INTERIOR – HOSTAL - NOCHE
Fulano está a punto de tocar la puerta de Alicia (habitación 308). Está nervioso y con la vejiga totalmente llena. Aunque, para entonces, luego de preguntarse qué le esperaba tras esa puerta y de comer la tarde anterior una barra de chocolate tan afrodisiaca como el olor de cierta chica, estaba excitado y con su lampiño pene de catorce años erecto a treinta y cinco grados de su ombligo frenado por su ropa interior, por ello no veía la necesidad de ir al baño.
Tardó un tiempo más en mirar con detenimiento la chapa, en tratar de esconder su bulto con sus bóxeres y, al fin, tocó tres veces. La luz que salía del inferior de la puerta desapareció de inmediato y fue reemplazada por la sombra irrefutable de dos piernas desnudas. Fulano solo pudo oír su corazón latir con desmesurada rapidez, al son de los pasos descalzos de Alicia que se acercaban. La pelirroja abrió la puerta. Traía puesta solo una camisa lo suficientemente grande como para taparle la entrepierna, pero lo suficientemente corta para dejar ver por momentos su ropa interior fucsia y darle pistas a la imaginación. La camisa era de algún equipo de fútbol argentino y el escudo de la misma era adornado por la punta de su pezón izquierdo que parecía simular casi en burla una estrella nunca obtenida.
Alicia: (Con los brazos cruzados en su estómago, mordiendo levemente el centro de sus labios para ocultar una sonrisa nerviosa). «…Pasa». (Se corrió a un lado).
Fulano: (Dio un paso tan tímido como la sonrisa oculta de Alicia, y prosiguió un segundo paso más entusiasta que sincronizó su mirada con la de ella). «Creo que esto es tuyo». (Sacó la servilleta marcada de su bolsillo y se la puso con suavidad en la mano).
Alicia:(Dejando salir al fin su sonrisa junto con una risa bucólica). «Sí, supongo».
Un silencio incómodo recubrió el cuarto. Fulano, quien nunca pensó que llegaría hasta donde estaba en ese momento, no tenía idea de qué era lo siguiente, cuál sería su próximo movimiento. El ruidoso silencio continuó perturbando la calma hasta que, el chico, al verse a centímetros de la chica, osó atravesar ese espacio de aire que los separaba. Lo que eran centímetros se convirtieron en metros, y lo que era aire se convirtió en vidrio; pero al final, después de esa odisea cerebral, el chico pudo romper ese espacio y juntó sus labios con los de la chica.
Se oyó en algún lugar de la habitación, (o en algún lugar del inconsciente de nuestro protagonista) el tan oportuno cliché del éxito ochentero “I want to know what love is,” que impulsó en efecto a Fulano a abrir en medio de ese beso su boca y robarle a Alicia unas cuantas gotas de saliva que hasta ahora atesora cual elixir. “I want to know what love is.” Procedió pues, a alzar con sigilo su brazo y acarició por primera vez el cabello escarlata de la chica con tal suavidad y delicadeza, que ni ella lo sintió. “I want you to show me.”
Por su parte, Alicia rozaba por transitorios momentos la tan indigna lengua del chico con la suya. Fue al tercer roce cuando Fulano, incitado ya por lo que creía era un sueño erótico más en una solitaria habitación de su incluso más solitaria casa, comenzó a sobar partes de Alicia que nunca se había atrevido a tocar en otras mujeres. “I've got nowhere left to hide, it looks like love has finally found me.” ¡Ay de la suerte de él donde supiera con certeza que ese momento era más real que la mitad de su vida!¡Ay de no haberse fundido entre el licor y el amor para quedar totalmente sedado en un plano del que solo se es posible pasar exitoso si se cree es un sueño!
Fulano: «Me gustas mucho». (Refiriéndose a un te amo).
Alicia: «Tú también me gustas». (Refiriéndose solo a eso).
“I wanna feel what love is, I know you can show me.”
Se intensificó el intercambio salivoso y las caricias comenzaron a desprender la ropa que ya sobraba. Si se viese desde un rincón, la escena casi perfecta a evocar sería la de un joven hobbit encima de una pelirroja elfa; desvistiéndola con una inocencia primeriza y patética que le parecía especial a tal divinidad. Nuestro hobbit le quitó la camisa y emprendió un corto viaje hacia algo más precioso que algún anillo mágico. Con un pequeño movimiento, deslizó sus labios desde el cuello de la elfa, pasando por su hombro izquierdo, sin olvidar besar un lunar que imitaba a la luna menguante, hasta llegar a sus senos.
Alicia: «¿Tenés condón?».
Fulano: (Despegó con nostalgia su boca del pezón de Alicia, se sintió como un niño al que se le quita su derecho a amamantar). «Ya vengo». (Corrió apresurado al baño).
El hobbit se despojó con agilidad de su ropa, sacó los condones de su bolsillo y trató, antes que nada, de vaciar su vejiga desesperada con una maniobra de proporciones épicas. Ya sentado, se inclinó como plagiando a un maestro de yoga, de manera que el proyectil fuera directo al sanitario, y no salpicase en su cara, al techo, o a todo lugar diferente a donde debía.
Maldito el destino para el desgraciado pues justo roció un buen chorro de amarilla micción a su rostro. Insultó a la vida entre dientes y se dispuso a secarse. Lavó con agua su meada cara y mirándose al espejo, se tranquilizó a sí mismo.
Fulano (voz en off): Está bien, es solo sexo. Ella de alguna manera lo propuso. Esta borracha, al fin y al cabo. ¡Cálmate! (Humedeció su rostro). Dicen que la primera vez no se dura nada. De verdad quiero complacerla. Okay, a la mierda, todo es mental, solo hazlo con calma y con intervalos para besos y toqueteos. Me lleva solo cinco años, no creo que sea la gran precoz.
Finalizó su meditación y abrió un primer condón con la desesperación de un niño al abrir una golosina. La semana anterior había tenido una conferencia de educación sexual en su colegio de la que solo rescató, para su conveniencia, las instrucciones, tan detalladas como bochornosas, de cómo disfrazar a su amiguito. Lo logró a la primera y guardó el segundo por seguridad.
Preparado para abrir la puerta, confirmó que sus bóxeres no fueran víctima del desagradable proyectil, y se los puso. Quizá era prudente hacerlo, no era capaz de imaginarse saliendo del baño totalmente desnudo. Ni siquiera podía comprender lo que pasaría luego, a pesar de que fuese tan inminente el coito.
Fulano: (Abre la puerta).
Alicia yacía desnuda sobre la cama. Totalmente desnuda. Celestialmente desnuda. Demoniacamente desnuda. Él se quedó solo mirándola. Allí, de pie, y vencido en un maravilloso shock, transitó con estudiada lentitud su cuerpo.
Escaló primero su pelo ondulado. Pasó a su frente y caminó por sus facciones sin hacerle daño alguno; luego, se deslizó por el cuello hasta que los senos suavizaran el impacto, el izquierdo seguía sutilmente húmedo. Saltó en seguida a su abdomen y gateando llegó a su ombligo… a su centro. Era sublime ese horizonte de piel blanca y olor a fresas y cerezas. Después de dar unos tres pasos, se encontró al fin con dos caminos similares. (¡Qué dilema el de aquel pitufo!). Sentado, meditó un momento cuál pierna sería la indicada. El confundido enano captó al instante que su destino era en efecto donde estaba parado. Allí, sobre esa división seráfica, se recostó para siempre.
Recobró la razón.
Ninguno de los dos se había movido un solo centímetro. Alicia parecía estar posando para un retrato mientras le atravesaba el alma con los ojos al chico. Ay, Fulano, ¡de haber conservado tan solo un infantil garabato de su figura! Cualquier dibujo que calcase, al menos con vergonzoso trazo, a aquella musa pelirroja, superaría incluso aquel desnudo perdido en un naufragio de más de cien años.
Ese santiamén infinito es lo que más recuerda el chico de aquella noche. Sintió que si moría allí mismo, hubiera sido perfecto. Qué grato sería morir en sus brazos y burlar morir paulatinamente en los brazos de la existencia.
Sin darse cuenta, la estaba besando de nuevo. Sin darse cuenta, la estaba penetrando.
Mientras Alicia mantuvo sus ojos cerrados, Fulano no se atrevió siquiera a parpadear. Tenía clarísimo que, si los cerraba, no vería mayor fantasía a la que podía observar con sus sentidos. El chico se las ingenió para hacerla llegar al clímax rápido o al menos a fingir rápido el clímax. En definitiva, tuvieron sexo por poco menos de cinco minutos, y él la fumó por poco más de una noche.