«No puedes olvidar que ese cuadro es una construcción», dice Rudi Fuchs, a quien encuentro casualmente en el aeropuerto de Barcelona. «No debes meterte con ese cuadro», dice Jeroen Henneman, a quien veo un par de días después en Amsterdam. ¿Y si fuera en un espejo donde miraban, no sólo el pintor, sino también ellos: enano, princesa, cortesano, menina? Y el perro por supuesto que no, pues los perros no miran en los espejos. Y el rey y la reina entonces, ¿cómo pueden reflejarse en el espejo del cuadro si no están ante él? ¿Pero podrían estar junto al espejo que refleja todo, incluida su reverberación? He intentado dibujar la situación desde arriba, como un plano, con líneas para direcciones de mirada y reflejos pero, naturalmente, he fracasado. Este enigma fue construido para mantenerme apartado de él y, por consiguiente, persuadirme a entrar. Una construcción, efectivamente. Y no puedes meterte en él. Pero aún así, si has salido del cuadro hacia fuera —José Nieto Velázquez, sin familia, jefe de la tapicería de la reina, ha mantenido abierta amablemente la cortina para el luminoso hueco de la escalera— sientes los espesos hilos de una invisible tela de araña a tu alrededor que ha tejido un hombre para ti hace trescientos años.
Dejo Madrid y me dirijo a Alcañiz, en Aragón, pasando por Sigüenza. Mesetas, desiertos, a veces unos cuantos almendros en flor. El suelo tiene los colores de Zurbarán, no de Velázquez, el color de tierra, aridez, hábitos. En 1644 el rey con su séquito está de camino por aquí. El año anterior su ejército de 20.000 hombres era aniquilado en Rocroy. A partir de ahora empieza a desmoronarse el imperio mundial, ése fue el momento crucial. En la frontera con Cataluña paran en Fraga. En una casa ruinosa el pintor pinta al rey y a su enano. En la región por donde habían pasado no se veía con buenos ojos al rey, pero aquí se detiene durante tres días para posar. Cada día se le trae caña fresca para protegerle del frío suelo de piedra cuando se pone en pie. Rojo, plata, negro, con todo el plumaje, una especie ornitológica en extinción. Rey, pintor y enano deben de haberse sentido como en un sueño con sus trajes cortesanos en esta inhóspita tierra.
1990