ESCENA II

Dichos, Señor Liborio de la calle. Luego, una Cocinera.

LIBORIO. Dependencia..., buenas y gordas... o metidas encarnes, si os gustan más..., ¡y alegría a chorros!

L. y S. Mu buenas.

LEONCIO. Hola, Liborio.

LIBORIO. ¿Se puede estrechar la diestra de un comerciante en baratijas alimenticias? (Se ha dirigido al escritorio.)

NEMESIO. (Sacando la cabeza por la taquilla.) Pasa, hombre.

LIBORIO. Con vuestro permiso. (Entra.)

NEMESIO. ¿Y qué te trae por aquí, galán?

LIBORIO. ¿Que qué me trae?... Mira la hoja almanaqueña, limítrofa de tus narices, instalada en ese "buró" (francés), y sus dos guarismos aritméticos te dirán "a priori" (latín) el objetivo de mi interviú (inglés), con más elocuencia que un orador de los que están en mutis (esperanto).

NEMESIO. ¡Es verdá, que hoy es diez y nueve de marzo!

LIBORIO. ¡Y na más!... Uséase que hoy hace la pizca de veintiséis anualidades que aquí, mi compadrito (argentino), se quedó de dueño de esta tienda, en la que habíamos entrao los dos de chicos pa llevar los pedidos, y en la que servimos al unísono (castellano antiguo) desde que se nos podía medir con una longaniza alpujarreña.

NEMESIO. iEs verdá, que cuando me quedé con la tienda fué el mil novecientos!

LIBORIO. Y desde entonces, que cada año, sin faltar uno, tal día como hoy me introduzco aquí y le doy un abrazo y le regalo un puro (Lo saca.) como el presente, Cabanas Carbajal, de dos leandras, como efeméride conmemorativa de fecha tal; para que se lo fume entre sorbo y sorbo del humeante caracolillo con que rubrica la cena. Si lo queréis más literario, que sus lo diga el señor "Azorín" (académico).

NEMESIO. Es verdá que tos los años, tal día como hoy, viene a darme un abrazo. ¡Es un buen amigo! (Sale del escritorio.)

LIBORIO. Un consecuente. Mi vida es felicitar... A éste, que es su cumpleaños; a aquél, que es su santo; al otro, que le ha caído la lotería; al de más allá, que se le ha muerto la suegra... Yo no voy más que donde hay una alegría que enjugar. (Se sienta.)

LEONCIO. ¿De modo que ustedes sirvieron aquí juntos?

NEMESIO. Y que las pasamos más negras que brevas. ¿Te acuerdas, Liborio?

LIBORIO. ¡Y bien que m'acuerdo!

NEMESIO. (Con melancolía.) Ahora, que entonces los tiempos eran mejores, y se vendía mucho y se ganaba más.

LIBORIO. Amos, so grullo, no te quejes, que no vengo a pedirte na.

NEMESIO. Pero ¿es mentira que las cosas no son como eran?

LIBORIO. Las cosas son las mismas; los que no somos los mismos somos nosotros, que nos trasformamos por la acción demoledora del tiempo destruztor. ¡Pero a ver de qué te pues quejar tú!... ¡De que te quedaste viudo hace cinco años, es lo único; pero de lo demás...! Tienes una hija, que la regalas a una tómbola y juega hasta el clero, de bonita que es... Vas a contraer segundas nuncias con la Asunción, una señora que pasa por la calle y hasta los adoquines miran pa arriba, pa no perder detalle; posees una tienda acreditada como la que más lo esté, y tienes en el comercio el crédito a que tu honradez y hombría de bien te han hecho merecedor; ergo (francés), si no eres un hombre "sui géneris" (latín), grita a los cuatro vientos que eres feliz, y no te hagas el aceporrao (sueco).

NEMESIO. Sí, sí... ¡Ay, Dios, si todo fuera lo que parece, Liborio!

LIBORIO. Pero ¿qué rezongas ahí?... A ver, ¿no opina como yo el pollo Leoncio, futuro yerno del señor don Neme, y por ende (italiano), próximo propietario de este establecimiento?

LEONCIO. (Riendo.) Que sí, señor; que tiene usté razón, señor Liborio, y que en esta modesta casa, dentro de nuestra pequeñez, no hay más que motivos de complacencia.

NEMESIO. Sí, sí...; pero, vamos... (Abatido.), que uno...

LIBORIO. Pero te encuentro apabullao; Neme: ¿qué te pasa?

LEONCIO. (Aparte.) (¡Disimule usté!)

NEMESIO. (Tratando de sonreír.) Na, hombre... jYo apabullao!... ¡No hay motivo... ni mucho menos!...

LIBORIO. Pues entonces, aprieta... (Le ofrece un abrazo. Entra una mujer, y muy guapa.) Pero no; déjame con mi soltura natural, que ha entrao una socia. ¡Mi tía Pepa, qué señora!

NEMESIO. La cocinera del veintiséis duplicado.

LIBORIO. ¡Ya se le nota lo duplicado!

NEMESIO. Es bilbaína.

LIBORIO. Razón de más. Déjame que me se pase el mareo, que voy a decirla un piropo en eúskaro que se va a figurar que he nacido en Baracaldo.

COCINERA. Oyes, Leonsio, ¿cómo no me mandéis l'harina de almortas que he pedido, y la lata de pimientos de Trevijano o así? Por teléfono ya dije.

LEONCIO. ¡Pero si hemos mandao al chico con todo hace media hora!

COCINERA. Pues ni pareser ha hecho por casa ni cosa...

LEONCIO. ¡Pero ese bruto de chico!...

COCINERA. Bien de tonto ya se está; que no sé pa qué le tenéis.

LIBORIO. (Acercándose.) Muy buenas, guapa.

COCINERA. Buenas.

LIBORIO. Me va usté a dispensar la pregunta: ¿usté es bizca...?

COCINERA. No, señor; que a derechas ya miro.

LIBORIO. Perdone usté, que no había acabao... ¿Usté es bizca...i...tarra?

COCINERA. Nasída a Neguri, ya le soy.

LIBORIO. ¿Ya me es?... Lo que me es usté... es de una simpatía que pela con el cero, y no le digo a usté to lo que se me ocurre, porque hay censura; pero si las niñas de sus ojos necesitan una persona que las distraiga, jugando con ellas al San Serení del Monte, me llama usté por teléfono, al dos, tres, tres de jota... (Hace una media vuelta de baile como tocando las castañuelas.) Apuntárselo.

COCINERA. Ya se tiene usté bastante de humor.

LIBORIO. Tengo bastante, pero si usté no me quiere, me voy a Alhama y me lo quito.

COCINERA. ¡El demonio ya se está este hombre! (Se marcha riendo.)

LIBORIO. ¡Ole ahí lo eskaricasco, y bendita sea el jay, jay, beti jay..., so sagardúa!

NEMESIO. ¡Qué Liborio! ¡Ni los años le quitan el buen humor!

LEONCIO. ¡Las conquistas que habrá usté hecho en sus tiempos de dependiente!

LIBORIO. ¡Huy!... He tenido épocas que las mujeres, pa que yo las despachase, hacían cola... y muchas se pegaban.

NEMESIO. ¡Y que yo lo he visto!

LIBORIO. ¿No ves tú que, aparte de la gracia que me brota, domino tos los idiomas? Y eso que, en cambio, he tenido muy mala pata pal comercio. Cuando éste se quedó con esta tienda, yo puse otra dos calles más abajo; ¡pues antes del año ya había quebrao!

LEONCIO. ¿Y eso?

LIBORIO. No entraba un alma. Na, que en mí, hasta el apellido es anticomercial.

LEONCIO. ¿Pues cómo se llama usté de apellido?

LIBORIO. Caro.

LEONCIO. ¡Sí que es un apellidito de comerciante!... Pero podía usté haberse puesto el segundo.

LIBORIO. Es que es peor, porque de segundo apellido me llamo Malo, y, naturalmente, puse en el rótulo: "Caro y Malo. Comestibles." Y no entraba la gente ni a empujones.

LEONCIO. (Riendo.) ¡Es lógico!...

NEMESIO. Y luego, que hay que decirlo todo. Tú has sido muy torpón pal oficio. (A los dependientes, con burla.) ¡No pesaba un kilo que no tuviese lo justo!

LEONCIO. ¡Hombre, claro, de esa manera...!

LAURO. (Riendo.) ¡Parece mentira, una persona tan lista!

SISINIO. (ídem.) Que no tendría quien le enseñara...

LIBORIO. ¡Eso es verdá!... En fin, cómo sería yo de bruto, que de joven era más bruto que ese chico que tenéis ahora pa llevar los pedidos.

TODOS. (Unánimemente.) ¡No, quiá; eso sí que no!

NEMESIO. ¡Más bruto que ése, imposible!

LEONCIO. ¿Más bruto que Bibiano?... ¿Usté sabe lo que dice?...

NEMESIO. ¡Pero si ese chico, cuando llegó del pueblo se empeñaba en apagar las bombillas de la luz eléctrica soplando!

LAURO. Y cuando comía cacahués tiraba lo de dentro.

LIBORIO. ¡Cámara, no creí que era tan cerril!

NEMESIO. ¿Tú crees que aquí se le manda cosa que haga a derechas?

LEONCIO. Y cuidao que yo le arreo al día una de capones, que si los coleccionara...

LIBORIO. Pero ¿tan bruto es?

LEONCIO. De los que se cepillan con garlopa.

NEMESIO. Yo no le doy ni un céntimo de sueldo, y le tratamos de mala manera, a ver si se va..., no te digo más.

LEONCIO. (Riendo complacido.) ¡Estos le hacen unas herejías!...

LIBORIO. ¡Hombre, pobrecillo!...

LAURO. ¡Si es que hay días que ladra!... (Aparece en la puerta Bibiano.)

NEMESIO. Míralo. Ahí lo tienes. ¡Si antes lo nombramos...!

LIBORIO. ¡Sí; la verdá es que el tipo...! ¡Qué cara!