Capítulo 3
El vampiro saltó al techo de la furgoneta, la tomó en brazos y desde allí saltó a una escalera de incendios. Subió cada tramo de la escalera con precaución, los edificios estaban repletos de seres que habían quedado atrapados. Cuando llegó al último piso saltó a la azotea, caminó por el suelo de grava hasta un cuarto de antenas, dejó a la chica en el suelo y tiró de la puerta hasta hacer saltar la cerradura. Después de asegurarse de que el cuarto estaba vacío, regresó hasta el lugar donde la había dejado y la cogió en brazos. Su pelo castaño brillaba bajo la luz del sol, parecía un buen espécimen femenino, aunque sin duda necesitaba un baño. La dejó dentro del cuarto de antenas y revisó la azotea. El único acceso era a través de una trampilla, esos seres no tenían cerebro como para buscar una escalera, pero podrían amontonarse y conseguir subir.
La chica no debía de tener más de veinticuatro o veinticinco años, estaba delgada, aun así era atractiva. ¿Pegarle a un zombi con la zapatilla?, también debía estar loca. De cualquier modo necesitaba comer y no había percibido olor de comida humana en su mochila. Gruñó fastidiado, no podía dejarla sola, esa idiota era capaz de caerse de la azotea o bajar por esa trampilla. Acarició su collar de cobre formado por una veintena de cápsulas metálicas del tamaño de un cigarrillo, pronto debía beber sangre, había gastado mucha energía. Miró su anillo de oro con las iniciales DM, añoraba los tiempos pasados.
La chica salió del cuarto y lo miró, entre asustada y sorprendida.
—¿Serás capaz de estar sola un rato sin que te maten?
Carol le enseñó el dedo medio y el esbozó una media sonrisa que la desarmó.
—¿Tienes nombre o debo llamarte vampiro?
—Dec. —contestó el vampiro.
—¿Dec? ¿En serio? ¡Joder! Yo creía que un vampiro tendría un nombre más llamativo como Valemor, Krondorel o alguna mierda así.
—Eres una maleducada. —dijo Dec.
—¿Qué planes tienes para mí? ¿Me rescatas de esos bichos para comerme tú?
—No bebo sangre humana si puedo evitarlo.
—¿Eres algo así como vegetariano? —preguntó Carol haciendo un mohín con la boca.
—Voy a buscarte algo de cena. —dijo Dec corriendo hasta el extremo de la azotea, desde allí saltó a la escalera de incendios y se alejó—. Esta humana solo me traerá problemas.
Entró en uno de los apartamentos, procuró no hacer ruido. Agarró un mantel que yacía sobre la mesa de la cocina y registró los armarios cogiendo todo lo que pudiera ser comestible, luego recorrió las habitaciones en busca de mantas y otros detalles de utilidad para la estúpida humana.
Está listo este si se cree que me voy a dejar morder, ¡ni hablar! Esta nena es una chica dura, le voy a pegar un guantazo en cuanto llegue que va a alucinar. ¿Por qué me querrá traer comida, será para que engorde? Carol caminó por la azotea nerviosa, vio una caja de cartón que le llamó la atención y se acercó.
—¿Galletas?
Abrió la caja, estaba hambrienta. Nada más desplegar un poco el cierre un hocico pequeño y regordete se le quedó mirando. Carol tiró la caja al suelo y chilló con todas sus fuerzas, salió corriendo y se encerró en el cuarto de antenas.
Dec que en esos momentos acababa de subir a la azotea contempló el espectáculo, apretó los dientes, entrecerró los ojos aburrido y caminó hasta el pequeño cuarto.
Tiró de la puerta pero esta no cedía, ella debía estar agarrándola.
—¿Quién es? —preguntó Carol.
Dec se pasó la mano por la cara desesperado, tenía los nervios crispados.
—Barby princesa, abre y te presento a mi pony.
La puerta se abrió y Carol lo miró ceñuda.
—Te vas a cachondear de tu madre.
Dec le guiñó un ojo y soltó el petate que había fabricado con el mantel en el suelo.
—Comida y otros útiles, sírvete.
Carol deshizo el nudo y se quedó mirando el contenido, algunas latas de comida, un abrelatas, un tenedor, una cuchara, un cuchillo, varios paquetes de pasta, galletas, después de lo de la rata ya no le apetecían tanto y dos mantas.
—Pasaremos la noche aquí, acomódate en ese cuarto. —dijo Dec sin mirarla.
—Ese cuarto huele a pis. —protestó Carol.
Dec la miró, valorando si abandonarla allí mismo, al fin y al cabo no iba a durar mucho.
Carol colocó una manta en el suelo y dejó la otra encima para taparse. Cogió el abrelatas y abrió una lata de raviolis rellenos de carne, introdujo la cuchara y tomó un par de raviolis. Están muy buenos y jugosos, pensó divertida mientras se sentaba en el suelo.
Dec se alejó de ella, necesitaba estar lejos y pensar. Encontraría algún grupo de supervivientes y la dejaría con ellos. La miró y negó con la cabeza, la chica se había manchado toda la boca con tomate y seguía comiendo como una cerdita. Desenganchó una cápsula de su collar, pulsó el extremo superior de esta y se retiró a un lado la pequeña tapa. Bebió la sangre y se relajó.
Carol sacó una botella de agua y se lavó la cara como pudo, estaba satisfecha, se frotó la barriga y se dispuso a recoger sus provisiones y guardarlas en su mochila que dejó a un lado de la manta. Estaba cansada pero tenía miedo a dormirse, no tenía claras las intenciones del vampiro. Se recostó encima de la manta y se tapó con la otra, se estaba bien tapadita y resguardada.
Dec entró en el cuarto y cerró la puerta, forzando un lateral. Se sentó en el suelo y se quedó mirándola. Ella parecía tan indefensa, lo miraba aterrada, debía estar pensando que la iba a matar o algo así.
—¿Cuál es tu nombre humana?
—¡Joder! ¿Cuál es tu nombre humana? Pareces un extraterrestre o algo así. —gruñó—. Me llamo Carol.
El vampiro asintió y cerró los ojos.
—¿Ya está, me preguntas mi nombre y ya está?
—No es una entrevista de trabajo. —respondió el vampiro.
—Lo sé, pero podías ser más amable, preguntarme algo sobre mi vida pasada, ser más humano.
—No soy humano.
Carol lo miró ceñuda, agarró su zapatilla y se la tiró a la cabeza. El vampiro abrió los ojos que empezaban a perder su color azul.
—Está bien. ¿A qué te dedicabas antes de todo esto?
—Era abogada.
—Una chupa sangre.
—¡Mira tú quién fue a hablar! —protestó Carol.
Dec cerró los ojos y se centró en ignorarla, sus fuerzas no estaban al cien por cien y no bebía suficiente sangre.
—¿Me vas a morder mientras duermo?
—No.
—¿Seguro?
—Sí.
—¡Claro!, como que si fueras a hacerlo me lo ibas a decir.
—¡O te callas o te muerdo de verdad! —gritó Dec desesperado.
—Buenas noches. —dijo Carol y se relió en su manta que aún olía a suavizante de moras.