LUCY Y CARLOS

—Hola, me han dicho que querías hablar conmigo —dijo Lucy mientras acercaba una silla para sentarse a su lado.

Carlos aún estaba en la cama, pero le habían quitado ya las correas.

A Lucy le pareció que estaba guapísimo con su pelo oscuro revuelto y la mirada vidriosa e intensa. Le observó humedecerse los labios, sin duda se estaba armando de valor para hablar con ella. No pudo evitar sentirse inquieta, no sabía qué era lo que querría decirle pero, ante la duda, empezó a retorcerse las manos con nerviosismo en un acto reflejo.

—Sí —confirmó, fijando la vista en una arruga de la sábana—. Yo… supongo que te debo una disculpa.

—¿Supones?

—Lo siento, de verdad. No mereces que te trate como lo he hecho hoy…

—¿Sólo hoy?

—Lucy, estoy hecho un lío. No sé lo que siento con respecto a nada ni a nadie —hizo una pausa—. Nunca te he mentido.

—No, no lo has hecho. Supongo que en parte es culpa mía, no puedo evitar estar enamorada de ti, como tampoco puedo obligarte a que tú sientas lo mismo por mí; pero tranquilo, se acabó. Te ayudaré a salir de ésta y después no volveré a verte. Tengo que avanzar.

—¿Te he hecho mucho daño?

—Me he hecho más daño yo misma.

—Pero tú sabías que yo seguía colgado de Clara.

—Entonces, ¿por qué te liabas conmigo? ¿O con las demás?

—Soy un tío. Necesito lo que necesito.

—Eso son excusas. La verdad es que no tienes ni idea de qué es lo que quieres o necesitas.

—Si Marcos no hubiera muerto…

—No sigas por ahí.

—¿Qué?

—Utilizas lo que le pasó a Marcos para justificar tu comportamiento, pero lo cierto es que ya tonteabas conmigo antes de todo lo que pasó después.

—Yo… Supongo que sí, pero él me centraba.

—Eso no habría durado eternamente. Hubieras dejado de escucharle tarde o temprano, o Clara se habría cansado de aguantar tus coqueteos y te habría mandado a la mierda mucho antes.

—Podrías evitarme esto, ¿no?

—No, es hora de que escuches las verdades.

—¿Qué verdades? A ti nadie te obligó a estar conmigo y sabías lo que le hacía a Clara. Tú también me tirabas los tejos aunque sabías que estaba casado.

—Sí, y bien que lo estoy pagando. Mira, vamos a dejarlo estar; lo que ha pasado entre nosotros, pues… Es mejor olvidarlo. Sin reproches ni rencores, pero se acabó.

—De acuerdo, si es lo que quieres, me parece bien.

Pero aquello no era lo que Lucy quería oír. Se le encogió el corazón, pero sabía que a la larga era lo mejor.