SOY TU

Mis pasos resonaban lúgubremente en los pasillos del hotel. Trabajaba como vigilante nocturno y a esas horas no se escuchaba nada y el silencio era sepulcral. Pero esa noche había algo. Allá donde iba, el sonido de unas llaves me perseguía. No eran las mías, pues las tenía guardadas en el bolsillo, firmemente atrapadas, por el peso del móvil, pero sonaban detrás de mí. Tras cada esquina, en cada hueco.

En más de una ocasión me giré bruscamente con la esperanza de encontrar a alguien. Nunca había nadie. El sonido persistía y, poco a poco, el terror fue apoderándose de mi cuerpo y mi mente. Veía sombras en cualquier lugar y mis pies fueron aumentando su velocidad. Ahora oía pasos, ligeramente desacompasados con los míos.

Una presencia, alguien o algo me miraba, aunque yo no pudiera verlo.

—¿Hay alguien ahí? —pregunté con la voz temblorosa. Solo me respondió el sonido aterrador de unas llaves y unos pasos que se acercaban—. ¿Quién es?

Estaba en un pasillo, únicamente iluminado por la tétrica luz de las luces de emergencia. Fijé mi vista en el fondo del pasillo y mi cabeza comenzó a sudar a chorros y el ritmo de mi corazón se aceleró cuando distinguí una figura en la oscuridad. Se acercaba lánguidamente, como si estuviera volando, haciendo hondear la túnica negra que cubría su cuerpo. Aún así, sus pasos seguían escuchándose. Sostenía un manojo de llaves unidas entre sí por un alambre en forma de círculo, en unas huesudas y blancas manos, con las uñas cubiertas de negro. Su rostro estaba oculto tras la sombra de una capucha, pero intuí unos ojos rojos como la sangre.

Yo estaba inmóvil, paralizado de terror, observando impotente, como se acercaba. Y cuando estuvo frente a mi alzó la cabeza. La luz de seguridad alumbró el rostro blanquecino de la muerte. Pero lo que más me impactó fue que era mi misma cara. Mis mismas facciones.

—Soy tú —dijo con una voz que parecía sacada del mismísimo infierno.

Yo grité aterrado y me giré para huir de tan espantosa visión. Cuando estuve lo suficientemente lejos, me atreví a girarme. La luz de emergencia seguía alumbrando tenebrosamente el pasillo, pero estaba vacío. El espectro había desaparecido.
Por la mañana, cuando terminó mi guardia me fui para no volver. No sabía si lo que había visto era real o no. Pero era una señal y no pensaba acabar así.