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Tito,
el emperador benévolo

Tito fue nombrado por su padre corregente y sucesor desde el comienzo de su reinado. Vencedor en la guerra contra los judíos, Tito se mantuvo siempre al lado de su padre, satisfecho de no tener que soportar exclusivamente sobre sus hombros la pesada carga de los asuntos de gobierno. Al principio, Tito no gozó de muy buena fama entre los ciudadanos, quienes lo consideraban pródigo y excesivamente entregado a los placeres del comer. Sus amores con Berenice, hija del rey Agripa I de Judea, eran criticados en Roma. Tito conoció a esta mujer, mucho mayor que él, en Palestina; y la hizo traer a Roma con intención de convertirla en su esposa, pero no lo consiguió. El caso de Cleopatra aún pervivía en el recuerdo de todos, y nadie estaba dispuesto a aceptar como emperatriz a una princesa judía. Berenice tuvo que regresar a su patria.

El Arco de Tito está situado en la Vía Sacra, justo al sudeste del Foro en Roma. Fue construido en honor a las numerosas victorias de Vespasiano y Tito en Judea.

Con el tiempo, el pueblo descubrió las buenas cualidades de Tito que se mostró como un soberano benévolo y generoso. Su prioridad de cada día era hacer feliz a alguien; si no lo conseguía, se reprochaba haber perdido un día de su vida. Tito fue enemigo de las condenas a muerte, y siempre que pudo evitó que alguien pagara con su vida el delito cometido, por grave que este fuera. Logró que las relaciones con el Senado se basaran en una confianza mutua, y con su hermano Domiciano mantuvo un relación cordial y de respeto. Apenas fue nombrado emperador, Tito eligió a su hermano como compañero y sucesor.

Durante su breve reinado de dos años, Italia sufrió terribles catástrofes naturales. El 24 de agosto del año 79 una gran erupción del Vesubio destruyó las florecientes ciudades de Pompeya, Herculano y Stabia, que quedaron cubiertas por una capa de lava de varios metros de espesor. Plinio el Viejo, prefecto de la flota en Miseno, quiso estudiar el fenómeno in situ y pagó con su vida su afán de conocimiento. Un año después se produjo en Roma un incendio gigantesco que redujo a cenizas una gran parte de la ciudad, el campo de Marte, el Capitolio y el Panteón.

En Roma, Tito completó el proyecto iniciado por Vespasiano, el gran anfiteatro conocido hoy como el Coliseo, debido a la gigantesca estatua de Nerón que estaba muy cerca del anfiteatro. Con capacidad para cincuenta mil personas, ofrecía los espectáculos preferidos por los romanos: carreras de carros, combates de gladiadores y luchas con animales.

Durante el gobierno de Tito se terminó de construir el gran anfiteatro, mejor conocido hoy como Coliseo. Fotografía: Patricia Calvo.

Fotografía que muestra el interior del Coliseo. Tenía una capacidad para cincuenta mil espectadores que acudían para ver las carreras de carros, las luchas de gladiadores, etc. Fotografía: Patricia Calvo.