14
A las seis en punto de la mañana de un cálido sábado pusieron rumbo al aeropuerto Valerio Catullo de Verona. La villa distaba unos cien kilómetros de la shakesperiana colonia romana. Una vez en Verona, en menos de dos horas llegarían a Roma.
Jackie empezó a sentirse mal, echó un último vistazo a la casa y suspiró intranquila. Parecía increíble, pero mientras la limusina avanzaba por la avenida, sintió que abandonaba lo más parecido a un hogar que había tenido nunca. Espió a sus compañeros y sofocó las lágrimas que amenazaban con descubrirla. Había llegado a apreciar a aquellos tipos. Qué vida tan extraña, sentir que conoces a unos completos desconocidos y desconocer por completo a los que siempre has conocido.
Colton situó el brazo en el respaldo del asiento y se acercó a Jackie. Cuatro pares de ojos siguieron el movimiento con interés. El cantante advirtió las miradas igual que ella pero lo disimuló peor, una pequeña sonrisa curvó sus extraordinarios labios y canturreó contento sobre la cabeza femenina. Jackie comprendió que iba a ser un viaje muy largo, Colton se comportaba como si fuera normal haberse liado con su violinista y, quizá en otras circunstancias lo sería, pero en esas...No, no iba engañarse, en esas circunstancias estaban cometiendo un error o eso le decían las caras de sus compañeros.
Era demasiado para afrontarlo tan temprano. Buscó desesperada algo que la distrajera de su propia conciencia y tuvo suerte. Como estaba sentada junto a la puerta, descubrió que el bolsillo lateral del vehículo contenía algunos carteles de la gira en tamaño folio. Desplegó uno de ellos y contempló la silueta de un pájaro envuelto en grandes llamas rojas. El fuego que devoraba al animal había transformado su cabeza y una sombra siniestra empezaba a ocupar su lugar.
—Es sobrecogedor —murmuró Jackie sin elevar la voz.
—¿Sobrecogedor bueno o sobrecogedor malo? —preguntó Colton interesado.
Vaya, esperaba no haber metido la pata. Con la cantidad de adjetivos que podía haber usado y elegía uno demasiado ilustrativo de lo que le hacía sentir el dibujo.
—Bueno… verás, no está mal —Intentó salir del aprieto de la mejor manera, es decir, esbozando su magnífica sonrisa. Cualquiera diría que no tenía experiencia mintiendo.
El cantante carraspeó tan fuerte que atrajo la atención del resto de la banda. Jackie resopló inquieta, era lo último que deseaba.
—Así, que no te gusta el cartel de tu propia gira —informó Col mirando a todos los presentes—. Chicos, lamento decir que, a pesar la peluca, nuestra violinista sigue siendo una pija insolente y descarada.
Las carcajadas de los hombres inundaron el vehículo y, por un extraño segundo, Jackie tuvo la impresión de que podía palpar la magia que impregnaba el habitáculo.
—Imagino que las risas son de aburrimiento porque ya me diréis lo que tiene de gracioso que el pajarraco sea sobrecogedor —aclaró más roja que un tomate.
El silencio con que recibieron sus palabras fue alarmante. Cuando volvieron las carcajadas ruidosas y estridentes respiró mejor y se dejó llevar. Pues sí, al parecer era una pija y, por lo que podía apreciar, muy graciosa. Y muy feliz, se dijo anonadada, con una sonrisa de oreja a oreja.
Colton dejó de reír para contemplarla con los ojos brillantes y ella perdió el rumbo de sus pensamientos. El atractivo de ese hombre era tan exagerado que lo único que pudo hacer fue devolverle la mirada extasiada. El cantante le acarició la cara con delicadeza y se paró en sus labios. Sin vacilar siquiera, los rozó con su lengua. Jackie se sintió desfallecer, no era el lugar más adecuado para demostrarse su afecto pero estaba tan impresionada que no hizo nada. Después del beso, Colton se entretuvo en dibujar con su pulgar el contorno de los labios femeninos como si la piel de Jackie fuera un lienzo y, mientras lo hacía, seguía sonriendo mostrando apenas sus dientes blancos y perfectos.
—Eres preciosa —siseó Colton en su oído.
Jackie suspiró rendida, podía hacer con ella lo que quisiera, a partir de ese momento le daba permiso.
En el vehículo se había hecho el silencio. Los hombres contemplaron la escena sorprendidos y asustados. Nick se atusó el pelo con nerviosismo, y elevó los hombros en un gesto dirigido a Sam: « ¿Ese era Colton o el maldito príncipe azul?». El guitarrista sólo pudo sacudir la cabeza: «No tengo la menor idea, hermano. Pero, sea lo que sea, no puede ser bueno».
Colton pareció salir del trance en cuanto se hizo evidente la afonía del grupo.
—La famosa leyenda del Ave Fénix —explicó a Jackie con su increíble voz—. Ese ser mitológico que era capaz de renacer de sus propias cenizas. Tiene sentido para nosotros y, de algún modo, representa una bella concepción de la muerte. Freddy ya no nos acompaña, pero en esta gira va a revivir por medio de la música alcanzando la inmortalidad, la resurrección y el sol…
Jackie suspiró sobrecogida, esta vez por el hombre, no por el pájaro. La intensidad de los sentimientos de Colton la había pillado desprevenida. Empezó a vislumbrar la genialidad del cantante y se estremeció de puro temor. Su fuerza y su magnetismo…era imposible permanecer indiferente ante una personalidad así, y eso sin contar con su físico. Qué razón tenía el representante cuando le advirtió que ese hombre no era humano y qué poco lo conocía ella.
—Eres el autor del diseño —susurró Jackie con cariño—. Y, por lo que veo, encajas bien las críticas. Me gustas, no sé si te lo había dicho.
Colton dejó de sonreír y bajó la vista al poster. Jackie lo vio examinar el dibujo en un vano intento de disimular el rubor que se acumulaba en sus mejillas. El corazón se le aceleró hasta que no oyó otra cosa que su desenfrenado repiqueteo. Había alterado a ese hombre por decirle que le gustaba, aunque no había pretendido que se lo tomara como una declaración de amor. Tampoco era para tanto, se dijo mientras esperaba que reaccionara de alguna manera. El recuerdo de sus ingenuas revelaciones a cierto espécimen selecto la trajo de vuelta a la realidad. Sólo tres meses, se recordó más serena.
Le sorprendió que Colton no acabara de recuperarse de su mediocre desliz. El cantante le dedicó un gesto agradable aunque extraño y se repantigó en el asiento. Después, cerró los ojos y se dispuso a recuperar las horas de sueño perdidas. Jackie se hubiera sentido molesta por su mutismo si no hubiera estado más preocupada en analizar el movimiento nervioso de los dedos masculinos que tamborileaban cerca de su cabeza. ¿Lo había puesto en un aprieto al expresarle aquella pequeña obviedad? Pues, no quería ni pensar en su comportamiento si le dijera que estaba completa e irremediablemente enamorada de él.
Se refugió en la ventanilla y admiró el cielo azul veteado de líneas anaranjadas del horizonte. Los chicos dormitaban apaciblemente y ella no paraba de darle vueltas a todo lo que le venía a la cabeza. En ese momento, era su pasado el que le fastidiaba el descanso. Sabía que la noche anterior había perdido una oportunidad de oro para confesar a Colton quién era ella en realidad. Cuando se disponía a hacerlo, el dormitorio del cantante se llenó de colegas inoportunos e indiscretos que decidieron que aquella era la noche ideal para compartir batallitas y ella no pudo hacer otra cosa que escucharlos resignada.
De madrugada, tocaron en honor a Freddy y recordaron las excentricidades del violinista, por supuesto, sin una gota de alcohol. Ahora, comprendía y compartía el significado del eslogan que los acompañaba: Fénix Tour. Hasta ese momento, había creído que era el grupo el que resurgía de sus cenizas por haber estado un tiempo separado de los escenarios, sin embargo, era Fred Hart el que lo hacía, y ella estaría encantada de ayudar a conseguirlo.
Sintió la mano de Colton enredada en su cabello y lo miró desconcertada. El cantante la atrajo hacia su cuerpo y la besó dulcemente en los labios. Después le sonrió compartiendo una complicidad que sólo los dos conocían y ella se sintió estremecer de los pies a la cabeza. Ni los secretillos que guardaba celosamente bajo la alfombra podían oscurecer la claridad de ese día. Quizá no fuera más que una pobre demente pero empezaba a creer que ese hombre podía sentir algo por ella. Por su parte, había superado la fase de enamoramiento y se encontraba bordeando la del éxtasis y eso le daba un miedo espantoso.
Respiró con calma y echó un vistazo a Colton. Se había quedado dormido con una sonrisa en los labios. Ella misma sonrió al contemplarlo, parecía feliz. El cosquilleo que sintió por dentro fue indescriptible, ni sus inyecciones conseguían algo similar.
Lo sucedido la noche anterior la asaltó con virulencia. ¿Había sido tan especial como ella sospechaba? Ojalá y en aquella ocasión no se equivocara.
Después de que Sam los ayudara tan amablemente a tomar un baño en la piscina, Colton había cargado con ella hasta el otro extremo de la villa sin importarle el rastro húmedo que iban dejando a su paso. La charla con Frank la preparó para entender la existencia de aquellas habitaciones que parecían sacadas de una escuela de Bellas Artes. La luz que se filtraba por los amplios ventanales explicaba, sin necesidad de palabras, por qué habían situado allí el estudio de trabajo. Jackie reparó en los cuadros y esculturas que habían apilado para su embalaje en grandes cajas que permanecían abiertas en el suelo. Ese tío era increíble, pensó al divisar de soslayo la silueta de un árbol muy parecido al que admiró en el vestíbulo.
Del estudio partía un pasillo que acababa en un imponente dormitorio cuya principal atracción era la cama de dimensiones abrumadoras y una chimenea de piedra incrustada en la pared. Una vez superada la estupefacción inicial, comprendió dos cosas, que aquella habitación no tenía puertas y que las paredes estaban completamente desnudas. Enseguida advirtió que no siempre lo habían estado, en algunas zonas podía ver con claridad el agujero que había dejado el taco en la pared.
¿Despatarradas desterradas? Buena pregunta pero, dadas las circunstancias, no podía decirla en voz alta.
Mejor se olvidaba de la existencia de otras mujeres, ya sabía que el cantante había disfrutado con despatarradas de todo tipo. Ese sí que sería un sufrimiento gratuito.
Intentó utilizar sus extremidades inferiores por sí sola, sin embargo, Colton reaccionó estrechándola con más fuerza. Tenía que engordar algo más, se dijo pensativa, ese hombre la sostenía entre sus brazos sin esfuerzo alguno. Sólo cuando se adentraron en el aseo le permitió la postura erguida para bajarle la cremallera del arrugado vestido y ayudarla a desnudarse.
—Así que era auténtico —exclamó Colton mirando la etiqueta del vestido que había quedado a la vista.
Jackie se quedó enfundada en una pequeña enagua en tono crudo que la protegía de las transparencias de la seda
—Utilizas el tiempo correcto —suspiró ella cruzando los brazos sobre su pecho al sentirse devorada por los ojos masculinos. Parecía un poco tonto, pero la mirada de Colton la trastornaba hasta el punto de desear estar completamente vestida.
Se propuso disimular su turbación admirando el espacio que la rodeaba. La bañera era del mismo tamaño que la cama y estaba situada frente a unos ventanales desde los que se podía apreciar la campiña italiana. En ese momento, se llenaba a través de un montón de salidas de agua.
—Necesito… probarme algo a mí mismo. —Escuchó decir a un Col titubeante.
Jackie se acercó al cantante y lo observó con inquietud. Estaba medio desnuda mientras él permanecía vestido y lo peor es que no hacía ademán alguno de quitarse la ropa. Problemas, se dijo pensativa.
—Sabes que puedes contar conmigo —susurró acariciándole la mejilla. No se había afeitado y raspaba. Su tacto le pareció extraordinariamente sensual y retiró la mano como si quemara. El cantante no parecía muy presto a mantener relaciones aquella noche y ella no deseaba forzar la situación.
—¿Podemos pasar la noche sin… practicar sexo? —pidió el cantante con la voz entrecortada—. Controlar mi excitación, sería increíble saber que puedo hacerlo.
Jackie dejó escapar el aire que estaba reteniendo, había imaginado algo peor. Tenía que dejar de pensar en las palabras de Thomas y de imaginar escenas de sexo sangriento.
—Por supuesto —le aseguró convencida—. Si de algo puedo dar lecciones es de deseos reprimidos.
Y, así, sin darse cuenta, acababa de encontrar un momento perfecto para contarle cómo había llegado a un pub de Verona y aceptado (o casi) su oferta de unirse a la banda.
—Verás, necesito explicarte…
No se creía lo que estaba viendo. A ver cómo desnudaba su alma ante una persona que acababa de meterse completamente vestida en una bañera llena de agua.
—¿Qué ibas a decir? —le preguntó Colton acomodándose en el escalón de aquella piscina.
—Nada que no pueda esperar. ¿Me puedes explicar de qué va todo esto? —indagó ella alucinando con la situación.
La sonrisa algo cortada del hombre no tardó en aparecer.
—No puedo desnudarme ni permitir que tú lo hagas —reconoció con tranquilidad—. Si no me hubiera tirado Sam a la piscina sería más fácil. Bastará con que nos quitemos la sal del agua. Nada de arrumacos ni cosas por el estilo. Después, cenaremos y por último, espero tener la fuerza suficiente para dormir abrazado a ti sin… ¡Maldición! me excito con sólo pensarlo.
Colton resopló con fuerza y miró para otro lado. Jackie acababa de entrar en la bañera y se había sentado frente a él.
—¿Se puede saber por qué utilizas una ropa interior tan endemoniadamente sexi? —preguntó conmocionado.
El diminuto y estrecho vestidito había desaparecido en contacto con el agua. El sujetador no debía de ser de tela porque Colton veía con total claridad sus pezones contraídos y sonrosados y, a esas alturas, no quería ni pensar en cómo serían las bragas. Entonces, recordó que llevaba un tanga de cordón y estuvo a punto de soltar un alarido. No era justo.
—Salía con alguien a quien le gustaban este tipo de prendas —confesó Jackie suavemente. Él había sido más que sincero con ella, no veía la necesidad de mentir.
Colton trató de comportarse de manera civilizada. La fotografía que encontró en la maleta de la muchacha cuando buscaba los malditos analgésicos lo golpeó duramente. Un tipo más pijo que ella y con pinta de modelo la tenía agarrada por la cintura en lo que parecía una demostración de cariño. Apartó el dolor que le provocaba pensar en ese dandi disfrutando del cuerpo de su violinista y optó por sonreír. No lo consiguió, el pensamiento le revolvía las tripas.
—¿¡Y, a quién no!? —masculló el cantante hirviendo de rabia.
Jackie lo miró sorprendida. ¿Estaba celoso o eran imaginaciones suyas? Menudo día para experimentos.
—Detecto cierto malestar —suspiró ella temiendo que la situación se complicara—. Vamos, Colton, no me irás a decir que esperabas que no hubiera mantenido ninguna relación antes de conocerte, porque, en ese caso, me obligas a recordarte que si las hubieras contado, me refiero al número de mujeres que…has conocido, habrías batido algún record.
Sonrió al decirlo queriendo quitar hierro al asunto.
—La diferencia entre nosotros es que yo no mantengo relaciones, no, hasta ahora —matizó provocando que a Jackie le subiera la tensión arterial—. Yo follaba, ni mantenía relaciones ni hacía el amor. Espero no herir tu delicada sensibilidad con mi franqueza.
Jackie había perdido la capacidad de pensar, lo único que hacía era repetirse, una y otra vez, que Colton admitía tener una relación con ella. Hubiera gritado de felicidad.
—¿No vas a decir nada? —le preguntó el cantante enfadado.
—No sé qué decir —susurró sorprendida—. ¿Qué te gustaría a ti que dijera?
Colton no lo pensó ni un segundo.
—Que ese tipo no te hacía disfrutar y que lo dejaste porque te aburría mortalmente —dijo cáustico—. Todo lo contrario a lo que sientes conmigo.
Sufrió cierto sobresalto cuando comprendió que el cantante había eludido hablar de sentimientos. Le dolió, ella no se acostaba con cualquiera. Explicar que estaba con él por algo más que su cara bonita, o porque la hiciera sonreír era impensable; no estaba dispuesta a ser la primera en confesar sus sentimientos, nunca más.
—Lo siento, pero me hacía disfrutar y no me aburría en absoluto —declaró enojada consigo misma.
No debía haber iniciado esa conversación, qué necesidad tenía ella de hablar de su ropa interior. Jamás saldría de su boca que su novio era, además, un gigoló al que su representante pagaba por tenerla contenta. Sintió que se ruborizaba pero logró sostenerle la mirada. Algo era algo.
—Y, ¿se puede saber por qué no continuaste con ese dechado de perfección? —le preguntó Colton irritado.
Jackie resopló cada vez más molesta. Aquello era el colmo.
—¿Tengo que dar explicaciones de mi vida amorosa a un tío que ha tenido más rollos que pelos en la cabeza? —reflexionó mortificada—. Sin contarte a ti, sólo he estado con un hombre en toda mi vida. Creía estar enamorada y pensaba que era la persona más extraordinaria que existía sobre la faz de la tierra. Descubrí a tiempo que no era así, no hay más que contar.
Sí que lo había, y mucho, pero no tenía fuerzas para ello, su orgullo no se lo permitía.
Colton registró hasta el más insignificante de sus gestos.
—¿Todavía sientes algo por ese tipo? —le preguntó sin apartar los ojos de los suyos.
Jackie suspiró esforzándose por tranquilizarse.
—Nada, no siento nada por Brad, ni siquiera indiferencia —declaró, siendo todo lo sincera que podía ser sin contarle la desagradable historia. En realidad, sentía mucha humillación y mucha vergüenza, pero eso se quedaría para ella.
Pasaron unos angustiosos segundos. Jackie lo sintió respirar con fuerza, al tiempo que no la perdía de vista. Finalmente, Colton le dedicó una sonrisa comedida que le aclaró que había pasado el examen. Gracias a Dios, pensó hecha un lío.
—Ven aquí —le pidió el cantante con voz ronca.
Jackie comprendió que no se podía negar. Tampoco quería, intuía que ese hombre necesitaba saber que ella… ¿era suya? Esperaba no errar demasiado en sus apreciaciones.
Se acercó lentamente, daba igual que estuviera vestido, su expresión no podía ser más sincera ni él parecer más desnudo e indefenso. Era cierto que la necesitaba, se arrodilló a su lado y lo besó. Colton le devolvió el beso con tal fiereza que tuvo que agarrarse a la cintura masculina para evitar caerse, su pequeña caricia no podía competir con el asalto que acababa de sufrir. Lo examinó temerosa sin saber si seguir adelante y se encontró con una mirada demasiado ardiente para conformarse con un beso.
Sintió las manos masculinas apretando sus caderas y lamentó haber abandonado la seguridad que le brindaba el kilometro de bañera. Aquello iba a derivar en una unión de dimensiones gigantescas, nada cercano a mantener el control, eso seguro. Sabía que para él era importante, pero no encontraba las fuerzas necesarias que le permitieran alejarse de sus brazos.
Las manos de Colton le estrujaron los glúteos. Lo sintió gemir cuando le llevó la enagua a la cintura y la acarició abarcando las nalgas por completo. Entonces permaneció quieto un instante, la sentó en su regazo y la besó con reverencia, nada del embate anterior. Debió de pensar algo importante porque Jackie lo escuchó suspirar mientras reposaba la cabeza entre sus pechos.
—¿No te vas a desnudar? —inquirió confundida.
Colton negó con ímpetu y volvió a besarla. Sin dejar de mirarla apartó el triangulito de su tanga. Ella esperó conteniendo la respiración y jadeó desesperada, sentir los dedos húmedos del hombre entrando en ella era demasiado. Colton también debió pensarlo porque la besó en la sien y retiró la mano, aunque sólo para acariciar con movimientos lentos y circulares su excitado clítoris.
Jackie lo contempló desbordada. La cara de su compañero era de una profunda satisfacción aunque el brillo de sus ojos le hizo pensar en lágrimas. Una fuerte contracción seguida de penetrantes palpitaciones le advirtió de la llegada de un orgasmo y, desesperada, buscó la ayuda de su compañero.
—Déjate llevar —le susurró el cantante sosteniéndola con más fuerza.
Jackie cerró los ojos y los abrió con desesperación. Las sacudidas la dejaron aturdida en los brazos de Colton. Había sido impresionante, pero no estaba acostumbrada a disfrutar ella sola.
—¿Y tú? —pudo articular, por fin.
—Yo soy el tío más feliz del planeta. Llevo excitado la última media hora, he goteado semen y creído que me corría. Te he sentido retorcerte entre mis brazos y te juro que, a pesar de todo, puedo controlarme. Es la primera vez que me pasa desde que era un crío. —La besó satisfecho—. Gracias, rain, en este momento me siento con fuerzas para abrazarte hasta que salga el sol y eso es lo más maravilloso que me podía ocurrir.
Jackie se dejó estrechar sin acabar de entender lo que había sucedido. La serie ilimitada de besos que recibió en la cara, las sienes y el pelo le indicó que iban por buen camino. Por primera vez, desde que conociera al cantante, la esperanza se impuso al miedo.
—¿Estás seguro de lo que dices? No te enfades, pero no creo que lo tengas muy claro.
Aturdida, creyó escuchar el sonido de una voz masculina. Trató de incorporarse pero estaba recostada en unas piernas masculinas y era complicado cambiar de posición. Además, una mano le acariciaba el pelo y por nada en el mundo quería que dejara de hacerlo. Entonces, recordó que se encontraba en una limusina camino de Verona. Por cierto, a punto de llegar.
—Sí, hablar de amor es exagerar las cosas —afirmó Colton entre murmullos —. No estamos enamorados.
Jackie sintió el carraspeo de Sam y la risita de Nick.
—Pues, lo disimuláis a las mil maravillas —insistió Nick—. Parecéis dos tortolitos a punto de hacer el nido.
Jackie notó que el comentario causaba cierto malestar en Colton. El cantante dejó de tocarle el cabello y se removió inquieto. Ella no quiso escuchar más, a saber lo que acabaría saliendo de allí. Abandonó su postura y se acomodó en el asiento. Colton había dejado tanto espacio entre ellos, que el aire acondicionado la hizo temblar de frío por el tiempo que había permanecido pegada al cantante.
Sonrió a los hombres y se puso a mirar por la ventanilla. Los abrazos, las caricias y los besos habían desaparecido. Los chicos bromeaban por el atuendo que les habían seleccionado para el festival y Colton permanecía en silencio, en un insoportable y desesperante silencio.
Maldita sea, su vida empezaba a parecerse a una montaña rusa, pensó hecha polvo.
El aeropuerto estaba a sólo doce kilómetros del centro de Verona. Un jet privado los esperaba y, como no podía ser de otra manera, los seguidores de la banda también. Los muchachos saludaron con las manos y firmaron los autógrafos de aquellos que lograron saltarse el cordón de seguridad. Jackie no estaba acostumbrada a aquellas demostraciones de… ¿afecto? Realmente, no sabía cómo catalogar los gritos, lloriqueos y desmayos de las chicas. Los chicos mantenían mejor el tipo.
Echó un vistazo a los guapos del grupo y los vio encantados debajo de sus gafas de sol y sus ajustados trajes negros. En honor a la verdad, Nick sonreía más que Colton. El cantante mantenía un gesto serio y, aunque Jackie estaba segura de que no la perdía de vista, evitaba mirarla directamente.
La conversación en el interior de la limusina parecía haber puesto fin a su pequeño affaire. Tres meses, se recordó irritada, si pasaba de ella se le iban a hacer eternos.
Una chica preciosa y muy joven consiguió eludir a un individuo de seguridad. Corriendo como una gacela, acabó placando a Colton que la recibió en sus brazos sin poder hacer otra cosa. El beso de la chica en los labios del cantante la dejó estupefacta. El de seguridad intentó hacer su trabajo pero aquella criatura estaba fusionada al cuerpo de Col, a quien, por cierto, no parecía hacerle mucha gracia el detalle.
—Te amo —chilló la muchacha mientras se resistía con todas sus fuerzas a que la separaran de su ídolo.
Contemplar a la fan confesar su amor, llorar descompuesta y patalear en el aire sujeta por dos miembros de seguridad, hizo tambalearse a Jackie. Podía soportar la indiferencia de Colton pero no estaba segura de poder verlo con otras mujeres. Echó a andar con todas sus fuerzas y no volvió a mirar atrás.
Cuando la azafata la recibió en las escalerillas y le deseó un día sin mucho calor, ella se carcajeó como una demente, con calor no sin él, iba a acabar más achicharrada que el pajarraco del poster.
A las nueve y tres minutos tomaron tierra en el Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci de Roma. Había sido la hora más larga de toda su vida. Colton se había sentado junto a Nick y ambos se habían pasado medio vuelo bromeando con la azafata. La muchacha, una criatura estilizada y llena de curvas, no cabía en sí de gozo. No quería ser mal pensada, pero era demasiado obvio que se paseaba entre los pocos asientos del aparato para mostrar su espléndida figura. Las miradas que lanzaba a los hombres para cerciorarse de ello le parecieron patéticas. Sin embargo, cuando pilló a Colton admirando las nalgas de la mujer, comprendió que la única patética allí era ella.
Sam debió darse cuenta porque le pasó el brazo por los hombros y la besó en el pelo.
—¿Estás bien? —le siseó su amigo al oído.
Jackie asintió aunque, como siempre que le demostraban afecto, estaba a punto de llorar. Se levantó para ir al servicio y así esconder su propia estupidez. Las risitas de la azafata la siguieron hasta el fondo del aparato.
No pudo cerrar la puerta, un cuerpo se interpuso y, pegado a ella, entró en el diminuto cubículo.
—No has sonreído ni una sola vez en las dos últimas horas —le dijo Colton acariciando su mejilla—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar conmigo?
La preocupación masculina era real. Jackie lo contempló apesadumbrada. Había manifestado públicamente que no la amaba, se había morreado con una fan histérica y, por si fuera poco, saldaba la mañana tonteando con una azafata que cumplía todos los requisitos para figurar en uno de los famosos cuadros de Colton Reed. Sí, había muchas cosas de las que hablar, aunque no lo haría.
—Estoy nerviosa, el nuevo violín causará mucha expectación y no deseo defraudar a nadie —explicó sin llegar a mentir.
El cantante buscó en el interior de un armario adosado a un panel, encontró un frasco ridículo que contenía un líquido verde, lo abrió y se lo zampó de un trago. Jackie lanzó una exclamación, no podía estar pasándole aquello.
Colton se enjuagó con el producto y sin darle tiempo a entender lo que hacía, la agarró como si no hubiera un mañana y la besó con más ardor del que, casi seguro, permitirían en un avión. Jackie sintió las manos del hombre en su trasero y decidió que no le agradaba que la sobara a ella cuando lo había inspirado otra persona.
—Quita tus manazas —espetó dolida—. No has apartado los ojos del culo de la azafata. Ahora no vas a tocar el mío.
Colton la miró con una sonrisa radiante en la cara. Ya era hora de que supiera lo que se siente, pensó recordando la fotografía de la maleta.
—Esa chica tiene un buen culo —añadió, echando más leña al fuego—. El problema es que a mí sólo me interesa el tuyo, por eso estoy aquí contigo y no con ella.
Jackie pensó en el significado de sus palabras. Obviamente, se trataba de un axioma incuestionable. Lo analizó con objetividad y, finalmente, sonrió más relajada.
—¿Por qué te has enjuagado la boca? —preguntó acentuando la sonrisa.
—La chica del aeropuerto me ha metido la lengua hasta la campanilla, estaba hablando en ese momento y no he podido evitarlo —informó con el ceño fruncido —. No permito que me bese una desconocida, es demasiado íntimo. Ni siquiera en mis malos tiempos consentía algo así.
Jackie estaba impresionada pero, sobre todo, le agradecía el detalle de no hacerla compartir secreciones ajenas.
—Puedo ayudarte a olvidar esa violación a tu intimidad —susurró melosa mientras acariciaba la nuca masculina con toda intención.
—Por favor, no te cohíbas en absoluto —indicó Colton mientras le repasaba la espalda una y otra vez —. No llevas sujetador ¿verdad?
Jackie sonrió encantada de haberse gastado una fortuna en aquellas cursiladas. Llevaba una camiseta con la espalda descubierta salvo por unas cintas cruzadas. Su sujetador consistía en unas copas unidas a dos trozos de silicona que se adherían a la piel de sus costados.
Se quitó la camiseta y lo miró esperando su veredicto. Colton estudió el sistema y repasó interesado el contorno del artefacto con los dedos. La sonrisa posterior provocó cierta zozobra a la violinista, era profundamente sexual.
—Hoy no necesito demostrarme nada —informó Col con los ojos brillantes.
Jackie suspiró sin llegar a creerse lo que estaba dispuesta a hacer por aquel hombre.
—Yo sí —contestó ella sin vacilar. Y, no mentía, después de la noche anterior, necesitaba demostrarse que era capaz de hacerle perder la cabeza, a pesar de que sus medidas no coincidieran con las de aquellas apabullantes musas.
Dejó caer sus shorts al suelo y permitió que la contemplara aguantando la respiración. Colton ya no sonreía, se quitó la camiseta y se desabrochó los vaqueros que no se deslizaron como los de ella. Mascullando algo entre dientes, se quitó las botas y se desprendió a puntapiés de los pantalones.
Jackie tragó aire a borbotones. Colton no llevaba calzoncillos y estaba ante ella como su madre lo trajo al mundo. Sonrió extasiada, y comprendió que quisiera exhibir ese cuerpo trabajado y sin un gramo de grasa. Ella no iba a ser menos, trató de deslizarse el tanga por las piernas sin parecer muy desesperada, cuando se sintió elevada hasta la cintura del cantante. Lo interrogó con los ojos y ya no pudo dejar de mirarlo. La cara de su colega había adoptado una expresión imposible de describir, era felicidad y satisfacción a partes iguales, o quizá…amor. Un estremecimiento la recorrió cuando adquirió conciencia de lo que acababa de pensar.
Colton aprovechó la pequeña sacudida de la muchacha para penetrarla con fuerza. La cogió de las nalgas y, girándose, la apoyó en la puerta del aseo.
—Sin control, sin ningún control —advirtió exaltado, entrando y saliendo de ella, obviando el soniquete que comenzó a emitir la hoja metálica contra la espalda de Jackie.
El cantante reparó en que los pechos femeninos no acababan de abandonar su inusitada prisión y tiró con fuerza del ingenio.
—¡Ahhhhh! Eso ha dolido, estaba sujeto con una especie de pegamento —explicó ella sofocando un grito.
El cantante levantó la cabeza y la observó con los ojos entrecerrados. Jackie apreció el extraño brillo de su mirada y percibió la increíble dureza de su miembro, algo había provocado que ese hombre aumentara la fiereza de los enviones y no estaba dispuesta a preocuparse por ello. Tampoco es que pudiera pensar demasiado, mientras la penetraba con rudeza, llegó a olvidarse de dónde se encontraban. Anclada con los pies a su espalda, lo sintió gruñir y comprendió que le estaba haciendo daño. Por primera vez, se asustó de verdad. Aquel hombre aumentaba la intensidad de sus gritos cuanto más incrementaba ella la presión de sus piernas. Estaba en forma y podía pasarse mucho…no dudó en hacerlo, su compañero se lo agradeció mirándola con los ojos velados por un deseo descarnado y ella lo contempló sin importarle lo más mínimo que disfrutara llevando las cosas al máximo. Deseaba complacerlo y sabía que lo estaba consiguiendo, había poco que pensar.
Colton sintió que el deseo lo sobrepasaba de la forma más insospechada. Nada tan elemental como un simple apretón de costillas por unos muslos tonificados y sensuales para que no pudiera contenerse más y sonrió fuera de sí. Madre mía, aquella mujer sacaba lo mejor de él con tan poco esfuerzo que daba miedo.
Jackie escuchó desgarrarse la tela de sus bragas y comprendió que ahora serían dos los que alardearían de no llevar ropa interior. Se olvidó enseguida del detalle, los dedos de Colton la abarcaron por completo y la acariciaron sin ninguna delicadeza. Lo extraño era que no resultaba molesto, sino más bien liberador. Ambos ansiaban darse placer y usaban todos los medios a su alcance para lograrlo.
Lo más probable es que se tratara del avión, pero Jackie hubiera jurado que fue su propio mundo el que se tambaleó cuando el cantante jadeó su nombre y explotó en su interior. Los dos compartieron gravitación y permanecieron unidos para afrontar aquellas gigantescas convulsiones que los transportaron más allá de aquel insólito escenario.
Después, permanecieron en silencio.
Poco a poco, reapareció el sonido exterior: el ruido de los motores del aparato, las conversaciones de los muchachos y las risas de la azafata.
Jackie intentó ponerse de pie pero Colton no se lo permitió. La mantenía estrechamente sujeta por las nalgas y se negaba a salir de su interior. Pues, no le iba a quedar más remedio, pensó ella, mientras detectaba una minúscula ducha en una esquina.
—Creía que era una leyenda urbana —musitó cortada por la forma en que la miraba el cantante.
—No te sigo —susurró absorto en la contemplación de su boca.
—Practicar sexo en el aire, es increíble —aclaró ella sin elevar la voz.
Colton no contestó, una mirada enigmática sustituyó lo que debían haber sido palabras. ¿Era siempre tan alucinante hacerlo en un avión o sólo con ella? Jackie le hubiera regalado su Stradivarius por saberlo.
Una eternidad más tarde, salieron del baño aseados y sonrientes.
Nadie dudaba de lo que había sucedido en aquella pequeña pieza; las referencias de Will a las turbulencias lo dejaron claro, pero ninguno de los dos se dio por aludido y, mucho menos, le rieron la gracia.
Jackie se acomodó junto a una ventanilla y dio por hecho que Colton ocuparía un asiento a su lado. Su sonrisa se apagó cuando lo vio pasar de largo y sentarse nuevamente con Nick. La azafata, que estaba sentada junto al bajista, observó la situación desconcertada y se apresuró a ocupar otro lugar. Jackie vio perfectamente la risita de Colton al mirar las nalgas de la chica y se preguntó qué habría pasado por la cabeza del cantante para sonreír de aquella manera. La mera posibilidad de que hubiera pensado en lo que habían hablado fue suficiente para que le perdonara que volviera a olvidarse de ella.
Madre mía, su esquema de las cosas no marchaba demasiado bien.
En Roma, los recibió Louis Briand. El gentleman había cambiado a modo profesional y la sorprendió gratamente. No pudo decir lo mismo de la nueva limusina, que no los llevó al hotel sino que se dirigió directamente al estadio. Jackie suspiró inquieta, de haberlo sabido, la que se hubiera controlado en las alturas habría sido ella, necesitaba desaparecer durante algún tiempo para recuperar la calma. La actitud de Colton la estaba volviendo loca, por no hablar de la necesidad de ponerse unas bragas y una de las pelucas que tan poco gustaban al rockero.
El manager les informó que podían ensayar a las doce del mediodía y las seis de la tarde. Durante dos horas, aproximadamente, el escenario sería de ellos. No disponían de más tiempo porque eran muchos los grupos que actuaban aquella noche.
Jackie miró de soslayo a Colton, el cantante se había alejado de ella cuanto había podido. No sabía cómo digerir lo que estaba pasando, hasta la mención de la palabra amor, ese hombre había sido su sombra. Ahora, huía de ella en público y, sin embargo, la buscaba en privado…
Dejó de darle vueltas a la cabeza cuando divisó el estadio. El disco permanecía apagado. Esa noche el nombre Palalottomatica brillaría en las paredes de aquella extraordinaria construcción. Jackie sabía que se había construido con motivo de los Vigesimoséptimos Juegos Olímpicos de 1960. Lo que no conocía era que podía albergar hasta once mil doscientos espectadores. Miró a Louis abrumada y comenzó a preocuparse de verdad. Once mil personas eran once mil teléfonos móviles, si tenía en cuenta que el tío más sexi del planeta del año anterior iba a salir al escenario, debía multiplicar aquella cifra hasta el infinito, es decir hasta que los móviles se quedaran sin batería. Sin olvidarse de los periodistas y reporteros que cubrirían el evento para la radio y la televisión…Y ella, sin bragas y sin peluca. Deseó desaparecer en aquel mismo momento.
Dos azafatas los guiaron hasta el comedor. Antes, propusieron hacerse unas fotos con el grupo y los chicos asintieron con entusiasmo. Jackie se prestó voluntaria para hacerlas, no creía que a las muchachas les preocupara que la banda estuviera incompleta.
Tres fotos más tarde, las azafatas se multiplicaron y, en cuestión de minutos, medio estadio femenino orbitó alrededor del grupo. Hubo codazos y empujones, las chicas luchaban por posar junto al cantante y ella decidió dar por concluida la sesión fotográfica. Empezaba a estar harta de la fijación enfermiza que despertaba ese hombre. De seguir así, la misógina del grupo sería ella.
—¡Chicaaaaaaas! —gritó sin importarle parecer grosera—. Estamos muy cansados y queremos comer. Si sois tan amables…
Frank le silbó sonriente y Will aplaudió como un loco. Ella saludó como lo hacía en el escenario y acabó sonriendo. Mejor se lo tomaba con filosofía, decidió cuando pilló a Colton mirándola pensativo.
—Eres un cielo —le siseó Sam al oído—. No sabemos decir que no y la verdad es que prefiero comer a sonreír para que me hagan fotos, pero no lo digas en voz alta.
—Yo estoy que me caigo de sueño —le contestó Jackie cogiéndose de su brazo—. ¿Sabes si podemos descansar en el hotel?
Sintió un peso sobre los hombros y se volvió inquieta. Colton la había sepultado bajo su costado sin mucha delicadeza.
—Nada de hotel —musitó en su sien al tiempo que la separaba de Sam con el ceño fruncido—. Este lugar está muy bien acondicionado y en la explanada de atrás disponemos de nuestro maravilloso y confortable autobús para lo que queramos. Rain, no se te ocurra desaparecer sin decir a dónde vas. —Se dio cuenta en ese momento y la contempló extrañado—. ¿Tú no tienes móvil como el resto de seres humanos? En este sitio es importante estar localizados. Y, deja de hacer manitas con nuestro guitarrista, está casado y acaba de ser padre.
Ella se retorció para guiñarle un ojo a Sam y eso pareció molestar a Colton. Era capaz de cualquier cosa con tal de evitar tener que dar explicaciones en ese momento.
—No puedo hacerlas contigo, me refiero a las manitas —explicó apartándose de él y poniéndose a bailar hasta llegar al resto de su banda. El sonido de un grupo retumbaba en esa zona y muchos de los presentes hacían lo mismo que ella.
Jackie subió los brazos y tarareó el estribillo de la canción con una extraordinaria sonrisa en los labios. Todo aquello era tan distinto a uno de sus famosos conciertos que trataría de disfrutarlo al máximo. Se animó y simuló tocar su violín, Will hizo lo propio con la batería y Nick los acompañó con la guitarra. Sam se unió a la banda y acabaron gritando y bailando. Colton se había apoyado en una pared cercana y los contemplaba emocionado. Al fin, un grupo sin problemas.
¿Sin problemas?
Cuando entraron en el comedor la inconfundible silueta de una mujer le recordó el infierno que había vivido y, por primera vez en mucho tiempo, necesitó un trago con urgencia. Miró a Jackie y, antes de abrir la boca, ella estaba a su lado tirando de él con fuerza. Se había parado en una zona conflictiva y su chica no dudaba en sacarle un brazo para apartarlo de allí. La hubiera raptado y emprendido la vuelta a la campiña pero sabía que no podía huir eternamente, tenía que hacer frente a sus temores, la voz de Elvira le martilleó la cabeza y comenzó a temblar de forma convulsiva.
—Nada de líquidos —le susurró Jackie alejándolo de los frigoríficos—. Una hamburguesa suena bien para una banda de rock.
Lo arrastró hasta el fondo de la sala y esperaron haciendo cola para conseguir algo que recordaba vagamente a carne a la plancha. Nick apareció de la nada y les proporcionó unas botellas de agua. Jackie observó al bajista y empezó a preocuparse, no perdía de vista a Colton.
—Gracias, lo necesitaba —le dijo el cantante a su colega antes de apurar la botellita por completo.
Jackie tuvo la extraña sensación de que no se refería al agua.
—Perdónanos, Jackie, pero necesito hablar con Col —explicó Nick llevándose a su amigo a un rincón.
Ella asintió, aunque, en realidad, trataba de analizar lo que sucedía para que Colton temblara de aquella manera y hubiera estado a punto de coger una cerveza.
—Siempre que coincidían, Starlight era…la compañera de… juegos de Colton —informó Frank sin elevar el tono de voz.
Jackie dejó de espiar a los dos hombres que hablaban entre susurros para centrarse en el hombre tatuado que tenía a su lado.
—No te sigo, ¿qué tiene que ver esa mujer con que Colton parezca necesitar ayuda?
Realmente, necesitaba una explicación.
—Un momento, ¿tú, cómo sabes quién es Star? —inquirió Sam mientras se situaba frente a su colega echando fuego por los ojos—. Algunos no saben mantener la boca cerrada. La próxima vez, mejor te concentras en que no te mate el humo de tus cigarrillos.
Jackie los contemplaba alternando entre uno y otro. Estuvo a punto de poner fin a la discusión aclarando que no conocía a la susodicha más que de verla en una postura impúdica cada vez que entraba en su habitación. Un suspiro después, sólo tuvo que hacer uso de la simple deducción. Una mujer espectacular se acercó a Colton y se fundió en un abrazo demasiado ardiente para su gusto. Sin mediar ni una palabra elevó la cabeza y acercó sus voluptuosos labios a los del cantante que le respondió de inmediato.
La habitación empezó a darle vueltas y tuvo que sujetarse al brazo de Sam. ¡A ver cómo eliminaba su chico aquellas babas!
—No sabía quién era —musitó Jackie sin acabar de creerse lo que estaba viendo.
Sam intercambió una mirada con un ceñudo Nick antes de dirigirse a ella.
—Debemos intervenir —le dijo como si aquellos dos no se hubieran besado—. Ahora, no importa nada más.
Jackie volvió a deducir lo que su amigo le comunicó sin palabras: Si lo comparamos con que nuestro amigo vuelva a descender a los infiernos, tu maldito enamoramiento no importa una mierda. Y estaba de acuerdo, sólo que necesitaba unos minutos para cortar mentalmente los hilos que la unían a ese hombre.
Will reaccionó antes que ninguno. Se lanzó a la pareja y apartó a la mujer del cantante para besarla con entusiasmo en las mejillas. La chica sonrió seductoramente mostrando una hilera de dientes blancos y perfectos. Sabía lo atractiva que era y lo explotaba al máximo, había poco que reprocharle.
Jackie contuvo un alarido cuando pudo inspeccionar a la musa de cuerpo entero. Morena de pelo espeso y ondulado, ojos muy claros y cara con forma de corazón. Vale, era extremadamente atractiva, podía lidiar con ello. Con lo que no podía, era con el metro ochenta, las copas súper C de su sujetador y las perfectas y redondeadas caderas que un estrecho pantalón de cuero negro se empeñaba en realzar.
Cuánta razón tenía Frank, el cuadro no le hacía justicia.
Respiró hondo y esperó a que se la presentaran. La mujer bromeaba con los hombres como si cada uno fuera especial por sí solo, aunque no paraba de controlar a Colton por el rabillo del ojo. Cuando le llegó el turno a Jackie, la chica se quedó sorprendentemente callada y puso morritos.
Venga ya, bufó la violinista para sus adentros, ella no era tan tonta como aquellos hombres, debía probar con otro gesto si quería impresionarla.
—Encantada Jackie —expresó la mujer con un marcado acento francés—. Soy Anna Jouvet, aunque mi nombre artístico es Starlight. Puedes llamarme Star, así es como me conocen mis amigos.
Jackie hubiera aullado de dolor. Colton permanecía en silencio con las manos en los bolsillos sin mirar a nadie. Nick observaba a la francesa sin parpadear, Will observaba a la francesa parpadeando. Frank estudiaba a Starlight, que había adoptado cara de circunstancias y Sam ponía cara de circunstancias al examinar a Jackie. Todo perfecto.
—Gracias, Star, eres muy amable —contestó ella sin perder las buenas formas—. Soy Jacqueline Evans, pero puedes llamarme Jackie.
Colton sonrió moviendo la cabeza y, por un extraño segundo, Jackie sintió que aún podía ganar aquella partida.
—Estupendo, Jackie —dijo la cantante inspeccionándola de arriba abajo—. Si me lo permitís, os robo a Colton. Hace mucho que no nos vemos y tenemos que ponernos al día.
El mutismo del grupo fue aterrador. Colton los miró cabizbajo y desapareció llevando a la diva sujeta de la cintura.
Durante un buen rato nadie fue capaz de articular palabra. Finalmente, Will acercó un plato al mostrador y un chico sonriente se lo llenó de hamburguesas.
—Hay que comer —informó el batería mostrándoles la comida—. Lo que tenga que pasar, pasará. Mejor que tengamos el estómago lleno —indicó, haciendo gala de una sabiduría indiscutible.
Jackie se limpió las lágrimas después de recibir cuatro besos en la cabeza, aquello era demasiado. Cogió pan de la mesa y ocupó una mesa libre con sus compañeros. Sólo tengo que superar este día, pensó desesperada, mientras se encargaba de la comida de los demás por primera vez en toda su vida.
A las once cuarenta y cinco estaban sentados delante del escenario viendo la actuación de otro de los grupos. Jackie agradeció al cielo que le hubiera tocado en suerte Acid Rain y no aquella banda pertrechada de tatuajes, cadenas, clavos y piercings. No obstante, tuvo que admitir que los temas eran impecables aunque no acompañaría a sus intérpretes en un control policial. El conjunto terminó con un solo increíble de batería que recibió el aplauso de todos los presentes.
Un chico tatuado hasta el cuello anunció por megafonía la banda que actuaba a continuación. Jackie se puso de pie imitando a sus compañeros y, al igual que ellos, oteó el horizonte en busca de su cantante que seguía missing. Menudo panorama.
Enseguida, se hizo evidente que sus amigos estaban enojados y no pudo evitar echar una mano. A fin de cuentas, estaba colada por el desaparecido.
—Tengo una idea —indicó, mientras enchufaba su violín y comprobaba las cuerdas.
No le dedicaron ni un gesto. Se marcó lo más parecido a una fanfarria que se podía conseguir con un violín moderno y esperó a que la miraran.
—Comencemos por la balada, yo cantaré —solicitó con una sonrisa—. Tengo entendido que no lo hago nada mal y el tema me gusta.
Nick se encogió de hombros. No tenían nada que perder y era preferible tocar siguiendo la letra.
—Por mí, de acuerdo —gruñó enfadado. Cuando cogiera a Colton le iba a recordar algunas duras verdades.
Los demás asintieron igual de resentidos.
—Siempre he sabido que el rock no es lo tuyo —gritó Sam cogiendo su guitarra.
Jackie sonrió tratando de disimular. Ciertamente, algunos temas le producían dolor de cabeza pero, en líneas generales, disfrutaba de las melodías. Claro, que como él le dijo con las fotos de las fans, no lo iba a decir en voz alta.
Había estudiado canto, violín y piano, estaba preparada.
Contempló el techo del complejo y se imaginó un magnífico cielo azul. Entonces, miró al frente y comenzó a cantar. La música sonó con suavidad hasta que la canción se elevó alcanzando notas casi imposibles. Sin forzar la garganta llegó a ellas con más facilidad de la que hubiera esperado. Dejó que los chicos se explayaran con sus instrumentos y disfrutó de un estribillo con el grupo que compartió extasiada agarrando el micrófono y bailando en el centro del escenario. Ni siquiera apreció si tenía público o no. Estaba en otro mundo y sus amigos parecían estar en el mismo que ella porque sonaban igual que una grabación.
Como si lo estuviera esperando, amplió su sonrisa cuando un recién hallado Colton Reed, a la sazón el cantante de la banda, se situó a su espalda y atrayéndola hacia su pecho cantó el final de la canción pegado a ella.
Los aplausos fueron ensordecedores. Cientos de personas se habían congregado a los pies del escenario. Jackie reconoció al grupo anterior, sus integrantes la saludaron con un gesto de asentimiento que le hizo replantearse su primera impresión.
Lo siguiente que supo fue que se dejó arrastrar exactamente igual que le sucedía en sus propios conciertos. Durante las dos siguientes canciones desapareció para reaparecer interpretada por su violín. Cuando la dejaron tocar a ella sola, apareció la magia y se hizo un silencio respetuoso en el estadio que ni siquiera el cantante se atrevió a romper. Finalizó el tercer tema sin más compañía que la de su música y la voz de Colton. No fue consciente de nada hasta que bajó el violín y miró a su alrededor.
Hacía tiempo que no experimentaba aquella sensación…de plenitud.
Colton se acercó a ella, la cogió de la nuca y la besó cerrando los ojos y exponiendo su alma ante un público enfervorecido. La amaba, comprendió mientras devoraba sus labios como un loco. La amaba más que a su vida y había sido el último en darse cuenta. Sonrió con timidez cuando le tocaron el hombro para que dejara paso al grupo siguiente. La amaba, pensó mientras la cogía de la mano y miles de mariposas revoloteaban en su estómago deseosas de volar libres. La amaba, se repitió bajando las escaleras.
Starlight los esperaba luciendo una falsa sonrisa y ni siquiera eso lo molestó.
—Nos vemos más tarde —saludó la musa mirándolo fijamente.
No, si puedo evitarlo, se dijo Colton más seguro que nunca. Agarró a Jackie con fuerza y la arrastró hasta uno de los pasillos laterales. Dejó que su chica se apoyara en la pared y, sin dejar de mirarla, le sonrió extasiado.
—Tenemos que hablar —le dijo apoyando las manos a ambos lados de la cabeza femenina.
Jackie se sentía extraña. Todavía temblaba por el beso que acababa de recibir en el escenario.
—Ha sido increíble, ¿no crees? —le preguntó ella, cada vez más nerviosa. El gesto concentrado de su compañero no la estaba ayudando a recuperar la calma.
—Sí, lo que he sentido encima de ese escenario ha sido increíble, estoy de acuerdo contigo —repitió Colton mientras le tocaba los labios con la yema de los dedos.
—¿Hablamos… de música o …de algo más? —inquirió ella a punto de un infarto. Los ojos de ese hombre le decían tantas cosas que necesitaba estar segura.
Colton la contemplaba en silencio. Jackie intuyó que algo importante se cernía sobre sus cabezas y sonrió atontada. Apartó un mechón rebelde que tapaba la cara del cantante y esperó ansiosa. Lo vio abrir la boca y cerrarla sorprendido por sus propios pensamientos. Entonces, como si no pudiera hacer otra cosa, suspiró y la besó estrechándola fuertemente entre sus brazos.
—Debo ser un imbécil integral por haberme dado cuenta ahora, pero…—Sonrió con timidez—. Te amo, rain. No puedo dejar de decirlo —susurró —. Te amo, te amo, te amo…Te amo tanto que no me importa nada más.
La mirada masculina se transformó en una pregunta muda. Jackie percibió el nerviosismo que impedía respirar a aquel hombre y sonrió de dicha.
—Te has tomado tu tiempo —le susurró con los ojos cuajados de lágrimas—. Colton, yo también te amo —reconoció llorando y sonriendo al mismo tiempo—. No me queda más remedio que perdonarte la imbecilidad. Te amo, grandísimo tonto.
Se sentía incapaz de seguir hablando. Uno sabe que un momento es importante porque jamás conseguirá olvidarlo. Lamentablemente, unas veces se trata de algo negativo y debe aprender a vivir con ello. Otras, en cambio, es algo maravilloso que da sentido a toda una vida.
Jackie experimentó lo segundo con una clarividencia sobrecogedora. Jamás olvidaría la mirada abrasadora y el beso rebosante de amor que recibió a continuación. Colton la abrazó con una intensidad que la perturbó por el peso de los sentimientos que le estaba revelando y ella le correspondió con todas sus fuerzas. Se amaban, parecía increíble, pero, por primera vez, un hombre le declaraba su amor y era Jackie, no Jacqueline, la destinataria del afecto.
Tocaba ser feliz para siempre.