EPÍLOGO

Un mes después

—Puedes besar a la novia.

Bajo la mirada de la familia Westmoreland al completo en el patio de la casa de sus padres, Storm sonrió a Jayla y la besó de una manera que todos consideraron más adecuada para estar a solas después. Aun así, era el beso que Storm quería dar a su esposa.

—Por fin ha encontrado a la mujer perfecta—dijo Dare a su hermano Thorn.

—Ya era hora —replicó éste sonriendo. Finalmente, Storm separó sus labios de los de Jayla y sonrió. Se inclinó entonces y le susurró algo al oído que la hizo enrojecer violentamente.

—Me pregunto qué le habrá dicho para hacerla enrojecer de esa forma teniendo en cuenta que es ya una mujer embarazada —susurró Stone a Chase.

—Ya conoces a Storm. Nada en él me sorprende —dijo Chase encogiéndose de hombros.

—Todavía no me lo puedo creer —dijo Jared Westmoreland sacudiendo la cabeza—. Siempre pensé que Storm sería el último en casarse y ahora, en menos de nueve meses, será papá.

Jared se rió y miró a Dare, Thorn, Chase y Stone.

—¿Qué pasa con todos vosotros? Todos estáis pasando por el altar —añadió.

—No todos —dijo Chase frunciendo el ceño.

—Se acerca tu turno, Chase —dijo Stone sonriendo y después miró a todos sus primos—. Y el vuestro también.

—No trates de lanzarme una maldición igual que la mujer esa hizo con Storm —dijo Durango. Dare sacudió la cabeza riéndose.

—No le lanzó una maldición, sólo le leyó la mano. Además, si tiene que ocurrir, ocurrirá. La duda es quién será el siguiente.

Miró con detenimiento a su hermano soltero y a sus ocho primos. Sonrió imaginando quién sería el próximo. Estaba impaciente.

—Lo único que os digo es que cuando ocurra, no luchéis contra el sentimiento. Después os daréis cuenta de que es lo mejor que os ha ocurrido.

—No es por faltarte el respeto, sheriff, pero vete al infierno —dijo Quade Westmoreland y volviéndose se alejó al igual que el resto de los hombres.

Dare se rió y no pudo dejar de hacerlo mientras pensaba que pronto asistirían a la boda de otro Westmoreland. Apostaría por ello... si fuera un hombre de hacer apuestas