SEIS

EL GRAN GOLPE

En Boston, vestidos de reparadores de cable, en una zona de suburbios, Drake y Clancy se intercambiaban binoculares, facebook, guía telefónicas, acceso a computadoras de municipio y ya tenían dos domicilios, visitaron primero el primero, luego el segundo.

Ahora el binocular los llevaba a un edificio abandonado y destartalado.

-Recuerda, Clancy, primero desesperación, luego destrucción-

-Ya me lo has dicho mil veces, todavía el padre no dejó al hijo, son demasiados, no podemos entrar-expuso Clancy.

-Venden drogas, prostituyen jóvenes y secuestran para financiar sus atentados y la alimentación de sus miembros-reportó Drake.

-¿Hay algo que no me hayas dicho, Drake? Estuve investigando por mi cuenta, Tolosa, su padre narcotraficante con la inyección letal en unos meses, sus hijos no deben estar en México-

-Si lo sabes, ¿para qué preguntas, Clancy?-

-Debiste decírmelo, no es sólo por mamá Dorothy y los ocho angelitos-

-Eso no te incumbe, Clancy. No te até para venir aquí, tomaste tu decisión. Sin embargo, ahora no podemos hablar de esto-

-¿Después de los hermanos Tolosa, esos narcotraficantes mejicanos, no hay nada más dentro de la caja?-

-No qué yo sepa, Clancy, ¿qué pasa contigo, desde cuando eres tan conversador?-

-No solo estábamos en el mismo hogar sustituto, también en la misma habitación-

-Que romántico-

-No estoy para bromas, Drake, ¡hay algo que sabes de Del Keni y no me lo has dicho!-

-Todavía no sabemos nada del tipo de la CIA y eso me molesta mucho, ¡no me permite planificar con todos los detalles necesarios!-

-¿Aos sigue enrollando mapas y acoplando pizarrones?-

-Sí, no quiere dejar ningún rastro, es bueno, se mueve en ocho lugares por día, no usa celulares, usa mensajeros por correo, en código, es difícil rastrearlo-

-No entiendo por qué sigue en Boston, no se arroja la tanza dos veces desde el mismo lado-se acarició Clancy el mentón.

Algunos autos se retiraron al amanecer, algunos de esos sujetos estaban con chilabas y turbantes como si estuvieran en el Sahara, se lo tomaban muy a pecho. Drake miró hacia atrás, Clancy bebió café tras llenar la tapa desde el termo.

Eran las siete de la mañana. El sol raspaba algunos panfletos políticos con sus pentagramas de rayos dorados. En tanto, algunos grifos rojos-mal cerrados- lloraban transparentes y luego las gotas en pausa eran monedas blancas de cristal a causa del frío matutino, algunas eran líneas níveas con cabezas muy pequeñas.

A su vez, un camión de la basura vaciaba sobre un contenedor del basurero, dejando entre los restos a un gato y a un perro, ambos a mejor vida. Había llamaradas a las cuales una grúa mecánica llevaría esos contenedores.

El Lincoln oscuro recibió la visita del hombre trajeado de gafas negras y fue acompañado por dos autos más de escolta. Kalil, con casco amarillo y mameluco gris, estaba junto a unos obreros en una esquina, movió los brazos, estaba efectuando reparaciones en el sistema cloacal.

El convoy de autos al ver la calle picada, los conos y el cemento en pésimo estado, decidió virar y tomar un plan B, de modo que un helicóptero plateado se sumó a la comitiva, seguramente luego de una llamada por celular.

El Lincoln regresó a la avenida y avanzó, luego de no poder tomar el camino de todos los días. Detrás del convoy, un bus amarillo escolar avanzaba. La mayoría de los niños se pasaban mensajitos por los ipods, mientras otros se arrojaban lápices y carpetas, más resignada la maestra fumaba primero y tragaba pastillas después.

Aos endureció sus ojos, vio a muchos niños riendo y un globo rojo en la ventana correspondiente al último asiento. Pese a ello, pulsó un botón rojo en el control remoto, por el cual alteró el semáforo que siguió poco tiempo en verde y regresó al rojo,  deteniendo al convoy del Lincoln y al bus escolar.

10, 9, 8. Con rostro de matar a su madre y violar a su hija, atornillado y agrisado por la culpa, Aos, vestido de solitario vagabundo,  bajó por la escotilla. Abajo unos hombres le señalaban un bote de goma anaranjado con el cual escapar a partir de las aguas del sistema cloacal.

Asintió y entró.

El pasajero del Lincoln, viendo que el rojo demoraba en bajar y los bocinazos se incrementaban como el acné en quién adora la mayonesa, realizó una transferencia por computadora en la compra de un yate por un sitio de internet y luego observó el reloj. 7, 6, 5.

No le gustaba llegar tarde.

Unos callejeros, con baldes y trapos, le ofrecieron limpiarle el vidrio oscuro, los guardias de los otros autos los apartaron con sus trajes y gafas.

4, 3,2.

Un niño sorbía jugo de naranja de la caja a través de la bombilla y se lo convidaba a una niña, que sonreía con cierta complicidad. Un niño obeso, vocifero mediante, al verlos en el bus en el asiento de atrás, dibujaba naves espaciales destruyendo una ciudad.

1,0.

Globo de fuego anaranjado, azulado, amarillo y blanco. El Lincoln, el convoy y el bus borrados del mapa. Estruendo diabólico y estridente del cual muchos se taparon los oídos y se arrodillaron, afectados por el terrible impacto.

El helicóptero, por volar muy bajo, fue abrazado en las patas por las llamas y la onda de choque lo desvió, por lo que hizo varias O debido a las cuales descendió hasta estrellarse en un parque del cual muchos corrieron con gritos secos y desesperados.

La hélice giró, arrancando dos faroles y un banco, hasta clavarse y frenarse en una glorieta. 

Algunas ventanas de edificios, por la explosión, se agrietaron, otras directamente fueron lluvias de esquirlas y personas que estaban desayunando vieron sus vasos, mesas y sillas derribadas por las corrientes del estallido, incluso esos vasos, platos y botellas se levantaron y aceleraron golpeando sus mejillas, hombros y dorsos.

  El viento de la explosión derribó un carro de salchichas y la mostaza y el kétchup hicieron una batalla en una gris baldosa, la salchicha seguía en la mano del vendedor, más el billete en la mano del comprador, miraron acostados, sentándose levemente, el vendedor comió lo que quería vender y el comprador guardó lo que no gastaría en su bolsillo, con la cara negra en algunas partes, muchas y roja en pocas.

Una señora que barría la acera directamente fue barrida por la pared de fuego, a través de una horrible feria de guirnaldas de rayas negras, su gato siamés alcanzó a saltar del pórtico pero no fue suficiente.

  También en esa manzana volada había tres pintores pintando una publicidad de Coca Cola desde sus escaleras. Atravesaron sus propias pinturas y luego el fuego, sin compasión, abrazó sus cráneos, borrándolos como azúcar en el café.

En cuanto al policía que marcaba una boleta de tránsito a un jaguar mal estacionado, sintió un mosquito y acercó el bolígrafo a la nariz antes de anotar el número. Por su parte, un neumático enllamado del Lincoln rodó y saltó por encima de los tres ojos del semáforo desligado por la explosión, ya no verde, rojo y amarillo, los tres oscuros.

Escotilla destapada, un famoso periodista de la CNN, Connor Fordenare, con micrófono, camarógrafos y guarda espaldas, bajaba las escalinatas a fin de dirigirse a los eventos.

No tenía pensado tener esa primicia. Sin embargo, los hombres de Aos, con chilabas, gafas y turbantes, aplicaron una jauría de balas sobre los tres guardaespaldas y los dos camarógrafos, uno de ellos una mujer joven rubia con cuerpo de modelo, con quién Connor se acostaba y le prometía algún día tener un móvil para ella sola cuándo él tuviera su propio programa y no un segmento en el noticiero.

La mano, temblorosa, no pudo ser hotel del micrófono, al poco tiempo Connor fue zamarreado por dos terroristas e ingresó a una vagoneta, apuntado por tres más.

Aos Del Keni se alejó del lugar de los hechos, al mismo tiempo, entre los altos edificios de Boston, se veía una nube roja y gris que avanzaba hacia el parque, las avenidas secundarias y las diagonales de intersección, la gente gritaba, tosía y corría sin dirección, chocándose y cayendo.

Los ululares de las ambulancias constituían el coro apocalíptico, junto a las patrullas y las mangueras con relámpagos de agua procedentes de los bomberos.

Todavía se hablaba del brutal asesinato de Fred Chapman y de lo que podría pasar si no se extremaban las medidas de seguridad.

Habían visto ejecuciones de periodistas y soldados pero en medio oriente, no en la propia tierra de las invencibles 50 estrellas.

La soberbia sigue creyendo a pesar del fracaso, la anatomía de la desgracia tiene un golpe por golpe indómito al cual considera tan sagrado, impune e inmune.

La muerte no es un temor para todos, algunos ven una manzana roja dónde otros ven un abismo oscuro.

Que sea tan horrible que se vean obligados a hacerlo bien de una vez, que pierdan muy rápidamente lo que ganaron con lentitud para que siempre puedan pensarlo con imágenes pero nunca decirlo con palabras, muslos y caderas del cuerpo humano.

Había matado a niños, ese Bus no estaba en el plan, había visto al Lincoln, no al bus en el horario. Aos lo sentía, en sus maxilares que hinchaban y tensaban en una doble combustión.

Abrió tenuemente la boca y sus ojos se aguaron levemente. Kalil le miraba desde el bote bajo cuya cloaca se movían.

El propio rostro de Aos semejaba a un globo a punto de estallar, mientras procesaba la culpa por dentro.

-Es la causa, los niños están con Alá, en un lugar con nubes doradas, pueden comer golosinas sin engordar, tomar mucho helado sin que les duelan los dientes-razonó Kalil, con mano en el mentón y semblante de montaña visitada por huracán.

-Nunca quise hacer esto, Kalil, nunca, sólo quería ser un doctor, curar a los pobres sin cobrarles dinero, cazar y pescar para alimentarme, nunca quise hacer esto, muero con ellos, Kalil, muero tantas veces como los muertos que acarreo-admitió Aos, con las manos oprimiendo su pecho, conforme luego de un breve hipo su cara se mojaba y empapaba con los jugos más internos y lastimados.

Había matado niños, pájaro carpintero en la madera de su consciencia. Una desesperación tan fría y silenciosa serpenteando entre sus sentimientos despiertos pero a la vez metidos en una eterna agonía.

-Pero el jihad-dijo Kalil-El jihad. Nadie gana aquí, lo sabes desde el primer día que entraste, todos debemos perder, ¿para qué? No lo sé, sólo Alá lo sabe-

-Voy a ver sus rostros para siempre en cualquier lugar y momento, están aquí, no me dicen nada, no me insultan, me sonríen y me lastiman mucho sus sonrisas-admitió Aos-Pero puedo ir al infierno, puedo cargar con la culpa y el remordimiento-cerró los puños-No hay soluciones en este mundo vil, cruel y maldito-gruñó con más arroyos en su cara atormentada y electrizada de furia y nevada de tristeza-No hay soluciones en este mundo cruel, miserable y maldito. Sólo problemas grandes y problemas pequeños-asumió Aos.

-¿Pedirás perdón cuando des el mensaje?-

Aos movió la cabeza de lado a lado.

-Es una guerra, Kalil, la compasión está prohibida-

-He-agregó Aos-salvado mil vidas en Irak, he destruido casi 5000 en Europa y América. Alá no me abrazará, tal vez no lo hacemos por Alá, sólo por nuestro odio y nuestro dolor-

-Alá envió a Mahoma a luchar, por nuestra libertad, para que tengamos un destino, para que los cristianos no sean la única voz de Dios, la lucha es santa y sagrada, Aos, aunque nos haga llorar y gritar-planteó Kalil.

Aos cerró los ojos y movió la cabeza de lado a lado, su pecho y su espalda actuaban como una gaita escocesa, en función de lo atosigados que estaban sus pensamientos y marchitas sus interpretaciones.

Cientos de rostros inocentes rodeándolo y mirándolo, pero jamás les diría “váyanse, no me juzguen” lejos de eso pensó “entren en mí” “Entren en mí para siempre, lo resistiré”, “llévense hasta mi última chispa, mi alma no debe ser un sol”

-No te veo bien, Aos, si das un paso más en dirección de ese camino, ¡enloquecerás!-

-Puedo con la locura, el dolor y la culpa, Kalil. Que entren en mí y lancen sus mejores zarpazos. ¿Quiero dejarlo? Por supuesto. ¿Cuántas veces lo pensé? Millones. ¿Lo haré algún día? Jamás. Mira mis ojos, Aos. Los ojos son un pedazo de verdad que Alá nos dio- 

-Sé que tu vida fue difícil, Aos. Sin embargo, quién elige una causa, no vive, sirve, vivir no es servir-admitió Kalil.

-No me repitas lo que te dije cuando entraste. Sueño-

-¿Con qué sueñas?-

-Un mundo-

-¿Qué mundo?-

-Un mundo en él que los niños cristianos y los niños musulmanes puedan patear pelotas y levantar globos en la misma plaza, ¿lo veré?-sonrió Aos con un horizonte dorado y miró con montañas azules.

Kalil no le respondió, una pequeña explosión, un nuevo túnel en una pared derribada para que no lo siguieran por las rutas tradicionales y fueran por caminos alternativos.

Era cierto que decir “te respeto como persona pero no te admiro por tus actos” era una forma elegante de insultar, muy filosa, con un alfiler moral muy estridente.

De todas maneras, las llamas más rojas y los lagos más azules no eran suficientes, tampoco las nubes más blancas y los soles más dorados. El diferente malo, igual bueno era un chip en la mayoría de las mentes del mundo, funcionando desde los niveles más inocentes hasta los más nocivos.

¿Tendrá el universo tantas estrellas como gotas de sangre tiene un cuerpo humano? ¿La cima es más hermosa con nuestros pies o desde nuestros ojos?