PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN

Para ser buenos padres, no hace falta leer ningún libro.

Parece una forma un poco rara de presentar un libro para padres. Pero es la verdad.

Es fácil oír voces que claman lo contrario. Que para ser padres habría que tener un título, que el simple hecho de dar a luz no te capacita para criar a un hijo... Pero resulta que sí, que en la vida real, el simple hecho de tener un hijo te convierte en madre o padre, como ha ocurrido durante millones de años.

Una de las ventajas de ser pediatra es el privilegio de conocer a cientos, miles de padres. Sobre todo madres. Personas que hace apenas unos meses eran tal vez inmaduras, egoístas o despreocupadas, aparentemente incapaces de denvolverse en este mundo y a las que difícilmente habrías confiado el cuidado de un helecho, de pronto, solo por dar a luz, dan un paso al frente y asumen la agotadora responsabilidad de atender todas las necesidades de un recién nacido. Le protegen, alimentan, cuidan y educan sin vacilar. Bueno, con vacilaciones, muertos de miedo al principio, llenos de dudas, pero sin retroceder, sin salir huyendo, casi sin llorar, y con notable eficacia.

Criar a un hijo es agotador, sin duda. Pero también divertido, satisfactorio, trascendente. Para la mayoría de nosotros, lo más divertido, satisfactorio y trascendente que haremos en la vida.

Divertido, porque el mundo parece nuevo a través de sus ojos asombrados, y los actos más sencillos, tras sus pacientes repeticiones y su sonrisa de triunfo, recuperan toda la importancia.

Satisfactorio, porque una persona ha depositado en nosotros una confianza ciega, y sentimos que no le hemos fallado.

Trascendente, porque cuando el recuerdo de todo lo que fuimos e hicimos se desvanezca, los nietos de nuestros nietos aún poblarán la tierra; y, aunque no conozcan nuestros nombres, seguirán llevando algo de nosotros.

También hay, por supuesto, momentos de duda, incluso de angustia. Como pediatra, he podido ver que muchas veces esas preocupaciones son infundadas. El niño está bien, los padres están bien, no pasa nada..., pero no se han cumplido las normas de los expertos. El bebé no ha dormido las horas que «tiene» que dormir, o no ha engordado los gramos que «debe» engordar, o ha pedido el pecho cuando «no le toca», o no se ha comido la cantidad de verdura que «le corresponde», o está adquiriendo una «mala costumbre».

Por eso escribí mis libros. Para ofrecer a esos padres preocupados otro punto de vista, para ayudarles a liberarse de normas y prejuicios, a hacer sin miedo lo que su corazón y su hijo les piden.

Mis editoras están convencidas de que es buena idea publicar los tres libros en un solo volumen. Sin duda, quedará un pisapapeles considerable, un ladrillo sobre el que sentar a los niños pequeños para que alcancen la mesa. Parece que saldrá más barato que comprar los tres por separado, lo que siempre es una ventaja en tiempos de crisis.

He aprovechado para revisarlos y actualizarlos. Sobre todo, he suavizado las recomendaciones sobre alimentación: hay menos normas, y son menos importantes. No sé si será la edad, pero cada vez tengo más la sensación de que los niños pequeños pueden comer lo que les venga en gana. Igual que los adultos.

Espero que mis libros le sean útiles. Pero, en caso de conflicto, no dude ni un momento: su hijo es más importante que el libro.

CARLOS GONZÁLEZ

Hospitalet de Llobregat, septiembre de 2009