ESCENA VII
Señor Nemesio y Leoncio.
NEMESIO. (Abatido.) ¡Ay, Leoncio, que le he dicho que sí a mi hija y yo no tengo humor pa teatros ni pa nada!
LEONCIO. Pero releñe! ¡Paece usté un chico!
NEMESIO. Es que estoy que no me llega la camisa al cuerpo con lo que me espera; ¡qué quiés que te diga!
LEONCIO. No se preocupe usté, señor, que de too se sale en la vida.
NEMESIO. ¡Estoy fingiendo pa que no sospechen, pero mi inquietú es horrible!
LEONCIO. Tié usté que distraerse, pa que se le vayan las ideas negras, que eso que tié usté no es cabeza, es un depósito de cok. Total, ¿qué pasa?... ¿Que le vencen a usté pasao mañana tres letras de cuatro mil pesetas caá una... y no tié usté fondos?... Pues haga usté lo que le he dicho: Le hipoteca usté la tienda a Carballo, ese amigo mío..., y con un par de meses de economías... otra vez a flote.
NEMESIO. (Aterrado.) Pero ¿y si llega el vencimiento y no puedo levantar la hipoteca y me quedo sin la tienda?...
LEONCIO. ¡Caray, también se pué venir el cielo abajo y pillarnos a toos; pero eso es ponerse en las últimas, hombre!
NEMESIO. ¿Tú tienes confianza en ese Carballo?
LEONCIO. Amigo de toa la vida. Ya ve usté, apenas le he hablao ofreció el dinero a escape, pocos intereses, muchas facilidades...
NEMESIO. Sí, pero...
LEONCIO. Sobre too, señor; ¿usté tiene confianza en mí?
NEMESIO. ¡A ver!... Te he criao desde chico, eres mi mano derecha, te voy a dar a mi hija, que es lo que más quiero en el mundo, y esta tienda, al remate, pa vosotros tié que ser... ¿Cómo no voy a tener confianza en ti?...
LEONCIO. Entonces, naa de cavilaciones; se firma la hipoteca mañana mismo, se recogen las letras, salimos del apuro, nos rehacemos en tres meses y como las rosas... Y verá usté, so agorero. (Abrazo cariñoso.)
NEMESIO. Tú me das un ánimo, Leoncio, que oyéndote, revivo.
LEONCIO. Pues claro... alante con too... Y chito, que salen.