PRÓLOGO
Escocia, año de gracia de 1148.
De todo lo que Lord y Lady O´Neill pensaban que había podido suceder en las antiguas tierras de Laird Wels, nada les había preparado para lo que estaban a punto de ver.
Aquel era un paraje desolador. La mitad de las casas habían ardido, el almacén de comida estaba destruido y la mitad oeste de la torre vigía del castillo había sido derrumbada.
Los hombres de la familia se pusieron de inmediato en alerta, espada en mano. Lori también salió del carruaje con su daga para ayudarlos, sin embargo, no parecía que hubiera ningún superviviente.
Kendrick susurró a su padre nuevas palabras de aviso pero Sebastian había sido momentáneamente transportado a otra época, décadas atrás, donde un paraje semejante al actual había calado hondo en su alma.
El miedo se apoderó en su alma.
Afortunadamente, un grito de Lori logró llamar su atención.
Con un leve movimiento de cabeza, Sebastian indicó a Kendrick que encabezara la marcha. Así mismo, hizo lo propio con Lori para que subiera al carruaje con sus dos hijas.
Habían de llegar al castillo cuanto antes y encontrar a alguien que les pudiera informar de lo sucedido.
Solo el cabeza de familia entró en la pequeña sala familiar, donde una tenue luz iluminaba el amor de la lumbre.
Una joven alta y de cabello rojizo se presentó ante él, daga en mano. El hombre dejó su espada en el suelo para hacerle entender que su intención no era causarle daño alguno. Ello hizo a la joven recomponer su postura y relajarse.
Una sencilla pregunta salió de los labios del señor: ¿En nombre de quién se habían ocasionado todos aquellos daños a sus tierras?
Y una simple respuesta escapó de los labios de la doncella: En nombre de la casta De Sunx.
Pero… ¿qué significaba aquello? ¿Alguien de su propia familia, de la familia de su mujer… se atrevía con semejante afrenta? No dejaría pasar mucho tiempo para resolver aquel entuerto. La ira hizo mella en Sebastian y la mirada, que de joven llevaba cada día con él, había vuelto.
¡Venganza!