03

No diré que los últimos seis meses han sido aburridos. Nada que ver. Gracias a Lu mi vida ha ido mejorando. Resulta que ahora soy un vampiro en regla con algunos cambios. Parece que me he convertido en una belleza impresionante, lo que por un lado hace bien al ego y por el otro me ayuda en mi trabajo. Sí, sigo trabajando. Al parecer algunos inmortales debemos currarla para vivir mejor y ser una vampiro no me hizo automáticamente rica.

Mi único problema sigue siendo el señor oscuro.

Marcus Honda, amigas, dejen que se los diga, no es como imaginan. No es el señor correcto, ni el príncipe oscuro que llegó a rescatarme de la muerte. Nada de eso. Es un entrometido, mandón y dictatorial que cree que debo ser un calco de su adorada y nunca olvidada Elizabeth Von Grolman, si me preguntan les diré que al parecer la mujer era una doncella tímida y dócil a la que le echó el ojo hace cientos de años y que se le murió antes de concretar nada. Y no es que nos parezcamos. Conseguí una foto bastante vieja de ella y les diré que somos el día y la noche, Donde ella era una dama de sociedad alta elegante y delgada yo soy todo lo contrario. Sigo tiñendo mi pelo de azul y cualquiera diría que estoy más cerca de ser una chica dark punk que una señorita lánguida de sociedad. El asunto es que encontré una foto de ella en su cuarto. Sí, lo hice, anduve de fisgona ¿y qué? Ese día estaba aburrida y sin querer metí la mano en una gaveta de su escritorio y cuando la encontré me pescó con ella en mano

—¿Y quién es esta beldad?

Por supuesto usé mi tono frío y profesional. La mejor defensa es el ataque, El arte de la guerra, Sun Tzu.

—Una ex novia.

—La foto parece tener como cien años —dije con un mohín que en realidad quería decir: vieja y antigua.

—Creo que muchos más.

Me contestó sin moverse, con los brazos cruzados. ¿Acaso estaba esperando que pidiera perdón por revolver sus cosas.

—¿Y qué pasó con ella? También la mordiste.

—No. No tuve esa opción.

—Y sigues guardando su foto… ¿la amaste?

Supe en el instante en qué dejé caer esa pregunta que nunca debí hacerla. Hay respuestas cantadas y esas son mejor no oírlas.

—Así es.

Me temblaron las piernas.

—¿Y qué pasó?

—Su padre la casó con un noble.

Lo miré y comprendí. —Chica inglesa ¿no? De esas fruncidas y nariz para arriba. Supongo que un… japonés era demasiado para ella.

—Era una dama Nell, no tienes ningún derecho a hablar así de ella. Ella sí sabía qué debía hacer.

Palo para mí. Eso me enfureció. —A ver si entiendo: chica inglesa, de alcurnia imagino, te dejó por un noble porque se lo ordenaron. Y es una dama. Y sigues conservando su foto—. Pensé dos segundos en mi guerra personal contra el ninja obstinado. Y deslicé:

—No tienes suerte con las mujeres, tal vez deberías elegirlas más sumisas.

 

 

Ay Marcus… a veces siento que seguir luchando contra él es inútil. Marcus Honda no es un hombre de muchas palabras, pero sí de hechos. Puedes estar media hora hablándole pero no te escucha, simplemente te mira y sonríe, ahora he descubierto que sí que sonríe y me gustaría que lo hiciera menos. Lo que sucede es que su sonrisa me derrite, me convierte en moléculas ínfimas, no sé para que se gastan millones con la máquina esa de Dios, con una sonrisa de este hombre te desintegras. Y el maldito lo sabe, sabe que su voz, su mirada, su maldita sonrisa me hace de gelatina y se aprovecha. Pero no se la hago fácil, sigo viviendo sola y no importa que mi carne sea débil, no le daré el gusto de mudarme con el señor mandón. Porque mi carne si fue débil. No tienen porqué acceder a todos los detalles. Es duro saber que el tipo que tienes al lado lee tu pensamiento, te huele si estás excitada, es como una lucha ya perdida antes de ser pensada. Me lo dijo claramente.

—Me deseas y yo te deseo. Deja de comportarte como una niña malcriada y duerme conmigo.

Debió leer mi pensamiento porque dio la media vuelta y salió de su departamento. Cuando regresó traía un ramo de rosas rojas gigantescas. Me las entregó y dijo:

—¿Cuánto tiempo deberé cortejarte?

Sí, Marcus leyó muy bien mis pensamientos. Jamás tendría sexo con alguien cuyo romanticismo no llenaba un dedal, que digo dedal, la cabeza de un alfiler.

Ahí iniciamos el tira y afloje. Decidí ser sincera conmigo misma. No dormiría con el señor ninja oscuro mientras no se comportara como un ser humano. Solo que él supo lo que pensaba, se sentó frente a mí y con el tono de voz más desesperado del mundo me dijo:

—Nell, tengo casi 900 años de vida, siempre he vivido solo, nunca he cortejado a una mujer, nunca he sabido ser el señor amable, contenedor y encantador que tú sientes es el hombre que quieres. Esto es lo que soy. No quiero ser para ti, un ninja, ni el señor oscuro ni nada de esas linduras que sueles decirme,

—Pensar.

—Pensar.

—Me gustas, como jamás me ha gustado nadie en toda mi vida.

—¿Incluida Elizabeth?

Y ahí dijo las palabras mágicas.

—¿Quién?

Y el maldito bastardo sonrió, porque supo que acababa de convencerme.

Y fue delicioso. No, eso es poco, fue increíble. Amigas hasta que no hagan el amor con un vampiro no habrá Diccionario de la Real Academia que me ayude a reflejar lo que significa. 900 años de entrenamiento, un cuerpo para el infarto y mucha, mucha, energía. Y no hablaré tampoco de los mordiscos. Solo agregaré que los llamados afrodisíacos están absolutamente sobrevalorados.

Mi cuerpo pronto se convirtió en una aceitada máquina de placer. Y no me quejo.

Hasta que volví con el tema:

—Lu y yo tenemos un caso.

—No.

—¿Qué?

—No dejaré que te pongas en riesgo.

—Mal lo hace.

—Me importa una mierda lo que Mal haga con su mujer, tú, no vas a salir a la calle a ponerte en peligro.

—¿Es tu última palabra?

—Lo es.

—Bien, entonces es momento de tomar decisiones.

—Ni se ocurra decirlo.

—Ya leíste mi mente, así que no hace falta ¿verdad?

—No pienso vivir contigo y voy a reintegrarme a la agencia.

—No lo harás.

—Sí lo haré.

—Dije que no.

—Y no te he otorgado ningún derecho para darme una orden a mí.

—¿Y cuándo cambiarás de idea?

—Lee mi mente. Cuando aceptes que soy una mujer independiente y no una damisela que hará lo que órdenes.

—¿Volvemos a lo mismo?

—Ya te lo dicho.

—Yo también, ya lo he dicho. El que te consideres… ¿cómo lo dices? Ahh… sí, una chica superpoderosa no te libera del peligro. No es buena idea que…

—…que sigas haciendo lo que haces… sí ya me sé de memoria tu discursito. Y no aprietes los labios de esa manera. “No” viviré contigo, “no” dejaré mi trabajo y “no” me convertiré en una señorita ociosa que se pasa el día esperándote mientras haces tu trabajo glamoroso y yo veo la tele o cocino.

—Bien, No me dejas más remedio que tomar una decisión.

—¿Una decisión? ¿De qué hablas?

—De dejar las cosas claras entre nosotros.

—¿Y eso sería?

—Eso sería que mientras no encuentres una alternativa válida a tu negativa de mudarte, “no” dormiré contigo.

—¿Qué dijiste?

—Ya me oíste señorita independiente.

Y sí, se los dije la carne es débil, y la mía desde que soy vampira y tengo al señor oscuro al alcance de la mano es más que débil. Sí lo confieso, sucumbí ante este hombre. ¿Acaso no me derrite con solo mirarme? No soy de palo, soy huma… era humana, pero sigo sintiéndome igual que siempre. No sé qué le vi, sigue siendo el odioso ninja mandón, autoritario y poco paciente, solo él con poca de su inexistente paciencia podría darme un ultimátum como ese. No ha sido fácil aceptar que cuando él se me acerca mi feromonas enloquecen por él. Lu dice que debe ser algo que viene con el cambio, ella también se volvió muy adicta a Malcom y también me ha advertido: es difícil cambiar la mentalidad de un tipo que tiene más de 700 años. Y Marcus supera 200 años su edad. ¿No podía tocarme un recién converso, del siglo pasado por lo menos? No, mi suerte es grandiosa, una asquerosa rata de alcantarilla me envía directo a otra vida y un maldito ninja decide tomarme sin mi permiso solo porque le gusto.

—Sí, te oí. Lo entiendo. Pero creo recordar que el único maníaco sexual en este cuarto eres tú señor oscuro.

—¿De veras? Ayer me pareció…

Sé que me puse colorada, el hecho de ser una chupasangre no significa que los colores no te delaten, eso de que los vampiros son pálidos es puro mito. Y era cierto, ese hombre tiene algo que me impele sin freno alguno a empujarlo sobre cualquier superficie que encuentre y quitarle la ropa. Ser una chica superpoderosa es inquietante, puedes romper una camiseta como si fuese una hoja de papel. Y según recuerdo el día anterior… no lo dejé dormir. Ya se los dije, la carne es débil, y él… me vuelve loca y en más de una manera. De algo estaba segura, no me quedaría sentada esperando que me convierta en la dulce doncella que quería.

—Sí eso quieres, eso tendrás señor oscuro. Y no sonrías de esa manera. Esta vez estoy decidida. Tal vez me vuelvas loca pero es recíproco. Vamos a ver quién gana esta pulseada.

—¿Ganar, Nell? ¿Crees que mi postura tiene que ver con ganar? ¿Acaso no escuchas cuando hablo?

—No voy a ceder.

Si las miradas mataran, supongo que estaría en el otro mundo. Marcus jamás pierde el control, jamás… excepto en la cama. De lo cual no me quejo. Entiéndanme, ese hombre es dinamita pura. Todos esos años de entrenamiento lo habían convertido en un arma sexual incomparable. Lu me lo dijo: “no creo que alguna vez te queden ganas de buscar otro amante, estamos arruinadas de por vida”.

Lo dije, ¿no? Este es un camino de doble sentido. Tal vez me esperen días aciagos, pero Marcus no la pasará mejor.