12
Comenzó con el Adagio de Albinioni.
Antes de abstraerse observó a Colton. Su amigo se había sentado en el suelo junto a Sam. Ambos estaban apoyados en la pared que mostraba la imagen del grupo. Habían decidido quedarse en la cocina, la luz que entraba del exterior era soberbia. No habían dudado en tirar unos cojines al suelo y sentarse en ellos.
Ella permaneció de pie. Cerró los ojos y escuchó con claridad el sonido de una orquesta inexistente. Miró el horizonte a través de los ventanales y se dejó llevar. Su alma transitó por espacios desconocidos, la tristeza en estado puro la incitó a vivir la melodía de forma especial. Finalizó con una lágrima, estaba asustada de la fuerza de sus sentimientos.
Colton se había abrazado las rodillas y su rostro mostraba una sonrisa impresionada y serena. El pelo largo le caía sobre la mejilla y sus pies descalzos contribuían a ofrecer una imagen casi desvalida de sí mismo. Lo vio abrir los ojos y hubiera jurado que estaba a punto de llorar. Madre mía, lo amaba tanto.
Estaba claro que de seguir con aquel repertorio acabaría peor que con la cebolla. Decidió cambiar de tercio y se decantó por una de las piezas con las que solía finalizar sus conciertos. En realidad, se trataba de una excusa para demostrar sus habilidades técnicas. Con ese tema no había miedo de que acabara hipando.
La danza de los duendes de Antonio Bazzini. El ritmo despierto y vivaz de la música llenó de alegría la cocina y demostró con toda claridad que era una virtuosa del instrumento. Los hombres apreciaron los arcos que conseguía con facilidad, los giros y el cambio de cadencia, pero fue su dominio de la profundidad y de la armonía los que pusieron de manifiesto que no estaban ante una intérprete cualquiera.
Sam le hincó el codo a un anonadado Colton en una de las ejecuciones de los arcos y ambos se miraron sin saber muy bien qué pensar de lo que estaban viendo.
Jackie permanecía en su isla, aislada y protegida de todo lo que no fuera producir aquella música sublime que la ayudaba a combatir todos sus fantasmas. No supo qué le hizo terminar con el Ave María de Schubert pero de pronto se encontró interpretando la melodía como si estuviera hablando con la mismísima Virgen María en aquella habitación.
Colton suspiró de placer contenido.
¿Quién era aquella extraordinaria muchacha? Era indescriptible el sonido que arrancaba de aquellas cuatro cuerdas. Imaginó que parte de la magia se debía al Stradivarius, jamás había escuchado semejante profundidad y limpieza en ningún instrumento.
La posibilidad de que desapareciera de su vida lo desgarró por dentro. Ahora tenía claro que una intérprete de ese calibre no permanecería mucho tiempo con un grupo de rock. Trató de alejar sus temores pero le quedó un regusto amargo que lo inquietó.
—¿Puedes abrir la puerta, por favor? —gritó Colton sin cortarse en absoluto—. He llamado veinte veces, luego te quejas de que entre por la terraza.
Jackie acababa de acostarse y lloraba en silencio. Se había rendido a la autocompasión y repasaba su vida con una terrible objetividad. Salvo su música, lo que estaba recordando no era demasiado gratificante.
—Estoy en la cama. Acuéstate, Colton, mañana tenemos que volver a los ensayos.
Durante unos segundos no se oyó otra cosa que el silencio. Finalmente, se había marchado, empezaba a creer que no se iba a dar por vencido.
Dejó de llorar en cuanto escuchó el estruendo y la maldición. Suspiró enfadada, ¿por qué no había cerrado las puertas del balcón? Ese chico era incansable, algún día conseguiría hacerse daño de verdad.
—Me va a salir un verdugón en la pierna —farfulló su romeo entrando con total naturalidad en el dormitorio.
Jackie se sentó en la cama. Lo vio acariciarse el muslo y consiguió componer un gesto serio. La diversión desapareció ante la visión de su pecho desnudo y el pantalón caído. Suspiró desesperada. Tenía que darle la razón a Ethan, ese tío era completamente extraterrestre y no sólo por su aspecto exterior.
¿Qué podía hacer con alguien así?
Abrió los brazos y el cantante se echó en ellos como si la necesitara para vivir.
—No podía dormir —le dijo al oído mientras se acomodaba en la cama pegado a ella —. ¿Por qué estás llorando? ¿Tiene algo que ver con tus…analgésicos?
Jackie suspiró resignada. En tres meses dejaría de verlo. ¿Cómo iba a continuar sin ese sujeto en su vida?
—Estoy bien, me estaba acordando de algo. Eso es todo.
Colton la tomó de la barbilla y escudriñó su cara. La luz de sus ojos había desaparecido, tenía la nariz roja y sus labios temblaban mostrando unos dientes preciosos y muy blancos. Absorbió el olor de su pasta de dientes mezclado con el perfume que exhalaba todo su cuerpo. Vislumbró el ligero camisón embellecido con diminutas flores de seda transparente en los pezones y todo empezó a enredarse. Maldita sea, había salido corriendo y no llevaba ni una mísera camiseta para que se tapara.
—¿Podemos hacer un pequeño paréntesis? —le susurró rozando su nariz contra el cuello de ella—. Me muero por hacer uno, prometo que será casto y puro.
Jackie elevó la cara hacia él y le sonrió con ternura. La miraba con los ojos brillantes y una sonrisa nerviosa adornaba sus sexis facciones.
—Eres tú el que afirma que no te basta con un casto besito —le dijo resignada —. También sé que no soy tu tipo. ¿Para qué hacer paréntesis? ¿Necesitas ayuda, Colton? Sam y yo te vimos con la presentadora… Lamento ser tan directa, pero no voy a convertirme en una suplente ocasional. Te aprecio demasiado para hacerte algo así.
Colton cerró los ojos. ¿Suplente? Ella era la protagonista principal.
Esperó ansiosa a que la mirara. Tardó bastante, pero cuando lo hizo, ambos sintieron que no pisaban tierra firme. Los ojos de Colton se veían profundamente oscuros y fulguraban dilatados de puro deseo.
—Desde que tomo las dichosas pastillas para afrontar mis…adicciones, eres la única mujer con la que me he excitado… por los efectos secundarios y todo lo demás… —Imaginaba que le iba a costar más trabajo confesar semejante desatino.
Jackie recordó las conversaciones de los chicos. Sin embargo, seguía sin comprender el significado de aquella revelación.
—Pero, Sam y yo te vimos —reflexionó con calma—. No tengo la menor duda, Colton, era sexo y no parecías estar bajo ningún efecto secundario. Lo siento.
—¡Oh, mierda! ¿De veras? Sí, seguro que es lo que parecía —Asintió despacio—. La realidad es que lo intento y no consigo…salir de la primera base. ¿Podemos olvidarnos de lo que te he contado y continuar con nuestro pequeño paréntesis? Todo esto es demasiado humillante para mí.
A pesar de su intenso bronceado, Jackie advirtió el tono rosáceo que adquirían las mejillas masculinas. Sintió tanto pudor que fue ella la que tuvo que apartar la mirada.
Aún no sabía cómo digerir lo que le había confesado. Observó de reojo cómo fruncía el ceño preocupado y, sin pensarlo, unió sus labios a los del cantante con una leve caricia.
Colton no estaba dispuesto a que el paréntesis fuera tan ridículo. Enredó los dedos en su pelo y atrajo su cabeza hacia la suya. Entonces, con una lentitud sobrenatural acercó los labios a la boca de Jackie. No hubo lugar para las sorpresas. La lengua de la muchacha lo acogió con delicadeza al principio y con auténtica vehemencia después.
Colton le cogió la cara entre las manos y se miraron vacilantes.
—¿Un paréntesis más largo? —le urgió el cantante con la voz ronca.
Jackie sabía que debía negarse, ese hombre tenía serios problemas y ella no deseaba ser la causa de una recaída. Le dolió ver el gesto de temor que había adoptado su romeo. El temblor de las manos masculinas la sorprendió. Nunca hubiera imaginado que su respuesta pudiera afectarlo de esa manera. La angustia que leyó en sus ojos era tan real que podía sentirla en sus propias entrañas. No podía verlo en aquel estado.
Aspiró fuerte y le dedicó una sonrisa sincera.
—Sí, mucho más largo...
No la dejó terminar.
Se abrazó a ella como si hubiera enloquecido y la besó con fiereza. Jackie gimió de dolor, Colton se separó a toda prisa, acarició sus labios y le chupó la zona dolorida. Mientras la besaba, le desabrochaba los botones de su camisón, eran tan minúsculos que iba a tardar una eternidad. Jackie decidió apartarlo con delicadeza y ella misma se deshizo de la prenda. Colton no perdió el tiempo, le bastó con dejar que sus pantalones cayeran al suelo.
La muchacha comprendió que estaba demasiado ansioso. Rogó a todas las fuerzas del universo para que aquello no fuera un error demasiado grave. Aunque no podía serlo, sentía su corazón rebosante de amor por aquel hombre y… le bastaba con que él sintiera sólo una pequeña parte de lo que sentía ella.
En ese momento, ambos se contemplaron asustados.
Jackie estaba aturdida. El cuerpo masculino la tenía fascinada, era tan perfecto que gimió sin llegar a creérselo. Se topó con los ojos de Colton y tembló, si continuaba mirándola de aquella manera acabaría por cubrirse con la sábana.
Colton admiró sus senos redondos. Los tomó entre sus manos y se sorprendió de su tacto. Los pellizcó y aplastó y comprendió que después de aquello le iba a resultar difícil volver al artificio. Con los senos entre sus manos, bajó la mirada a las caderas femeninas y lanzó un alarido, llevaba unas bragas tan indecentes como las que él había tomado prestadas. La excitación del descubrimiento lo puso en un serio aprieto.
—¿Tienes preservativos? —indagó completamente perdido.
Jackie movió la cabeza.
—Tomo la píldora.
El gesto de posesión del muchacho la sobresaltó. Con extraordinaria facilidad se situó sobre ella, se apoyó con los brazos en la cama y la observó unos segundos. Jackie comprendió que estaba haciendo un esfuerzo enorme. Colton le sonrió con la cara contraída y no esperó más, la penetró con fuerza. Entonces, lo notó inseguro, como si deseara tomárselo con más calma y no le fuera posible.
—Lo siento —le dijo Col besando su hombro.
Jackie le acarició la cara con veneración. Le encantaba estar unida a ese hombre. Lo sentía a lo largo de todo su cuerpo y lo único en lo que podía pensar era en que él representaba su trocito de cielo azul. Dios, cuánto lo amaba.
—No soy de cristal —le contestó ella sintiendo el pene masculino, hinchado y duro, en su interior—. Yo también te deseo.
No había vuelta atrás, lo había dicho. La imagen desdibujada de Brad apareció durante una fracción de segundo pero la descartó con un parpadeo. Ese hombre estaba con ella porque quería, nadie le remuneraba por ello. Quiso gritar de placer cuando recordó que incluso le había pagado la clínica. Ese pensamiento ayudó a que se relajara.
Colton suspiró con la cara desencajada. No le resultaba nada fácil permanecer quieto en su interior. Las palabras de Jackie surtieron efecto, elevó las caderas de la violinista y la atrajo aún más hacia él.
—Llevo mucho tiempo sin hacer esto —repuso asustado—. Iremos con calma.
Jackie comprendió que no era la única que tenía dudas. Colton no iniciaba ningún asalto a pesar del asedio y decidió tomar el mando de la situación.
Se separó con cuidado de no hacerle daño. El rostro descompuesto del hombre le dijo que no sabía lo que pretendía. Su pene, que hasta ese momento había lucido vigoroso, se había replegado y ella comenzó a desear haberse estado quieta. Su querido asalta balcones había cerrado los ojos, era incapaz de mirarla por lo que no dudó en llevar a cabo lo que tenía en mente.
Su lengua tocó con timidez el miembro flácido y decaído del cantante. Casi al instante, el órgano masculino adquirió vida de nuevo. La expresión de su amigo lucía de nuevo segura y sensual. Jackie lo miró mientras chupaba con ansia y supo que lo había logrado, dejó de espiarlo y comenzó a engullir su hombría con pasión. Aquel no era momento para mojigaterías, deseaba que el encuentro funcionara, después… bueno, después no tenía ni idea de lo que sucedería.
Col permanecía tendido en la cama. La visión de la muchacha, arrodillada ante su verga mientras la acariciaba presionándola con los labios, era extremadamente lujuriosa. El contorno de sus nalgas lo hizo gemir como si fuera primerizo. No recordaba haber experimentado nada parecido.
Jackie no estaba muy segura de lo que hacía, con Brad nunca había tomado la iniciativa, pero era consciente de que el fluido preseminal anunciaba la inminencia de la esencia masculina. Sin dejar de observarlo, trató de ponerse a horcajadas sobre él pero era más fácil pensarlo que hacerlo. Colton la ayudó sin esfuerzo y le dedicó una penetrante mirada que la estremeció de anticipación.
Era la hora de la verdad, comenzó con cierta inestabilidad pero pronto encontró el ritmo y sonrió satisfecha. La mirada ardiente de Col hizo que se sintiera pletórica. No se había equivocado, aunque su experiencia era limitada, estaba haciendo disfrutar al cantante. De repente, los ojos del hombre se detuvieron en sus pechos y por un inquietante segundo tuvo miedo. Nunca lo había pensado, pero sus senos quizá fueran pequeños para lo que parecía estar acostumbrado. Sintió las manos del cantante estrujarlos con frenesí y se dijo que los gemidos no podían ser más reales, desechó las dudas e incrementó la fuerza de los enviones. Descubrir que ella le gustaba tal y como era añadió nuevos bríos a sus movimientos.
Colton bajó las manos a las caderas de su nueva musa y la sostuvo con firmeza. Sin perderse ni un solo detalle de su cara, le acarició el excitado clítoris con movimientos exigentes y, tal y como confiaba, los dos estallaron en un torbellino desordenado de sacudidas calientes y vibrantes.
Jackie lo miró sintiéndose completamente perdida. Nunca hubiera imaginado que la intimidad con un hombre pudiera sentirse tan intensa. Maldita sea, no estaba preparada para algo así.
Colton no podía hablar. Su experiencia sexual no abarcaba aquellos sentimientos a los que no sabía poner nombre. Por primera vez en toda su vida adulta, el sexo no se convertía en una llamarada que lo consumía y le arrebataba la voluntad. No deseaba salir corriendo para apaciguar ese demonio que lo instaba a beber hasta perder el sentido. Lo único que anhelaba era abrazarse a aquella criatura preciosa y pura que le hacía sentir cosas que ni él mismo sabía que existían.
—Todavía no —le dijo Colton impidiendo que abandonara la cama—. Necesito sentirte a mi lado.
Jackie no se quejó. Escondió la cara en el pecho masculino y se dejó estrechar con ternura.
—Te… —se calló a toda prisa. ¿Es que no había aprendido la lección? Nada de declaraciones de amor hasta no estar completamente segura de lo que hacía.
Elevó la cabeza para detectar la gravedad de la situación y se quedó paralizada, Colton estaba llorando.
—¿Te…sientes mal? ¿Necesitas tu medicación? —le preguntó ella sin poder contener sus propias lágrimas. La habían hecho buena.
Colton negó con una sonrisa radiante que le traspasó el pecho y fue directa a su corazón.
—Rain, me siento increíblemente bien —aseguró mirándola con dulzura—. Y ha sido increíblemente inesperado.
Jackie sintió el beso en la frente y comenzó a llorar con mayor desconsuelo. Sus endebles esperanzas se habían esfumado. El comportamiento de Colton se debía a que se consideraba curado, no a que sintiera algo por ella.
Salió del baño más recuperada. Le hubiera gustado estar dentro de una de esas películas en las que el protagonista no pasa la noche con la chica de turno. Sería todo un detalle poder llorar a gusto.
Comprendió que no iba a ser posible. Colton la esperaba en la cama con una expresión enigmática en la cara.
—Desnuda, por favor —solicitó el cantante con gravedad.
Jackie lo miró cortada. Titubeó un instante, parecía un poco tonto sentir vergüenza después de lo que habían compartido. Contempló la naturalidad con la que él llevaba su desnudez y decidió actuar como una persona experimentada. Se sacó el camisón por la cabeza y lo lanzó al sofá.
Un sonido que le recordó a la rotura de un vaso de cristal la sobresaltó. Encendió la luz general y se sorprendió al encontrar los tubitos que le preparaba Celia estrellados contra el suelo y el pijama de su amigo en medio del caos. No había que ser muy lista para deducir que su camisón había sido el responsable y que los inyectables debían estar envueltos en el pantalón de Colton.
—Puedo explicarlo —dijo el autor, abrumado por el peso de las pruebas.
Jackie lo contempló estupefacta.
—Seguro que sí —murmuró ella—. Esos frascos estaban en el bolsillo interior de mi bolso de mano que guardé en uno de los fondos laterales de mi maleta. Esa que está cerrada y guardada en la parte superior del armario empotrado que hay a mis espaldas.
Colton no paraba de tocarse el pelo, su nerviosismo se podía palpar.
—Si lo vas a plantear de esa manera, no vamos a llegar a buen puerto —señaló agobiado.
Jackie resopló indignada. Tiró de la sábana y se envolvió en ella. Enfadarse completamente desnuda no era lo más indicado, máxime cuando iba a mandar al cantante a hacer gárgaras.
—Está bien —confesó Colton sin dejar de mirarla—. Llevas unos días rara, lloras por todo y se te ve inquieta y nerviosa. Incluso, has sido capaz de ser descortés con Ethan —lo dijo como si el último argumento fuera suficiente por sí solo—. He creído que podías… que podías estar echando en falta tus… analgésicos. No debes tenerlos cerca, eso lo sabe hasta un pardillo. —El tono del cantante había adquirido la suficiente gravedad como para que Jackie comenzara a replantearse el enfado—. Lo siento, rain. No es que no confíe en ti, es que una mala idea la tiene cualquiera.
Jackie cerró los ojos. De pronto, no podía con más sentimientos reprimidos. Ese hombre estaba cuidando de ella y eso era algo que no hacía nadie. Sintió tanto amor que esquivó su mirada y trató en vano de contener las lágrimas.
Colton la abrazó con fuerza y acarició su cabello.
—Estoy a tu lado —musitó contra la sien de la muchacha.
—Después de cada ensayo, echo en falta la sensación…—declaró abatida—. Es desolador, lo sé, pero no puedo evitarlo.
—Rain, ¿te has metido algo? —le preguntó simulando una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir.
El titubeo de la violinista le removió las entrañas.
—¿Cuántas jeringuillas han sido, Jackie? —insistió con ternura, tomándola de la barbilla y mirándola fijamente.
Las lágrimas de la chica no lo ablandaron. Podían perder alguna batalla pero ganarían la guerra.
—¿Jackie?
Ella no dejaba de llorar. ¿Cómo contarlo sin parecer demasiado patética?
—Cuando terminamos…el ensayo del miércoles me dolía…mucho —titubeó avergonzada—. Tomé cuatro pastillas.
Colton la estrechó contra su cuerpo. Había imaginado algo peor.
Ese día estuvieron ensayando hasta el amanecer. Incluir los dos temas nuevos estaba resultando más difícil de lo que habían imaginado. Sin embargo, nadie se quejó ni pidió un descanso. Jackie era más trabajadora y disciplinada que todos ellos juntos. Nunca perdía la sonrisa ni se conformaba con la mediocridad. Sus críticas eran acertadas y no admitía excusas, era perfeccionista hasta la extenuación, ya lo había notado. Pero había olvidado algo fundamental: que era humana (muy humana) y que estaba destrozada.
La sintió temblar en sus brazos y pensó en lo que había tenido que soportar sin más compañía que la de un cantante desconocido. Parecía estar sola en el mundo. ¿De dónde había salido? Se preguntó pensativo. Apareció de la nada y resultaba extrañamente singular. El que tuviera un Stradivarius empezaba a ser lo más normal de todo el asunto.
—¿Y, aparte de las pastillas? —continuó inmisericorde.
Jackie negó con vehemencia. No podía hablar.
Colton pareció entenderla, la cogió en brazos, la depositó en la cama con ternura y la dejó llorar sin hacer otra cosa que acariciarle el cabello mientras la mantenía fuertemente abrazada contra su cuerpo. Cuando consideró que ya había sollozado bastante le limpió la cara, la arrastró fuera de la cama y, sin permitir que sus pies tocaran el suelo, entraron en el baño.
Jackie no abrió la boca, ni para mostrarse sorprendida. Colton la dejó con delicadeza en el recinto acristalado de la ducha. La vergüenza más atroz de toda su vida le impedía articular palabra y no porque estuvieran completamente desnudos.
Colton seleccionó el agua caliente en forma de lluvia y comenzó a masajearle el cabello con champú. Se lo enjuagó y pasó al resto del cuerpo. Continuó por el cuello y los brazos. Se detuvo algo más en sus senos. Ella entendió mal la situación, abrió los ojos que mantenía fuertemente cerrados y trató de besarlo. Sin embargo, su compañero no deseaba interferencias, le dio media vuelta y prosiguió con la espalda y acabó en los pies. Esta vez no se recreó en ninguna parte, a pesar de que lo sintió vacilar cuando le acarició su redondeado trasero con la mano.
Jackie advirtió, bastante trastornada, que la estaba lavando metódicamente y que el cantante no perdía concentración. Faltaba una zona que no había rozado siquiera y esperaba estremecida hasta los huesos. Sin embargo, esa caricia no llegó.
Colton la elevó a su altura y con los ojos cerrados y las frentes pegadas compartieron el agua sin hablar.
Jackie pensó que aquello parecía una especie de ceremonia purificatoria pero descartó la idea de inmediato. Demasiado trascendental para lo terrenal del cantante.
—Ni una pastilla más. Desde este instante, empiezas de nuevo —susurró mirándola directamente mientras el agua resbalaba por su cara—. Día a día, ese será el objetivo. No lo olvides, día a día. Lo lograremos, rain, estoy seguro.
Jackie asintió con decisión. Era extraño, pero sentía que formaba parte de un plan sobrenatural.
Qué razón tenía Ethan cuando decía que ese chico no era de este mundo.
—Despierta, rain, tenemos trabajo. En dos días actuamos en Roma.
La voz de Colton sonaba con normalidad, como si la noche anterior no hubieran hecho el amor y ella no le hubiera confesado que se había excedido con los calmantes. Decidió permanecer con los ojos cerrados, abrirlos era demasiado agobiante. Madre mía, ¿debía comportarse como si no hubiera sucedido nada?
Sintió el clic de la puerta y respiró más tranquila, no tenía ni idea de cómo afrontar los nuevos acontecimientos.
El peso de un cuerpo hundiendo el colchón consiguió el milagro de que recuperara la visión. El cantante más sexi del planeta estaba a su lado apoyado sobre un codo y mirándola con expresión ardiente.
—Disponemos de diez minutos antes de que nos busquen —susurró en su oído —. Nada de lavarse los dientes, te he traído un yogur de fresa. Me vuelve loco el sabor de la fresa, no sé si te lo había dicho.
Jackie había perdido la cuenta de las horas que llevaba sin hablar y aquello no contribuyó a mejorar su locuacidad. Al parecer, tenían una relación, no sabía de qué tipo, pero era una relación al fin y al cabo. Abrió la boca y saboreó la sustancia rosada que Colton introdujo en su interior. El cantante tuvo poca paciencia, dos cucharadas más tarde la estaba besando con fervor.
Justo cuando empezaba a recobrar la cordura, sintió la cremosidad en sus pechos y la lengua del tío más sexi del año anterior devorando sus pezones. Jadeó desarmada y volvió a su posición horizontal. Los dedos de Col iniciaron un recorrido descendente y gritó alarmada cuando sintió parte del yogur en cierta zona extremadamente sensible.
—¡Chssss! No grites, he cerrado con llave pero son capaces de saltar por el balcón.
Por qué sería que no le extrañaba, se dijo ella suspirando al borde del delirio. Se tapó la boca y le facilitó el trabajo. Separó las piernas como él quería y lo observó embelesada. Fue casi más vergonzoso que el tema de sus pastillas, en pocos segundos sintió las sacudidas y por más que se impuso aguantar, no lo consiguió. Un orgasmo de dimensiones gigantescas hizo su aparición consiguiendo que se olvidara hasta de ella misma. Llevaba mucho tiempo sin practicar sexo, sería eso.
Descubrió al cantante mirándola.
—Lo siento —siseó encarnada hasta la punta del pelo—. Hace tiempo que no…
Colton la besó fascinado, tanto que Jackie lo miró sorprendida.
—No tenemos tiempo —le recordó el cantante entre susurros—. Es fantástico que hayas tardado tan poco, aunque la próxima vez no te lo permitiré.
Habrá una próxima vez, pensó atontada. No sabía qué esperar de ese hombre, quizá que aquello se quedara en unos encuentros esporádicos. Bien sabía Dios, que ella tomaría lo que él estuviera dispuesto a darle. No iba a plantearse nada más, tres meses, se dijo entusiasmada, tres meses de algo verdadero. O casi, le recordó implacable la voz de su carcomida conciencia.
Dejó de pensar.
Colton había tomado con los labios su pezón izquierdo y tiraba de él hasta hacerla gemir desesperada, entonces se hundió en su interior. Se contemplaron mutuamente, Jackie ronroneó con sensualidad y elevó las caderas para aumentar la intensidad de los vaivenes. Colton entendió el mensaje y empujó hacia arriba para adentrarse más en el interior femenino. La sintió apretada y caliente y comprendió que iba a durar menos que ella. Tenía que pensar en otra cosa.
—Jackie, ¿está Colton contigo?
La voz de Ethan los sobresaltó. Ella quiso escabullirse pero su compañero no se lo permitió, la mantuvo sujeta de las nalgas y le guiñó un ojo mientras negaba con la cabeza. Bienvenida cualquier interrupción que consiguiera prolongar su entusiasmo.
—N…o —contestó abochornada.
—No tardes, tenemos que comentar algunas cosas.
No pudo responder. Se tapó los ojos con las manos y su cara adoptó un rictus de resignación. No sabía qué hacer con un hombre así, porque él seguía penetrándola sin importarle lo más mínimo que su representante estuviera al otro lado de la puerta.
—¡Oh, por favor! Date…prisa —balbuceó sin voz, superada por las circunstancias.
Colton arrugó el ceño y dejó de moverse.
Estaba claro lo que pensaba de sus prisas. La miró con insolencia mientras deslizaba un dedo con delicadeza entre sus piernas. Sin apartar la mirada de ella, masajeó el punto de unión con lentitud y sólo cuando la sintió gimotear rendida, reanudó las embestidas, esta vez mucho más impetuosas.
Jackie olvidó al representante y se centró en los temblores que la atenazaban por segunda vez. Se mordió la mano, cuando se dio cuenta de lo que hacía, la cambió por la sábana. Colton no pudo disimular la satisfacción que le produjo el comportamiento errático de su pareja.
—Déjate llevar —murmuró el cantante con la voz quebrada por la pasión.
Fue lo que hizo y gritó estremecida. Los espasmos se concentraron en su vagina y finalmente se irradiaron a lo largo de todo su cuerpo. Col se rindió sobre ella y durante unos segundos ambos estallaron sin contención. Impresionada, Jackie lo contempló sin creer que aquellos jadeos ahogados salieran de la garganta del cantante.
—Vas a conseguir que pierda la voz a dos días del concierto —le susurró sin hacer ademán de moverse.
—Eres tremendamente ruidoso. —Rió exhausta —. No tengo nada que ver en eso.
Colton le acarició los labios y la besó con ternura.
—Jackie, perdona que vuelva a molestarte, pero ¿estás segura de que Colton no se encuentra contigo? —preguntó de nuevo el representante a través de la puerta—. No aparece y estamos empezando a preocuparnos.
El cantante le dedicó una sonrisa destinada a aflojarle las piernas.
—¿Se lo decimos? —le susurró al oído.
Jackie no se lo podía creer, ese insensato hablaba en serio.
—No está conmigo, Ethan. Dame unos minutos y ayudo en la búsqueda. —Se le ocurrió de pronto—. Me dijo que quizá saldría a correr.
Durante un breve instante no se oyó nada.
—Claro, no lo había pensado —manifestó el agente—. Date prisa, estamos en la cocina.
Sonrió ahogadamente cuando escuchó que tenía que darse prisa. Ese hombre que acababa de salir de su interior y dejarla dolorosamente vacía, había conseguido que no quisiera tener prisa en toda su vida. Lo apartó cuando descubrió que pretendía acorralarla entre sus brazos y huyó a la ducha.
—¡Ah, no! Ni lo pienses siquiera —protestó mientras desaparecía.
Ese chico era alucinante. Decirle al representante que estaban manteniendo sexo… Porque eso era lo único que hacían ¿verdad?
Recordó las advertencias y las dudas de Ethan y, ya puestos, las del resto de personas que los conocían. Qué razón tenían y qué vergüenza sentía ella. ¿Qué le había hecho a ese hombre? Tuvo que sujetarse al lavabo. Un pánico intenso le recordó las adicciones del cantante y comprendió que compartía el dudoso galardón de protagonizar su primera y seria recaída. ¡Dios mío!
Entró en la habitación desesperada. Colton acababa de ponerse los vaqueros, se dio media vuelta y la recibió sonriente. Fue aún peor descubrir la felicidad que reflejaba el rostro masculino. Acababa de destrozarlo y le dedicaba una sonrisa de las que la hacían temblar por dentro.
—Tienes la fea costumbre de salir corriendo sin despedirte como es debido —le dijo contemplándola con los ojos entrecerrados—. ¿Qué pasa, rain?
Jackie lloraba desconsolada, se acercó a él y lo examinó con dificultad, las lágrimas bañaban su rostro y por más que las limpiaba con la manga del albornoz no conseguía enfocar al cantante con claridad.
—Estoy aquí, rain, sea lo que sea lo superaremos juntos.
Su abrazo no la ayudó en absoluto. El cantante creía que sollozaba por las pastillas. Aquello era un desastre, conforme pasaban los minutos se sentía más egoísta.
—Acabo de darme cuenta de lo que hemos hecho —declaró angustiada.
—¿Te refieres a la cama? —preguntó Colton con cara de picardía.
Jackie hipaba sin remedio, sentía tal angustia que hubiera cogido su maleta y desaparecido sin dudarlo.
—Tu adicción… —murmuró ella bajando la vista al suelo —. No puedo asumir algo así.
Colton dejó de sonreír. Cogió la cabeza de Jackie con ambas manos y la miró a los ojos.
—No me lo estás poniendo muy fácil que digamos. —Suspiró nervioso.
Esperó a que ella le facilitara las cosas pero sólo se encontró con su intensa y preocupada mirada.
—Verás, rain —Jackie sufrió un sobresalto. ¡Oh, por favor!, que no sea demasiado sórdido—, desde que tengo uso de razón las chicas me han asediado. No pongas esa cara, no se puede describir de otra manera. Follar… perdona, quiero decir,…practicar sexo dejó de ser excitante para pasar a convertirse en algo rutinario en mi vida. Sé que no suena demasiado bien, pero creo que ellas me usaban de la misma manera que lo hacía yo. Hasta que me subí a un escenario, ese día fue diferente. La adrenalina corría por todo mi cuerpo y por primera vez en mucho tiempo me parecía emocionante… en fin, ya sabes. El alcohol intensificó mis sentidos y acabé montándomelo con más de una chica. Fue absolutamente embriagador.
Jackie creyó advertir cierto temor en sus últimas palabras. De hecho, se quedó varado en ellas.
—No hace falta que te extiendas —musitó abrumada —. En tu vida te lo habías pasado mejor y, a partir de ese momento, quisiste darte un festín más a menudo de lo saludable.
Colton la contempló de forma distinta.
—Tú, siempre tan sutil. —Sonrió sin ganas—. Lo has entendido perfectamente.
—Sé lo que se siente después de un concierto. —Suspiró comprensiva—. Hacer el amor aprovechando el subidón es…una bomba.
Maldición, él follaba, no hacía el amor. Su estómago se contrajo igual que si le hubieran asestado un buen puñetazo. ¿Por qué diablos le iba a importar a él que Jackie hubiera hecho el amor con otra persona? La expresión de la muchacha continuaba siendo perfectamente recatada y no quiso excederse; en esa balanza él siempre saldría perdiendo, se apostaba la cabeza.
—Elvira cree que mi vida cambió ese día —continuó, haciendo un esfuerzo por olvidar el tema amoroso—. Hay quien sufre un accidente o descubre una vacuna. Yo me zambullí en el mundo de las sensaciones y no quise dejarme ninguna sin experimentar. Lo que viene a continuación deja de ser interesante.
¡Venga ya!, si no le había contado nada.
—Me interesa todo —le dijo ella turbada. Apenas se había hecho una idea de lo que había tenido que afrontar ese hombre.
—Todo es demasiado —susurró Colton—. Sólo debes saber que, al final, dejó de ser excitante para convertirse en una tortura. No disfrutaba ni bebiendo ni…sexualmente. Sólo sufría, esa es la pura verdad. —Le acarició la mejilla con dulzura—. Como puedes ver, nada de eso tiene que ver con nosotros. Después de estar contigo no necesito un trago. Para ser más preciso, ni antes, ni durante ni después.
Jackie abrió mucho los ojos. No estaba segura de haber entendido bien.
—¿No disfrutabas del sexo? —preguntó sorprendida.
—Me tiraba a toda fémina que se me acercaba. Sin olvidarnos del alcohol, que para mí era más importante que el agua. En los conciertos buscaba entre el público las posibles candidatas, eso cuando no las llevaba conmigo. —La miró abiertamente—. No, rain, no disfrutaba nada.
Jackie le dio un besito en los labios y suspiró intranquila.
—¿Debemos comentarlo con Elvira? —inquirió dispuesta a todo—. No podemos meter la pata.
Colton la cogió en volandas y la entró en el baño de nuevo.
—No vamos a meter la pata. Me siento mejor que nunca —siseó sobre sus labios. —. Dúchate o creerán que tenemos problemas serios.
Jackie se metió en la ducha temblando. Sintió la puerta de su habitación y supo que por fin estaba sola. Entonces lloró angustiada.
¿Tenían problemas serios? ¿Los tenían?