XI
Durante unos momentos, no ocurrió nada de particular.
De súbito, Zoé lanzó un agudo grito:
¡ Allí!
Su mano señalaba hacia un punto del cielo, donde se divisaba un punto rojizo, que se desplazaba rápidamente en el espacio.
El punto rojizo adquirió una blancura cegadora. De repente, estalló con un vivo fogonazo.
Otra luz análoga se vio casi en seguida, y otra y otra...
Albyn I ha estallado —dijo Fron—. Son sus fragmentos los que se incendian al penetrar en la atmósfera a fantástica velocidad.
Los trozos del satélite, un asteroide más bien, por su escaso tamaño, ardían por fricción con la atmósfera, a velocidades a veces superiores a los cuarenta mil kilómetros, lo que provocaba su incendio primero y su explosión casi en seguida.
La Mayoría de los fragmentos del satélite se vaporizaban en las capas altas de la atmósfera. Otros caían a tierra, aunque considerablemente disminuido su tamaño por los efectos de la fricción, que al provocar elevadísimas temperaturas transformaba los minerales en vapor, que luego se convertía en impalpable polvillo meteorítico.
Algunos trozos, sin embargo, eran demasiado grandes. Uno de ellos cruzó la atmósfera como un bólido, dejando a su paso una estela de atronador ruido, que hería cruelmente los oídos. No vieron la caída, pero sí percibieron el temblor del suelo provocado por el impacto.
La lluvia de fragmentos duró contados segundos, pero, no obstante, se les hicieron interminables a todos los presentes. Cuando el fenómeno hubo concluido, un denso silencio cayó sobre aquel lugar.
El siguiente paso es la destrucción de Albyn II —dijo Fron Derr, el primero en expresar lo que todos pensaban.
Zoé le cogió por un brazo y le miró con ansiedad.
¡ Fron! ¿No hay algún medio para evitar la catástrofe que pretende desencadenar ese monstruo?
Sí, uno —contestó el joven.
¿Cuál? —preguntó Lossath ávidamente.
Matarle — terció Korsvan.
No sería mala solución si, primero, supiésemos dónde está —dijo el pesador— y, segundo, si Oreal no lo tuviese todo previsto y dejado listo el mecanismo de explosión para que actúe aun cuando él haya muerto. No lo sé, me lo imagino — agregó Fron —, pero estoy seguro de que es así.
Yo también opino lo mismo —dijo Lossath—. Pero tenemos que evitarlo.
¿Cómo? —preguntó la muchacha.
Miraba a Fron, como esperando la respuesta salvadora.
La solución está en los papeles que me trajiste —dijo él—. Es el invento de Doo, pero tengo que estudiarlos de nuevo. Y esta vez, a conciencia.
No disponemos de mucho tiempo —habló el Rector—. Apenas una semana.
Lo sé, señor —contestó Fron—. Pero antes de que concluya ese plazo, habré dado con la solución definitiva.
O tendré que dimitir —murmuró Lossath en tono sombrío.
Fron comprendió los sentimientos del rector. No le importaba por él mismo, sino por los millones de víctimas que podía causar la insaciable avaricia de Huss Orea!.
* * *
Zoé entró en la habitación, portadora de una bandeja con unos platos.
Fron.
El joven levantó la vista.
¡ Eh! Hola, Zoé —sonrió con desgana.
Tienes los ojos enrojecidos y una barba de tres días —dijo ella, barriendo con la bandeja los papeles de la mesa—. Come algo o te caerás redondo. — Le besó suavemente en una mejilla—. Recuerda: el sentido práctico de las mujeres.
Fron sonrió.
Cierto —convino. Y atacó la cena con magnífico apetito—. ¿Qué hay de nueve?
La policía está buscando con ahínco a Huss. Hasta ahora, no han conseguido dar con él.
Está muy bien escondido, como es natural.
Zoé se sentó frente al joven.
¿Qué has sacado en limpio?
Ese granuja ha desarrollado el invento de Doo.
¿Que consiste en...?
Una máquina superpotente, disgregadora de las moléculas de los cuerpos. Está actuando ya, aunque parcialmente, y esto es lo que provoca los síntomas advertidos hasta el momento en Albynia.
Una especie de gigantesca pistola descohesiva, vamos.
Exactamente.
¿Cómo actúa?
Pues muy sencillo: emitiendo descargas disgregadoras en todas direcciones. En el caso de Albyn I, provocó la desunión de las diferentes capas geológicas, quebrantando, al mismo tiempo, la atracción interna, es decir, la acción de la gravedad que obra, como sabes, de fuera a dentro y, naturalmente, el satélite estalló.
¿Crees que hará lo mismo con Albyn II?
Zoé estaba muy pálida.
Sí —respondió él en tono rotundo.
Pero Albyn II es muy grande, casi un planeta. Tiene más de cuatro mil setecientos kilómetros de diámetro..., la máquina ha debido de ser colocada en el centro, a fin de que sus descargas descohesivas actúen en sentido radial. Ello significa que ha tenido que practicar una perforación de más de dos mil kilómetros.
La ha hecho —afirmó Fron.
Zoé se tapó la cara con las manos.
Entonces ¿no habrá más remedio que transigir con sus pretensiones?
No. Le derrotaremos antes.
— ¿Cómo?
Fron sonrió.
Estoy cansado. Dormiré un buen rato. Tengo la seguridad de que, cuando despierte, se me habrá ocurrido alguna buena idea.
Zoé le miró con pena. Fron le decía aquello para consolarla. Pero lo cierto era que el joven no había dado con la solución.