LA PLAYA
Después de ducharme y vestirme nos dirigimos en coche hacia mi casa, son las doce del mediodía de un domingo soleado, como casi todos en Alicante. Decidimos ir por la ruta del Postiguet para ver el mar, que está en calma. A pesar de que estamos todavía en el mes de junio, hay bastante gente tomando el sol. Mark entra por el carril de la playa en vez de seguir por la carretera.
—¿Qué haces?
—¿No te apetece un paseo por la orilla?
—¿Te das cuenta de que todavía llevo traje de fiesta y taconazos?
—Sí, pero también llevas el mejor traje de baño de la historia —me dice bajando del coche. Esta vez me adelanto y cuando llega a mi puerta ya la he abierto y me estoy bajando, me coge de la mano y la cierra por mí. Yo me quito los zapatos y me subo el vestido cogiéndolo con el elástico de mis braguitas.
—Esto para mí es un gran sacrificio. Que sepas que yo siento por este vestido lo mismo que tú por Jag.
—Yo también le tengo cariño. ¿Quieres saber cuánto? —pregunta con una mirada inconfundible. Voy a la carrera hasta la orilla, Mark me sigue despacio sin quitarme la vista de encima.
Paseamos, nos mojamos, nos besamos, nos reímos. Consigo ser feliz sin sentirme culpable por ello; me sorprendo pensando que ojalá durara más.
—¿Quieres probar el mejor helado del mundo? —suelto de golpe.
—¿Sabes que no hemos desayunado todavía?
—¿Nunca has desayunado helado?
—Yo soy más de café.
—Recuerda que estamos en plan aventureros —intento convencerle, guiándole hasta el quiosco del Peret.
Una vez allí, pido por él.
—Dos de chocolate y vainilla.
Mark saca la cartera para pagar.
—Estás en mi territorio, los helados los pago yo.
—No, no está bien que me invites.
—Me dijiste que te avisara si algo de lo que hacías me molestaba; pues esto me molesta —le recrimino con malhumor. Él se queda mirándome, duda y yo aprovecho para sacar el dinero del monedero que llevo en el bolso, cruzado de manera informal por la cadenita que normalmente descansa en su interior.
Vamos hacia el coche degustando los helados en silencio y acariciándonos las manos que llevamos entrelazadas. Al llegar Mark no me deja entrar, me apoya en la puerta, me coge la cara con una mano y me besa de forma lenta y juguetona, degustando por completo mi sabor a chocolate y vainilla. La calidez de su beso y la frescura que el helado ha dejado en nuestras bocas me parecen la mezcla perfecta.