— PACÍFICA —

TÚ RECUERDA conmigo uno de los retratos de la casa de los colorines, el joven Werner Heisenberg vestido de alpinista, rubio y sonriente diciéndonos de despedida que el observador introduce la inseguridad en el sistema porque no puede separarse de un punto de vista por lo tanto el observador y su punto de vista son parte del sistema por lo tanto no hay sistemas ideales porque hay tantos puntos de vista como hay observadores y cada uno ve algo diferente: la verdad es parcial porque la conciencia es parcial: no hay más universalidad que la relatividad, el mundo está inacabado porque los hombres y las mujeres que lo observan aún no terminan y la verdad, inexhausta, fugitiva, en movimiento perpetuo, es sólo la verdad que toma en cuenta todas las posiciones arbitrarias y todos los movimientos relativos de cada individuo en esta tierra a donde me dirijo verticalmente, lejos de lamparitas encima de mi coco: Por Dios, Electores! son mis Abuelos, los del Taco Inconsumible, los que me dicen todo esto, no sé si a través de la cadena de mis genes o desde un sonar en forma de jícara que brilla negro desde el mástil más alto de la Nao de China y ésta es la coyuntura: por un lado, los Niños Perdidos nos instan por última vez, vienen o no vienen?, por la otra yo trato de prenderme a lo que puedo, extiendo mis brazos en el vientre convulso de mi madre, bajo un chubasco de coágulos, topan mis manitas santas con una envoltura de celofán, la rasgan, la rompen, y buscan, como el cartílago persigue al hueso, como los piececitos buscan al agua para chapotear, así buscan mis manos al ser próximo, el mellizo fraternal: el mellizo dizigótico, nacido de otro huevo fertilizado al mismo tiempo que yo, lo busco con mis deditos ciegos, mis dedulces que encuentran otro regalo envuelto en celofán, lo rasgan, huelen al otro ser como los coyotes que saben oler y distinguir los olores disímiles de los mellizos: toco esos deditos vecinos aunque ajenos y sé de quién son: la Niña Ba! Aquí estaba todo el tiempo! Aquí estaba y yo no lo sabía! Gestándose conmigo! No estoy solo! La niña fue gestada con el mismo semen y el mismo huevo que yo! La mujer apareció en el mismo tiempo que yo! Cristina apareció con Cristóbal! No estoy solo: no lo estuve nunca, Electra! Pienso rápido antes de olvidarlo todo: veo una ciudad poderosa, urbe de anchos hombros, ventiscas, nieve temprana, la casucha de una india muda, una abuela que no aprendió el inglés y olvidó el español, recibiendo entre las manos a otro niño que aparece entre las piernas morenas y sangrientas de una mujer ciega, el padre ciego mantiene cómoda la cabeza de su mujer, está naciendo en Chicago el niño ciego, mi semejante, mi hermano, helado él y ardiente yo! yo que alargo los dedos y le digo a la Niña mi gemelita fraternal, ya no tengo que escoger, niñita, con razón sólo yo te podía ver, ven, ven, vamos a salir juntos, tú eres mi razón suprema para salir, repite esto conmigo, nos necesitamos, no puedo ver la mitad del mundo sin ti, niñita Ba, ni tú sin mí, vamos a salir a responderle al mundo, a ser responsables ante la realidad, alarga tu manecita y toca la mía, por favor, repite conmigo lo último que te digo:

Con la misma facilidad dejamos atrás los logros y las ruinas, te lo digo yo. Todo construye y alimenta el porvenir, el éxito igual que el fracaso. Todo, así, será ruina. Salvo el presente, niñita. Salvo el instante presente en el que nos tocó recordar el pasado y querer el futuro. Memoria y deseo, niñita. Deseo y memoria, agú, dadá, ma, aaaaaahí viene la aaaaaaaah, baca se escribe con be de burro, niñita estamos juntos, juega conmigo, seremos compañeros de juego en la tierra, ya no sientas miedo, Niña Ba, agárrate de mi manecita, me tienes a mí aquí contigo, qué no ves niñita, juega conmigo, a la víbora de la mar, de la mar, bubú, agú, dadá, mamá, papá…

ÁNGEL PALOMAR negó con la cabeza: —No vamos con ustedes.

Creo que mi padre siente en ese momento que él es una aparición desesperada.

SOLOS OTRA VEZ! Qué soledad tan absoluta. Sólo brilla intensamente la aureola de mi madre. Huevo se fue con el Niño Perdido y el Huérfano Huerta. Nosotros nos quedamos. Las carabelas del Oriente se hicieron a la mar, brumosas, radiantes, sus velámenes rojos desplegados en las entenas, inscritos con caracteres chinos. Sus tres palos clavados a la cubierta como estacas de oro, haciéndose a la mar lejos de la playa agonizante, lejos de la fiebre turbia de El Niño y de la blancura mortal de los delfines y del círculo rojo y gris de los coyotes, lejos del poema borrado por la lengua blanca del mar, lejos, brillan las carabelas lejanas sobre un océano donde los delfines vuelven a vivir su edad placentera, su perpetuo ascenso y descenso acuático, de la superficie al fondo y del fondo a la superficie, regulares como un reloj, pragmáticos como un ancla, serenos como una sonda, del fondo a la superficie y de la superficie al fondo, eternamente, hasta la muerte. No poseen otra distracción.

EL MAR LEJANO, el mar entero, murmuró mi padre viendo a las naves de Pacífica alejarse sin ellos, resucitó el agua con un soplo impreso en humo.

País de hombres tristes y de niños alegres.

UN NIÑO está naciendo al nacer el 12 de octubre de 1992 en la playa de Acapulco. Viene tomado de la mano de una niñita de ojos cerrados. El niño tiene bien abiertos los ojos, como si sus párpados jamás se hubiesen formado. Mira fijamente a la tierra que lo espera. El niño nada hacia la tierra, suavemente, portando a la niña con él. Sale del vientre de su madre como si atravesara el mar pacífico, portando a la niña sobre sus hombros, salvándola de la muerte por agua. La luz se apagó; se extinguió el fuego encima de sus cabezas. Sale el niño. Del cielo desciende veloz Ángel, ángel de casco dorado y espolones verdes, espada flamígera en la mano, Ángel escapado de los altares indohispánicos del hambre opulenta, de la necesidad vencida por el sueño, de la cópula de los contrarios: carne y alma, vigilia y muerte, vivir y dormir, recordar y desear, imaginar: todo esto trae en sus labios el niño alegre que llega a la tierra triste, trae el recuerdo de la muerte, blanca y extinguida como la llama que se apagó en el vientre de su madre: por un instante veloz, maravilloso, el niño que nace sabe que esa luz del recuerdo, la sabiduría y la muerte era un Ángel y que este otro Ángel que vuela desde el ombligo del cielo con la espada en la mano es el enemigo fraterno del primero: es el Ángel Barroco, con la espada en la mano y las alas de quetzal y el jubón de serpientes y el casco de oro, el Ángel pega, pega sobre los labios del niño que nace sobre la playa: la espada ardiente y dolorosa pega sobre los labios y el niño olvida, lo

olvida, lo

olvida todo olvida todo, o

l

v

i

d

a..........