó delante de nosotros.
—Hace mucho tiempo, después de que se marchara mi hija, un hombre vino a verme. Nunca lo había visto, pero me dio confianza, como si lo conociese de toda la vida.
—Ese hombre ¿era mi abuelo?
—No interrumpas la historia y no seas impaciente —dijo Kirc sujetándome la mano con firmeza, pero con dulzura.
—Era un hombre muy amable y extraño, puesto que me contó que venía de otro mundo. No lo creí y lo eché de mi Reino. Unos meses más tarde apareció con el Maestro, llevaba el medallón colgado del cuello y me dijo que tenía noticias de mi hija, pero solo me lo diría si lo escuchaba.
“—Ella está viva, pero no regresará hasta que la escuches y aceptes sus elecciones —dijo el hombre.
—Jamás. Ella no respetó las tradiciones de esta casa, y como esa fue su elección, esta es la mía. Fuera de aquí o llamo a los guardias”.
—No volví a verlo, se marchó con el Maestro y no regresó jamás. Por lo que se decía en el pueblo y en los alrededores, vivió con el Maestro y una mujer en el bosque. Pero unos años más tarde, regresó a su mundo.
—¿Por qué no cedió a los caprichos de su hija? —pregunté indignada—. Por una hija se hace todo, se aceptan sus decisiones y no se la echa de casa.
—Aceptar al chico con quien quería desposarse sería lo peor para el reino.
—Pero era mejor saber dónde se encontraba a perderla para siempre.
Sin embargo, el Rey no dijo nada más. Y nos mandó salir de la sala, pero antes de salir le pregunté una cosa que me intrigaba todavía.
—Majestad, esto me aclara lo de la foto, pero ¿por qué tengo tanto parecido con la princesa?
—Para eso no tengo respuesta —y cerró la puerta.
Yo sabía que le Rey escondía algo, algo que no había dicho y que igual nunca diría, pero ¿qué sería?
—¿Te encuentras bien? Te veo algo inquieta a la par que preocupada.
—No, la verdad es que esto aclara muchas cosas. Mi abuelo me leía muchos cuentos de fantasía cuando era pequeña —eso me hizo ponerme un poco triste, pero feliz de ver que mi abuelo disfrutó de la vida—. Gracias a él tengo este medallón y el libro. Pero sigo sin saber lo de mi parecido con Enola. Pero tarde o temprano lo descubriré. Guarda el libro, no voy a devolverlo a la biblioteca.
—Pero Aylin, eso es robar. Y tú no eres así.
—En este mundo las cosas han cambiado, y puede que las respuestas me las dé ese libro, así que me lo quedo.
Kirc estaba sorprendido por mi reacción, pero me quería y me abrazó para consolarme.
—Ahora vamos a comer, que todavía tengo hambre. Además, la comida ya estará en la habitación. Pedí que nos la trajeran.
Entramos en la habitación y, efectivamente, la comida estaba en la mesa.
—Comamos —dije sentándome en la mesa—, necesito descansar y asimilar un poco lo que he oído. Y lo que me queda por saber.
Comimos y hablamos de todo lo que sabíamos hasta entonces.
—Mi abuelo jamás me contó nada de esto —dije algo indignada—. ¿Por qué? —me pregunté.
—Él sí te lo contó, pero no de palabra. Te dejó el libro para que lo encontraras y el medallón para que te guiara en este mundo.
—Lo sé. Pero lo que más me desconcierta es que él estuvo aquí, pero jamás sabremos cómo lo hizo y cómo supo llegar.
—Al igual que nosotros, él pasó gracias al medallón.
—Pero no lo entiendo…—hice una pausa y justo en ese momento llamaron a la puerta. Recogieron los platos y nos dejaron otra vez solos—. Mira, mejor será dejar el tema, no quiero que discutamos. Cuando pase todo esto, ya se hablará del tema y me imagino que se aclararán muchas cosas.
Me encontraba bastante confusa y prefería ocupar mi mente en otros menesteres.
—Será mejor que busquemos al Rey para que nos dé los trajes para el baile.
—No te preocupes ahora de eso. Seguro que el Rey pide que nos los traigan a la habitación —comentó Kirc tirando de mi brazo hacia él para terminar fundiéndonos en un abrazo.
Ese abrazo me demostró que nada nos separaría.
—Lo que sí tenemos que pensar es en cómo vamos a pillar infraganti a Morsian. Sé que algo está planeando.
—En el baile deberás bailar una canción con él, y pedírselo tú. Aunque no quieras, es la única forma de ganarte su confianza. Además, ya sabes que mañana a estas horas ya no estaré aquí. Eso te puede dar tiempo para organizar tus planes y seguirle hasta que le pilles.
—Lo sé, no me lo recuerdes. Me cuesta mucho hacerme a la idea de que te vayas de nuevo —me separé definitivamente de él y me fui hacia la ventana. El día estaba claro y el sol daba luz a las murallas del castillo—. Otra vez sin ti, ni siquiera sé si volveré a verte.
—No debes preocuparte por eso —dijo abrazándome hasta juntar su pecho con mi espalda—. Aunque esté lejos, siempre estaré a tu lado y te aseguro que iré a buscarte donde estés, aunque tenga que recorrer todo Saykam hasta encontrarte.
—Antes de irte y mientras hacemos tiempo para el baile, me gustaría pasar la tarde con Wolfy y con Liam. Quiero que estemos todos juntos.
—Me parece bien, así también puedo despedirme de ellos.
Dejamos la habitación y nos dirigimos a la de mi hermano, pero él no estaba.
—Aquí estoy —dijo Liam medio corriendo—. Wolfy viene detrás. Nos hemos entretenido en una taberna y viendo algunos puestos del mercado.
—Pero ¿por qué vienes con la lengua fuera? —pregunté extrañada.
—Por nada en particular. Hemos hecho una apuesta a ver quién llegaba antes corriendo hasta el castillo y parece que he ganado yo.
—No cantes victoria tan pronto —pronunció Wolfy saliendo de su dormitorio—. Llevo aquí esperándote media hora.
—Eso quiere decir que has hecho trampas —dijo Liam indignado—. Bueno, cambiando de tema, ¿para qué me buscabas?
—Solo quería pasar la tarde con vosotros, Kirc se marcha mañana y me gustaría que estuviésemos todos juntos hasta la hora del baile.
—Pues si queréis, entramos en mi habitación —propuso Liam.
Nos introdujimos los cuatro para disfrutar de una velada inolvidable. Según entré, pude ver encima de la cama los ropajes para el baile. Estaban los trajes para los tres, lo sabía porque había un cartel con su nombre en cada uno de ellos.
—Chicos, aquí tenéis los trajes. Así que te toca vestirte aquí —le dije a Kirc.
Yo lo prefería, así le daría un gran sorpresa al verme con el vestido.
Miraron sus trajes y la verdad es que se les veía bastante emocionados.
—Bueno, ¿qué queréis hacer? —les pregunté sin dejar de mirarles.
Decidimos jugar a las cartas. Eran unas cartas algo extrañas que Wolfy tenía desde hace mucho tiempo.
—En este juego hay que emparejar estas cartas —explicó señalando las cartas de los seres mágicos— con estas otras —en las que aparecían hechizos e instrumentos mágicos.
—Pero ¿cómo podemos saber a cuál corresponde cada uno? —preguntó Kirc mirando las cartas y sin saber colocar cada una de ellas—. No conocemos nada de hechizos y menos quién los realiza o qué utiliza para realizarlos.
—Primero os daré una clase teórica, así también conoceréis cada ser mágico y lo que es capaz de hacer.
Nos explicó el funcionamiento y, después de media hora, comenzamos a jugar. Era un juego muy entretenido y lo cierto es que aprendimos muchísimo.
—¡Qué tarde es! —exclamé—. Debemos prepararnos para asistir al baile. Kirc, te espero en el salón.
Y sin decir nada más, salí de la habitación cerrando la puerta. Me fui a mi habitación para vestirme y acicalarme. Cuando entré, tenía todo encima de la cama. El vestido era precioso, con tonos morados y negros, y con algún ribete plateado. Me lo puse con cuidado de no romperlo y, después de colocarme el vestido, me puse en la cabeza una cinta plateada que me adornaba la frente.
Ya arreglada, me miré al espejo: estaba espectacular.
Salí en dirección al salón y allí estaba Kirc, esperándome con su traje impecable: una casaca gris y azul y unos pantalones negros. Estaba muy elegante.
Él todavía no me había visto, pero en cuanto se giró se quedó con la boca abierta.
—Hola —intentó decir algo más, pero las palabras se le ahogaban en la garganta—. Estás preciosa, impresionante. No tengo palabras.
—Gracias, me alegro de que te guste. Tú también estas muy elegante —dije dándole un beso—. Parece que está todo listo para el gran momento, incluso la comida está en la mesa.
Pero Kirc no contestó, no hacía más que mirarme con cara de bobo.
—Kirc, despierta, te estoy hablando.
Por fin reaccionó y me besó sin previo aviso. Yo quería separarme, porque me daba vergüenza de que todo el mundo nos mirase, pero él me agarró de la cintura y no me soltó hasta pasado un tiempo.
—Eres fantástica —me dijo soltándome por fin.
Y con las manos entrelazadas, nos dirigimos a la puerta del salón, por donde accederían todos los invitados.
Todos los invitados pasaban y nos saludaban con una breve reverencia. Los primeros en pasar fueron los gobernantes de las Tierras Doradas. Eran unos duendes muy parecidos a Wolfy, un hombre y una mujer (o eso parecía). Los saludamos y avanzaron hasta llegar a la mesa del banquete y ocupar su lugar correspondiente.
La siguiente pareja era Tanuk acompañado de Fantine. Estaban muy elegantes.
—Hola, Fantine, cuánto tiempo. ¿Qué tal estas? —estaba radiante, pero en su mirada pude ver que le había gustado venir al baile con otra persona.
—Bien, no puedo quejarme la verdad.
—Tanuk, ahora ya veo dónde has estado este tiempo —mencionó Kirc.
—Sabía que, estando Aylin en el castillo, el Rey prepararía un baile. Así que tenía que buscarme una pareja —respondió.
Nos despedimos de ellos hasta más tarde, la noche acababa de empezar.
Los siguientes invitados fueron Safir y su hija Nurka.
—Espero que paséis una gran noche —dijo Kirc—. Este será el mejor sitio donde volvamos a coincidir, lo siguiente será en el campo de batalla.
—Aylin, estás preciosa —comentó Nurka—. Yo nunca podré ponerme un vestido tan bonito.
—Cuando termine todo esto, nos veremos y ponerte un vestido podrá ser posible. Solo cree en ello y podrás conseguirlo —la animé.
—Gracias.
Y se marcharon a la mesa.
Después de una hora de pie en la puerta, por fin entraron todos los invitados y estaban sentados a la mesa para la cena. Kirc y yo abandonamos la puerta y nos sentamos con los demás.
Era muy difícil calcular la gente que había llegado esa noche al gran baile, pero sí pude darme cuenta de que no todas las sillas estaban llenas, una quedaba vacía. ¿Quién faltaría?
Había representantes de todas las zonas de Saykam, excepto de las Limnatides, puesto que para transformarse tenían que realizar un ritual que llevaban a cabo en un día concreto, por eso no habían asistido.
¿Quién ocupará ese sitio?, pensé.
Comenzamos a comer, pero el invitado ausente todavía no llegaba. Terminamos y nos preparamos para el baile de iniciación.
—Mientras se preparan todos y terminan el postre, quiero enseñaros algo. Seguidme —ordenó el Rey.
Kirc y yo estábamos algo confusos. Seguimos al Rey hasta un cuarto cercano al salón. La sala estaba a oscuras. Según entró su majestad detrás de nosotros, encendió una antorcha. Y frente a nosotros estaba el Maestro.
—Tengo una carta de tu abuelo. El Rey me contó que te había explicado la historia, así que es momento de entregarte esto.
El maestro me entregó la carta y me dispuse a leerla.
“Querida Aylin,
Sé que esto tenía que habértelo dicho hace mucho, pero nunca encontré el momento para ello. Desde que eras pequeña, siempre fuiste muy especial, tenías algo mágico, una fuerza interior que te empujaba a realizar las cosas más difíciles, cuando otros se daban por vencidos.
Además, siempre creíste en las historias que te contaba, y creabas tu propia historia. Siempre fuiste y serás una muchacha excepcional.
Ahora es tu turno de continuar las historias que yo te narraba y de vivirlas, para ello tienes el medallón y el libro; gracias a ellos podrás resolver todos los problemas que se te planteen.
Me imagino que tendrás muchas dudas desde que llegaste aquí, pero deberás ir averiguándolas tu misma con ayuda de las personas que te quieren y te rodean. Ellos serán tu mejor apoyo. Sé fuerte y nunca olvides quién eres.
Un abrazo enorme,
Tu abuelo”.
Las lágrimas caían descontroladas por mis mejillas, jamás había leído algo tan estremecedor, algo que haya escrito mi abuelo.
—Esta carta me la dio antes de marcharse a tu mundo —comentó el Maestro.
—Ojalá me lo hubiera contado en persona, hubiera sido de otra forma —dijo.
—Él buscaba el momento oportuno de decírtelo, pero su vida se consumió; por ello, dejó esta carta escrita.
Después de leer la carta, no sabía qué más decir, así que me abracé a Kirc y continué llorando desconsoladamente. Lo echaba muchísimo de menos.
Me sequé las lágrimas y me marché hacia la puerta.
—Espera —dijo el Maestro—. Tu abuelo hubiera querido que conservaras esto —me tendió la mano dándome una foto en la que salían mi abuelo y mi abuela en la cascada del bosque.
—Gracias —y sin decir nada más, me marché al baile seguida por Kirc.
Ya en el centro del salón, nos cogimos de la mano y nos pusimos a bailar. Me cogió con fuerza la cintura para reconfortarme y me miró a los ojos con esa mirada suya que me hacía temblar de pasión.
—No eches la culpa al Maestro, él solo te ha traído noticias de tu abuelo.
—Pero de qué me sirve esto ahora que él ya no está.
—Así tendrás un recuerdo suyo.
—Lo sé, pero estoy enfadada o no sé si es más bien tristeza y decepción, porque pensé que mi abuelo confiaba en mí.
—Y confía, si no, no hubiera escondido esos objetos para que tú los encontraras.
Tenía razón, pero me costaba reconocer las cosas, pasaría mucho antes de que lo perdonara.
Continuamos bailando hasta que la canción llegó a su fin. Los demás invitados comenzaron a bailar después de los aplausos que nos dedicaron. Nosotros nos sentamos un rato, necesitaba descansar y no pensar en nada.
Sentada en la silla, volví a leer la carta una y otra vez. No sabía qué pensar, era algo muy extraño, pero a la vez estaba contenta, por lo menos mi abuelo se había acordado de mí.
—Deja de dar vueltas al tema y bailemos otra canción, así desconectas y te centras en nosotros —propuso Kirc—. Quiero verte feliz y con una gran sonrisa.
Le hice caso y me levanté para volver a bailar con él. Después de unos minutos de baile, Morsian me pidió que bailara con él. Kirc me guiñó el ojo a modo de complicidad y me dejó a solas con él.
—Gracias por bailar conmigo —mencionó Morsian mientras me retiraba un mechón de pelo del rostro.
—No tiene importancia y te pido perdón por haberte tratado con tan poca educación.
—No pasa nada, es normal que me trataras así, puesto que Kirc estaba contigo —con cuidado se acercó a mi oído y me dijo susurrándome—. Mañana, si te apetece, podríamos ir al jardín a dar un paseo como el primer día.
No supe qué contestar, pero de reojo vi que Kirc me hizo señas para que aceptase.
—De acuerdo, pasa a buscarme mañana a mediodía.
La canción se acabó y cada uno nos fuimos para nuestro sitio en busca de nuestra pareja o acompañante.
—¿Qué te ha pedido? —preguntó Kirc dándome un beso en la frente.
—Me ha propuesto ir mañana al jardín a pasear, y le he dicho que sí. Espero que no te enfades…
—No me enfado —interrumpió—. Esto solo lo hacemos para averiguar sus planes.
—Pero no puedo, me cuesta mucho hacerme la interesada por una persona que no seas tú.
Me abrazó y me dijo:
—Jamás dudaría de ti.
Cogió mi mano y me llevó al balcón, lejos de toda la gente presente en el baile. La luna brillaba como nunca y su color era blanco como la nieve. Las estrellas decoraban el cielo como una especie de lienzo.
—Estás preciosa —dijo sin dejar de mirar las estrellas—. Eres la mujer más bonita y elegante de todo el Reino.
—Solo lo dices por quedar bien.
—Si no lo pensara, no lo diría. Mírame a los ojos y prométeme que nunca vas a olvidar lo mucho que te quiero y lo felices que hemos sido.
—¿Por qué me dices eso? Me estás asustando.
—Tú solo prométemelo —insistió.
—De acuerdo, te lo prometo —y sin dejar de mirar la luna me abrazó como si no quisiera soltarme nunca.
Me pareció un poco raro, pero no pregunté ni dije nada; solo miré al cielo y di gracias porque Kirc estuviera a mi lado.
—Vámonos dentro que empieza a refrescar —sugirió.
Justo en la entrada del balcón nos encontramos con Tanuk, pero solo, sin su acompañante.
—¿Dónde está Fantine? —pregunté.
—Se ha quedado conversando con un conocido —contestó—. Kirc, recuerda que mañana al amanecer salimos de viaje.
—Pero ¿hemos distribuido las tropas y dónde va cada grupo?
—Nosotros iremos a las Montañas Escarpadas a reunirnos con los Naithilis que ya han salido para allá desde la Torre Dorada —bebió del vaso que tenía en la mano y prosiguió—. Dos días más tarde de nuestra partida, saldréis vosotros en busca de la Hechicera —dijo señalándome—. De todas formas, toda esta información más ampliada la tiene el Rey, que os la hará saber mañana con más detalle. Ahora disfrutad de lo poco que os queda juntos.
En ese instante, apareció Fantine.
—Aylin, me alegro mucho de que estés bien —dijo abrazándome—. Espero que después de la batalla nos volvamos a ver como ahora.
—Por cierto, ¿has tenido noticias de Ordegai? —pregunté, pero por su mirada sabía que no—. Tranquila, no hace falta que contestes, iremos a buscarle y le traeremos de vuelta —le aseguré.
Agradecida, asintió y se alejó sin decir nada más.
—Tanuk, gracias por cuidar de Kirc —comenté interrumpiendo su conversación.
—A mí no tienes que agradecerme nada. El señor se cuida muy bien solo —miró a Kirc sonriendo—. Solo pensar en ti le daba fuerzas para sobrevivir y vencer cualquier obstáculo.
Miré a Kirc y vi cómo sus mejillas se pusieron rosadas.
—Bueno, os dejo que habléis de vuestras cosas. Ya sabes, al amanecer te espero en la puerta del castillo con todo listo para emprender el viaje —después nos dejó solos y se dirigió al centro del salón con los demás invitados.
Kirc me miró, yo lo miré, pero ninguno de los dos dijo nada.
—¿Es cierto lo que ha dicho Tanuk? —le pregunté.
—Sí —pero no dijo nada más y yo tampoco insistí.
—Ya no te hablo más de ello. No quiero incomodarte —repuse.
—No, no me incomodas, solo es que me da vergüenza —comentó mirándose los pies avergonzado—. Aunque ya sabes lo que siento por ti, no hace falta que nadie te lo diga.
Me miró a los ojos y me dio un beso. Eran mis últimas horas con él.
Bailamos de nuevo y vimos a Liam y a Wolfy muy bien acompañados. Me acerqué a ellos para ver con quiénes estaban.
Liam estaba acompañado de una elfa o una ninfa, no veía muy bien quién era. Y Wolfy estaba acompañado de una duende; una muy guapa y muy elegante para ser duende.
—Aylin, te presento a Ney, es la hechicera de la Torre Plateada.
—Encantada de conocerte, princesa —saludó la hechicera haciendo una reverencia.
—Lo mismo digo, aunque lo de princesa no era necesario —indiqué—. Dentro de unos días iremos a la Torre Plateada para que nos ayudes en la batalla. Tu hermano participará…
—Si él va, yo también —interrumpió—, qué se ha creído el hechicero ese de pacotilla.
Parecía bastante mosqueada con su hermano, pero a la vez bastante orgullosa.
—Entonces, ¿podemos contar contigo para la batalla? —preguntó Liam.
—Desde luego que sí, lo único es que tendréis que ir a buscarme a la Torre, puesto que al finalizar el baile regresaré allí.
—De acuerdo, cuando necesitemos tu ayuda, acudiremos en tu busca —comentó.
Ellos siguieron bailando y, mientras sonaba la música, pude notar cómo la cabeza me daba vueltas e imágenes de gente muerta en el suelo y criaturas con armas ensangrentadas aparecían en mi mente. Me tambaleé y Kirc me sujetó de la cintura.
—¿Qué ocurre? —me preguntó preocupado.
—Lo he visto, muerte, desolación —contesté sin que mi cuerpo dejara de temblar.
—¿Qué has visto?
—La batalla, había muchos cuerpos inertes. Tristeza y muerte.
—No debes preocuparte, seguro que solo ha sido una imagen sin ninguna importancia, solo eso.
Pero yo sabía que no era así, había sido tan real que hasta el corazón me palpitaba rápidamente por la angustia.
Permanecimos en silencio durante varios minutos, Kirc no me entendía, pero era normal, él no era como yo. Para él los sueños, solo eran sueños, pero para mí, los sueños o las imágenes que se formaban sin más en mi mente tenían mucho significado, querían decirme algo, pero todavía no llegaba a interpretarlas. Tendría que emplear más tiempo en escucharlas.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Kirc—. Si quieres, salimos del salón y damos un paseo para que te olvides un poco del baile y pases un rato agradable conmigo.
—Me parece una gran idea, necesito salir y estar tranquila sin escuchar la música ni los rumores de la gente que, en este momento, tanto me están atormentando.
Kirc cogió mi mano y juntos salimos al jardín. La noche era increíblemente bella, la luna alumbraba la zona y dejaba ver las flores en la penumbra.
Paseamos en silencio hasta sentarnos en un banco cerca de una de las fuentes.
—En unas horas saldremos en dirección a la batalla —comentó, pero no obtuvo respuesta por mi parte—. Sé que no será fácil y que estaremos mucho tiempo separados, pero sabes que te quiero y que, pase lo que pase, esteré siempre a tu lado.
Yo seguía sin contestar, y una pequeña lágrima se depositó en mi regazo.
—No llores, ya verás como todo esto pasa antes de que nos demos cuenta y volveremos a casa.
—Eso espero, porque cada vez que estamos lejos se me parte el corazón poquito a poco, y no sé si algún día olvidará todo lo que ha pasado hasta ahora. Tengo una gran responsabilidad y no creo que pueda aceptarla ni asumirla. Es mucho para mí y más si no estás a mi lado.
—Eres muy fuerte y no debes preocuparte por nada. Cumplirás tu cometido y, en cuanto lo hagas, yo estaré a tu lado.
Igual tenía razón, pero era muy difícil, lo necesitaba, pero iba a estar muy lejos de mí.
Continué llorando y, de repente, sus labios se unieron a los míos en un beso muy profundo. Me costó mucho separarme de él, pero tenía que ser así y los dos lo sabíamos.
Comencé a tiritar, el frío subió por mi espalda y el rocío empezó a mojar mi pelo.
—Será mejor que entremos dentro, no quiero que te enfríes por mi culpa —dijo abrazándome cariñosamente.
El baile continuó y pareció que estaba en su mejor momento. La gente seguía bailando unos con otros y divirtiéndose como si nunca lo hubieran hecho, olvidando sus problemas y regalando un instante de alegría a sus mentes y sus cuerpos, que más tarde y durante una temporada no podrían gozar de momentos como esos.
Vimos al Rey acompañado de Tanuk, justo giró la cara y me vio. Se dirigió con paso firme hacia donde nos encontramos y me pidió que bailara con él.
—Será un placer, majestad.
Nos pusimos a bailar en el centro del salón. Todo el mundo nos observaba y me imaginé los comentarios de la gente: “Mira, es como la princesa Enola”, “otra vez juntos padre e hija”.
Pero eso no era real, yo no era su hija y él no era mi padre, pero me mantuve callada y continué bailando, no quería romper ese momento que significaba tanto para el Rey.
—Espero que no te haya molestado que te hay sacado a bailar —dijo el Rey.
—No, majestad, todo lo contrario. Ha sido un honor bailar con usted en este baile tan especial y gozar de su compañía.
Sin decir nada más, hice una reverencia y el Rey se dirigió a atender sus asuntos.
—El Rey estaba muy agradecido de que hayas bailado con él. Se le veía en la mirada, era como si estuviese bailando con su hija.
—Yo también lo he notado, pero él sabe que eso no es real, que yo no soy su hija y que jamás lo seré. Guardo las apariencias para no disgustarle, pero nada más —este era un tema que me gustaba muy poco, pero tampoco quería romper los sueños de una persona que deseaba recuperar a un ser querido.
—No pienses más en esas cosas —mencionó Kirc—. Esta noche estás bastante ausente y me gustaría disfrutar de lo que nos queda juntos.
—Tienes razón y lo siento, pero son muchas cosas y necesito tiempo para asimilarlas.
Me cogió la mano y la apretó para consolarme.
—Señores, agradezco a todos los presentes que hayáis asistido a este gran baile. No puedo sentirme más dichoso en estos momentos. El teneros aquí me ha hecho ver que el tiempo todo lo cura y que juntos se pueden superar muchos problemas —comentó el Rey a todos los presentes—. Pero como todo, esta noche llega a su fin. Y como esta noche espero que la batalla que nos aguarda también llegue a su fin.
Todos aplaudieron el comentario del Rey.
—Deseo de todo corazón que en esta batalla no se pierdan vidas, y si es así que no sean en balde, que sean por ganar una batalla al mal y evitar que se instale en este mundo y en el otro. Juntos podremos superar todas las adversidades.
La gente aplaudió sin parar, estaba eufórica y alegre. Todos estaban dispuestos a luchar para salvar su mundo de la oscuridad. El Rey dejó de hablar y se dirigió a sus aposentos, el resto de los invitados estaban apurando sus bebidas y recogiendo sus cosas para marcharse.
—Aylin, espera —al girarme vi como Fantine corrió hacia mí—. Gracias por todo, ha sido una noche increíble. Nosotras no iremos a luchar, ya sabes que no tenemos la capacidad de luchar y tampoco tenemos el cuerpo ni las fuerzas para ello, somos ninfas, con eso te lo digo todo.
—No tienes que preocuparte, hay mucha gente que irá a luchar, muchos hombres —en cuanto dije esto su mirada cambió—. ¿He icho algo malo?
—No, tranquila, solo que al decir eso me he acordado de Ordegai. Te quiero pedir un favor.
—Lo que sea, tú dirás.
—Si alguna vez lo encuentras, dile que le seguiré esperando y que no habrá otro hombre en mi vida.
—Así lo haré —y sin decir nada más y entre lágrimas, nos abrazamos como dos buenas amigas.
La gente fue abandonando poco a poco la sala, y esta se fue quedando cada vez más vacía.
—Bueno, Aylin, ya sabes que cuando necesites mi ayuda para lo que sea, conoces el lugar donde encontrarme —comentó Ney—. Tanto mi hermano como yo estamos a vuestro servicio, no dudes en buscarme.
—Lo tendré presente —y con una leve inclinación de cabeza nos despedimos.
La gente fue marchándose a sus casas, el baile había acabado y todo había salido perfecto.
—Yo me voy a dormir, estoy muy cansado y mañana tengo pensado entrenar para prepararme para la batalla —dijo Liam dirigiéndose a su habitación.
—Espérame, Liam, que voy contigo —interrumpió Wolfy—. Será mejor que descasemos y nos preparemos para la jornada de mañana, tiene pinta de ser muy dura. Las batallas no se ganan solas.
—Pues mañana nos vemos, chicos —me despedí.
—Bueno, yo ya no os veo en una temporada, así que cuidad de ella y tened cuidado con todo —comentó Kirc mirándome de soslayo.
—¿Y nosotros que hacemos ahora? —le pregunté con picardía—. Todo el mundo se ha ido a descansar.
—Pues entonces nosotros también tendremos que irnos a descansar —dijo con una leve sonrisa.
En silencio, nos dirigimos a la habitación, ya quedaban menos horas para que él se marchara de viaje y a saber cuándo lo volvería a ver.
Entramos en silencio para no molestar a nadie y Kirc se puso a preparar sus cosas.
—Deberías meter más ropa de abrigo, no sabes cuántas noches tendrás que pasar al raso y no sería bueno que te pusieras enfermo —sugerí.
—Tranquila, con el entrenamiento que hemos tenido en la Torre Dorada el frío es lo de menos.
—Tendrás que llevar también algo de comida.
—Por eso no hay problema, Tanuk se encargaba de eso. Tendremos para unos días y luego se caza o se recolecta. No te preocupes tanto, que sé cuidarme.
Pero no podía dejar de pensar en la batalla y en todo lo que podía pasarle.
—No pongas esa cara, que ya sé lo que estas pensando. Y no te preocupes, porque tú también vas a ir a la batalla y correrás el mismo peligro que yo.
—¿Y no estás preocupado porque me pase algo?
—Pues claro que me preocupo, pero yo no lo muestro tanto como tú. Lo llevo por dentro —me dio un beso en la frente y siguió preparando el macuto.
Cuando ya había terminado, se sentó a mi lado en la cama y me miró fijamente. No pude evitarlo y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—No llores, necesito verte fuerte para marcharme tranquilo —dijo Kirc, pero en el fondo sabía que lo que tenía que decirle era peor que todo esto.
—De acuerdo, lo intentaré —no lloraría delante de él, pero lloraré su ausencia por todas las esquinas del castillo.
La conversación llegó a su fin y, sin darme cuenta, estábamos besándonos y quitándonos las ropas. Había sido la mejor noche de mi vida, el mejor recuerdo que me quedaría de él.
—Aylin, tenemos que hablar —dijo incorporándose en la cama.
—¿Qué ocurre? —me estaba asustando.
Pero no dijo nada, y el silencio era lo que más me estaba martirizando.
—No podemos seguir juntos —soltó por fin, y era como un jarro de agua fría.
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Es que ya no me quieres?
—No es por ti, es por mí —hizo una pausa y tragó saliva—. No puedo seguir con esto, nos estamos engañando. Tú quieres estar conmigo, pero yo ya no sé lo que quiero. Necesito tiempo para pensar qué quiero hacer con mi vida, y si quiero desperdiciarla o quiero aprovechar el poco tiempo que me queda antes de irme a la batalla.
—¿Es que hay otra? —no pude dejar de temblar con cada palabra que pronunciaba.
—No la hay, pero podría haberla. Y quiero probar otras cosas, quiero vivir libre y no atado a la misma persona para siempre.
El mundo se rompió a mis pies, cómo era posible que después de todo lo que habíamos pasado juntos me dijera todo eso, olvidando todo lo demás. Era muy egoísta por su parte, pero no era capaz de decírselo, estaba destrozada y en ese momento no tenía fuerzas para afrontar lo que estaba sucediendo, era como estar en una pesadilla de la que a la mañana siguiente me despertaría y todo estaría olvidado, pero eso no era tal cosa.
—Será mejor así, cada uno por su lado. Así no tendrás que preocuparte por mí y yo por ti tampoco. Será mucho más fácil para los dos.
—Dirás que será mucho más fácil para ti —ya no podía más, así que empecé a decir lo que pensaba—. Si no estás ni has estado nunca a gusto conmigo, ¿qué haces en este mundo? ¿Qué haces en mi vida? Si quieres buscarte a otra, adelante, pero que sepas que nadie te va querer como yo y que nadie te va aguantar como te he aguantado yo. Qué sentido tiene seguir engañándose, coge tus cosas y lárgate de aquí, no quiero volver a verte en mi vida, y si sobrevives a la batalla, no me busques.
Se vistió, cogió sus cosas y se marchó cerrando la puerta tras de sí. Comencé a llorar desconsoladamente. Cómo era posible que me hubiera engañado durante todo ese tiempo juntos, cómo podía ser tan egoísta.
Detrás de la puerta, Kirc lloró en silencio por todo el daño que me había hecho, ya nada sería como antes, pero era mejor eso a que alguien pudiera hacerme daño. Eso no se lo perdonaría.
El amanecer llegó y con él un nuevo día. No había pegado ojo en toda la noche, estuve llorando hasta que del cansancio los ojos se me cerraron. Pero las pesadillas acudieron a mi cabeza una y otra vez. Pensé que al despertarme todo habría sido un mal sueño y todo volvería a estar como antes, pero qué ilusa fui, ya nada volvería a estar como antes.
Me arreglé un poco y salí de la habitación. Ojalá nadie me viera, pero la mala suerte me persiguía, en el rellano de las habitaciones estaban Liam y Wolfy hablando de los planes que tenían para esa mañana.
—Buenos días, Aylin, ¿qué tal has dormido? —preguntaron los dos a la vez con voz burlona.
No pude aguantarme y rompí a llorar.
—Pero ¿qué ha sucedido?
Entre los dos me metieron en la habitación y me sentaron en la cama.
—A ver, cuéntanos qué ha pasado —dijo Liam—. Me imagino que estarás así porque Kirc se ha marchado.
Y según dijo su nombre mi llanto era cada vez más fuerte y mis nervios cada vez se aceleraban más. Mi vida se iba consumiendo.
—Sí, es verdad. Él se ha marchado, pero me ha dejado y se ha ido para no volver nunca más a mi lado.
—Pero ¿y eso por qué? ¿No estaba a gusto contigo? —Liam no salía de su asombro y no hacía más que hacer preguntas.
—Dice que prefiere probar cosas nuevas, que conmigo se estaba agobiando —hice una pausa y los miré fijamente—. Prefiero no hablar de ello.
—Si quieres, lo buscamos y entre Liam y yo le damos una paliza.
Me empecé a reír y ellos sonrieron, debía empezar a olvidar a Kirc, o por lo menos intentarlo. No iba a ser nada fácil. Había sido mucho tiempo juntos compartiendo muchas cosas, y ahora no había nada. Todo se había convertido en cenizas.
—Bueno, para que te animes un poco vamos a pedirles a los cocineros que te preparen un postre, algo muy dulce para que te suba el ánimo.
—No, de verdad no hace falta que molestéis a nadie, con un paseo y lo normal para el desayuno me vale.
—No, y punto, harás lo que nosotros te digamos y no hay más que hablar —insistió Liam.
—Sí, señor, lo que usted diga.
Me lavé la cara y nos dirigimos al salón para desayunar. La mesa estaba preparada para tres personas. Me imaginé que sería para nosotros, puesto que uno de los ayudantes del rey nos hizo tomar asiento.
—¿Ya lo teníais preparado o qué? —pregunté dirigiéndome a los dos.
—Acabamos de bajar y, además, no sabíamos lo tuyo con Kirc, así que igual esto no es para nosotros —Liam miró a su alrededor y preguntó a uno de los mozos—. Perdona. ¿Esta mesa para quien está preparada?
—Para ustedes, mi señor. El Rey os quería dar un desayuno espectacular y suculento, ya que hoy empezaréis a entrenar para la batalla.
—Gracias, pero me gustaría pediros algo.
—Lo que gustéis, señor.
—Quiero que preparéis el postre más rico y sabroso que hayáis preparado nunca, es para mi hermana y espero que sea de su agrado.
—Así se hará, señor.
El muchacho se marchó hasta las cocinas y nos dejó a los tres solos.
—Pobre muchacho, creo que le has metido miedo —dije mirando en dirección a la cocina.
—Tranquila, ya verás qué postre más bueno nos hace.
—Será “me hace”, porque lo has pedido exclusivamente para mí, o eso he entendido yo.
—Sí, señorita, tienes razón, el postre es tuyo.
Comenzamos a desayunar y a comentar lo que tenía que hacer hoy.
—El Rey nos comentó que empezaríamos montando a caballo, necesitamos saber para que el camino sea menos cansado cuando dejemos el castillo —explicó Wolfy—. Así que empezaremos en las caballerizas.
—Bueno, yo… —dije pensativa, no sabía qué tenía que hacer ni a dónde tenía que ir— me quedaré en el castillo.
—De eso nada, tú te vienes con nosotros, no es bueno que estés sola en un momento como este. También tendrás que aprender a montar a caballo, tienes que ser una buena amazona —dijo molesto mi hermano.
—Bueno, igual tienes razón, necesito distraerme y no pensar en ello.
Cuando ya estábamos terminando, el postre llegó a la mesa. Ese postre tan deseado y el que me haría olvidar por un rato todos mis problemas. Era una tarta de chocolate bañada con una fina capa de nata y por encima limadura de galleta y fruta. Partí un trozo para cada uno y del interior de la tarta salió chocolate derretido, probé un poco y pude ver que estaba caliente.
—No he probado algo tan rico en toda mi vida —dije con la boca llena.
Antes de coger otro pedazo de tarta con la cuchara, el mozo regresó con un plato de helado de vainilla.
—Esto es para acompañarlo con la tarta.
Como el helado estaba en un cuenco bastante grande, repartí a cada uno un poco y el resto lo dejé. Cogí otra cucharada y mezclé el helado con la tarta y el chocolate caliente, me derretí solo con imaginarme su sabor, y más cuando me metí las dos cosas en la boca.
—Probad las dos cosas juntas, esto tiene que ser pecado.
Entre los tres nos comimos la tarta y el helado, menos mal que nos íbamos a entrenar, porque necesitábamos movernos para que esa tarta saliera, o por lo menos no saliera de malas maneras. Estábamos llenos y casi no podíamos ni movernos. Pero eso me había hecho olvidar por unos minutos mi desgraciada vida.
—Terminado el desayuno, es hora de que nos vayamos a las caballerizas a entrenar —dijo Liam.
—Yo voy a la habitación un momento a coger… —no iba a coger nada, necesitaba llorar y desahogarme.
—Tú no vas a ningún lado, te vienes con nosotros.
No podía discutir con ellos así que nos fuimos a montar a caballo. Había que practicar mucho para poder ir a la batalla y enfrentarse al mal con todas nuestras habilidades desarrolladas.
Las cosas no estaban nada bien en mi mente, necesitaba desconectar y olvidar todo lo que estaba pasando en mi vida, o por lo menos intentarlo. Él me había dejado y eso había sido un ataque a mi ego, a mi persona, a mi personalidad y autoestima. Necesitaba salir de ese círculo y volver a encontrar el camino para seguir adelante. Y con Wolfy y mi hermano eso podría ser posible. Yo era fuerte y podía conseguir todo lo que quisiera.
Sin pensar más en mis problemas, nos acercamos a los caballos.