04

El sillón de la casa del señor Daniels es súper cómodo. Ahí desperté. Con tantas despertadas bien podría ser una especie de Bella Durmiente antes que una vampira recién iniciada. Esta vez Nell me estaba mirando del otro lado de la sala. Fue verla y sentir mis ojos llenarse de lágrimas.

Ella se cruzó y me abrazó.

—Deja de llorar. Ya no tiene remedio. Piensa en positivo.

—¿Hay algo positivo? —dije cuando pude sonando mi nariz.

—Claro que sí.

Ahí levanté mi cabeza. No es que no sea muy inteligente, pero en ese momento no encontraba ni una sola maldita razón positiva o negativo.

—¿Ah sí? Solo dime una.

Nell se demoró tantos segundos en responder que me largué a llorar sin consuelo una vez más.

Podía sentir sus palmaditas reconfortantes en mi espalda.

—Tontita —me dijo—, es cierto que cambiarán muchas cosas pero no lo básico. Ya sabes: vampira o no siempre serás la misma persona. No envejecerás, y no morirás.

La palabra morir me hizo imaginar una estaca lo que derivó en otro aluvión de lágrimas. Cuando levanté mi cabeza Malcom me estaba mirando desde la puerta. ¿Malcom? ¿Desde cuándo tanta confianza?

Él maldito mordedor me sonrió y desapareció de mi vista, dejándonos solas.

—Él está preocupado Lu —me dijo Nell.

—¿Él? ¿Preocupado? ¿Por qué?

—Tiene miedo que no puedas adaptarte.

—¿Adaptarse? ¿A qué? ¿A ser vampiro? ¿A vivir de noche? ¿A dejar la comida por sangre?

—Me dijo que lo que hace que un vampiro se pierda y se convierta en un animal sediento de sangre es no poder manejar la exacerbación de los sentidos.

Eso sí llamó mi atención.

—¿Qué significa eso?

—Con exactitud no lo sé.

Al menos había dejado de llorar. Nunca he sido muy de demorarme en lamentaciones, ni arrepentimientos, ni llorar por la leche derramada como decía mi abuela. Me puse de pie y fui a mirarme al espejo. Casi no me reconocía. Ni maquillada me vi jamás así. Parecía una modelo de alta costura. Sería genial sino fuera horrible. Hasta me gustaba como se veía mi odiado cabello. “exacerbación de los sentido” me repetí llevando hacia atrás mi cabello. El ruido detrás de mi cabeza me estaba comenzando a molestar. Me di vuelta con una nueva energía y arremetí contra el espantoso sonido. ¿Acaso alguien estaba demoliendo el edificio de al lado? Sigo el sonido y me lleva al baño. No podía creer lo que mis ojos y oídos sentían. Me dirigí hacia el grifo de agua y lo cerré con fuerza. El sonido paró. ¿Qué está pasando?

—Tus sentidos, Lu, todos tus sentidos se han intensificado a un nivel que jamás un humano lograría.

Malcom M. Daniel estaba de nuevo parado en el umbral del baño. Se lo veía muy serio. Me moví nerviosa y sin darme cuenta tiré un vaso de cristal que cayó al suelo. Pude verlo caer como en cámara lenta, eso me sorprendió pero más me sorprendió caer al suelo de la impresión del sonido que me golpeó como su alguien hubiera puesto una bomba.

Malcom me abrazó y esperó que mi cabeza volviera a su estado normal.

—¿Qué pasó? —pregunté aturdida— ¿Qué me está pasando? —hasta el sonido de mi corazón comenzó a retumbar con tanta fuerza que tenía la misma sensación que sientes estando al lado de una campana gigantesca repicando para misa. Apreté mi cabeza y Malcom me abrazó.

—Shhhh —intentó calmarme y creo que su cuerpo meciendo el mío con suavidad y saber que entendía qué me pasaba lograron calmarme un poco. Además, no recordaba haber sido tan afortunada de que alguien tan… espectacular me abrazara antes. Y me largué a llorar de nuevo.

—Me tienes a mí, no estás sola para pasar esto. Y me encanta abrazarte y tenerte así —dijo besando mi cabeza. Apenas susurraba y sin embargo lo oía perfectamente. Me moví hacia él. Quería respuestas pero solo encontré su boca. Y comprendí que si ese hombre me tocaba los sonidos externos desaparecían. Su toque me hizo exhalar.

—Es la exacerbación, Lu. Todos tus sentidos están magnificados.

Me aferré a él como si fuera lo único en el mundo. Y una cosa llevó a la otra, y en camino, mi ropa se fue y la de él no sé porque no le presté atención al tema, pero puedo resumir lo que pasó en dos palabras: sexo increíble.

Dicen que la luz molesta a los vampiros. Es cierto. Durante el día uso gafas oscuras. Si no me las pongo, me duele la cabeza. Es un mito que los vampiros la pasan súper bien. Sufrimos de las mismas cosas que cualquier humano, desde dolor de muela hasta hambre. Y no soy la excepción. Estoy aislada del mundo hasta que pueda manejar los sonidos del medio ambiente. Mi piel es tan sensible que una simple mirada me pone a arder, mi vista es digna de súper chica, la que llegó del Planeta Kripton. Y me pregunto para qué puede servir tener una vista así. Y mi olfato, ¡Santo Vampiro! El olor de ese hombre me está por volver loca, eso y el hecho de que ya ni abro la heladera porque todo es tan intenso que termino vomitando. Mi gusto se ha modificado radicalmente solo apreció el sabor de ese hombre. Ni siquiera quiero imaginar cómo sobreviviré cuando esta tortura de período concluya. La única certeza que me queda es saber que cuando yo no puedo, Malcom M. Daniels es el mejor remedio para todos mis males.

No quiero ni pensar cómo se puede vivir con esa exacerbación de cada uno de los sentidos si alguien no te ayuda.

Y Mal sí que me ayudaba. Ayuda deliciosa que no hacía nada más que preocuparme. Pero después, mucho después… cuando él me tocaba nada más existía. Y cuando no estaba cerca, mis dudas, mis miedos, mi angustia florecía.

Mal cada vez estaba más dentro mío y no solo en el sentido que están pensando. Solía llamarme preocupado cuando me quedaba sola en el departamento, y tocaba fondo en mi auto conmiseración. No importaba en qué estuviera siempre estaba ahí. ¿Cómo puede alguien volverse indispensable en apenas treinta días?

Sí, habían pasado treinta días desde que llegué a su casa. Aún tenía crisis pero comenzaba a manejarlas.

Nell hacía una semana que había comenzado a visitarme. Lo hacía todos los días. Y se lo agradecía.

—¿Cuándo crees que podrás volver al trabajo? —me preguntó esa tarde.

Ahí me di cuenta que ya me sentía con ánimos de trabajar.

—¿Quién sabe, quizás tus súper poderes Bellota, nos sean muy útiles.

Bellota. Nell y su fiebre por las chicas súper poderosas. Pensándolo bien podría tener razón. Me puse de pie y miré a mí alrededor: la sala del departamento era tan amplia como todo el edificio. Un sillón esquinero en negro rodeaba un amplio sector de la sala, hacía él me dirigí, me puse en uno de sus laterales y la miré.

—¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? —Nell sonó entusiasmada.

—Veamos —dije y levanté el sillón, como si fuera un kilo de pan.

Ambas gritamos de la emoción. No quedó nada que no probara levantar. Sí, era una chica súper poderosa.

Ese día me sentí mucho mejor. Mi vida había cambiado radicalmente pero no estaba acabada. Mi período de exacerbación estaba siendo controlado, cada día lo notaba más.

Esa noche me vestí como para matar.

Y no sé para qué me vestí. El vampiro que me tocó en suerte es un hombre de gran apetito y resulta que parece que soy su manjar preferido. Y me temo que es recíproco el asunto.

Me estaba quedando dormida. Mal me había abrazado como siempre y estaba a punto de quedarme dormida cuando escuché.

—Ni lo sueñes. No viviré con el corazón en la boca pensando que algo puede pasarte.

Dos cosas me llegaron con claridad: se preocupaba por mí y… ¡¿¿Me estaba ordenando qué??!

Salté de la cama y me di vuelta. También me cubrí no es bueno discutir desnuda, te hace sentir indefensa. Apresuradamente me vestí. El mirón me observaba con el ceño fruncido. Se veía adorable aún enojado. Me senté y lo miré.

—Si lees mis pensamientos sabrás que si hay algo que no soporto es sentir que alguien que no sea yo tiene el control de mi vida. He pensado mucho y he llegado a una brillante conclusión.

—¿Brillante?

—Por supuesto. ¿Siempre fuiste fiscal?

—No entiendo. Me estás desconcertando. Y no te sientas tan feliz por ello. Yo, odio sentir que odias mi preocupación por tu vida. Y no. No siempre he sido fiscal.

—Exacto. Ese es mi punto de vista. ¿Fuiste policía? Podría jurarlo.

—Lu… ¿dónde quieres llegar? ¿Quééééé?

Levanté la mano y la puse frente a él.

—No leas mi mente, conversa conmigo, por favor —puse mi cara más desolada.

—Dímelo.

Sabía que él ya conocía mi pensamiento pero se siente bien hablarlo.

—Mal… tú me lo dijiste. ¿Recuerdas? Los vampiros son como los humanos, hay buenos y malos. Fuiste policía, y más de una vez debiste ponerlos en tu mira ¿Verdad?

Mal solo asintió. Había tomado esa posición de pie de brazos cruzados y una mirada terrible. Eso no me amilanó.

—Nell y yo haremos eso, cuidaremos a humanos y vampiros por igual. Hemos estado hablando y abriremos una agencia de detectives.

—Lu…

—Seré cuidadosa, creo que ahora puedo defenderme. Y lo haremos bien. Necesito saber que no voy a vivir tus próximos 700 años sentada esperándote.

—¿Qué? Repítelo.

—¿Qué cosa? Seré muy cuidadosa, te lo juro. Sé que Nell y yo…

—No —hizo un gesto con la mano—. Eso no. Lo otro.

—¿Qué otro? ¿Intentas marearme?

Se me acercó y me vi obligada a retroceder. Hasta que mis cuerpo chocó con la puerta. Puso sus manos sobre la pared y me encerró en su cuerpo. Dicen que los vampiros son fríos. Sí es cierto. Pero Santa Claus, cómo huelen de delicioso. Me distraje por un segundo pero al ver su actitud comprendí dos cosas: que seguía sin saber de qué hablaba y que me encantaba sentirme así en sus brazos.

—Mal… ¿qué… qué sucede?

—¿Lo harás?

—¿Qué cosa? —pregunté mientras su pierna buscaba y lograba deslizarse entre las mías. Al ser tan alto, tuve ese déjà vu, y no pude evitar disfrutar de esa agradable fricción en esa parte de mi anatomía. Es difícil pensar al lado de Malcom M. Daniels, así que otra vez estaba perdida. Mis sentidos, si él estaba cerca, dejaban de responderme.

Al parecer comprendió mi estado, o leyó mi mente. No me arriesgaría por esta última opción, mi cerebro era gelatina con sabor a Malcom M. Daniel, pero dijo:

—¿Me acompañarás por lo que me reste de vida?

Mi cerebro era de gelatina, como mis piernas pero soy guerrera, una guerrera chupasangre pero guerrera al fin y al cabo. Así es que me encontré tartamudeando:

—¿Resto de…? So-solo mencioné sete…

No me dejó terminar. Me besó. Como él sabe hacerlo. Me dejó hecha flancito… toda cremosa, húmeda, palpitante… ya pueden imaginar… me comió igual… hasta llegar al fondo del pote dónde está ese caramelo tan rico… Ahora que lo cuento creo que mis sentidos exacerbados fueron responsables de ese traspié apasionante. La carne es débil de por sí, imaginen cuando un vampiro añoso hace hervir tu sangre con un solo contacto y este vampiro en particular parecía un pulpo de ocho tentáculos. Para no ser demasiado explícita solo agregaré que cada centímetro de mi piel estuvo sometida a su contacto cercanísimo del quinto tipo…. ¿Qué no existe? Bueno acaba de ser creado: Contacto cercano del quinto tipo: SEXO del mejor y con mayúsculas.

Cuando volví en mis cabales, mis metáforas culinarias y fantasías alien habían desaparecido, dejándome un fuerte brazo aplastándome. Supe que había leído mi mente porque simplemente dijo:

—Lo prometo. Pero sé que cada día será mucho mejor.

Obviamente era un libro abierto para él, una página del ebook expandida en la pantalla, un lienzo explícito del mejor dibujante… suspiré y me besó en la sien. No me envidien. Es hermoso, apasionado, y encima tierno.

Sí. Algunas pocas tenemos suerte.

 

Supongo que si te conviertes en vampiro pueden pasarte dos cosas. O te vuelves loca de la impresión o te adaptas. En eso estoy. Si no tuviera al señor mandón no sé qué sería de mí. La única que ve las cosas positivas es Nell. Creo que ella me envidia, no por Mal… ahora que lo pienso después de leer las novelas de Grace LLoper y de Marisa Citeroni, llenos de amantes perfectos… y perfectamente infieles, no podría jurarlo. Pero creo que Nell solo desea mis nuevos reflejos no a Mal. Soy rápida, veloz, veo a oscuras, huelo a kilómetros, tengo una voz sensual que hace caer los calzoncillos de los malhechores con los que nos topamos y alguna que otra braga también.

El asunto es que estoy intentando encontrar un equilibrio en mi nueva larga vida. Malcom M. Daniels… ¿les dije que es un solcito de vampiro? Lo es. Como decía Mal me está enseñando muchas cosas, de esas del tipo, defensa personal, estrategias de investigación... cosas sencillas pero que nos han permitido una agenda llena de clientes. Nos hemos especializado en personas perdidas. Sí ya no somos cazavampiros, excepto que “él” o “la” perdida sea un vampiro. Estar de novia con un vampiro millonario que además es el fiscal general también tiene sus ventajas. Podemos acceder a muchos datos policiales. Mi único drama es que no dejo de pensar que en realidad, me guste o no, dependo de Mal. Sobre todo para alimentarme. Intenté morder a un pobre e inocente modelo de la agencia Ford y terminé vomitándole encima. Pensé que era el exceso de perfume o maquillaje. Nell tuvo la brillante idea de buscar alguien menos lindo. Después de mucho pensar nos decidimos por el cadete que habíamos contratado en la oficina que Mal nos puso en un lujoso edificio. No me quejo, la oficina es un sueño. El asunto es que cuando ejercí mi poder de seducción, el chico no pudo aguantar ni siquiera a que le dijera: duerme. Mucho menos aguante tuvo su… ya saben adminículo masculino, por llamarlo de alguna manera. El asunto es que Pablo, el cadete, es lindo, joven, con un más que buen físico, limpio y… veloz, pero como alimento fresco y sin agregados transgénicos me produjo el mismo efecto que el modelo. Aún me parece escuchar a Mal riéndose. Me dijo claramente, una vez que dejó de reírse que me gustara o no le pertenecía, por lo tanto el único que podría alimentarme era él. Por la cara de felicidad que tenía he llegado a pensar que es cierto.

¿Existen los amores para siempre entre los vampiros? Me leí dos veces a la Anya Bast. Y sigo en ascuas. Estaba leyendo el libraco mientras pensaba en Brad Pitt cuando Mal pasó a mi lado y deslizó un:

—Ese tipo ni se me parece.

Cómo si yo estuviera pensando en eso.

—Sí lo hacías —dijo cuando regresó de donde había ido.

Sonreí de pronto: Así que los vampiros son celosos. Interesante…

—Yo ni siquiera lo pensaría.

—¿Y qué harías? —le dije triunfal y sensual.

Me levantó del sofá, Anya cayó al suelo malamente y me llevó a nuestro dormitorio. No diré que pasó pero en ese momento me hice la firme promesa de dejar de pensar en Brad y no poner celoso a Mal ni siquiera como chiste. Aún me estoy reponiendo. Solo resumiré esa memorable tarde con: los vampiros de más de 700 años saben cómo hacer el amor.

Pertenecer a un vampiro tiene sus ventajas.