Capítulo Diez
— ¿En qué estás pensando, Jessica?
Jessica levantó la mirada. Estaba con Chase en una cafetería y estaba pensando en lo bien que se sentía agarrando la mano de él.
Había pasado una semana desde que cenó en su casa y cada día se sentía más enamorada de él, pero también tenía más remordimientos por no ser completamente sincera.
Theodore Henry se había puesto verdaderamente grosero e incluso la había amenazado con demandarla por acoso si intentaba ponerse en contacto con él otra vez. Eso significaba que su única esperanza era Darcy Evans, que no había contestado a sus llamadas. Aunque estaba decidida a volver a hablar con ella.
Sabía que Chase estaba esperando una respuesta y esbozó una sonrisa forzada.
—Mmm... estaba pensando en que tienes una familia muy unida.
Lo pensaba de verdad. Chase la había invitado a ver un partido de rugby en casa de Jared y Dana. Había conocido a los padres de Chase y había vuelto a ver a algunos de sus familiares que ya conocía. Además, por fin había conocido a su hermana Delaney y a su marido, Shiekh Jamal Ari Yasir.
—Sí, tengo que reconocer que estamos muy unidos —Chase sonrió—. Pero tú también estás muy unida a tus hermanos, ¿no?
—Sí. Savannah y Rico son estupendos. Jennifer tiene una hermana y un hermano, pero son más distantes. Ellos creen que se excedió al incluirme en su familia. Al fin y al cabo, soy el producto de una aventura de su marido.
—También fuiste la hija de su marido. Además, tú no tienes la culpa de que su marido fuera así. Creo que fue admirable por parte de Jennifer que lo aceptara e hiciera lo que hizo. Sé que muchas mujeres no lo harían por orgullo.
Jessica asintió con la cabeza.
—Es verdad, sé que por eso es especial para mí. Se propuso que yo formara parte de la vida de Savannah y Rico y se lo agradezco. Me ayudó mucho después de la muerte de mi madre.
—Seguro que para tus abuelos fue muy doloroso que ella muriera de esa forma.
Jessica suspiró profundamente.
—Sí, era su única hija. Mi abuelo se culpó durante algún tiempo por no haber descubierto antes lo de mi padre. Por otro lado, también se preguntaba si había hecho bien al contratar al detective y decirle la verdad a mi madre. Nunca pensó que se quitaría la vida por eso —Jessica se quedó un momento en silencio—. Durante mucho tiempo sentí mucho resentimiento hacia ella por dejarme sola. Necesité tratamiento para superarlo y darme cuenta de que el amor que mi madre sentía por mi padre era obsesivo y enfermizo. Entonces me prometí a mí misma que nunca me dejaría atrapar por un hombre.
Chase agarró con fuerza la mano de Jessica y pensó en la relación que tenían. Tenía que reconocer que aquellas dos semanas habían sido muy especiales. Habían jugado al tenis un par de veces, habían visto un espectáculo de rayos láser y ella había presenciado la victoria de los Crusaders de Chase una semana y su derrota a la semana siguiente. El domingo pasado, un grupo, encabezado por Thorn, había ido a cenar a Augusta en las motos que fabricaba el propio Thorn. Nadie de la familia pareció sorprenderse de que llevara a Jessica, ni nadie le preguntó sobre el tiempo que pasaban juntos. Su familia había aceptado que eran una pareja y él no sabía qué pensar sobre ese asunto.
—¿Quieren más café?
Los dos miraron al camarero.
—No, gracias —contestó Chase mientras soltaba la mano de Jessica para mirar la hora—, pero podría darme la cuenta. Gracias por acompañarme de compras —le dijo a Jessica cuando el camarero se fue.
Ella se rió.
—Conozco a muy poca gente, sobre todo hombres, que haga las compras de Navidad con tanta antelación. Todavía faltan dos meses.
—Ya —Chase sonrió—, pero como tú dices, tengo mucha familia. Además, que cada uno dé una lista de regalos facilita las cosas. Lo complicado es acertar con la tienda que le gusta más a cada uno. En mi familia no sirve el dicho de a caballo regalado no le mires el diente.
Salieron de la cafetería y dieron otra vuelta por el centro comercial. Todavía faltaban dos meses, pero algunas tiendas ya tenían la decoración navideña.
—El día después de Acción de Gracias, este sitio es como un hormiguero. Tendrías que venir conmigo para comprender lo que quiero decir. Sin embargo, el gentío me despierta el espíritu de la Navidad.
Jessica se quedó sin aliento. Todavía faltaba un mes para el día de Acción de Gracias y que él diera por supuesto que seguirían juntos hizo que se sintiera como flotando en el aire. Sin embargo, tardó poco en poner los pies en el suelo al acordarse de que al día siguiente iba a ir a visitar a Darcy Evans. Tenía que volver a intentarlo antes de contarle la verdad a Chase.
Jessica le agradeció a la señora Stewart que trabajara todo el día para que ella pudiera ir a Macón a visitar a Darcy Evans. Detestaba ser un incordio, pero estaba decidida a volver a comprobar si le ocultaba algo.
Darcy no estaba en su casa, pero una mujer mayor, la madre de Darcy, le dijo que su hija tenía una peluquería cerca de allí. Media hora más tarde, Jessica estaba aparcando el coche delante de la peluquería.
En cuanto entró y vio la expresión de Darcy, supo que se había sorprendido de verla.
—Señora Evans, ¿qué tal está? —le preguntó mientras extendía la mano.
La decoración de la peluquería era muy elegante. Jessica se alegró de que sólo hubiera una cliente, que estaba en el secador de pelo y no podría oírlas.
— ¿A qué ha venido? —le preguntó Darcy mientras estrechaba la mano de Jessica de mala gana—. Creía que ya no teníamos nada más que hablar.
Jessica esbozó una sonrisa cautelosa.
—Esperaba que hubiera recordado algo desde entonces.
—No. Ya le he dicho todo lo que sé.
— ¿Está segura?
Jessica decidió intentar otro argumento. No quería presionarla, pero quería saber la verdad.
— ¿Cree que mi abuelo le dio las recetas a alguien que trabajaba en Schuster's?
Darcy le clavó la mirada.
—No, claro que no. Era uno de los hombres más honrados que he conocido. Me sentí fatal cuando Westmoreland lo acusó de hacerlo.
— ¿Estaba allí el día que lo hizo?
—No. Su abuelo y Westmoreland tuvieron una discusión y su abuelo se fue, pero eran tan buenos amigos que todos dimos por supuesto que volvería.
Jessica asintió con la cabeza.
— ¿Se acuerda de por qué discutieron?
Darcy volvió a mirar hacia otro lado.
—Por mí —contestó al cabo de unos segundos.
Jessica no estaba segura de haberla entendido bien.
— ¿Por usted?
—Yo estaba pasando un momento muy malo. Mi hijo Jamie, que entonces tenía dieciocho meses, estaba constantemente enfermo y yo faltaba mucho al trabajo por eso. Además, cuando iba estaba tan preocupada que empecé a confundir los pedidos —Darcy tomó aliento al recordar aquellos tiempos—. Algunos clientes se quejaron al señor Westmoreland. Su abuelo sabía cuánto necesitaba el trabajo para pagar a los médicos de Jamie y le pidió al señor Westmoreland que me diera otra oportunidad. Discutieron y oí que su abuelo se marchaba —Darcy sacudió la cabeza con pena—. Me sentí fatal, pero Paula Meyers, que había trabajado más tiempo con su abuelo y el señor Westmoreland, me dijo que no me preocupara porque su abuelo ya se había marchado otras veces después de una discusión y siempre había vuelto. Cuando pasaron dos semanas y no volvió, empecé a preocuparme y a sentirme culpable.
Jessica la miró con cierta compasión. Era evidente que Darcy seguía sintiéndose culpable.
—Yo también creo que mi abuelo y el señor Westmoreland habrían acabado arreglándolo todo, pero justo después pasaron un par de cosas. Ingresaron a mi madre con neumonía y mis abuelos fueron a California para ocuparse de mí —Jessica sonrió al recordarlo—. Creo que cuando estaban allí decidieron que mi madre y yo los necesitábamos cerca, sobre todo cuando no podían convencerla para que ella fuera a Atlanta. Volvieron a casa una semana o así más tarde y mi abuelo se encontró con las acusaciones del señor Westmoreland. Alguien a quien consideraba su amigo ponía en duda su honradez y eso le dolió. No consiguió que el señor Westmoreland creyera que era inocente y creo que por eso decidió que lo mejor para todos era que él se fuera a California.
Las dos se quedaron en silencio un rato, pero Jessica habría jurado que Darcy tenía una expresión rara. Si no se equivocaba, era una expresión de culpabilidad.
— ¿Está segura de que no puede decirme nada más, señora Evans?
Darcy guardó silencio durante un instante.
—No, no hay nada más —contestó al final.
Jessica no la creía.
—Es muy importante para mí que si se acuerda de algo, se ponga en contacto conmigo. En estos momentos estoy metida en una situación muy complicada.
Darcy arqueó una ceja.
— ¿Qué tipo de situación complicada?
Jessica supo que tenía que ser completamente sincera y así quizá Darcy le dijera lo que estaba ocultando.
—Me he enamorado de Chase Westmoreland, el nieto de Scott Westmoreland.
—Es el dueño del restaurante que hay en el centro de Atlanta, ¿no?
—Sí, efectivamente —Jessica sonrió.
—Siempre supe que acabaría siguiendo los pasos de su abuelo. Siempre estaba por el restaurante y ayudaba mucho más que los otros. Siempre me pareció un hombre amable.
Jessica sonrió de oreja a oreja.
—Lo es. Llevamos unas tres semanas saliendo, pero él no sabe que soy la nieta de Carlton Graham.
Darcy arqueó las cejas.
— ¿De verdad?
—De verdad. Nuestras familias se enemistaron por lo que pasó. Yo prometí a mi abuela, antes de que muriera, que demostraría a los Westmoreland que mi abuelo era inocente y que acabaría con la disputa —tomó aire—. No había calculado que conocería y me enamoraría de Chase.
Darcy asintió con la cabeza.
—Pero, seguramente, algo que pasó hace tanto tiempo tampoco les separará.
—Podría hacerlo. El estaba muy unido a su abuelo y sé que sigue muy dolido con lo que pasó. Además, la sinceridad es muy importante para Chase. Tendría que habérselo dicho desde el principio, pero antes quería demostrar la inocencia de mi abuelo. Ahora compruebo que me equivoqué al esperar.
— ¿Qué va a hacer?
—Decirle la verdad y esperar que me crea. Esperar que esté dispuesto a olvidar el pasado y a mirar hacia delante.
— ¿Cree que lo hará? —le preguntó Darcy después de estar unos segundos en silencio.
—Eso espero.
Chase miró la hora y pensó que Jessica ya debería haber vuelto. Pasó por la tienda a la hora de cerrar para decirle que tenía que irse de la ciudad inesperadamente, pero se encontró con que la señora Stewart seguía allí. Sólo le dijo que Jessica había salido a hacer un recado y que no volvería antes de las siete.
Él no dejaba de preguntarse qué tipo de recado podría tenerla alejada de la tienda durante casi todo el día. Oyó que llamaban a la puerta de su despacho.
— ¿Quién es?
—Donna.
—Pasa.
Vio que su camarera de confianza entraba nerviosamente. Nunca había visto nerviosa a Donna por ningún motivo. Además, captó cierta tristeza en aquellos grandes ojos marrones.
—Donna, ¿qué pasa? —le preguntó ante el silencio de ella.
Ella dudó y miró hacia otro lado.
—He venido a traerte esto.
Chase abrió los ojos como platos cuando ella le dio un papel. Él no tardó ni un segundo en echarle una ojeada.
— ¿Te marchas?
Donna bajó la mirada y se encogió de hombros.
—Sí. Me gusta trabajar aquí, pero si quiero terminar los estudios tengo que empezar a ir todo el día a clase. Ayer me llegó una carta de una Universidad de Tennessee que me ofrece una beca para los dos últimos años y he decidido aceptarla.
Chase sonrió. Lamentaba perder a Donna, pero sabía que no podía desperdiciar aquella ocasión.
—Me alegro por ti, Donna.
Ella esbozó una ligera sonrisa.
—Gracias. Yo también me alegro. No he parado de leer la carta una y otra vez para convencerme de que no estaba soñando. Quieren que empiece en enero, así que tendré que hacer la maleta y marcharme. Como se acercan las vacaciones, no quería dejarte en la estacada y quería decírtelo ahora, aunque seguramente yo pueda trabajar un mes más.
—Te lo agradezco. Va a ser muy difícil reemplazarte. Si alguna vez necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarme.
—Gracias, Chase.
Donna se marchó y Chase se dejó caer contra el respaldo de la butaca. Volvió a mirar la hora. Tenía que ver a Jessica y lo peor de todo era que también tenía que irse tres días de la ciudad. No había trabajado mucho porque no había podido dejar de pensar en Jessica y no encontrarla en la tienda había sido una enorme decepción.
A Chase no le gustaba el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, cada vez estaba más obsesionado con Jessica. Por primera vez en su vida, al tomar en brazos a las gemelas de Storm a primera hora de la mañana, pensó en tener hijos. Aunque no hacía mucho le había dicho a Jessica que no pensaba tener hijos. Sin embargo, cuando miró a sus sobrinas, vio a Jessica como la madre de sus hijos. El pánico le atenazó la garganta.
Se levantó como si no fuera el mismo. Notaba sensaciones que era mejor olvidar, pero por algún motivo no podía olvidarlas. Se sentía dominado por el deseo y salió del despacho con la única idea de que tenía que ver a Jessica.
Chase se abalanzó sobre Jessica cuando ella abrió la puerta.
—Te he echado de menos todo el día —susurró mientras la besaba.
Entró y cerró la puerta. No le importaba haberla visto el día anterior ni que hubiera hecho el amor con ella la noche anterior. La besó.
Jessica intentó no estremecerse por el amor que le rebosaba todo el cuerpo. No quería imaginarse la posibilidad de que Chase se marchara furioso cuando ella le contara la verdad esa noche. Aunque sabía que lo tenía que hacer.
—Chase, tengo que decirte algo...
Él volvió a besarla profunda y ávidamente, con una pasión que nubló el pensamiento de Jessica. Ella sabía que aquélla podía ser la última vez que se diera esa situación y lo besó con la misma voracidad que él. Al cabo de unos instantes los dos estaban gimiendo.
Chase se separó, la tomó en brazos y la llevó al piso de arriba. La dejó de pie junto a la cama y empezó a quitarle la camisa mientras ella se ocupaba del botón de los vaqueros. Los dos estaban enloquecidos por la pasión y el anhelo.
—Te deseo con toda mi alma —susurró Chase cuando desnudó completamente a Jessica y él también estuvo desnudo.
La tumbó en la cama y empezó a lamer codiciosamente sus pezones. Ella dejó escapar un gemido cuando se metió uno en la boca. Empezó a mordisquearlo y ella se volvió loca de placer. Luego pasó al otro pezón y le dio el mismo tratamiento.
—Chase...
—Aguanta, querida, acabo de empezar.
Abandonó los pechos y fue descendiendo. Jessica contuvo la respiración cuando la lengua alcanzó el ombligo.
Entonces, Chase levantó la cabeza y la miró a los ojos. Era una mirada tan ardiente que Jessica se quedó sin aliento y él bajó la boca hasta su esencia femenina. Ella separó las piernas y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no desvanecerse ante el feroz ataque de su diestra boca. Sin embargo, nada pudo impedir que se estremeciera sin control cuando él aumentó la presión de su lengua y la acarició hasta que la sangre empezó a bullirle como lava líquida. Ella gritó su nombre, pero eso sólo lo espoleó. Cuando alcanzó el orgasmo y el cuerpo se le astilló en mil pedazos, aulló el nombre de Chase y levantó las caderas para que él siguiera con las profundas y firmes caricias de su lengua. Él apartó la boca cuando ella se estremeció por última vez. Chase se sentó sobre los talones y esbozó una sonrisa que volvió a estremecer a Jessica. La miró a los ojos y a ella se le alteró el pulso y sintió que la pasión volvía a encendérsele entre las piernas.
Él, como si supiera lo que estaba sintiendo ella, empezó a acariciarle la carne húmeda de esa zona. Luego, se inclinó sobre ella y le susurró con una voz profunda, sexy y ronca:
—No te relajes, querida, yo estoy entrando en calor.
Chase pensaba hacer el amor a esa mujer toda la noche. A su mujer. Cerró los ojos cuando una punzada le atravesó el corazón y casi lo deja sin respiración.
—Chase, ¿te pasa algo?
Él abrió los ojos y miró a Jessica. Se colocó encima de ella y comprobó con satisfacción que estaba preparada para recibirlo. En ese momento, lo vio claro. Ella era su mujer y la amaba. Nunca pretendió que pasara eso, pero había pasado y sólo podía aceptarlo.
—Chase...
A él se le aceleró el corazón, se inclinó sobre ella y la besó delicadamente.
—No, no me pasa nada. No podría estar mejor.
Ella sonrió de oreja a oreja.
—Eh... eso lo decidiré yo...
Chase sonrió y le pasó la punta de la lengua por los labios.
—Entonces, déjame que te ayude a tomar una decisión tan importante.
Volvió a besarla profundamente mientras le pasaba la lengua de lado a lado de la boca, deleitándose con cada rincón.
Jessica gimió cuando él introdujo la mano entre los dos cuerpos. Sus dedos se detuvieron entre las piernas de ella y la acarició suavemente con movimientos circulares y arrebatadores que hicieron que ella volviera a cimbrear las caderas.
Chase separó la cabeza y la miró cuando ella abrió lentamente los ojos. Él estaba rebosante de un anhelo que no había sentido nunca al saber lo mucho que deseaba a aquella mujer. Lo mucho que la amaba. Sintió una necesidad perentoria de estar dentro de ella.
El le levantó las caderas con las manos, puso los muslos entre sus piernas y colocó su miembro erecto en el mismo centro.
Entró y ella elevó las caderas para acomodarse a él y que entrara profundamente. Él empujó con sus caderas hasta estar completamente hundido en ella. Contuvo el ansia de moverse, de embestirla con el ritmo que los llevaría al límite. Quería disfrutar de estar así, dentro de ella, sintiendo la humedad ardiente que lo tenía atrapado.
Se mantuvo quieto, la miró a los ojos y quiso que ella supiera lo que sentía en ese momento.
—Te quiero, Jessica.
Vio que ella abría los ojos de par en par, con incredulidad. Luego, los ojos se le empañaron de lágrimas y captó una expresión de felicidad en sus labios.
—Yo también te quiero, Chase.
Él no se lo había esperado y esas palabras hicieron que perdiera el control. La necesidad de hacerle el amor se hizo tan vital como respirar. Empezó a moverse con rápidas embestidas, espoleado por las emociones que lo aturdían, que le rebosaban y le apremiaban a hacerla realmente suya.
Él nunca había conocido nada tan hermoso como aquello. Ella llenaba un vacío que él no sabía que tenía dentro. Además, estaba haciéndolo como no lo había hecho ninguna otra mujer. Él seguía entrando y saliendo en ella, que le había rodeado las caderas con las piernas para fundir los dos cuerpos en uno.
— ¡Chase!
Cuando ella gritó su nombre, él apretó los dientes al notar que le invadían las mismas sensaciones que a ella. Una erupción de sensaciones se adueñó de ellos. La agarró de las caderas mientras seguía penetrándola fluidamente y se liberaba por completo. Era como si ascendieran en círculos hasta una altura jamás alcanzada, como si se dejaran arrastrar por un oleaje de sensaciones tan intenso que él se preguntó si podrían sobrevivir. Siguió entrando en ella sin dejar de pronunciar palabras de amor.
Cuando explotó la segunda vez y, unos instantes después, la tercera, supo que ella era realmente suya, como él lo era de ella.
Unas horas más tarde, Chase intentó no despertar a Jessica cuando se bajó de la cama. Tenía que irse y hacer la maleta para su viaje a Houston. Faltaban cinco horas para que su avión despegara y tendría que aguantar el tráfico de la mañana hasta el aeropuerto.
Se vistió, se acercó a la cama y le dio un suave beso en los labios. Luego, bajó las escaleras y decidió dejarle una nota. También la llamaría cuando llegara al aeropuerto. Si aquella reunión no fuera tan importante, se habría quedado. Sin embargo, había pensado en abrir un Chase 's Place en Houston e iba a reunirse con un grupo de personas que podían hacer posible esa empresa.
Abrió la puerta del despacho de ella y miró alrededor. Era la primera vez que entraba en esa habitación y le gustó cómo la tenía organizada. Era pequeña, pero bien y funcionalmente amueblada. Fue a la elegante mesa de roble para buscar un trozo de papel y un bolígrafo. Se quedó helado cuando vio una foto enmarcada.
La agarró y parpadeó sin creerse lo que estaba viendo. Era una foto de Jessica con dos personas mayores que él supuso que serían los abuelos que tanto quería. Los reconoció inmediatamente. Eran Carlton y Helen Graham.
Notó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. ¿Jessica era la nieta de Carlton Graham? Si era así, ¿por qué no se lo había dicho? Dejó la foto en la mesa con una mano temblorosa. Miró por la mesa, se fijó en un papel y lo leyó.
Tareas del día:
Volver a hablar con Donald Schuster sobre las recetas de Westmoreland.
Sintió como una puñalada en el corazón y el papel se le cayó de la mano. Cerró los ojos. Era imposible que otro Graham fuera a traicionar a un Westmoreland. Cuando abrió los ojos y volvió a ver la foto y el papel, comprendió que todo era posible. ¿Se habría enterado Schuster de que iba a abrir otro restaurante y quería hacer algún trato con Jessica para que se aproximara a él?
Ella, efectivamente, se había aproximado a él, tanto que le había confiado una de sus recetas. ¿Qué ganaba ella? ¿La posibilidad de vender su pastelería en los restaurantes de Schuster por todo el país? Apretó los dientes. Le rompía el alma saber que era una oportunista, como lo había sido Iris.
Sintió una furia que no había sentido jamás, una furia mezclada con un dolor inmenso. Salió del despacho y subió al piso de arriba a toda velocidad. Era la segunda vez que entregaba su corazón a una mujer con el mismo resultado. Nunca volvería a confiar ciegamente en nadie.
Cuando entró en el dormitorio, sintió una presión que le atenazaba el corazón. Estaba desgarrado por el amor que sentía hacia ella y por el dolor de su traición. Resopló como si así pudiera expulsar cualquier sentimiento hacia ella y se acercó a la cama.
—Jessica, despierta.
Jessica abrió lentamente los ojos al oír la voz de Chase. Cuando consiguió verlo claramente, observó que tenía una expresión de furia. Se apoyó en la cabecera de la cama.
— ¿Qué pasa, Chase?
Él no dijo nada, se limitó a mirarla con los ojos llenos de ira.
—Chase, por favor, ¿qué pasa?
— ¿Por qué no me dijiste que eres la nieta de Carlton Graham? ¿Te has divertido ridiculizándome?
Ella contuvo la respiración y se preguntó cómo se habría enterado, pero eso ya daba igual.
—No, no es así, Chase. Quería decírtelo, pero también quería demostrar antes que mi abuelo era inocente.
—No puedes demostrar lo que no es verdad.
Jessica saltó de la cama y se enfrentó a Chase sin importarle que estuviera desnuda.
—Mi abuelo no se llevó ninguna receta y quería demostrarlo, pero me enamoré de ti y...
—No te has enamorado de mí, yo sólo era un medio para alcanzar un fin. ¿Crees que soy idiota? He visto la nota en la que dices que hoy has quedado con Schuster. ¿Estáis compinchados para robar más recetas de los Westmoreland? ¿Qué te ha ofrecido? ¿La posibilidad de servir tus pasteles en sus restaurantes?
Jessica negó vigorosamente con la cabeza.
—No. ¿Cómo puedes pensar algo así? Schuster tiene respuestas. Alguien le dio las recetas y como yo sé que no fue mi abuelo, me cité una vez con él para ver qué podía decirme. Voy a verlo otra vez para sacarle más información, si puedo.
Chase tomó una bocanada de aire. Quería creerla, pero sólo podía pensar en que ella lo había traicionado. Apretó los labios.
—Si lo que dices es verdad, ¿por qué no me dijiste quién eres? Hemos estado saliendo durante casi un mes y has tenido muchas oportunidades de decirme la verdad, pero nunca me dijiste que fueras familia de Carlton.
Jessica tragó saliva. Sabía que tenía razón.
—Como ya te he dicho, primero quería demostrar su inocencia. Intenté decírtelo cuando viniste anoche, pero no tuve la ocasión. Tienes que creerme, Chase. Te quiero y...
Chase soltó una carcajada llena de amargura.
— ¿Me quieres? ¿Así me demuestras tu amor? ¿Con una mentira? En ese caso, no me interesa.
Se dio la vuelta y se fue de la habitación. Jessica contuvo la respiración hasta que oyó el portazo. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había complicado irremediablemente las cosas y Chase la odiaba.