CAPÍTULO 7
—Veo que ya os conocéis —dijo Tara con curiosidad. Miraba a Jayla y a Storm de hito en hito.
Jayla se aclaró la garganta sin saber qué decir pero antes de que pudiera pensar en algo Storm rompió el silencio.
—El padre de Jayla fue el primer jefe que tuve. Era como un segundo padre para mí —dijo sonriendo—. Así que, sí, nos conocemos.
Jayla tragó con dificultad, agradecida por la agilidad mental de Storm que le había dado a su cuñada una explicación bastante aceptable.
—Me alegro de verte, Jayla —dijo a continuación.
—Yo también —dijo ésta con una sonrisa, sintiendo cada palabra aunque desearía que no fuera así.
—Por cierto, estás muy guapa.
—Gracias —dijo Jayla ampliando la sonrisa. Pensó que él también estaba muy guapo con los pantalones de color caqui y un polo. Y olía muy bien. Su colonia siempre alteraba sus sentidos. Todo en él era realmente perturbador, su fibrosa musculatura, su increíble trasero, sus largas piernas, su aniquiladora sonrisa y sus ojos oscuros como pepitas de chocolate, y ella sentía debilidad por el chocolate.
Jayla cayó entonces en la cuenta de que Tara seguía mirándolos y pensó que no sería mala idea pedir.
—Yo tomaré el especial del día y un vaso de té helado.
—Muy bien —dijo Storm garabateando en la libreta el pedido de Jayla sin saber lo que era el especial del día. Sólo podía pensar que se había encontrado con ella de nuevo. A continuación se giró hacia Tara—, ¿Y qué quiere usted, señora Westmoreland?
—Una explicación de por qué estás tú atendiendo las mesas.
Storm se rió. Estaba perdido si dejaba que Tara hiciera preguntas. Llevaba mucho tiempo con Thorn.
—Chase andaba escaso de camareros así que pensé que podría echarle una mano.
Tara asintió pero su mirada dejaba ver que no la convencía del todo la historia.
—Eso ha sido muy amable por tu parte, Storm. Yo también tomaré el especial del día y un vaso de limonada.
—Os traeré las bebidas —dijo Storm guiñándoles un ojo tras tomar nota de los pedidos.
Jayla lo observó mientras se alejaba. Cuando volvió su atención a Tara supo que ésta la había visto mirar a Storm.
—El mundo es un pañuelo —dijo tratando de quitar hierro a la situación.
—Sí, lo es —dijo Tara sonriendo y estudió con detenimiento a Jayla. Storm había flirteado con ella, lo que no era nada nuevo. Ella había visto a su cuñado en acción muchas veces pero había algo diferente aunque no se atrevía a decir qué.
—Estoy deseando que llegue la gala —dijo Jayla sacando a Tara de sus pensamientos y recordándole el motivo de la comida.
—Yo también, y el comité agradece mucho que Industrias Sala se encargue del catering. El dinero que se recaude con el calendario será suficiente para hacer realidad los sueños de muchos niños enfermos.
—¿No te molesta que tu marido sea Mister Julio en ese calendario? —dijo Jayla sonriendo.
Tara se rió al recordar cómo había convencido a Thorn para que posara. De hecho, lo consiguió después de que Thorn le hiciera una proposición que ella no pudo rechazar.
—No, no me molesta. Me agradará saber que otras mujeres encuentran a mi marido tan sexy como yo.
Jayla asintió. Ella había conocido en persona a Thorn Westmoreland y era un hombre realmente sexy aunque no tanto como le parecía Storm. No pudo evitar levantar la vista buscándolo y lo encontró detrás de la barra preparando sus bebidas. Como si se hubiera sentido observado, levantó la vista hacia ella y sonrió.
Fue una sonrisa que la hizo estremecerse de pies a cabeza. Parecía decir: «Recuerdo todo lo que ocurrió en Nueva Orleáns». No pudo evitar devolverle la sonrisa porque ella también lo recordaba.
Cuando volvió su atención a Tara, Jayla se dio cuenta de que ésta había notado el silencioso intercambio de sonrisas entre Storm y ella.
—Yo... esto... —comenzó a decir Jayla incómoda porque la hubiera pillado mirando a Storm.
Tara extendió la mano por encima de la mesa y tocó la de Jayla.
—No tienes que darme explicaciones, Jayla. Estoy casada con un Westmoreland. Lo entiendo.
Jayla inspiró profundamente preguntándose cómo podría Tara comprender cuando ni ella misma comprendía sus sentimientos hacia Storm.
—No es más que pura química —optó por decir finalmente.
Tara sonrió recordando su propia reacción cuando vio a Thorn Westmoreland por primera vez.
—Ocurre hasta en las mejores familias, créeme.
Jayla se rió sintiendo un repentino alivio y pensando que realmente Tara Westmoreland le gustaba mucho.
—¿Vas a quedarte aquí todo el día mirando a esa mujer que está con Tara? —preguntó Chase mirando a su hermano.
—Me gusta verla comer. Me encanta cómo se mueve su boca —dijo Storm sonriendo a su hermano.
Chase miró a Jayla sin encontrar nada fascinante en su forma de comer aunque tenía que admitir que era una mujer muy guapa. Volvió su atención a Storm.
—¿Quién es?
—La hija de Adam.
Chase miró de nuevo hacia la mesa.
—¿Me estás diciendo que es la hija de Adam Cole?
—Sí.
—Vaya. No la había visto desde que estaba en el instituto. Su padre la traía por aquí de vez en cuando a cenar —dijo Chase dejando escapar un silbido de apreciación—. Chico, ha cambiado mucho. Era una niña muy mona pero ahora es una mujer muy sexy. Yo diría que está en su momento justo de madurez.
Storm se giró y miró a su hermano por encima de la barra, los puños apretados dentro de los bolsillos.
—Haré como que no he escuchado eso último que has dicho.
—Bueno, hombre. No sabía que las cosas están así con ella —dijo Chase a modo de disculpa.
—¿Y cómo es así? —dijo Storm mirando a su hermano fijamente.
Chase sonrió ampliamente. Storm estaba acostumbrado a meterse con los demás pero no reconocía cuando alguien lo hacía con él.
—Es obvio que te interesa.
—Claro que me interesa —Storm se encogió de hombros—. Adam era una persona muy querida para mí. Era como un padre para mí. Era...
—No estamos hablando de Adam, Storm, sino de su hija. Admítelo. Estás interesado en ella como la mujer que es y no porque sea la hija de Adam.
—No voy a admitir nada —dijo Storm frunciendo el ceño.
—¿Entonces por qué te has puesto celoso hace un momento? —dijo Chase riéndose.
Storm parpadeó sorprendido y miró a su hermano como si estuviera loco.
—¿Celoso? Esa palabra no está en mi vocabulario.
Chase estudió la expresión de su hermano y supo que ya lo había presionado bastante por un día, pero no pudo resistirse a una última pulla.
—Pues debes de haberla incluido últimamente. No sólo ahora está en tu vocabulario sino que deberías escribirla con mayúsculas. Y yo que creía que te portabas de forma extraña por el trabajo.
Tal como yo lo veo, esa mujer ha tirado el anzuelo y está tirando del hilo.
Storm inspiró profundamente, cuadró los hombros y miró a su hermano con ojos fríos como el hielo.
—Lamentarás haber dicho eso.
—Y yo digo que tú lamentarás no haberte dado cuenta tú solo.
Jayla se quitó los zapatos cuando entró en casa y cerró la puerta. Exhaló con fuerza. La comida con Tara Westmoreland había ido muy bien y habían cerrado los detalles de la gala benéfica pero lo único en lo que podía pensar era en Storm.
Más de una vez sus miradas se habían cruzado e, invariablemente, ella había sentido una corriente de fuego por dentro. Storm había conseguido excitarla a pesar de la distancia entre ellos haciendo flaquear varias veces su concentración en la conversación con Tara.
Y cuando le sirvió su plato, Jayla miró sus manos recordando lo hábiles que eran sus dedos y cómo la habían acariciado con singular pericia. Sólo había conseguido concentrarse cuando Storm se hubo marchado del restaurante poco después de servirles la comida.
De camino a la oficina, tuvo que recordarse varias veces que no había nada entre ellos y que una relación con él no tenía sentido. Les interesaban cosas distintas en la vida. Considerar una relación estable entre los dos complicaría demasiado las cosas. Lo que habían compartido en Nueva Orleáns, un sexo fantástico, se había terminado.
Dejó el bolso en la encimera que separaba la cocina del comedor y se puso a revisar el correo. Sonrió al ver que había una carta de la clínica de fertilidad.
La abrió y leyó por encima el contenido. La informaban de la cita para el chequeo médico que tenía previsto para la semana siguiente y le daban información sobre el procedimiento de inseminación.
Guardó la carta en un cajón sintiéndose realmente feliz. Ansiaba que llegara el día en que el médico le dijera que estaba embarazada. Aunque Lisa no estaba de acuerdo con ella, al menos había dicho que la apoyaría. Y había accedido a ser la madrina de su hijo.
En su corazón, Jayla creía que las cosas saldrían bien. Tenía una buena amiga que estaría con ella todo el tiempo, y tenía un buen trabajo. Como le había dicho a Lisa, si la inseminación no salía bien a la primera lo intentaría hasta quedarse embarazada.
Decidió darse una ducha y relajarse un poco antes de cenar. Después, se acomodó en el sofá y apoyó los pies en la mesa de centro dispuesta a disfrutar de la lectura. Intentó no pensar en la sensación de soledad que la invadió de pronto. Lisa salía con su novio Andrew esa noche y no podía llamarla para hablar.
Intentó no recordar que a esa hora la semana anterior estaba en Nueva Orleáns con Storm. Habían compartido momentos en la cama fantásticos pero eso no había sido todo. Había descubierto el lado divertido de Storm. Antes de Nueva Orleáns siempre había pensado que era un hombre muy serio.
No pudo evitar compararlo con el último hombre con el que había salido, Erik Turner. Había resultado un tipo de lo más aburrido y además había intentado irse a la cama con ella en la primera cita.
Jayla se levantó y se dirigió a la habitación con el ceño fruncido recordando cuánto se había enfadado aquella noche. Le enfadaba haber tenido grandes expectativas de los hombres por querer que la trataran como a una dama, con respeto, sin asumir que iban a sacar algo, especialmente en la primera cita. De aquel fracaso, la gota que colmó el vaso en realidad, sacó en claro que no pasaría por alto esos detalles por el simple hecho de querer tener una relación.
Por eso también había tardado tanto tiempo en decidirse a perder la virginidad. Había oído decir a muchas mujeres que si un hombre se acostaba contigo era porque te amaba y nada más lejos. Ella desde luego no había asumido tal cosa cuando se acostó con Storm. No esperaban nada el uno del otro. Se habían comunicado bien dentro y fuera de la cama.
Suspiró mientras se desnudaba para meterse en la ducha pero por mucho que intentara no pensar, no podía dejar de rememorar la forma en que Storm la había mirado en el restaurante esa misma tarde.
Storm inspiró profundamente y levantó la mano para llamar a la puerta pero volvió a bajarla mientras se preguntaba por enésima vez qué estaba haciendo en la puerta de la casa de Jayla. Pero la respuesta siempre era la misma.
Seguía deseándola.
Haberla visto en el restaurante le había hecho más mal que bien y lo que Chase había dicho no mejoraba las cosas. El comentario de que lo había pescado era ridículo. Storm quería pensar que un hombre no podía seguir tan tranquilo después de haber tenido una relación sexual como la que él había tenido con Jayla.
Sólo por esa noche, rompería la regla de no volver a ver a una mujer cuando su aventura había terminado pero tenía que asegurarse de que lo único que lo estaba haciendo volver hacia ella era el fabuloso sexo. Podía asumir una fuerte atracción física pero no podría decir lo mismo de una atracción emocional.
Inspirando de nuevo, levantó la mano y llamó. Esperaba que aquello no fuera un tremendo error. Ya iba a llamar por segunda vez cuando escuchó su voz al otro lado.
—¿Quién es?
—Soy yo, Jayla. Storm.
Mientras esperaba a que la puerta se abriera, la expectación crecía en su interior. Cuando por fin abrió, la visión lo hizo tambalearse como si lo hubiera golpeado un huracán. Tenía el pelo suelto sobre los hombros y el corto albornoz no cubría todas las partes de su cuerpo que aún estaban húmedas. Deseó fervientemente abrirle el albornoz y ver si llevaba algo debajo.
—¿Qué haces aquí, Storm?
Su tono de voz de baja intensidad pero gran sensualidad no hizo sino aumentar el deseo que sentía por ella. Si seguía mirándola, le haría el amor allí mismo.
—¿Storm?
Jayla no lo creería si dijera que pasaba por allí ya que ella vivía en la zona norte de la ciudad y él en el otro extremo. Creyó que lo mejor sería ser sincero.
—Después de verte hoy me di cuenta de algo —murmuró apoyado sobre el marco de la puerta.
—¿Qué?
—Que Nueva Orleáns no fue suficiente. Sigo deseándote.
La oyó inspirar profundamente y el sonido le recordó al tono de su voz momentos antes de alcanzar el orgasmo. Y no era sólo su mente la que lo recordaba. Su cuerpo también lo hacía. Quería acercarse a ella y demostrarle lo excitado que estaba.
—¿Puedo entrar? —se decidió a preguntar al ver que ella no decía nada.
—Storm...
—Sé que no debería haber venido y estoy tan confundido como tú —se apresuró a decir—. Pero verte hoy me ha afectado, Jayla, de una manera desconocida. Era como si mi cuerpo soportara un peso muy grande y sólo tú pudieras descargarlo. Desde que volví de Nueva Orleáns no he dejado de pensar en el sexo que compartimos y esta noche no podía soportarlo más.
Suspiró profundamente. Ya lo había dicho aunque le había costado admitirlo.
Era realmente patético pero no podía hacer nada. Sentía a Jayla Cole bajo su piel... al menos temporalmente. Una noche más con ella debería acabar con aquella locura. La observó mientras trataba de tomar una decisión pero la paciencia nunca había sido su fuerte.
—¿Entonces vas a dejarme entrar?
El silencio llenó el aire. Momentos después, Jayla suspiró profundamente. Su cabeza se debatía entre lo que debería hacer y lo que quería hacer.
Decidió que lo harían una vez más. No había nada malo en ceder a la tentación una vez más. Sabía que en cuanto le dejara entrar, sería el final... o el principio. Su cuerpo empezó a temblar y todo el control sobre sí misma disminuyó. Aquella noche lo necesitaba tanto como él parecía necesitarla a ella. Era una locura.
—Sí —dijo por fin, retrocediendo un paso—. Pasa. Storm entró y cerró la puerta con llave. El sonido resultó demasiado alto en medio del incómodo silencio que había caído sobre ellos.
—¿Tienes sed? —preguntó ella.
—Mucha.
Jayla se dirigió a la cocina y se sorprendió cuando Storm la alcanzó y la abrazó.
—Tengo sed de ti.
Cuando sus labios se abrieron por la sorpresa, Storm introdujo su lengua como si necesitara beber de ella tanto como respirar. Sus labios estaban ardiendo y su lengua le estaba empezando a hacer el amor con una pasión que la dejó sobrecogida. Incapaz de hacer nada, le rodeó el cuello con sus manos dejándose arrasar por el ardor de él, rompiendo toda resistencia.
Jayla apartó de su mente todo el buen juicio y las dudas que pudieran quedarle. Ya se ocuparía de ello después. En esos momentos, lo más importante era estar entre los brazos de Storm. Todo en él —su olor, su fuerza, su virilidad— traspasó su piel y hasta su riego sanguíneo.
Cuando sus bocas se despegaron, dejó escapar un largo suspiro. Lo miró y fue como si la ansiedad reinante hiciera crujir el aire.
Storm trazó con el dedo un camino desde el centro de su cuello y descendió lentamente abriendo el albornoz para revelar lo que había debajo.
Nada.
Jayla escuchó que Storm se quedaba sin respiración y a continuación empujaba la bata para que cayera por sus hombros.
—Hace unos momentos tenía sed de tus labios, pero ahora me muero por esto —dijo al tiempo que la acariciaba entre las piernas—. Cuando te lleve a la cama, tengo la intención de hacerte el amor toda la noche.
—Y yo espero que cumplas tu promesa, Storm Westmoreland —dijo ella conteniendo la respiración.