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—He intentado encontrar al señor Berry —prosigue Pia—. He llamado a su oficina, a su móvil, a su casa, a todos los números que tengo, pero no responde. Fui a su casa y su marido dice que no sabe dónde se encuentra, dice que se marchó hace semanas pero no sabe dónde. Ninguno de sus clientes ha tenido noticias suyas ni de su equipo, todos creen que se ha tomado unas repentinas vacaciones, pero yo sé, por lo mismo que todos sabemos, que no es cierto, Celestine.

—Quizá su marido sepa dónde está pero no quiera decírtelo. Todo el mundo sabe que eres una especie de portavoz de Crevan en los medios de comunicación. ¿Por qué iba a confiar en ti?

—Ya te lo expliqué: porque quiero descubrir la verdad. Dice que no conoce su paradero, y yo le creo —afirma con firmeza.

—¿Por qué no ha llamado a la policía?

—No cree que la policía pueda ayudarlo. Tiene miedo.

Trago saliva con dificultad.

—Déjame recapitular —digo—. El señor Berry desapareció después del Día del Nombre. Como Tina, June, Bark, Funar y Tony.

Ella asiente.

—¿Crees que se está escondiendo o que lo han raptado? —pregunto.

—No lo sé. En serio, no lo sé. Ayer fui a casa de Tina y estaba cerrada. Los muebles siguen dentro, es como si se hubieran levantado una mañana y decidido marcharse. Su hija adolescente también ha desaparecido y en su colegio no saben nada. Tina está divorciada y parece que no se lleva bien con la familia, así que no es extraño que no sepan nada de ella durante semanas. También intenté contactar con Bark, Funar, June y Tony, pero sus familias tampoco quisieron hablar conmigo. Aún no he ido a verlas. Quizás en persona se muestren más locuaces que por teléfono, pero a juzgar por la experiencia con Tina y el señor Berry, no espero gran cosa. Todos tienen demasiado miedo.

—O sea, que no disponemos de la grabación de lo que pasó en la Cámara. Todos los que vieron lo ocurrido han desaparecido y es mi palabra contra la de Crevan —digo.

Pero sé que no es cierto, y soy la única que lo sabe. Carrick estaba allí. Carrick lo vio todo. ¿Alguien estaría dispuesto a creer a un imperfecto? ¿Habrá conseguido Crevan llegar también hasta Carrick? ¿Sabrá siquiera que este estaba allí? ¿Llegó a verlo? ¿Seré yo la siguiente en desaparecer? ¿Debería preocuparme?

—No puedo escribir un artículo sin pruebas —reconoce Pia—. Necesito más tiempo.

—Sigues sin creerme, ¿verdad? —pregunto, furiosa.

—Claro que te creo —protesta ella, poniéndose de pie—. ¿Tienes idea de lo mucho que estoy arriesgando por ti?

—Perdona —me disculpo.

Se pasa la mano por la cara y de repente parece tremendamente cansada.

—No, no te disculpes. No estoy haciéndote un favor, creo que te lo mereces. Cubrí las noticias del Tribunal y escribí artículos sobre los imperfectos porque creía en el sistema. Las palabras publicadas no eran exactamente las mías, pero creía en el fondo de los temas. Creía en exponer a la luz pública a todos aquellos que estaban contra la sociedad, que amenazaban con destruirla, pero… pero llegaron los casos de Angelina Tinder y de Jimmy Child, uno tras otro, después vino el tuyo y ahora conozco el de la doctora Blake. —Sacude la cabeza, descontenta—. Todo lo que en aquellos momentos me decía a mí misma sobre los demás, puedo decirlo sobre ti. Tu caso fue muy extraño desde el principio —confiesa, ante mi sorpresa—. Primero me sugirieron que te presentara como una heroína, y después como una enemiga. No tenía sentido. Mi teoría es que Craven saboreó lo que es la venganza al condenar a la doctora de Annie por no detectar los primeros síntomas de la enfermedad de su esposa, y volvió a hacerlo en los casos de Angelina Tinder y Jimmy Child. Esos casos demuestran que su poder ha empezado a flaquear, y creo que no mejorará, sino que empeorará. Ahora se encuentra bajo una presión extrema. Art ha desaparecido, y Crevan hierve de rabia contra ti por arrancar a su hijo de su lado y por exponer ante la opinión pública la política del Tribunal. Está empeñado en demostrar al resto del mundo que debería implantar un Tribunal similar en todos los países. Eso le daría una plataforma internacional, y no quiere que nada lo ponga en peligro. Dicen que mañana anunciará que todo periodista que publique un artículo favorable a los imperfectos será acusado de estar ayudándolos.

—Malo para Lisa Life. —Siento que mi esperanza se desvanece—. Un periodista imperfecto que escriba algo favorable de otro imperfecto no tendrá mucha influencia.

—No la encontrará —afirma Pia, tajante—. Tendrá problemas, sobre todo con mis amigos. Los periodistas no admiten trabas a la libertad de expresión. Si intentas silenciarlos, gritarán más fuerte todavía. Está cavando su propia tumba. Cada vez contarás con más apoyos, Celestine. No necesitas a Lisa Life, eres la persona más valiente que he conocido y me has servido de inspiración. Gracias a ti he encontrado mi propia voz.

Toma mi mano entre las suyas y me da un apretón amistoso. Eso me recuerda nuestro primer encuentro en esta misma habitación, cuando no se atrevió a estrechar mi marcada mano derecha. Ahora lo hace con firmeza. Mi cicatriz en contacto con su suave piel. Tendría que ser algo normal, pero me conmueve profundamente.

—Eres lo que necesita el movimiento, Celestine —añade—. Pero recuerda que tú no los necesitas a ellos. No dejes que te utilicen.

Hay mucha vehemencia en sus palabras. Estoy tan sorprendida por el cambio en su personalidad, en el tono que emplea conmigo, que apenas puedo asimilarlo. Sé que intenta transmitirme que lo que dice es importante, y yo intento tomármelo así. Saca una carpeta de su mochila y la deja sobre los artículos apiñados en la mesa.

—Gracias por hablarme de la grabación del señor Berry —dice—, tu confianza me importa mucho. Sé que te habrá costado después de todo lo que te ha sucedido, y probablemente aún no confíes plenamente en mí.

Desvío la mirada, sintiéndome culpable.

—Tranquila, lo comprendo —agrega—. Solo necesito demostrarte que puedes hacerlo. Esa es la información que me pediste. —Señala la carpeta—. Volveré a contactar contigo en cuanto pueda.

—¿Llevarás a tus hijos contigo?

Sus ojos brillan, su dureza flaquea.

—Por ahora están más seguros con su padre. Buena suerte, Celestine.

Miro los artículos de Lisa Life que ha dejado sobre la mesa para mí y estudio las citas entrecomilladas de mis declaraciones. Por primera vez son citas exactas, no las han tergiversado ni sacado de contexto. Mientras las leo, me doy cuenta de que ciertas cosas solo se las he contado a una persona. A Pia.

Pia es Lisa Life.

—Creía que me odiabas —le digo.

Ella sonríe, pero adivino tristeza en sus ojos.

—Y así era.

Respeto su sinceridad y quiero que sea consciente de que aprecio cuanto ha estado haciendo por mí. Al despedirnos siento que se forma un nudo en mi garganta, y espero que la próxima vez que nos veamos, todo quede atrás y Crevan haya desaparecido.

—Si alguna vez te encontraras con Lisa Life, dile que le estoy agradecida de todo corazón.

Sonríe de nuevo con lágrimas en los ojos, sabiendo que lo sé, y se marcha.