Hubo una vez un vendedor de enciclopedias que no hizo caso de un cartel que decía: «CUIDADO CON EL PERRO» y fue hasta el porche de una bonita casa para tocar el timbre. La puerta de la casa se abrió, y el vendedor fue recibido inmediatamente por un hombre de baja estatura y afable expresión en el rostro, quien le condujo directamente a la sala y sin mediar palabras, le sirvió el té con galletas.

Algo sorprendido, el vendedor describió los múltiples méritos de la enciclopedia y enumeró las muchas ventajas que obtendría automáticamente la persona que tuviera la suerte de poseer todos los tomos. El hombre de baja estatura, que llevaba un batín largo, zapatillas y guantes, siguió sin pronunciar una sola palabra, pero escuchó con evidente y halagador interés. Al final, asintió firmemente con la cabeza, entregó al vendedor un cheque firmado por la cantidad íntegra, y se quedó, sin más trámites, con todos los tomos de la enciclopedia.

El vendedor se marchó muy contento, sonriendo al cartel de: «CUIDADO CON EL PERRO» y pensando que había sido muy inteligente al ignorarlo.

El hombre de baja estatura y rostro bondadoso contempló al vendedor hasta que le perdió de vista. Entonces se despojó de su rostro bondadoso, que, en realidad, era una máscara, del largo batín, las zapatillas y los guantes. Acto seguido se dirigió a la cocina y sorbió con la lengua un reconfortante tazón de leche, porque, naturalmente, no era más que un perro disfrazado, y con toda seguridad, su cheque no serviría de nada.

Moraleja: Cuidado con el verdadero perro.