4. ¡Bienvenida al 2014!

Dejamos las Maldivas un día antes de año nuevo, después de nuestra breve y deliciosa estancia. El momento de los regalos dio lugar a una secuencia de desorden, mientras que mi padre le dio su regalo a David.

— Mira, Louisa me dijo que te encanta Neil Young… Es una copia original de su primer álbum, que tengo yo mismo de mi padre. Para resumir, es una misma versión del demo, extremamente raro, ya que figura ahí «Winterlog», una canción que volvió a cantar hasta años después. Al escuchar esa canción en mi habitación solo, una tarde, entendí que iba a preguntarle a la madre de Louisa si quería casarse conmigo…

¡David está conmocionado!

— Creo que le agrado a tu padre, Louisa.

— ¿Sólo a mi padre? Mi mamá está literalmente loca por ti.

— Y yo, estoy loco por ti.

Con una sonrisa de niño, agrega, sin que la pregunta espere de mi parte una respuesta:

— La pasamos bien, ¿verdad?

Sí, definitivamente la pasamos muy bien. ¡Fue una gran etapa en nuestra relación! David entre mi familia. David afirmando que yo soy su familia… Creo que esta tarde, para Año Nuevo, usaré las joyas de su madre, la varona de Schiari. Como para sellar el pacto entre nosotros.

Yo soy tuyo y tú eres mía.

Vamos a ver a Judith, a Gary y a Sacha en la suntuosa recepción ofrecida por el Sr. Y la Sra. Valtunez en el Fashion Institute of Technology.

— Louisa, ¡apresúrate! El auto nos espera ¡vamos a llegar tarde!

— Sí, sí, estoy casi lista…

Me cambio por enésima vez los zapatos: ¡no es fácil combinar con accesorios el vestido de lamé que me envió Maria! Es en sí, bastante…¡espectacular! Finalmente opto por un par de sandalias negras de un diseño extremadamente sobrio. Cuando salgo del vestidor, David da un suspiro de admiración.

— ¡Wow!

— ¿Te gusta mi vestido? Es un prototipo que proviene de la próxima colección de Maria.

— Eso significa que los fotógrafos van a pasar toda la tarde acosándote, eso…

Me río:

— Creo que no tendrán ojos más que para Judith… ¡Y para Sacha! ¡Si vieras el modelo que decidió usar!

Transparente. Basta con entrecerrar los ojos para…

David me interrumpe, sorprendido:

— ¿Viste el vestido de Sacha?

Falsamente desenvuelta, alzo los hombros: — Me envío una foto por MMS hace una hora.

— Ya veo… entonces ¿desde cuándo son tan amigas las dos?

Tomo una pose de modelo y hago mi voz como de actriz joven y le respondo:

— Pues… ¡desde siempre David!

Ríe poniendo mi abrigo sobre mis hombros.

— OK, OK, no son mis asuntos… «la mujer cambia constantemente» dice.

Atrapo mi bolso pequeño plateado y presiono mi cuerpo cubierto de dorado y de abrigo de piel contra el suyo, vestido con un smoking elegante: — Yo no, David: yo soy constante. Y constantemente estoy loca por ti.

Pongo mis labios en los suyos antes de trotar hacia el ascensor.

— ¿Vienes? Forzosamente, serás quien hará que lleguemos tarde.

— Ya voy, ya voy…

Las puertas se cierran frente a nosotros. Me arreglo el peinado frente al espejo haciendo muecas. David aprovecha para mirarme, después para abrazarme.

— Louisa, no había visto… Este vestido es terriblemente corto.

— ¡Por nada el en mundo! Así se debe llevar. Eres de otra época, es todo.

Me abraza contra él y sopla en mi hombro.

— La impertinencia no los llevará a ningún lugar, jovencita. Por otro lado no sé si tengo razón para dejarte salir así…

Todos los hombres querrán arrancarte de mí esta noche.

— Te aseguro que no es tan indecente.

— No lo sé… ¿Puedes inclinarte, para ver?

Le doy un golpe con la bolsa y tomo una actitud falsamente horrorizada: — ¡David eres realmente obsceno!

Debes saber que aún si me agacho, el largo de este vestido es apropiado.

De pronto, una idea traviesa se me viene a la cabeza.

— Por otro lado, puedo probarte que te equivocas.

Deslizo mi ropa interior a lo largo de mis piernas. Tomo mis bragas de encaje negro del suelo y lo extiendo a David.

— Me comprometo a pasar la noche así. Te garantizo que nadie se dará cuenta ni sospechara nada... Nadie, excepto tu.

David toma el pequeño pedazo de tela y dice, con su voz ardiente increíblemente sexy:

— Oh, Louisa, ¡tú no sabes a lo que te expones! No puedes jugar ese tipo de juego conmigo sin asumir las consecuencias.

¡Pero en realidad, estoy preparada para asumir las consecuencias de mis actos, David!

Mientras me acerca hacia él, me golpea una evidencia: no me importa ir a cenar a un restaurante lujoso, no me importa ir a una fiesta… Todo lo que cuenta es estar con él, abrazándolo.

Bruscamente, tengo la certeza de que no iremos con los demás esta noche…

David atrapa una de mis muñecas, la sostiene un momento en el aire y pone su mano en mi cintura como si deseara hacerme bailar. Sus ojos negros miran profundamente en los míos. Nos quedamos así sin movernos por algunos segundos, al punto que me pregunto lo que va a suceder. Retengo mi aliento.

Entonces veo su palma apretar el botón de parada de emergencia del ascensor.

El aparato se suspende con un jalon. El cuerpo de David se coloca contra el mío: abrazados, nos colocamos contra la pared del ascensor.

— Tengo tantas ganas de besarte, Louisa.

Jadeando, le respondo a David:

— Yo también, quiero que me beses.

Coloca sus labios carnosos contra mi boca, que entreabro para dejar espacio a que su lengua se abra paso y acaricie a la mía. Es el beso más sensual: estamos aquí, atrapados en este ascensor… En unos minutos, la administración del inmueble va a intervenir y tratar de entender las causas de la descompostura… Reina en el aire algo como una urgencia… Trato de pasar mi brazo alrededor del cuello de David, pero su mano mantiene firmemente mi muñeca. Por fin la suelta para acariciar con su palma mi muslo cubierto por una media negra. Rápidamente su mano se desvía y viene a abrir delicadamente mi sexo.

¡Rayos! ¿Quién hubiera pensado que este ascensor que tomo todos los días desde hace seis meses podría revelarse tan excitante?

Aún busco los labios de David: se separan de los míos, rozan mi mejilla, después mi nuca, antes de bajar a lo largo de mi busto y mi vientre… David se arrodilla frente a mí, deshace el nudo de mariposa de su smoking. Sus movimientos son lentos y precisos como los de un felino. Murmuro: — David ¿y si alguien nos sorprende?

Me responde:

— No hay ningún problema, Louisa: nosotros controlamos el sistema de puesta en marcha del ascensor. Pero no quiero despertar las sospechas de todo el inmueble en cuanto a lo que hacemos aquí… Es por eso que haré que llegues al clímax lo más rápido posible.

Pasa su mano al interior de mi muslo, la coloca sobre mis nalgas, acercándome hacia él y haciendo pasar mi pierna sobre su hombro. Sube mi vestido hasta mi cintura y comienza a presionar mi sexo contra su lengua. Es tan delicioso que enseguida me pongo a gemir. David me mira y coloca su índice sobre su boca:

— Nadie debe escucharnos…

¿Cómo hacerlo? No sé si lograré controlarme. La posibilidad de ser sorprendida me emociona en realidad mucho. ¿Qué pasaría si…?

No tengo tiempo de ir al final de este pensamiento tan turbador como inquietante: la lengua de David viene a acariciar mi sexo. Mi cabeza se inclina hacia atrás y mi cadera se mueve.

¿Cómo logra producirme tal efecto?

Su boca sensual besa mi intimidad.

Se aleja de mi sexo, se coloca sobre mi muslo, justo debajo de mi media, y vuelve hacia mi clítoris… Es un suplicio y mi excitación es cada vez más fuerte.

¡Pero no siempre puedo manifestarlo! Me retengo con dificultad para no gemir… Con su lengua, juega a penetrarme, después sus dedos entran en mí.

Primero el índice, lentamente, muy lentamente… Lo gira en mí antes de dejar su medio entrar en lugar del otro…

Tengo tanto calor… dejo mi abrigo de piel caer al suelo.

— Sí, eso es Louisa: déjame admirarte.

Mi vestido se desliza por mi hombro.

David se levanta.

— Es tan complicado no arrancarte este pedazo de tela, aquí, ahora, enseguida…

Con violencia, me hace girar, de forma que estoy frente a la pared. Con una mano sostiene mi cabello sobre el nacimiento de mi nuca. Pasa la otra mano sobre mi hombro y encuentra mi pecho.

— Tus senos son tan perfectos…

Juega a amasarlos, hacerlos endurecer entre sus dedos a través de la tela que los cubre. Instintivamente, mi trasero se coloca contra su pelvis y comienza a moverse lentamente. Siento su miembro rígido bajo la franela de su pantalón.

El tejido irrita mi piel tan delicada, eso debería ser desagradable pero no lo es para nada: al contrario, esa suave incomodidad me electriza.

Jugando con mis caderas, hago subir la redondez de mis nalgas hasta su sexo:

siento que jadea, que le es difícil resistir a una invitación así de mi parte.

Se domina y me invita a continuar, colocando su dedo contra mi sexo.

— Ahora haré que lo disfrutes al máximo, después será mi turno.

Gimo: su caricia me enloquece y la perspectiva de darle placer pronto, aumenta mi confusión. Su dedo apenas se mueve en mí. Mi cuerpo acompaña su movimiento, cubierto de una sensación increíble: la del placer que se densifica, que se condensa como una nube vaporosa que se inflaría antes de un huracán. Escucho vagamente, a lo lejos, una voz mascullar: sin duda el guardia del inmueble está tratando de entender dónde está la descompostura... Oh Rayos ¿cómo resistir por más tiempo?

Quisiera gritar tanto que lo que David me hace es delicioso. Ahora a plenas manos me atrapó para amasar mi ranura húmeda de donde irradia un placer que me invade completamente.

— Haces mucho ruido, Louisa… Van a escucharnos, adivinar lo que estoy haciéndote…

Debo tener un lado exhibicionista porque esas palabras, en lugar de apagarme, aumentan mi deseo. Siento que voy a explotar muy pronto. David suelta mi cabello para tomarme por la cadera y colocarme contra él. Sentir su pene firme en mi espalda me hace girar totalmente: un orgasmo violento como el trueno se apodera de mí. David está obligado a colocar sobre mi boca la mano que no se ocupa de mí: no puedo evitar dar un rugido de placer, un gemido profundo; todo mi cuerpo está sacudido, una fuerza ancestral se desencadenó en mi interior y trata de romperme, de dejarme sin fuerzas en el brazo de mi amante. Mis caderas se agitan con un último sobresalto, antes de caer…

David, alegre, me susurra:

— ¿Te gustó?

Como respuesta, me volteo hacia él.

Ahora que estamos de frente, coloco la punta de mis dedos sobre su hombro y lo empujo suavemente hasta que retrocede.

No olvido su deseo de que yo haga que llegue al clímax y planeo obedecerlo.

David se encuentra con la espalda pegada a la pared del ascensor. Miro largamente antes de pasar la punta endurecida de mi lengua sobre mi labio superior inclinando mi cabeza sobre el lado derecho, para liberar mi nuca y ofrecerle una vista insuperable de esta curva de mi cuerpo que le encanta. Mi movimiento de melena, lo excita hasta el punto más alto.

— Dame tu índice, David.

Confundido, acerca hacia mí su dedo: inclino un poco la cabeza para esperar y entreabro la boca. Hago subir ese dedo por mi lengua endurecida, y al llegar al final, lo meto en mi boca y comienzo a chuparlo ávidamente. Siento como se tensa el cuerpo de David mientras mi caricia audaz le sugiere los placeres que vienen. De lejos, una voz nos grita: — ¿Están bien allá arriba? ¿Pueden soportarlo? Tratamos de comprender lo que se atora, ¡muy pronto resolveremos la descompostura!

Sonrío mirando a los ojos a David y le respondo al guardia: — No hay problema, ¡todo está muy bien!

David me da una sonrisa de cómplice. Mientras que mi boca se activa de nuevo, mi mano se coloca en su entrepierna. El volumen de su sexo contra mi palma me enloquece totalmente. Sin dejar de mirarme, me deja caer a sus pies.

Arrodillada frente a él, comienzo a abrir su pantalón, de donde surge un miembro poderoso: lo humidifico con mi boca antes de soplar ligeramente en él.

La mano de David aprisiona mi cabellera en su puño: espera, jadea… Lo aprisiono con la boca. Deslizo mis labios sobre su pene, comprimiéndolos como algo estrecho, húmedo y caliente. Mi cabeza va y viene sobre él en movimientos lentos y profundos.

Louisa, lo que haces es tan delicioso…

Mi ligera lengua sube y baja por su piel tan suave. En cuanto llega a su glande, lo rodea, se enrolla alrededor de él antes de liberarlo. El sabor de David se siente en mis papilas: adoro sentir como se expande en mí… Quisiera más…

que se vierta completamente en mi garganta… Mis movimientos aceleran e intensifican los refunfuñados discretos de mi amante.

— Sí, así, es delicioso…

Tengo la impresión de que podría continuar así por horas. Oh, por piedad ¡que nos dejen tranquilos! Es la última noche del año y la quiero consagrar para amar a David, y dejar su cuerpo recubrir el mío. Lo chupo golosamente, con devoción. Quisiera darle cien veces más el placer que él me dio. Siento que ya no puede más. Sus caderas se mueven hacia mí. De pronto, su semen se esparce en mi boca. Dejo que mi amante se descargue antes de pasármelo con un movimiento de la lengua…

Mi boca se aleja del sexo de David.

Caigo sobre mi trasero y me limpio la comisura de los labios. Él se recarga en la pared, claramente conmocionado.

Antes de levantarme, me digo que sería bueno que lo volviera a vestir: ¡si el guardia nos viera en este momento! Me acerco de nuevo a él para subirle el cierre pero toma mi muñeca:

— ¿Qué crees que haces, Louisa?

Todavía no he terminado contigo.

¿Qué? ¿Pero qué más quiere hacer?

Después de todo, acaba de tener un orgasmo, no está precisamente en condiciones de… David me ayuda a levantarme, me gira y me planta frente al espejo del ascensor.

— Aquí hay un accesorio del que me gustaría disfrutar antes de liberarte.

Miro sorprendida nuestro reflejo mientras él se pega contra mi espalda.

Me parece sentir… ¡No, es imposible!

Sin embargo, la evidencia está ahí: el sexo de David se endureció de nuevo, listo para satisfacerme.

— Inclínate mi amor, quiero admirar tus curvas.

Me inclino hacia el espejo y me apoyo en la superficie. Mi espalda está curveada expuesta a la mirada de David que acaba de subir mi vestido para descubrir mi anatomía:

— Tienes realmente las nalgas más hermosas que he visto jamás.

Entra en mí y todo mi cuerpo, ya ardiente por la caricia que le acabo de dar y el placer que obtuvo, comienzo a sentirme inundada de placer. David se acerca a mi oído:

— Tenemos que apresurarnos, Louisa, si no, abajo se darán cuenta de algo.

David se pone a moverse dentro de mí con rigor. Estoy completamente excitada por esta urgencia. La situación es de un erotismo increíble: gimo involuntariamente. Después, da movimientos de cadera violentos y mi placer aumenta. Hay electricidad en el aire… el hecho de poder contemplar a David a través del espejo refuerza esta impresión: ¡su mirada es tan intensa! Mi rostro está abatido por el placer: verme tan expuesta, sumisa… Cuando coloca la palma de su mano sobre mi clítoris, no puedo evitar gemir. Yo también me ondulo hambrienta para hacerlo entrar en lo más profundo de mí; voy al encuentro de su sexo enorme en mi sexo estrecho… El tiempo se desfasa, olvido dónde estamos y lo que nos espera afuera, olvido también que nos pueden escuchar. David también parece perder la noción de todo: sus suspiros se transforman en gemidos, sus movimientos se vuelven sensuales y amorosos: — Nadie hace el amor como nosotros lo hacemos…

¿En serio? Sí, lo creo. Me cuesta trabajo creer nuestra suerte: dos almas gemelas… Dos cuerpos perfectos para encontrarse… ¡Dios, es tan bueno!

Jadeando, murmuro:

— David, yo… acabo…

Estoy sorprendida de los espasmos violentos mientras David redobla de ardor: mientras estoy en el clímax se ensaña hasta satisfacerse plenamente.

Nuestros orgasmos se sincronizan y nos hacen dar gritos ardientes.

Cuando por fin nos recuperamos, podemos escuchar al guardia preocupado gritar desde abajo:

— ¿Señorita Mars? ¿Señor Fulton?

¿Todo están bien?

Ahogamos nuestras risas. David trata de permanecer serio: — ¡Sí, todo está bien!

Acomodándose, me dice:

— Temo que el auto se haya ido sin esperarnos…

Me acomodo el vestido:

— ¿Tal vez podamos subir al apartamento…? ¿Escaparnos de la fiesta de Maria?

David me abraza:

— Nada podría hacerme más feliz.

No me atrevía a proponértelo, pensaba que querías ir a bailar.

— No, todo lo que quiero es estar contigo. Olvidemos el mundo exterior por esta noche: pidamos comida y pasemos el año nuevo juntos.

Esta respuesta lo alegra. Mientras pone el ascensor en marcha y aprieta el botón de nuestro piso, toma mi mano y besa la punta de mis dedos: — Este año 2014 será el nuestro, Louisa. Ahora, nadie puede interponerse entre tú y yo.

Me estremezco. ¡Espero que diga la verdad!