Capítulo 10

«La pasión es incompatible con nuestra relación profesional. Y ése es el único tipo de relación que vamos a tener».

Ya en su apartamento, las palabras de Callie resonaban en su cabeza como una dolorosa letanía.

Comenzó a pasear inquieto de arriba abajo en su apartamento. Incluso empezó a compararlo con el de Callie.

Ella había logrado hacer de su pequeña casa un lugar cálido y confortable, un verdadero hogar.

Él nunca se había preocupado de lo que había en su casa. Simplemente, usaba el lugar para dormir, sin más.

Durante toda su vida, sólo le había preocupado su trabajo, era lo único que le importaba.

Cuando se casara, compraría una casa adecuada, y su mujer podría decorarla, también adecuadamente, según los criterios Weldon.

Pero aquella noche, su apartamento le parecía triste y solitario.

Trató de razonar, de decirse que aquel lugar seguía siendo el mismo de siempre. Era como todas las casas que había tenido frío y funcional.

El teléfono sonó y se apresuró a responder.

—¿Mamá? —El sonido de la voz de su madre lo sorprendió.

—Hola, hijo. Tu padre y yo estábamos pensando en ir a visitarte. No hemos estado aún en tu nueva casa. ¿Te importaría que fuéramos?

—No, claro que no —dijo él, mientras miraba las paredes vacías. Su madre le diría que era una casa fría, que lo deprimía. Siempre le decía lo mismo. Quizás debiera salir a comprar unos cuadros.

—Resulta que los Walsh también van a ir a Pittsburgh el mismo fin de semana. ¿Te acuerdas de ellos?

—Sí —mintió él, que nunca se acordaba de las amistades de sus padres. No solía prestarles atención, especialmente desde que sus padres parecían empeñados en buscarle una chica adecuada.

Se rió al recordar al padre de Callie. Debería de haberse reído con ella, después de que su padre se marchara. Sabía que eso era lo que Jimmy Dimarinno habría hecho.

—El baile benéfico —le oyó decir a su madre, sin saber de qué estaba hablando.

—¿Cómo?

—Vamos, Trey, no me tomes el pelo. Sé que no te gusta bailar, pero la cuñada de Betsy dice que es una fiesta estupenda, que va todo tipo de gente y que es divertida. Tu padre y yo queremos ir con los Walsh, y nos gustaría ir contigo —dijo Laura Weldon con su habitual entusiasmo.

—Mamá, yo…

—Betsy dice que su cuñada conoce a un montón de chicas que estarían encantadas de ir contigo.

—¿Una cita a ciegas? Ya sabes que odio ese tipo de cosas.

—No tiene por qué ser una cita a ciegas. Puedes conocer primero a cada una de las candidatas y luego elegir.

—Haces que suene como un concurso de mascotas.

Su madre no trató de ocultar su exasperación.

—Vamos, Trey, ya tienes treinta y tres años y yo tengo cincuenta y cuatro. Quiero tener nietos antes de ser demasiado vieja para disfrutarlos.

—Ya tienes nietos.

—Si, y adoro al niño de Winston, pero yo quiero uno que sea de mi propio hijo.

—Ten cuidado con los deseos que formulas, mamá —le advirtió él.

No se podía imaginar lo cerca que había estado de hacerla abuela.

—¿Significa eso lo que creo que significa? —Laura Weldon sonaba esperanzada.

De pronto, Trey se dio cuenta de que a su madre no le habría importado que hubiera dejado a Callie embarazada. Después de todo, su madre no era una verdadera Weldon, sólo se había casado con uno de ellos y lo había convertido a él en un Weldon.

—No necesito que me busquen pareja —dijo él en un tono distanciado.

Su madre no parecía afectada por el modo en que le hablaba su hijo. Parecía interpretar lo que quería.

—Esto cada vez se pone mejor. De modo que puede que tengas una novia y no nos has dicho nada. Estupendo. Le diré a Betsy Walsh que ya tienes pareja.

* * *

-¿Puede alguien decirme algo sobre el baile benéfico? —preguntó Trey a su equipo a la mañana siguiente en el quirófano, antes de empezar una operación.

La pregunta no iba dirigida a nadie en particular, pero sus ojos se fijaron en Callie, quien le pasó el instrumento que necesitaba.

Trey esperaba que hubiera sido ella quien le hubiera respondido, pero fue Quiana quien lo hizo.

—Es la fiesta que se celebra en el hospital todos los años.

—Hay bufé y barra libre —dijo Leo, como si tratara de ayudar a Callie vendiéndole al doctor Weldon las excelencias del baile.

También intervino el anestesista.

—Mi mujer ésta en el comité de organización y dice que se recauda mucho dinero que se utiliza para proyectos especiales dentro del hospital.

—Interesante. Quizás este año me decida a ir.

Después de ese comentario, se centró en la delicada operación, que realizó con éxito.

Ya fuera del quirófano, mientras se quitaban las mascarillas y se lavaban las manos, Trey volvió a sacar el tema.

—Si ese baile recauda fondos para el hospital, sin duda debería ir.

—Todo el equipo estará allí —dijo Leo—. ¿No es ese suficiente incentivo?

—Bueno, y por si no lo es, piense en toda la comida y bebida que habrá allí —dijo Quiana.

—Sí, me habéis convencido, si es que permiten la entrada a patosos como yo —se volvió hacia Callie—. ¿Vendrías conmigo, aunque no sepa bailar?

Callie vio que todos la miraban. Giró la cabeza hacia él.

—¿Me estás pidiendo que vaya contigo al baile? —preguntó incrédula, en un susurro.

—Nunca pensé que fueras lenta de entendimiento. Debe de ser el nivel de azúcar. Lo tienes bajo. Seguramente, necesitaras comer. Si, te estoy pidiendo que vengas conmigo al baile.

Se cruzó de brazos.

—¿Es una broma?

—¿Doy la impresión de estar bromeando?

Callie se quedó en silencio unos segundos.

—Eso no haría sino añadir leña al fuego de los rumores que corren por el hospital sobre nosotros. Si fuéramos al baile…

—Cuando vayamos al baile, tienes que decir…

Ella lo miró con escepticismo.

—¿Qué te ha hecho cambiar de pronto? Dime, Trey, que está pasando aquí. Quiero que seas sincero conmigo.

—¿Quieres la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? —suspiró fingidamente atormentado—. De acuerdo. Mis padres van a venir a verme y quieren que vaya con ellos al baile benéfico. Si no tengo pareja, están dispuestos a buscarme una. No sabes cuánto detesto las citas a ciegas.

—Por lo que parece, más, incluso, que bailar. —Callie se rió—. Así es que incluso el gran Trey Weldon recibe presiones para casarse. ¡Quién iba a decirlo!

—¡Me alegro de que lo encuentres tan divertido! Nos sentaremos en la mesa con mis padres, pero después podemos estar un rato con la gente del hospital.

Callie se imaginó la tensa situación sentada con los Weldon e incapaz de mediar palabra. ¿Tenía algún motivo para torturarse de aquel modo?

—Trey, yo creo que no es buena idea. Pero gracias por la invitación —añadió con toda la educación de que podía hacer alarde.

Callie se dio media vuelta y se marchó. Él la siguió.

—¿Has rechazado mi invitación? —La detuvo justo antes de que se metiera en el servicio de mujeres.

—No sabía que fueras tan lento de entendimiento. Quizás se deba a la falta de azúcar. Sí, estoy rechazando tu invitación.

Sonrió dulcemente y se marchó.

* * *

Le había dicho que no.

Su negativa respuesta danzaba en su cabeza, junto con aquella afirmación de la noche anterior.

«La pasión es incompatible con nuestra relación profesional. Y ése es el único tipo de relación que vamos a tener tú y yo».

Pero ¿qué había de malo en que dos colegas del trabajo fueran juntos al baile benéfico?

Aquel «no» rotundo no tenía ningún sentido a ojos de Trey.

Trey regresó a su apartamento, después de hacer tiempo en el hospital.

Una vez en casa, comenzó a desesperarse. No había nada en la televisión que le apeteciera ver, ni ningún libro que quisiera leer, ni ninguna revista médica que no hubiera leído ya una y otra vez.

Callie le había dicho que no, y eso era lo único que danzaba en su cabeza.

Pensó en esa estúpida fiesta a la que debía asistir, quisiera o no.

Allí estaría ella, con Jimmy Dimarinno, bailando agarrados alguna melodía romántica.

No, no podía dejar las cosas así.

Media hora más tarde, ya estaba aparcando el Porsche negro a la puerta de Callie. Haber encontrado sitio justo allí le pareció que podía ser una señal, hasta que vio a Jimmy Dimarinno que se dirigía hacia él.

Trey no le preguntó de donde venía, igual que Dimarinno no le preguntó a él a donde iba. Era demasiado obvio.

—¡Menudo coche! —dijo Jimmy, que todavía llevaba el uniforme de trabajo—. Yo nunca podré comprarme un coche así. Tengo tantos créditos que pagar de la carrera, que pasaran años hasta que pueda cambiar mi viejo Chevy.

Trey no hizo ningún comentario y continúo escuchando a Jimmy.

—¡Buena suerte con Callie! Va a ser difícil calmarla —dijo el joven médico—. Aunque algo me dice que no ha sido ése el propósito de esta visita.

—¿Por qué está furiosa?

—Bueno… anoche estuve con su hermana… Se quedó en la habitación de Doug y no tenía como volver a casa, así es que le propuse llevarla en mi coche… Una cosa llevó a la otra.

—¿Y ella está celosa?

—¿Celosa? No, para nada. Callie es como mi hermana, pero se ha puesto a la defensiva con su hermana. Pero es que Bonnie es como es. Siempre está… bueno, seduciéndome. Callie tiene que entender que a veces ocurren cosas que no tenemos previstas —dijo Jimmy—. No sé qué hacer, ni qué decirle. Bueno, no creo que usted vaya a tener mucha más suerte. Después de todo, la ha dejado plantada, según me ha contado. Éste no es un buen momento, está claro.

Jimmy se metió en su coche y se marchó.

Trey pensó que las cosas también habían tomado un giro inesperado para él y que tenía que solucionarlas.

Se aproximó al intercomunicador y presionó el botón.

—¡Vete al diablo, Jimmy! No quiero verte…

—Soy Trey. Abre, por favor, está empezando a llover.

Callie abrió la puerta del portal y luego la de su apartamento. Nada más verla, comprobó que, efectivamente, estaba furiosa.

Trey pensó que tal vez no era un buen momento para hablar de la cena benéfica. Se dio cuenta de que no era sólo eso por lo que estaba allí.

En realidad, de pronto, no entendía el motivo por el que había concluido la imposibilidad de que tuvieran una relación personal. ¿Qué impedimento real había? No se acordaba de ninguno.

—Acepto ese café que nunca llego a tomarme cuando vengo aquí —dijo Trey, sin ser preguntado.

—Es muy tarde para café, haré té. —Callie se dirigió a la cocina y Trey la siguió—. Si has venido aquí para hablarme de la cena, no lo hagas. Sencillamente, no voy a ir.

Efectivamente, no era el momento apropiado para hablarle de eso.

—Lo siento, Callie. Tengo que admitir que la invitación no fue de lo más adecuada. Te hice sentir como si solo quisiera ir contigo para evitar una cita a ciegas, pero no es así.

—Me da igual el motivo, Trey. La respuesta sigue siendo no. Es inapropiado que salgamos juntos.

—«Inapropiado» —repitió Trey—. He visto a Jimmy en la calle y me ha dicho que también piensas que es inapropiado que salga con tu hermana.

—¡Claro que lo es! Conoce a Bonnie desde que nació. ¡Él mismo la llevaba a los caballitos!

—Sí, pero tu hermana tiene ahora veintiún años y es una adulta con capacidad de decisión, no es ninguna niña ya —se acercó a Callie y tomó su rostro entre las manos, sintiendo el calor de su piel—. A mí me suena a que los ha poseído un impulso tan irresistible como el que nos poseyó a nosotros el último día que estuvimos juntos, ¿recuerdas?

Callie se tensó y se apartó de él.

—No quiero hablar de eso —dijo ella—. ¿Y por qué estás defendiendo a Jimmy? Nunca me pareció que te gustara especialmente.

—No me gustaba cuando pensaba que estaba enamorado de ti —confesó Trey—. Estaba celoso. Pero ahora que sé que le gusta tu hermana, me siento de otro modo. Es un buen amigo tuyo, y esta abatido de pensar que va a perder tu amistad.

—Que se lo hubiera pensado antes.

La tetera comenzó a sonar y ella aprovechó para desviar la atención.

—¿Cómo quieres el té?

—Con leche y azúcar. Callie —se aproximó a ella—. Me gustaría pedirte de nuevo que vinieras conmigo al baile.

Ella hizo un gesto de impaciencia.

—¡Vas a empezar otra vez! Estás realmente desesperado, ¿no?

—Sí, lo estoy, estoy desesperado por conseguir que las cosas funcionen entre nosotros, estoy desesperado por hacer que se rompa ese estúpido trato, por el que debemos mantener nuestra relación como algo estrictamente profesional.

Ella lo miró perpleja.

—Pero tú dijiste…

—Si fui yo el que dijo eso, he sido un estúpido. Porque realmente quiero tener las dos relaciones: la profesional y la personal. Te quiero, Callie Sheely.

Ella lo miró sorprendida y llena de amor.

—Yo también te quiero, Trey Weldon.

Como un acto reflejo y natural, la tomó en sus brazos y la besó. Poco a poco, sus besos encendieron la pasión que sentían dentro, inflamándola.

El deseo creció. Se quitaron la ropa, sin oscuridad.

Entre beso y beso, se acariciaban los cuerpos desnudos.

—¡Eres tan hermosa! —dijo él, mientras le acariciaba los senos—. Sabía que lo eras. Por fin eres para mí.

Callie sintió el placer que sus manos le proporcionaban.

El fuego creció hasta poseerlos y, finalmente, él se abrió paso dentro de ella y ella gritó su nombre.

Hicieron el amor con la mirada fija el uno en el otro, desnudando por completo sus almas.

No hablaban, sólo se movían a un ritmo único y coordinado, que los llevó hasta el éxtasis.

Después, Callie y Trey permanecieron juntos durante un rato, besándose, desnudos y abrazados.

—¿Sabes que al final no has aceptado mi invitación para el baile? —dijo él mucho más tarde, después de haberse duchado juntos y de haber vuelto a la cama—. ¿Puedo pensar que has reconsiderado mi invitación?

—Sí, yo creo que la he reconsiderado —dijo ella—. Y mi respuesta es «sí», si a tus padres no les importa que vayas conmigo.

—¿Por que habría de importarles? A mi madre le encanta la idea de que tenga una novia. Te van a gustar mis padres, no son unos snob. La verdad es que tengo algo que decirte. No es que sea un gran secreto, pero sí que es algo que no suelo contar a nadie.

Ella levantó la cabeza y lo miró.

—¿De qué se trata?

—Veras, realmente yo no soy un Weldon —dijo él rápidamente, como si así la confesión se hiciera más tolerable.

—¿Eres adoptado?

A Callie le daba exactamente lo mismo lo que fuera.

—A medias —dijo él—. Mi madre se casó con Winston Weldon. Aunque sólo tenía cuatro años recuerdo a la perfección el día de su boda. El hijo del que sería mi padre, Winston junior, que entonces tenía catorce años me agarró en hombros y me dijo que estaba feliz de tener un hermano pequeño.

—Eso suena muy bien —dijo ella.

—Te aseguro que es el mejor hermano que haya podido tener y Winston el mejor padre —dijo Trey—. Desde el principio, me propuse que conseguiría que estuvieran orgullosos de mí. Podría haber trabajado en la empresa de los Weldon, pero siempre fui especialmente bueno en ciencias y me apoyaron en mi decisión de convertirme en neurocirujano.

—Deben de estar orgullosos de ti. Has sido un hijo excepcional —dijo ella con orgullo—. ¿Y tu padre biológico?

—Mi padre biológico era un criminal, siempre dentro y fuera de la cárcel desde que era un adolescente. Mi madre lo conoció cuando tenía dieciséis años. Era una chica de clase media, cansada de ser la niña buena. La verdad es que lo mejor que pudo ocurrirle fue quedarse viuda. Sé que es algo muy duro de decir.

—Bueno, un poco —dijo ella, pensando en el tipo de persona que debía de haber sido su padre.

—Mi madre se quedó embarazada de mi hermana Trina y luego me tuvo a mí. Mi padre siempre ha sido una mancha en mi vida.

—Por eso te perturbaron tanto los comentarios sobre el hijo de Hagen. Pero no te preocupes, lo que importa es lo que uno hace en la vida. ¿Qué pasó con tu hermana?

—Murió con mi padre, en un accidente de coche.

—Lo siento, Trey —susurró Callie.

—Perder a Trina fue un duro golpe para mi madre —continuó Trey—. Pero se reconcilió con su familia, que la había rechazado después de su boda con mi padre y se puso a trabajar como recepcionista en la empresa de los Weldon. Allí conoció a Winston, viudo desde hacía cinco años. Había una considerable diferencia de edad entre ellos, pero el tiempo confirmó que era una relación basada en un amor verdadero.

—Y un amor duradero —dijo Callie.

Aquella revelación hizo que se evaporaran las falsas ideas que Callie tenía sobre la familia Weldon.

—¡Estoy ansiosa de que llegue el día de la fiesta benéfica para conocerlos!

Trey también estaba ansioso de que llegara aquel día, pues era el momento y el lugar perfectos para su propuesta de matrimonio.

FIN