Capítulo 4

 

 

 

Por la mañana Carol se desperezó y rebuscó entre las latas algo de comer. Dec tenía puestos unos auriculares y por el ruido que salía de ellos debía estar escuchando música heavy. Carol abrió una lata de melocotones y agarró uno con el tenedor, lo mordisqueaba mientras miraba a Dec.

 

Sí que es raro este vampiro, menea la cabeza, cierra los ojos y parece en trance, en fin yo a comer que es lo mío.

 

Dec estaba planeando sus próximas acciones, debía recorrer la ciudad en busca de supervivientes para de esa forma librarse de la humana. El heavy le relajaba y además le hacía más soportable estar cerca de ella.

 

Carol comenzó a hacerle señales con las manos, primero con la mano derecha, luego con la izquierda, con las dos y finalmente le dio una patada.

 

Dec abrió los ojos y la miró, sus ojos desprendían frialdad y la tonalidad roja emergente dejaba claro que no le gustaba que lo molestaran.

 

—¿Qué quieres humana?

 

—¡Joder! Otra vez con lo de humana. ¡Me llamo Carol!

 

—¿Qué quieres? —preguntó de nuevo Dec.

 

—¿Qué vamos a hacer?

 

—Te quedarás aquí mientras yo busco supervivientes.

 

—¿Yo sola? —preguntó Carol aterrada.

 

—Sí, la azotea es segura.

 

—¿Y qué pasará si encuentras supervivientes?

 

—Te dejaré con ellos.

 

Carol asintió, tampoco le agradaba mucho la idea de estar con un vampiro chupa sangre.

 

Dec se levantó, abrió la puerta y se quedó mirando el sol, como solía hacer, pensativo.

 

—Yo creía que los vampiros os freíais al sol.

 

—Solo en las películas. —respondió Dec con indiferencia.

 

—Ten cuidado. —pidió Carol.

 

Dec se giró y la observó con curiosidad, ¿de verdad le importaba su seguridad? Corrió hasta la cornisa de la azotea y desde allí saltó a otra azotea, continuó su carrera de tejado en tejado, tenía que localizar a otros supervivientes o esa humana acabaría volviéndolo loco, ¿por qué no podía ser como los otros vampiros? Beber su sangre y acabar con el problema. ¡Maldito error en la conversión vampírica!

 

Dos horas más tarde Dec negó con la cabeza, no había rastro de supervivientes en aquella maldita ciudad. Entró en un edificio de apartamentos, desenvainó una espada y caminó hacia una puerta abierta. Los ruidos eran constantes, pero no había seres vivos allí, debían ser zombies. Se coló en el interior de uno de los apartamentos y cerró la puerta, los ruidos se hacían cada vez más intensos. Registró las habitaciones, no encontró comida pero sí pilas para su reproductor mp3 y un cargador.

 

Tras él escuchó como la puerta se abría, la madera se astilló y varios seres que se habían apilado contra ella cayeron al suelo. No tardaron en levantarse y caminar hacia él, la carne de vampiro también les gustaba y con su poder de regeneración podrían pasar horas devorándolo antes de que la muerte llegara.

 

Dec apartó esos pensamientos de su mente  y cortó la cabeza a uno de ellos, giró sobre sí y clavó la hoja de la espada en el cráneo de otro. No dejaban de llegar más seres y el espacio se reducía, miró hacia la ventana del salón y corrió hacia ella. Abrió la puerta y estudió la altura, no había escalera de incendios y la caída era peligrosa, pero no tenía alternativa. Envainó su espada y saltó al vacío justo cuando varios seres iban a agarrarlo.

 

El impacto contra el suelo fue terrible, pudo notar como sus piernas se destrozaban, por fortuna sus huesos ya comenzaban a restaurarse. Miró en todas direcciones tratando de encontrar un refugio que lo ocultara de los seres hasta que pudiera volver a caminar con normalidad, pero solo encontró un camión de mudanzas. Se puso en pie y caminó hasta él como pudo, arrastraba las piernas cojeando de forma grotesca. Varios seres aparecieron al final de la calle y decidió forzar sus energías y saltar al techo del camión. Los seres aparecían atraídos por el ruido y lentamente se aproximaron al camión.

 

Dec se tumbó en el techo y cerró los ojos, debía relajarse y dejar que su cuerpo se curara. Abajo los seres golpeaban el camión sin ritmo, mientras sus gritos guturales cargaban la atmósfera y servían para atraer a más zombies.

 

Carol revisó la azotea, se sentía como un canario enjaulado, estudió la trampilla que daba acceso al edificio pero la sola idea de verse acorralada por zombies la paralizaba, esperaría al vampiro.

 

Dec abrió los ojos, era de noche y la fría brisa invernal relajaba sus músculos. Se incorporó ya en plena forma y se levantó. Estaba rodeado por un centenar de seres que gritaban con sus podridas gargantas, deseosos de engullir sus entrañas. Dec calculó la distancia hasta un Mustang aparcado no muy lejos de allí y saltó sobre su techo, una vez allí y algo más lejos de la masa de zombies, corrió calle abajo. Sacó sus auriculares sin dejar de correr y se los colocó en las orejas, pulsó el play y dejó que una canción de Metallica invadiera sus oídos.  Desenvainó sus espadas y cortó las cabezas a dos seres que se cruzaron en su camino. Se detuvo y se quedó mirando una tienda, corrió hacia ella y se quedó parado en el umbral de la puerta. No olía ni a humanos ni a zombies. Cerró la puerta y la atrancó con un mueble de hierro forjado. Miró la calle, todo estaba tranquilo, los seres seguían caminando de forma errática, no lo seguían.

 

Revisó los estantes y sonrió al encontrar lo que buscaba. Los supervivientes no tuvieron tiempo de arrasar con todo y la armería seguía teniendo buen material. Rebuscó hasta encontrar un petate militar como el que solían usar los cazadores y comenzó a llenarlo con armas cortas, munición y un par de mp5. Encontró un aparador que contenía bolsas de aperitivos, arrancó la puerta y cogió todas las bolsas y paquetes de chocolatinas, su mascota humana tenía que comer.

 

Carol temblaba bajo las mantas, la puerta no cerraba herméticamente y el frío gélido de la noche la estaba torturando. No pudo evitar chillar cuando vio que la puerta se abría.

 

—Tranquila. —dijo Dec mientras cerraba la puerta y dejaba el petate en un rincón del cuarto. Soltó una pequeña bolsa junto a Carol—. Más comida.

 

Carol abrió la bolsa y sonrió, aperitivos y chocolate. Sacó una tableta de chocolate y la devoró, sus papilas gustativas disfrutaron de una auténtica fiesta de sabor.

 

—Gracias. —dijo Carol sonriendo.

 

—He conseguido armas, ¿sabes disparar?

 

—No. —contestó Carol.

 

—Mañana te enseñaré.

 

—No sabía que los vampiros usaran armas.

 

—Las armas no suelen ser efectivas con nosotros a no ser que nos destrocen la cabeza o el corazón, pero son útiles contra los humanos y los seres.

 

Carol asintió y siguió revisando la bolsa tratando de decidir qué comer a continuación.

 

—Hay algo que no entiendo, ¿por qué sigue habiendo electricidad y suministro de agua? —preguntó Carol.

 

—Yo tampoco lo entiendo, inspeccioné una central eléctrica y allí no había nada salvo más seres. Nadie cuida de esas instalaciones.

 

—Tus ojos son azules y tus dientes son idénticos a los humanos, ¿es que no tenéis nada en común con los vampiros de las películas?

 

—No mucho, llevamos siglos entre vosotros, no tenemos garras, ni colmillos enormes, el sol no nos quema y no vamos organizando matanzas.

 

—¿Y cómo os alimentáis? —preguntó Carol sintiendo un escalofrío, no estaba muy segura de querer saberlo.

 

—Unos usan clínicas de sangre, otros atacan a humanos procurando no matarlos, aunque un vagabundo no suele ser echado de menos.

 

—¿Y tú?

 

—No bebo sangre humana.

 

—¿Por qué no? —preguntó Carol confundida.

 

—Es una larga historia que no comparto con cualquiera.

 

—¿Ahora quién es el maleducado? ¿Entonces cómo te alimentas?

 

Dec se llevó la mano hasta su collar y miró a Carol con severidad, hacía mucho que no hablaba con nadie y ya empezaba a enfadarse.

 

—¿Esos tubos contienen sangre?

 

—Sí, sangre de animales.

 

—¿Qué animales?

 

—Te aconsejo que intentes dormir, mañana emprenderemos la marcha. Aquí no hay supervivientes.

 

Carol se acurrucó bajo las mantas y trató de dormir aunque la idea de viajar le aterraba.