Las réplicas a bote pronto
En la situación extrema de un ataque, nuestro amor propio y la confianza en nosotros mismos son decisivos para defendernos. Esto también puede significar que hurguemos en la nariz delante de un agresor.
KHALEGHL QUINN
Volverse imprevisible
El éxito de un ataque depende de cómo lo acoge la víctima. Todo agresor tiene una idea determinada o, al menos, inconsciente de lo que quiere conseguir. Da lo mismo que la víctima amedrentada se bata en retirada o se exalte, lo único que importa es que el golpe tenga su efecto. El agresor quiere comprobar que el comentario insolente haya llegado a su destino. En las situaciones cotidianas, las expectativas del agresor suelen cumplirse porque todos reaccionamos de una forma previsible. Nos exaltamos, nos volvemos insolentes o nos quedamos mudos y nos retiramos. Signos todos ellos más que explícitos de que el ataque ha tenido su efecto. Bailamos al son del agresor. ¡Complícale un poco la vida al agresor! Vuélvete un poco más imprevisible. ¿Qué tal con desconcertarle? ¿Qué te parece contestar a una provocación o a una burla de forma sorprendente e insólita? Fastidiarás sus expectativas de éxito, porque ya no bailas al son de su música.
Confundir al contrario
Demuestra al contrario que es inútil intentar atacarte. Para ello puedes recurrir a un sencillo principio de la comunicación, que se basa en que todo lo dicho tiene algún sentido. Nuestros cerebros son grandes buscadores de significados. Cada vez que alguien nos habla, nuestro cerebro busca automáticamente el sentido de las palabras para que podamos entender el enunciado. Puedes confiar al cien por cien en este automatismo, que también es posible aplicar a las réplicas. Di algo que no tenga sentido. Por ejemplo, responde a un ataque con un refrán que no tenga nada que ver con el ataque.
- El ataque: «¿Qué pasa que tienes la cabeza llena de pájaros, cuando normalmente sueles ser razonablemente inteligente?».
- El refrán que no encaja: «Bueno, es como aquello que dice: “Al que madruga Dios le ayuda”».
No tiene sentido, sobre todo si ya es media tarde. Un agresor corriente se encuentra ante un enigma, porque espera que respondamos a sus ataques de forma coherente. Sin embargo, lo único que encuentra es un refrán que no acaba de encajar. Por supuesto que indagará por el sentido de lo dicho, pero será en vano. Habrás logrado mandar a tu agresor mentalmente al desierto. La táctica se basa en un principio sencillo y fiable: en el momento en que se responde al ataque con un refrán que está fuera de contexto, el cerebro del agresor comienza a ponerse en marcha para buscar un sentido a la respuesta, lo cual le desconcertará. Se sentirá confundido y se encontrará fuera de juego. ¿Pero qué pasa si el agresor pregunta por el sentido de la respuesta? Anímale a que lo averigüe. Puedes decirle, por ejemplo: «Madúralo con tranquilidad» o: «Yo también he necesitado mi tiempo para averiguarlo. No te desanimes». O contesta con otro refrán tan poco apropiado como el anterior: «¿Sabes? En el fondo quiero decir con esto que “en casa de herrero, cuchillo de palo”». Rebates el ataque sin causar grandes perturbaciones. Todo lo que necesitas es una ligera propensión para lo insólito. Como dijo alguien en una ocasión, «si no lo sabes convencer, confúndelo».
Renunciar a la lógica y a la razón
La gran ventaja de esta estrategia estriba en su sencillez. Únicamente tienes que conocer algunos refranes y tener la capacidad de contestar con uno que esté totalmente fuera de contexto. Un refrán inadecuado será toda una provocación para gente que quiere mostrarse lista, lógica y racional. Quien esté apegado a los ideales de la lógica y de la razón pretende encontrar siempre una respuesta inteligente. Ocurre con bastante frecuencia que estas personas inteligentes se encuentren fuera de juego. Casi todos los ataques son más bien simplones, por lo que restringirías inútilmente tu libertad de acción si te exigieras a ti mismo/a contestar con agudeza. Respuestas inteligentes necesitan un tiempo de maduración que, en cambio, no se necesita para lanzar un burdo ataque. Por ello el agresor es más rápido y, por ello, un comentario insolente puede arrollar literalmente a las personas reflexivas. Durante el tiempo en que estén pensando una réplica inteligente, el agresor habrá soltado dos burlas más. Una buena noticia: cuando alguien te ataca no hace falta contestar racional e inteligentemente. Puedes reaccionar de forma grotesca y extraña. Para contrarrestar el ataque es suficiente recurrir a algún refrán al uso. Aquí tienes unos ejemplos:
- El ataque: «Lo único que pretendes es hacerte el importante».
- El refrán inadecuado: Ya lo decía mi abuela: «tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe».
- El ataque: «Tienes un aspecto espantoso esta mañana. ¿Has dormido en el pajar?».
- El refrán inadecuado: «Siempre digo que una golondrina no hace verano».
- El ataque: «Eres muy presumido, pero la presunción también es un arte».
- El refrán inadecuado: Bueno, ya lo dice el refrán: «siempre hay un roto para un descosido».
¿También eres de los que buscan todavía un sentido en estas respuestas? Ya lo decíamos, el automatismo cerebral para buscar el sentido a las palabras es infalible. Son respuestas sin sentido. Hay agresores que se rompen la cabeza para encontrar el sentido al refrán, porque no les cabe en la mente que se pueda tratar de un sin sentido prefabricado. Una asistente a los seminarios me explicó que su agresor estuvo deliberando durante días sobre el sentido del refrán fuera de contexto y que, al final, le expuso su interpretación de todo lo hablado. Tras largas explicaciones, ella simplemente le replicó que había malinterpretado el refrán y le aconsejó seguir deliberando. Romperse la cabeza es un interesante suplicio.
El refrán inadecuado
- El objetivo: Contestar con un refrán que esté totalmente fuera de contexto.
- El ataque: «Si piensas un poquito, entenderás lo que quiero decir».
- El refrán inadecuado: «Una golondrina no hace verano».
- Más refranes:
- A Dios rogando y con el mazo dando.
- A buen hambre no hay pan duro.
- Juntarse el hambre con las ganas de comer.
- Agua que no has de beber déjala correr.
- Vísteme despacio que tengo prisa.
- La suerte de la fea la bonita la desea.
- Más vale pájaro en mano que ciento volando.
- Zapatero, a tus zapatos.
- Vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer.
- Uno por otro, la casa sin barrer.
- Todo es del color del cristal con que se mira.
- Consejos para su aplicación: Utiliza el refrán inadecuado siempre y cuando no tengas ganas de darle más vueltas al comentario insolente. Deja que el agresor se abrase en su confusión.
El refrán inadecuado no sustituye la discusión. Sin embargo, antes de cualquier discusión objetiva, se han de atajar los ataques verbales. El refrán inadecuado actúa como un aguafiestas para el agresor, porque a través de esta táctica le adviertes que no llegará a ninguna parte. Aprovecha la confusión del contrario para encauzar nuevamente la conversación hacia una argumentación objetiva.
A dios rogando, que tengo prisa
Si te gusta el refrán inadecuado puedes desarrollar tu propia técnica. Más de un asistente a los seminarios ha transformado los refranes inadecuados gracias a algún error creativo. Porque, como todas las demás réplicas, también hemos practicado los refranes. En un juego de rol se encontraban dos personas frente a frente. Uno de los asistentes hacía de agresor, y otro debía replicar con un refrán inadecuado. Durante el juego, una de las personas atacó a su compañera con las siguientes palabras: «Supongo que también serás una de esas tremendas feministas». Ella consultó su lista de refranes para elegir uno fuera de contexto. A causa de su nerviosismo mezcló algunos, y contestó: «Sí, sí, a Dios rogando, que tengo prisa». La confusión de su compañero fue mayúscula, a pesar de haber contado con una respuesta extraña. ¡No te preocupes! Si no se te ocurre ningún refrán, haz una mezcla explosiva de lo que te pasa por la cabeza. Si tienes suerte, saldrá alguna frase sin sentido.
El próximo capítulo será más sensato. Tratará sobre cómo defenderse contra una crítica injustificada.
Cómo afrontar una crítica destructiva
«Puedo soportar muy bien una crítica, siempre que sea objetiva». Ésta suele ser la postura habitual ante las críticas. Sin embargo, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de crítica destructiva? Nos referimos a una crítica cargada de desprecio, hiriente:
- Esta propuesta es el colmo de la estupidez.
- Tu proceder parece el de un retrasado mental.
- Tu tesis ha consistido en su mayor parte en tópicos triviales y comunes.
Estas palabras envenenadas difaman al receptor de la crítica. Para cualquier persona despreciada y difamada, una crítica siempre supondrá un ataque. No importa que la crítica sea justificada; en el momento en que nos sintamos agredidos, opondremos resistencia. Nos cerraremos interiormente, bajaremos la persiana.
Calar al agresor
Puede haber diferentes motivos para que una persona haga una crítica destructiva. En la mayoría de los casos, el que emite la crítica no acaba de estar bien consigo mismo. Arrastra el enfado y la decepción de un fracaso. Estos sentimientos negativos inciden en el tono de voz y en la elección de las palabras. Todo son reproches o exasperaciones. Se exagera y se generaliza. A ello se añade el deseo (más o menos inconsciente) de dar una lección al otro, de ponerle en su sitio.
Sin embargo, también puede haber otro motivo para una crítica poco objetiva: el agresor habla sin reflexionar y suelta lo primero que le viene en mente. De esta forma pueden escaparse frases como: «¡Qué idea más estúpida!» o: «Nunca das ni una». Se trata de expresiones espontáneas, sin el menor sentido de tacto. Pero, ¿qué ocurre si el receptor de la crítica es hipersensible? ¿Si se toma muy a pecho cualquier expresión dicha a bote pronto? Puede ser el comienzo de un conflicto: unas frases irreflexivas llegan a un oído sensible y vulnerable.
Dar una oportunidad a los críticos poco objetivos
Desafortunadamente no podemos distinguir de entrada si la crítica destructiva es un ataque en toda regla o simplemente producto de palabrerías irreflexivas. Por este motivo abogo por darle una oportunidad a nuestro interlocutor poco objetivo antes de tratarlo como a un agresor desalmado.
Un ejemplo: Margarita presentó su proyecto de marketing en una reunión de la empresa. Una compañera suya hizo el siguiente comentario con respecto al proyecto: «Has trabajado duro, pero el proyecto no deja de ser aburrido y anticuado». Eso fue todo. Margarita estaba indignada y comenzó a dar largas explicaciones sobre el aspecto novedoso e interesante del proyecto. Sin embargo, cuanto más se justificaba, más sensación tenía de que la presentación se le escapaba de las manos. Hablaba y hablaba mientras su compañera estaba cómodamente reclinada en su silla. A Margarita le invadía la sensación de desnudarse ante sus compañeros. Se sentía arrinconada, con necesidad de justificarse a pesar de la calidad de su proyecto. La defensa de Margarita ante la crítica poco objetiva consistía en una avalancha de justificaciones, lo que para el agresor era señal de que el ataque había producido el efecto esperado.
Desactivar la crítica destructiva
La crítica de la compañera hirió a Margarita por contener las palabras «aburrido» y «anticuado», unas palabras humillantes que se le clavaron cual púa envenenada. Sería deseable poner coto a semejantes palabras, lo que es relativamente fácil. Simplemente se devuelven en forma de pregunta. De esta manera cuestionamos aquello que nos duele. En el caso de Margarita, eso significa no aceptar las palabras «aburrido» y «anticuado», sino responder enseguida: «¿Qué quieres decir con aburrido?» o: «¿Qué entiendes por anticuado?». Ahora le toca a la agresora justificarse. Ha de explicar el sentido de sus palabras. Con este tipo de réplica, Margarita obtiene dos ventajas: en primer lugar consigue un respiro que le permite concentrarse nuevamente, porque le toca el turno a la compañera. En segundo lugar, la respuesta actúa como un antídoto que pone a la agresora en un aprieto. Ahora se demostrará si sus palabras están fundamentadas en argumentos objetivos o simplemente son una provocación. La agresora se desenmascarará si vuelve a contestar a las réplicas desintoxicantes con simples tópicos. Margarita puede insistir en todas y cada una de las palabras envenenadas hasta que incluso el más dormido de los asistentes a la reunión se dé cuenta de las aportaciones poco constructivas de la agresora.
En el seminario reproducimos la presentación de Margarita para poder practicar sobre el terreno la técnica de autodefensa. Yo representaba el papel de agresora y Margarita reprodujo nuevamente la situación real:
EN MI PAPEL DE AGRESORA: Has trabajado duro, pero tu proyecto es aburrido y anticuado.
MARGARITA: ¿Por qué crees que es aburrido?
AGRESORA: Bueno, todo está muy visto.
MARGARITA: ¿Qué quieres decir con que está muy visto?
AGRESORA: Pues que es lo usual, nada nuevo. Un proyecto de marketing poco imaginativo.
MARGARITA: He intentado profundizar en tus objeciones por partida doble, pero siguen siendo argumentos poco concretos y subjetivos. No me sirven. Sin embargo, con mucho gusto puedo volver a señalar las partes interesantes de mi proyecto. En primer lugar, está la presentación del producto…
Margarita resumió brevemente los puntos más importantes de su proyecto, pasando por encima de las objeciones poco oportunas de la agresora. De esta forma demostraba su superioridad y serenidad. Tras el juego de rol comentó: «Las reiteradas preguntas me ayudaron a mantener el control y a no caer en un estado de ánimo negativo. Ni una sola palabra hiriente me afectó. Simplemente devolvía la pelota».
Fuera de servicio
Enfréntate a los comentarios poco constructivos como si no entendieras las palabras, como si te hablaran en un idioma extraño que no entiendes. En el fondo es eso. ¿Quién conoce el significado profundo de «anticuado»? Y ¿qué quiere decir «aburrido»? Cuestiona estas palabras en el acto. No te defiendas, simplemente no las entiendas. Si nos defendemos demostramos que el veneno ha hecho su efecto y que lo queremos combatir. La autodefensa comienza mucho antes. Bloquea tu capacidad de entendimiento. Cambia el chip a «fuera de servicio». Practica un poco lo de hacerte el loco, de forma que parezca que no acabas de entender ciertas palabras. Tu dificultad de entendimiento pondrá arena en el engranaje.
Algunos ejemplos más:
- Crítica destructiva: «Esta propuesta es el colmo de la estupidez».
- Respuesta desintoxicante: «¿Qué quieres decir con “el colmo de la estupidez”?»
- Crítica destructiva: «Tu proceder parece el de un retrasado mental».
- Respuesta desintoxicante: «¿A qué te refieres con “retrasado mental”?»
- Crítica destructiva: «Tu rendimiento está bajo cero».
- Respuesta desintoxicante: «¿Qué entiendes por “bajo cero”?»
- Crítica destructiva: «Este tipo de presentación es de muy mal gusto».
- Respuesta desintoxicante: «¿Qué significa para ti la expresión “mal gusto”?».
- Crítica destructiva: «Tu tesis ha consistido en su mayor parte en tópicos triviales y comunes».
- Respuesta desintoxicante: «¿Cómo definiría “lugar común”?».
Quien pregunta, manda
La réplica desintoxicante te saca de una posición de inferioridad. Dejas de ser el vencido para poner tus propias condiciones. Tu condición es la siguiente: explícame estas palabras. Con ello matas dos pájaros de un tiro:
- Tu interlocutor se ve obligado a razonar su comentario, con lo que le das la oportunidad de argumentar objetivamente.
- La réplica te hace ganar tiempo. Mientras el agresor intenta dar una explicación, puedes discurrir sobre lo que está pasando y cómo comportarte.
- No permites que te subyuguen. Se puede encauzar una conversación a través de preguntas. Quien pregunta, manda. La réplica desintoxicante impone el tema, porque el agresor ha de contestar tus preguntas.
La réplica desintoxicante
- El objetivo: Recoger la palabra que te hiere o te ofende. Interpelar al agresor sobre el significado de esa palabra:
- El ataque: «Vaya tontería más gorda que has hecho».
- La réplica desintoxicante:
«¿Qué quieres decir con “tontería gorda”?».
«¿A qué te refieres con…?» (añadir palabra envenenada).
«¿Qué significa…?» (añadir palabra envenenada).
«¿Cómo definirías…?» (añadir palabra envenenada).
«Interesante. ¿Qué supone exactamente…?» (añadir palabra envenenada).
- Consejos para su aplicación: Utiliza la réplica desintoxicante cuando te critiquen de forma poco objetiva. De esta forma mantienes las palabras ofensivas a distancia y le das a la parte contraria la oportunidad de una argumentación objetiva.
Sin embargo, hay dos situaciones en las que es mejor prescindir de la réplica desintoxicante. Puede ocurrir que, durante una conferencia pública o en una mesa redonda, los agresores quieran llamar la atención con interrupciones envenenadas. Con ello pretenden ganar tiempo para su intervención y llamar la atención. Si tienes el turno de palabra es mejor no dar réplicas desintoxicantes, porque le darías la oportunidad a tu agresor de entrar en acción, con lo que podría consumir tu tiempo de intervención. En estas situaciones, pasa del agresor. Ataja el ataque con una sola frase, como por ejemplo: «Puede dar su opinión más tarde» o: «Permítame que termine». No hay que prestar atención a los provocadores. Las réplicas desintoxicantes tampoco funcionan con personas poco responsables de sus actos, como personas ebrias, en pleno ataque de ira o perturbadas por otros motivos. De ellas no se puede esperar una respuesta sensata a las réplicas. Por lo demás, la réplica desintoxicante es una buena estrategia de autodefensa contra palabras humillantes. Muchos de los asistentes a los seminarios no aceptan expresiones como «Tú eres imbécil», «No las tienes todas contigo» o «¡Qué te has creído!». Se han acostumbrado a cambiar enseguida de chip y decir: «No lo entiendo. ¿Qué quieres decir?». Incluso las personas que se quedan generalmente atónitas aprenden a manejar con soltura las réplicas desintoxicantes. No han de inventar una réplica apropiada, sino que simplemente han de preguntar por el sentido de las palabras.
El derecho a una crítica objetiva
La crítica es una observación útil e importante, que puede servirnos de ayuda, siempre y cuando sea aceptable y la podamos digerir. Una crítica constructiva y útil siempre hace referencia al rendimiento o al resultado. No denigra ni humilla a la persona. Se refiere a un hecho concreto y no recalienta los bollos de la semana pasada, siguiendo el lema: «Recuerdo que hace cuatro años también desarrollaste un proyecto aburrido, que encima tenía siete faltas de ortografía. Y, hace tres meses, llegaste tarde al trabajo». Este tipo de repaso general es difícilmente soportable para una persona puesta en la picota. El afectado adoptará forzosamente una postura de rechazo y no aceptará ni siquiera un comentario justo. Las críticas avasalladoras se originan cuando el crítico en cuestión ha acumulado durante demasiado tiempo sus resquemores. Por lo tanto, más vale expresar las objeciones mientras la situación esté candente. Pero también aquí es importante respetar ciertas normas: no se debe hacer una crítica de pasadas ni, mucho menos, ante los ojos y oídos de terceros. Una buena conversación crítica debe transcurrir de forma relajada y entre cuatro ojos. En mi libro Die etwas gelassenere Art, sich durch zu setzen (Una forma más relajada de imponerse) encontrarás consejos sobre cómo afrontar las críticas con más seguridad.
Es posible que tengas deseos de mostrarte con más dureza ante tu agresor. En el próximo capítulo leerás muchas sugerencias al respecto, porque tratará de estrategias de autodefensa verdaderamente despiadadas. Aprenderás a reducir al adversario dándole la razón, admirándolo y elogiándolo.
Paralizar al adversario con un abrazo
En caso de que realmente desees que tu adversario quede tocado, cede. Le cogerás a traspié, sobre todo si espera una reacción combativa, de oposición. El adversario cuenta con tu resistencia, incluso la necesita, porque, en el momento en que cedes, el ataque se diluye. Imagínate que el adversario te pone (con palabras) el puño bajo la nariz. ¿Qué hacer? En vez de presentar un frente con tu propio puño, le estrechas amablemente la mano y le felicitas por su punto de vista.
Ceder nos ahorra más de una pelea oral improductiva. El ejemplo de David es clarificador: con el nacimiento de su primer hijo, David decidió dedicarse en cuerpo y alma a su papel de padre. Trabajaba en la administración y pidió un puesto de media jornada para poder dedicar más tiempo a su bebé. Era, además, socio activo en un club de fútbol. Con la llegada al mundo de su hijo quiso reducir también las horas de entreno. Los compañeros futbolistas no se mostraron entusiasmados con la decisión de David y comenzaron a tomarle el pelo. «David está practicando porque el próximo hijo no lo tendrá su mujer, sino él mismo» o: «Dado que estarás en casa todas las noches, se supone que también querrás dar de mamar al bebé». Risas generalizadas. A David le afectó mucho este asunto. Al principio intentó dar explicaciones objetivas para convencer a sus amigos de la importancia del papel de padre y de su deseo de no perderse los primeros años de vida de su hijo. Las burlas, sin embargo, continuaban. David comenzó a enfadarse, lo que sirvió para echar todavía más leña al fuego. Sus compañeros ya no paraban. Cuanta más resistencia oponía David, más agresivos se volvían los ataques. Hasta que decidió cambiar su estrategia defensiva. Dejó de luchar, cedió y transigió con todos y cada uno de los agresores. Siempre solía contestar: «Tienes toda la razón». Y a veces añadía: «Con mucho gusto te doy la razón si de este modo te sientes algo mejor». Mantuvo su postura de forma consecuente. Poco a poco, los ataques amainaron. Sin la resistencia de David, el asunto ya no tenía interés.
Un abrazo paraliza al adversario.
Hacer perder el equilibrio al agresor
Muchas de las disciplinas asiáticas de combate deportivo se basan en la derrota del adversario mediante la transigencia. La fuerza del ataque no es repelida, sino que es acogida e incluso aumentada. De este modo, el agresor pierde el equilibrio y cae. Lo mismo ocurre en un combate oral. El consentimiento actúa como una pared de goma contra la que se dirige el agresor. Se mantiene suave, cede y se adapta. Los ataques se disuelven en el aire como un perfume en medio de un huracán.
Ceder y consentir
- El objetivo: El agresor lucha por tener razón. Transigir, darle la razón. Informarle de que se está dispuesto a ceder si con ello se le ayuda.
- El ataque: «¡Estás tocado del ala!»
- El consentimiento:
«Si con ello te sientes mejor, te doy toda la razón».
«Ciertamente, tienes razón».
«¿Te sirve de algo si te doy la razón?».
«Sí, tienes toda la razón. ¿Te sientes mejor?».
«Si te hace falta, estoy de acuerdo contigo».
- Consejos para su aplicación: Esta estrategia la puedes poner en práctica cuando estés harto de los ataques y de la prepotencia de los demás. Pero, cuidado, solamente dale la razón al contrario en los casos en los que no te perjudique.
Ceder e insistir
¿Qué actitud debemos adoptar, sin embargo, cuando el asunto por el que nos atacan es demasiado importante como para ceder sin más? Pongamos por caso que te encuentras en medio de un tira y afloja de una negociación y te comienzan a atacar. Es lo que le ocurrió a un matrimonio que participó en mis prácticas de negociación. Una acreditada empresa constructora se había hecho cargo de la construcción de su casa. A la entrega de las llaves se discutieron las deficiencias de construcción, que afortunadamente no eran graves, aparte de un tragaluz mal colocado. A pesar de que la conversación transcurrió tranquilamente, uno de los delegados de la empresa constructora empezó a volverse impertinente en el momento en que se tocó el tema del tragaluz. Comentó: «Los propietarios pequeño burgueses jamás están contentos. Siempre encuentran algún motivo para quejarse». El matrimonio simplemente podría haberse defendido de este ataque transigiendo, con un comentario como: «¡Tiene razón! Somos pequeño burgueses y nos encanta encontrar excusas para quejarnos». Sin embargo, ambos quisieron dar una respuesta algo más sólida. En estos casos, resulta muy útil aplicar una pequeña variante: ceder en parte y mantenerse firme en la defensa de la cuestión. Lo más fácil es despachar el asunto con dos frases. La primera sirve para confirmar el punto de vista del agresor.
Algunos ejemplos: «Puedo hacerme cargo de su postura», «Desde su punto de vista, puede que tenga razón» o «Tiene razón. En su lugar seguramente pensaría lo mismo».
La segunda frase sirve para defender empecinadamente el asunto en cuestión. La conversación podría desarrollarse de la siguiente manera:
- El ataque: «Los propietarios pequeño burgueses jamás están contentos. Siempre encuentran algún motivo para quejarse».
- Aprobación y firmeza: «Puede que usted lo vea de esta forma, pero se han equivocado en la colocación del tragaluz». Otra posibilidad: «Tiene razón, yo, en su lugar, también estaría molesto. Y la posición del tragaluz no coincide con los planos».
La primera frase confirma la opinión del contrario, sin que se le dé la razón del todo. Simplemente se le hace saber que se puede entender su punto de vista. Una pequeña y, sin embargo, importante diferencia. La conjugación «y» de la segunda frase sirve para expresar con perseverancia la cuestión en litigio. En resumidas cuentas, puedes entender todas las posturas y, además, quieres que se haga lo que tú desees.
El contrario se dará rápidamente cuenta de que sus ataques son ineficaces porque, en primer lugar, tienes una gran capacidad de comprensión y, en segundo, no te apartas del asunto en cuestión.
La aprobación con perseverancia
- Objetivo: Demostrar al agresor que se entiende su postura y mantenerse firme en los propósitos.
- El ataque: «No se lo piense tanto, tampoco debe de ser tan difícil decir simplemente sí».
- Aprobación con perseverancia:
«Entiendo perfectamente que quiera una respuesta rápida. Y yo necesito otro día de reflexión».
«Me hago cargo de tu postura, y yo ahora quiero…» (expones tu propósito).
«Supongo que en su lugar reaccionaría igual. Y se trata de…» (vuelve a insistir en el asunto).
«En tu lugar diría lo mismo. Y seguimos teniendo el problema de…» (vuelves al grano).
- Consejos para su aplicación: Recurre a esta técnica de consentimiento y perseverancia siempre y cuando tengas una conversación o negociación importante. Neutraliza el ataque con una actitud comprensiva y después insiste en tu propósito.
Hacer jaque mate al adversario
Ceder y mostrar comprensión son estrategias de autodefensa bastante duras, pero las hay todavía más radicales: el cumplido. Resulta especialmente eficaz en las personas que intentan darse aires de superioridad y que suelen tratar a los demás con desdén. Son personas a las que se tiende a tachar de arrogantes; sin embargo, detrás de la fachada arrogante suele esconderse un complejo de inferioridad. Los aires de arrogancia pretenden disimular el complejo de inferioridad. En la vida cotidiana, los arrogantes pueden sacarnos de quicio. Sus gestos de superioridad pueden resaltar nuestro propio punto débil, que es precisamente el miedo a ser inferiores. Por lo tanto y de forma automática comenzamos a adoptar una actitud defensiva para proteger nuestra integridad, por lo que es muy fácil que las personas arrogantes nos involucren en una pelea antes de que nos demos cuenta. Jamás se nos ocurriría elogiarlos, alabarlos o reafirmarlos. Pero es aquí donde incide esta estrategia. Desequilibrarás al contrario si justamente le das lo que fervientemente desea: la superioridad, pero se la servirás de forma desmesurada.
El cumplido
- El objetivo: Declarar a tu adversario el jaque mate, simplemente admirándolo y elogiándolo, como, por ejemplo:
- El ataque: «Si eres tan hipersensible, jamás llegarás a tener éxito».
- El cumplido
«Admiro tus conocimientos y tu sabiduría».
«Me gusta la forma con que enlazas una palabra con otra».
«Me has impresionado profundamente».
«Gracias por esta ayuda existencial».
«Gracias por tus consejos maravillosos».
- Consejos para su aplicación: Cuanto más exageres con tus elogios, más eficiente será la estrategia. También puedes ser más comedido y decir: «Es que sabes más que yo» o reaccionar de forma irónica y colocar al adversario en un pedestal: «Eres inconmensurablemente superior a mí».
¿Crees que el adversario se dará cuenta de que le estás poniendo en ridículo? Es probable. Pero a pesar de todo se encontrará en una situación falsa. Si reconoces con toda seriedad sus méritos no sabrá cómo comportarse, dado que su aspiración era colocarse en un plano superior. En cambio, si dejas vía libre a tu ironía y sarcasmo verá claramente que le estás tomando el pelo. En caso de que consideres que este proceder es demasiado cruel, aplícalo hasta ciertos límites. Elogíalo sólo hasta que comience a irritarse ligeramente. Esta táctica es recomendable si tras el primer enfrentamiento aún pretendes mantener una conversación razonable.
Los próximos capítulos girarán en torno al arte en mayúsculas de la autodefensa, algo parecido al cinturón negro. Al principio aprenderás a reflejar la imagen del adversario como un espejo.