1. Ir por lana y volver trasquilado
David se fue. David ya no está aquí.
Trato de poner en orden mis ideas.
Vete de aquí, Louisa. Deja este lugar.
Observo, un poco atontada, los rostros que están a mí alrededor. Mi mirada se detiene en Chloe: esta arpía parece efectivamente encantada con la escena de ruptura que acaba de suceder bajo sus narices.
Vas, a pagarlo caro.
Doy media vuelta y atravieso el museo hasta el vestíbulo de la recepción.
Paso la puerta de entrada y de pronto me encuentro propulsada hacia la calle.
Me dan escalofríos… Me alejo de la alfombra roja, doy un vistazo a la derecha y luego a la izquierda… a lo lejos, un sedán negro hace cambios de luces: es una señal. Me acerco trotando al vehículo. Abro la puerta del pasajero y entro en la cabina.
— ¿Nada qué decir? ¿Todo terminó como lo planeamos?
Sentado en el asiento del conductor, David me pregunta esto.
— Sí, me fui justo después de ti, sin agregar nada. Pero esa arpía sonreía…
David se inclina un poco hacia mí y me besa.
— ¿No estás muy impactada, mi amor? Porque para mí fue muy difícil actuar esa escena y decirte todas esas cosas. Me dio una idea de cómo sería perderte.
Coloco mis brazos alrededor del cuello de David.
— ¡A mí también me pareció abominable! Vi toda nuestra historia pasar, David. De pronto entendí lo que hubiera sido mi vida si Chloe hubiera logrado su objetivo. Mi vida sin ti… No vale nada.
David exclama:
— ¡No digas eso, Louisa!
Sus labios se aprietan contra los míos con pasión.
— ¡Tu vida es lo más precioso del mundo! ¡Te prohíbo que pienses algo así! En cuanto a perderme… Eso nunca pasará, mi amor; nada, ni nadie nos puede separar. Acuérdate de que soy tuyo y tú eres mía.
En medio de nuestros besos, murmuro estas palabras, que David me dijo al oído durante una de nuestras noches apasionadas y que se volvieron nuestro lema:
— Soy tuya y tú eres mío.
Eh Chloe ¡perdiste tu oportunidad!
David y yo estamos más unidos que nunca, ¡también estamos determinados a saber por qué te ensañas así conmigo!
¿Por qué haber actuado esa escena frente a Chloe? Ayer se nos ocurrió la idea, cuando Miss Armant trató de sembrar la cizaña entre nosotros hablándole a David sobre el beso con Sandro. Por supuesto, al principio, David estaba furioso y herido… Se levantó, dejó el restaurante. Traté de correr tras él para explicarle. ¡El beso que Sandro me dio no fue mi culpa! Pero en cuanto salí, él ya había desaparecido.
Así que fui llorando a su departamento: no estaba ahí. Entonces llamé a Judith, desesperada: ella me tranquilizó diciéndome que David estaba en su casa. Justamente estaba contándole todo.
Le expliqué las circunstancias del beso a Judith, quien entendió que mi único error había sido no haberle dicho inmediatamente la verdad a David. Me prometió hacer todo lo posible para que su mejor amigo esperara en su casa para que yo le pudiera hablar. En cuanto llegué, me ayudó a defender mi causa, pero de verdad, no fue difícil hacerle entender a David que yo no tenía nada que ver porque fue Sandro quien me había besado sin que yo lo alentara.
«En el fondo, Louisa, no podía creerlo. Te conozco muy bien ahora: yo sé i> que nunca me harías daño a propósito.»
Nos besamos y después abrazamos a Judith antes de dejarla. En el taxi que nos llevó hasta el penthouse, David continuaba con un humor pesimista.
«¿Todavía estás enojado conmigo, David?»
— ¡Oh! Mi amor… no es eso, tranquilízate. Todavía estoy un poco conmovido, eso todo. Además estoy muy enojado con mi primo… Es verdad que Sandro siempre ha estado un poco celoso de mí, pero ¡nunca pensé que tratara de quitarme a la mujer que amo!
— ¡Oh David! ¡No te enojes con él; no creo que tuviera mala intención, lo sé!
David se voltea hacia mí, sorprendido y un poco molesto de que defienda a su primo. Enseguida corregí mi afirmación.
«Escúchame bien: creo que lo que Sandro hizo fue irrespetuoso, pero no creo que lo haya hecho para hacerte daño o para separarnos. Por otro lado, en cuanto llegó a su casa, me escribió un e—mail…»
El rostro de David se endurece:
« ¿Quieres decir que además de todo, insistió?»
— No, ¡pasó lo contrario, justamente!
Se disculpó, juró dejarme tranquila y me aseguró que pensaba que mi lugar estaba en tus brazos y no en los suyos.»
Tomo la mano de David:
«Sabes, creo que se dejó llevar por un impulso que lamentó enseguida. Tú mismo lo decías: sí, Sandro está un poco celoso de ti… ¡Pero es porque te admira!»
David se quedó en silencio por un instante.
«¿Podrías… leerme el e—mail cuando regresemos?
— Lo que necesites David. Lo que sea para que comprendas que no quiero esconderte nada.
— ¿Y dices que Sandro promete no intentar nada contigo?
— Sí.»
David suspira.
«Creo que ya es algo… si se mantiene tranquilo, tal vez con el tiempo logre perdonarlo.»
Al llegar al apartamento, después de leer el e—mail, decidimos encender la chimenea y sentarnos frente a ella, para relajarnos y olvidarnos de esta tarde tan pesada. Me acurruqué en los brazos de mi amado y miré en silencio cómo bailaban las llamas de la chimenea. ¡Era tan agradable sentir su piel! Estaba consciente de que habíamos evitado lo peor, y todo gracias a la confianza que ahora reina entre nosotros. En ese momento entendí que todo había cambiado: ya no éramos solamente dos amantes, sino también éramos almas gemelas…
Entonces, me armé de valor y le hablé a David de una cosa que, después de algunos meses, me atormentaba: la probable implicación de Chloe en el blog de John Doe.
«David, ¿recuerdas esa vez donde me hiciste darme cuenta de que John Doe escribía siempre sobre mí después de las tardes que pasaba con Chloe?
— Ah sí, me acuerdo que eso te había intrigado… Sobre todo después de esa tarde que pasamos en el club de jazz, el Sunset…
— Después de esa noche, pensé que habíamos establecido con certeza que Chloe no me apreciaba mucho y que estaría dispuesta a las peores perfidias para dañarme. Me pregunto también si no es ella quien le habla sobre mí al bloguero…»
David se queda pensando un momento:
«Es verdad que uniendo estas coincidencias, todo se vuelve extraño.
Existe un modo de confirmar tus suposiciones, pero te aviso que no te va a gustar…
— ¿Por qué?
— Porque implica hacerle creer a Chloe que ella ganó…»
Fue así como decidimos simular la separación en la velada ofrecida por Chloe en el MoMa. Tal vez nuestro plan no funcione: implica que John Doe se apropie del asunto y haga un escándalo.
Por eso cuando iban a ser las 21 horas, yo estaba muy nerviosa: por las emociones del día anterior y también tenía miedo de que nos equivocáramos.
Pero si en los minutos siguientes, John Doe escribía en Twitter o en su sitio algo sobre nuestra ruptura, sabríamos que fue Chloe quien le dijo, pues era la única persona que estaba a nuestro lado y que escuchó nuestras palabras.
Mejor:
entre más detallado sea el artículo, más sabremos sobre la implicación de quien, a pesar de nuestras diferencias, la creía mi amiga.
Entonces, cuando actualizo la página web en mi Smartphone, aparece enseguida un artículo:
«Louisa Mars dejada Hacía un tiempo que algo no iba bien en la vida de
la it—girl: en las alfombras rojas y en la ciudad, había sido eclipsada por
Eleonore Clark, la nueva bomba que todos pelean y que pudimos ver en los
brazos del escritor David Fulton. Pero esta tarde en el MoMA, durante una gala
de caridad a favor de los bomberos de Nueva York, la guapa Louisa fue dejada
públicamente por su pareja.
Humillación total para la francesita: ¿qué va a hacer sin su Pigmalión?
Podría apostar porque el Village Voice deje de pronto de pasarle el cepillo
para abrillantar publicando sus (mediocres) relatos. Entonces, Louisa, dinos:
¿te vas a quedar contra viento y marea o volverás a esconderte en tu Sorbona
de origen?»
Al leer estas cosas desagradables sobre mi trabajo, la ira me invade. ¡Qué tipo tan inmundo! Oh, si lo tuviera cerca, yo… David interrumpe de mis pensamientos furiosos:
— Louisa ¿viste?
— ¿Qué?
— La foto que ilustra el artículo. Es tu rostro en primera plana. Fue tomada por alguien que se encontraba frente a ti ¡muy cerca!
Examino la foto. Me veo desmoralizada y débil. David tiene razón, fue tomada por…
— David, estábamos en una esquina, no había más que dos personas enfrente:
tú y…
— Y Chloe. Esta vez la tenemos, Louisa.
David abre la puerta del auto y comienza a bajar.
— Le diré unas cuantas cosas a esa arpía. Sus historias de colegio, ¡ya no la soporto!
Rodea el auto y me abre la puerta.
— ¿Vienes? La pondremos en su «lugar» de una vez por todas.
De la mano, nos dirigimos de nuevo hacia el MoMa. Cuando avanzamos con un paso decidido sobre la alfombra roja, los fotógrafos people nos acosan: — David Fulton, Louisa Mars ¿es verdad que todo terminó entre ustedes?
— Señorita Mars ¿va a volver a París como dicen los rumores?
¡Ah eso, el veneno de John Doe no tardó en expandirse! Es verdad que está aquí la referencia en materia de chismes. Ignoramos a los periodistas que nos cuestionan y avanzamos directo hacia nuestro objetivo: Chloe Armant.
Una vez en la sala de recepción, nos acercamos a ella. David, amenazante, agita bajo sus ojos mi Smartphone en donde aparece el artículo.
— Chloe ¿qué es esto?
La arpía trata de usar su risa inocente más bella.
— ¿De qué hablas, David?
— Esta foto, Chloe… Fuiste tú quien la tomó. Lo sé. Toda nuestra pelea fue solo una actuación destinada a engañarte: ayer entendimos que eras tú quien, desde el principio, anima a John Doe a escribir esos horrores sobre Louisa. No vale la pena negarlo.
— David… te aseguro que no sé de qué hablas.
Por supuesto, es el momento que Sandro elige para hacer su entrada en el lugar. Era de esperarse: Chloe es su mejor amiga. Por lo menos, él lo cree…
Porque ella no dudó en enemistarlo con su primo solo para dañarme: ¡no es genial para una confidente! Sandro, al ver vociferar a David sobre Chloe decide entrometerse:
— ¿Qué sucede? ¿Por qué discuten los tres?
David está muy molesto con Chloe como para preocuparse por el beso de Sandro en ese minuto.
— ¡Tu super amiga juega desde el principio a pillar a Louisa y tratar de ensuciar su reputación! Ella le sirve de informante a Jonh Doe para hacer correr los rumores más degradantes sobre ella…
Sandro interrumpe a David:
— ¡Vamos, lo que estás diciendo no puede ser posible!
¡Oh, oh! ¡No es el momento para que Sandro contradiga a David! Tengo que entrar en la conversación:
— Te aseguro, Sandro, que es verdad: hacía varios meses que yo lo suponía… Atrapamos a Chloe simulando una ruptura bajo sus narices y veinte minutos después, ¡John Doe publicó su crónica!
— Louisa, ¡hay más de trescientas personas aquí esta noche! Y todas pertenecen a la alta sociedad, pudo haber sido cualquiera.
Le pongo el teléfono frente a sus narices: — ¿Ves esta foto? Fue tomada desde el lugar donde estaba parada Chloe cuando David y yo actuamos nuestro numero. Ella la envió al bloguero.
Sandro, tienes que creerme ¡ella no es tu amiga!
Y agrego, aún si sé que esto devastará a Sandro: — Ella le contó todo a David. Lo que sucedió en Fusion. No puedes confiar en ella.
Sandro, pálido, voltea hacia Chloe.
Su voz tiembla. Parece un animal herido:
— ¿Es verdad lo que ellos cuentan?
Al verlo en ese estado, Chloe tiene los ojos vidriosos.
— Sandro, yo… yo no quería.
— ¿Lo hiciste o no?
— Fue un descuido… un accidente…
Sandro grita:
— ¡RESPÓNDEME! ¿Me traicionaste al ir a contarle a David lo que yo te había confiado?
Chloe, una hábil manipuladora, no logra mentirle al guapo heredero que derrite su corazón:
— Lo siento, Sandro. Lo lamento mucho ¡si supieras cuánto! Al principio no fue más que un juego… una simple niñería.
Ahora, soy yo quien se exalta: ¿un juego de sobrentender que yo salía con David por su dinero? ¿Que había usado sus influencias para ser admitida en Columbia y en NYU? ¡No voy a dejar pasar eso!
— Chloe, ¿te parece divertido tratar de dañar a las personas? ¿A las personas de mi familia?
Ella me rezonga:
— No hablaba de eso. Los artículos que hablan sobre ti, son otra cosa… Yo hacía referencia a los comienzos del blog: al principio, me parecía una idea divertida…
Todos nos quedamos boquiabiertos.
David, al principio, parece comprender:
— Quieres decir que… que John Doe…
— Sí, David: soy yo. Soy John Doe.
Frente a nuestro silencio consternado, ella comienza a justificarse: — Te aseguro, que al principio no iba a ser nada malo. Sólo quería aprovechar mi posición de observadora privilegiada de la vida del Upper East Side para comentar un vestido, una relación… Pero con el tiempo, me dejé llevar por el juego: los lectores se volvieron más numerosos. Les gustaba cuando mi personaje de «John Doe» se hacía más feroz. Y después, por el anonimato, comencé a no darme cuenta… ¡Todo eso parecía tan disociado de mis actividades cotidianas!
Podía escribir una entrada atroz sobre una actriz y desayunar al día siguiente con ella para recolectar nuevas confidencias. Sabía quién se había hecho liposucción, quien engañaba a quién, quién había sido arrestado por la policía por estar ebrio en público…
Estaba en medio de todo y nadie lo suponía. Poco a poco, perdí el control…
Sandro se puso demasiado rojo:
— ¿El control? ¿El control? ¡Lo que perdiste fue la cabeza, Chloe! ¡Desde hace tres años traicionaste sin escrúpulos a todos tus amigos! ¿Te das cuenta?
El está fuera de sí.
— ¿Cómo pudiste hacerme eso?
¿Hacérselo a Louisa?
— ¡Sandro, te aseguro, que no fue contra ti! Al contrario: actué así para conservar nuestra relación.
Sandro estalla de una risa malvada:
— ¡Pero qué estás diciendo, pobre de ti!
Chloe, desesperada, da un grito desde el corazón: — ¡Ella te alejaba de mí!
De pronto, David parece entender lo que yo había comprendido, desde hace mucho tiempo: Chloe está locamente enamorada de su amigo de la infancia.
Por otro lado, este asombrado, le hace repetir: — ¿Qué?
— Desde que ella entró en nuestras vidas, todo es para ella. Louisa por aquí, Louisa por allá, Louisa es taaan inteligente, Louisa es taaan guapa… Al principio no tenía nada contra ella, pero estaba a punto de perderte y eso ¡me volvió loca de celos!
— ¿Perderme? Pero nos veíamos todos los días, nos enviábamos mensajes muy seguido… ¡Yo no tenía ningún secreto para ti!
Chloe, atormentada porque no entiende, le contesta: — Bueno, ¡puede ser que hayas tenido secretos, Sandro! Tal vez no estaríamos aquí los cuatro, peleándonos ¡si hubieras aceptado protegerme al guardar tu vida privada para ti solo!
— Sandro, en plena negación, todavía no comprende: — Pero… pero, por qué, Chloe?
— ¿No te das cuenta? ¿No lo sientes?
Chloe inhala profundamente:
— Te amo, Sandro. ¡Siempre te amé!
Amé al niño de rodillas raspadas que se divertía saltando detrás de una puerta para asustarme, amé al adolescente con quien fui a mi primera fiesta, amé al joven que iba de mi brazo al baile de las Debutantes… ¡te amo desde que tengo siete años! Y todo este tiempo, ¡creí que tú también me amabas! Después de todo, las otras chicas no te importaban: las arrojabas como Kleenex antes de volver a mí. Yo pensaba que… pensaba que era una manera tuya de vivir tu juventud antes de comprometerte, antes de vivir conmigo, a mi lado…
Chloe rompe en llanto:
— Pensaba que cuando fuera el tiempo de que te enamoraras, me escogerías a mí. Esperaba que abrieras los ojos, que me vieras… Que te dieras cuenta de que soy un poco bella, que generalmente agrado… ¿No te pareció raro que a pesar de todas las ofertas que recibo, nunca salgo con nadie? ¡Es porque te esperaba, Sandro! Y sin embargo, tú la escogiste a ella: una desconocida, la novia de tu primo, ¡ella en lugar de mí!
Por más que esté furiosa contra Chloe, de pronto me pongo en su lugar.
Es verdad, yo nunca hubiera hecho algo tan malvado como su blog bajo un pseudónimo, pero sé que es amar apasionadamente a alguien, a tal punto que los celos pueden hacerte perder la razón. Excepto que Sandro no parece del todo en la misma disposición amable que yo.
— ¿Pero, Chloe por qué crees eso?
¡Justamente me gustó porque Louisa está a mil kilómetros de ese tipo de mezquindades! ¡Fue porque ella es tan honesta, franca y valiente que transformó mi visión de las cosas! Yo también, antes de conocerla, tenía por ti…
El rostro de Chloe se ilumina un instante. Sandro se niega a terminar su frase:
— Ahora todo terminó ¿entiendes?
Ya no soy el mismo, Chloe. Ya tuve suficiente, de nuestros juegos infantiles de niños ricos. Yo también tengo ganas de hacer algo útil en mi vida.
De pronto, viene el golpe mortal:
— Nunca podré amar a una mujer tan manipuladora como tú, Chloe. No quiero verte nunca más. ¡Sal de mi vida!
Después Sandro voltea hacia David:
— Lo siento, David. Nunca más te traicionaré como lo hice al besar a Louisa. Te lo aseguro: yo también tengo ganas de cambiar, de volverme un hombre mejor. Nunca más actuaré a tus espaldas y espero que me puedas perdonar con el tiempo. Los voy a dejar tranquilos y volver por un tiempo a Trieste… No me acercaré a Louisa mientras que…
Esboza un gesto impotente con su brazo y después lo deja caer inerte, antes de murmurar:
— Si supieras lo enojado que estoy conmigo mismo, David.
Pone una mano sobre el hombro de su primo: — Tú eres mi modelo, te quiero como a un hermano. No quiero perderte.
David, conmovido, le responde:
— Nunca te daría la espalda, Sandro:
eres mi sangre, eres mi hermano.
Los dos hombres se abrazan, conscientes de que probablemente sea la última vez que se ven en un buen rato, después Sandro nos lanza una mirada triste antes de alejarse sin voltear, dejando a Chloe devastada. David le dirige una mirada indiferente y se aleja.
El llanto de Chloe se vuelve más intenso. Algunos invitados se dan cuenta y se ponen a observarnos, pero parece que Chloe no se da cuenta: dirige hacia mí un rostro donde leo un suplicio silencioso. Casi tengo ganas de consolarla: no me atrevo a imaginar cuánto está sufriendo por el rechazo de Sandro. Pero David, no me deja dirigirle un gesto. Se voltea y me dice: — ¿Vienes, Louisa?
Titubeo por un momento antes de irme con él, y nos alejamos los dos, dejando a Chloe con su castigo.