LOS MESES PASAN Y LOS BEBÉS CRECEN
Quizá aún no te lo parece, pero los bebés crecen muy rápido y la lactancia cambia mucho de mes en mes. Cuando creas que lo tienes todo bajo control, algo cambiará: la frecuencia, la duración de las tomas, el comportamiento del niño… Estas pequeñas novedades te van a sorprender y vuestra lactancia va a tomar un nuevo rumbo.
Hay que tener presente que conocer estas situaciones puede ser la clave para mantenerse tranquila y seguir adelante. En algunos de estos períodos se producen las llamadas crisis de lactancia (hay quien prefiere llamarlas brotes, escalones, desajustes…), momentos en los que abandonar la lactancia es algo que a casi todas las madres les pasa por la cabeza. En otras etapas los niños maman más de lo que nos podíamos imaginar o incluso dejan de comer y solo quieren mamar, o les da por no dormir o dormir menos.
Vamos a ver más o menos lo que puedes ir esperando en los meses y etapas que tienen mayor relevancia, de manera que te ayude a tener la información necesaria para relativizar las cosas.
De los 5 a los 15 días de vida
Los primeros días son importantes. Importantes para adquirir confianza en tu cuerpo, en tu bebé y en tus capacidades. Tu bebé debería haber recuperado el peso del nacimiento antes de los quince días de vida. Si no lo ha hecho todavía, no te quedes de brazos cruzados y pide ayuda.
Es posible que aún tengas una leve molestia cuando se engancha al inicio de la toma, pero tan solo debería durar unos segundos. El pellizco que sientes al comenzar la toma tiene causas hormonales. Durante el embarazo, los niveles de estrógenos y progesterona están muy altos, después del parto van descendiendo, pero la sensibilidad no remite de manera inmediata, tarda unos días en desaparecer totalmente. Si la molestia que tienes es más que eso y sientes dolor durante toda la toma, pide ayuda para resolverlo lo antes posible.
Algo que también suele pasar es que los primeros días de vida el bebé mame a un ritmo más o menos tranquilo; para que nos entendamos, puede llegar a ser previsible y mamar como si fuera un reloj. Y es entonces cuando empezamos a oír frases como: «¡Qué niño tan bueno!», «Es un santo, solo come y duerme, ¡qué maravilla!», «Seguro que tu leche le llena, tu leche parece mantequilla».
Y en apariencia las cosas van sobre ruedas hasta que llegamos a entre los quince y los diecisiete días de vida,[81] cuando todo parece irse al traste y las dudas empiezan a hacer mella en la familia.
El bebé pachón y dormilón hace dos días ahora quiere mamar de manera continua, lo que se traduce en no soltar el pecho o comer cada treinta minutos. No te lo sacas de encima. Si lo sueltas de la teta llora desesperado, se mete la mano en la boca y, claro, ¡vuelta a la teta! Además, es muy probable que regurgite leche,[82] lo que significa que comer está comiendo. Entonces, como los adultos recordamos que después de vomitar no nos apetece volver a comer, pensamos que quizá es mejor que no coma en un rato. ¿Se habrá empachado? Pero sigue buscando el pecho, desesperado, así que no entendemos que nuestro peque, a pesar de regurgitar, quiere volver a mamar.
Vale, la primera crisis está en curso. ¡Que no cunda el pánico! Las crisis, por si te has saltado el capítulo «Mi bebé», son momentos en los que el bebé presenta una mayor demanda. La «crisis» no la sufre el bebé, sino nosotras, que no comprendemos qué le está pasando a nuestro hijo. Cuando tenemos identificados estos momentos en los que el bebé se va a comportar de una manera diferente, podemos estar preparadas e informadas para superar el bache. Esta es la primera crisis de lactancia, a lo largo de la lactancia hay más, ya lo verás, y cada una tiene unos motivos. En este caso, el bebé hasta ahora ha tomado leche de transición, y pasa de tomar unos 600 ml al día a tomar unos 900 ml o hasta un litro diarios. ¿Qué puede hacer para aumentar la cantidad que produces? Pues mamar mucho. Al mamar de manera continua, activa la glándula y la hace trabajar a todo gas. Cuánta más leche saca del pecho, más leche produces, y así en dos o tres días consigue aumentar la producción y volver a una cierta calma.
Así que relax, tranquilidad y mucho sofá. Es agotador y parece infinito, pero cuanto más lo tengas al pecho más rápido vas a aumentar la producción.
Es un momento en el que enseguida se piensa en ofrecer suplementos. Y como en todo, tú decides. Valora qué es lo que te gustaría, qué es lo que quieres y decide en función de esto. Si optas por el suplemento, es muy probable que la producción de leche disminuya poco a poco, lo que puede comprometer vuestra lactancia.
De los 15 a los 30 días
Una vez pasada la crisis de los quince días,[83] la lactancia se va estabilizando poco a poco. Empiezas a entender de qué va esto y le vas cogiendo el truco, a la vez que cada día conoces un poco más a tu bebé.
Tu bebé ya debe haber recuperado el peso del nacimiento y debe ir engordando unos 20 o 30 gramos al día. No es necesario que lo peses cada día si gana peso de manera adecuada, con la siguiente visita al pediatra es más que suficiente. Porque los bebés no ganan peso de manera lineal, hacen escalones, y si lo pesas el día que ha ganado, estupendo, serás la mujer más feliz del mundo, pero cuando lo haces el día que no ha ganado nada, te llevas el sustazo.
Respecto a tu pecho, es posible que aún notes que se pone a tope en algunas ocasiones, especialmente si el bebé duerme más de lo habitual o a primera hora de la mañana. Siempre que sientas el pecho cargado, no dudes en ofrecérselo. La lactancia funciona a demanda de los peques, pero también de la madre. A veces, nos da pena despertarlos y dejamos que el pecho se siga congestionando, y eso no es bueno para ninguno de los dos: cuanto más cargado esté más riesgo tienes de padecer una obstrucción o una mastitis, y para el bebé un pecho rebosante tampoco es el mejor plan, ya que le puede costar más agarrarse o la leche puede salir a chorro y hacer que se atragante al intentar mamar.
Por supuesto, deberías dejar de sentir las molestias en el agarre típicas de las primeras semanas, si el dolor sigue o tienes grietas, pide ayuda. No es normal ni debe ser así.
¡Ah! Y no dejes de descansar siempre que tu peque lo haga, de día o de noche. Los bebés suelen estar más activos a partir de la tarde y la fiesta sigue por la noche. Es normal estar agotada y desear descansar y dormir «como antes», por ello es esencial que sigas su ritmo. Hay que cargar las pilas siempre que puedas; la ropa, los platos y todo lo demás pueden esperar.
Del primero al segundo mes
Una vez superado el primer mes, y siempre que el bebé haya ganado peso, tenemos mucho trabajo hecho. El primer mes suele ser agotador porque es un aprendizaje continuo. Si has llegado hasta aquí, mi más sincera enhorabuena. Nadie te prepara antes del parto para la lactancia y afrontar las dificultades iniciales puede ser como una carrera de obstáculos.
El ritmo de tomas del bebé seguirá siendo frecuente, quizá vayas notando que poco a poco el bebé está más despierto y que no siempre se queda dormido después de mamar. Si no lo has notado y las tomas siguen siendo eternas, todo llegará.
Una situación que te puede sorprender es que tu bebé deje de manchar tantos pañales o incluso que deje de hacer caca cada día y esté varios días sin hacer. Acostumbrada a cambiar un pañal tras otro, que de golpe no haga ni una caca te deja atónita. Esta circunstancia, cuando no se conoce, causa mucha intranquilidad
Yo, igual que muchas otras mamis, no creía que la frecuencia de las deposiciones fuera algo que pudiera consultar con el grupo de apoyo a la lactancia. ¿Qué relación tenía la lactancia con las cacas?
Así que en primer lugar pedí consejo a la familia y a amigas que eran madres veteranas. La niña estaba como una rosa, comía, dormía, estaba relajada… Aun así, lo de no manchar pañales no era muy normal ¿no? Recibí gran cantidad de recomendaciones, y cada una de ellas me dejó más estupefacta que la anterior: debes estimular su recto, introduciendo un tallo de perejil, o mejor estimular pero con la punta de una cerilla mojada en aceite, o lo mismo pero con un termómetro…[84] ¿En serio?
A todas estas, mi hija llevaba una semana sin manchar un pañal,[85] y decidí esperar al final de la reunión del grupo de apoyo para preguntar en privado si «eso» era normal. ¡Y vaya si lo era!
Los bebés nacen con muchos reflejos incorporados, uno de ellos es el llamado reflejo gastrocólico, que les ayuda a hacer caca cuando tienen el estómago lleno. Más o menos a partir del mes deben ir aprendiendo a hacer caca por sí mismos. La leche materna tiene tan poco residuo que no es peligroso[86] para ellos estar días y días sin hacer nada de nada. ¿Y cuántos días pueden estar? Sorprendentemente, la verdad es que bastantes: dos, cinco, diez, catorce, veinte, veintitrés… Sí, lo sé, parece una locura, y sufres un montón (al menos con el primer hijo) hasta que por fin hace caca. Como pasa con todo en la vida de una madre lactante, cuando te acostumbras a esa falta de ritmo regresa una cierta normalidad de pañales sucios por día.
A pesar de que esta situación nos recuerda al estreñimiento que podemos tener los adultos, no tiene nada que ver. Cuando los bebés terminan haciendo caca, es una caca totalmente líquida y muy abundante. ¡Prepárate para agarrarlo como puedas y lavarlo de arriba a abajo, porque le va a llegar a las orejas!
Del segundo al tercer mes
Es más que probable que ya le hayas pillado el truco a la lactancia y que puedas predecir cada vez más y mejor las demandas de tu bebé. Seguramente tu bebé aún necesita mucho tiempo para mamar, pero en muy pocos días te dejará asombrada porque va a comenzar a mamar muy rápido.
Habrás empezado a notar que tu bebé está más demandante a partir de la tarde y quizá llega a la noche muy llorón y enfadado con la teta. A este rato de intranquilidad se le llama «la hora bruja». Los bebés están nerviosos y cansados y lo pagan con el pecho. No pasa nada grave, no tiene hambre, ni te has quedado sin leche, tan solo está agotado y necesita dormir. Y el pato lo pagan con la teta, que para algo hay confianza. Intenta anticiparte: un paseo, un masaje, un baño…, descubre qué le funciona. No obstante, ya te digo que a veces es imposible adelantarse y te pilla «la hora bruja» y toca aguantar del tirón hasta que por fin se duerme.
Sobre las seis o siete semanas de vida, es posible que tu bebé empiece a experimentar la segunda crisis de la lactancia. Si cuando mama se enfada con el pecho, se pone tenso, llora y protesta, o tira del pezón, pero a pesar de todo ello sigue haciendo caca y pis con normalidad y sigue ganando peso, es que ha llegado el segundo bache. Mantén la calma, porque de nuevo los comentarios de los que te rodean van a hacer acto de presencia: «¡Uy, si parece que rechaza el pecho!», «No se queda satisfecho», «Es como si no le gustara».
Y las dudas volverán a aparecer en tu cabeza: ¿la leche no le gusta? ¿Me está rechazando? ¿Ya no quiere mamar? Y no, no es una situación que esté causada por la falta de leche ni por el hecho de no querer mamar. Al parecer, la razón es que la leche sufre una pequeña modificación en su composición y presenta un sabor ligeramente más salado[87] unos días, lo cual podría ser el motivo de que los bebés estén más inquietos, hasta que el sabor de la leche se normaliza y vuelven a mamar relajadamente.
A pesar de que puedas tener la sensación de que el bebé lucha con el pecho, no pasa nada grave. Si sigues amamantando con tranquilidad, en una semanita todo volverá a la normalidad.
Estoy segura de que también te has dado cuenta de que a tu bebé le suenan las tripas, que tiene gases, que hace fuerza para hacer caca y que en ocasiones está molesto y llora durante un rato antes de poder evacuar. Cuando finalmente hace caca esta es blanda y líquida, por lo que no se trata de estreñimiento ni es necesario ofrecer al bebé ningún producto para ayudarlo. Esta situación se llama disquecia del lactante, y es un proceso habitual. Todos hacemos fuerza para evacuar y los bebés no son una excepción, pero a nosotros no nos suele observar nadie.
Le puedes facilitar la tarea dándole masajes en la tripita, jugando a moverle las piernas haciendo la bicicleta o preparando un bañito templado para que se relaje.
Vamos a por el tercero
El tercer mes es quizá el más complejo, ya que se mezclan muchos factores que pueden hacer peligrar la lactancia. Es un momento de muchos cambios y novedades tanto en el bebé como en la madre, así como en la producción de leche. Es un momento crítico y muchas madres dejan la lactancia, sea por el comportamiento del bebé sea porque en poco tiempo tienen que volver a trabajar.
La primera sorpresa llega cuando el pecho se queda deshinchado y blando, e inevitablemente vuelven a aparecer los fantasmas: ¿me he quedado sin leche?[88]
Nos han hecho creer que la sensación de sentir el pecho congestionado está directamente relacionada con el hecho de tener mucha leche. Y esto es un error. El pecho no es un almacén, es una fábrica. Al principio, como todas las fábricas que se ponen en marcha, la glándula va un poco perdida. No sabe muy bien cuánta leche va a necesitar el bebé, y para que no falte, tiende a producir más leche de la que el peque consume. Día a día, cuando el bebé va mamando le va mostrando a la glándula lo que debe hacer y la producción se regula. Así, a los tres meses, ya no sientes los pechos llenos porque la glándula sabe cómo comportarse y lo que hace es fabricar leche cuando el bebé mama.
Y es a los tres meses, en el momento en que la oferta y la demanda cuadran perfectamente, cuando aparecen los fantasmas. Pues no, no te has quedado sin leche. Porque, por si no lo he dicho anteriormente, la leche no desaparece así como así. La leche no se esfuma, no se va a ninguna parte. De hecho, si no hay ninguna enfermedad o si no has tomado ningún medicamento, la leche tarda meses y hasta años en desaparecer completamente del pecho después de que hayas dejado la lactancia.
Así que no, tu leche no se ha marchado a ningún sitio. Que no sientas el pecho rebosante no quiere decir que no tengas leche. Solo indica que la lactancia está transcurriendo con normalidad y que la glándula ha decidido que es mejor fabricar leche cuando el bebé la pide. De esta manera, cuando el bebé succiona el mecanismo se pone en marcha y en pocos minutos la leche está servida. Aunque el comensal es un poco impaciente y no se lo va a tomar nada bien.
Imagina que has comido toda la vida en un bufet libre. Llegas y comes (y ojo que con la teta encima ni pagas). Fin. Esto es lo único que conoces y has hecho cada día de tu vida.
A partir de los tres meses el bufet se convierte en un restaurante de categoría y las normas cambian. Al llegar es preciso esperar al maître, que se ocupa de acomodarte, traerte la carta, la bebida, el pan, tomarte nota y llevar la nota a la cocina. Entonces debes aguardar a que te preparen la comida. Así que vas a tener que adaptarte a otro ritmo, a otra realidad. No es malo ni es bueno, es diferente.
Pues la lactancia a los tres meses también es diferente.
Además, el bebé va a cambiar mucho. Su cerebro se desarrolla, su vista mejora y el mundo es maravilloso. ¿Quién quiere estar pegado a una teta si puede ver el mundo? ¡Uau!
Hay una mosca, entra papá, ¿qué es eso de colorines colgado en la pared?, ahora llega la abuela, pasa una ambulancia, el perro ladra, ¡menudo susto!, anda, si tenemos gato, y mamá, mamá me sonríe… y yo le sonrío…. y ya no quiero más teta. ¡Quiero ver el mundo!
Vale, pues a partir de este momento la mayoría de las tomas van a durar poco, muy poco. Escasos minutos porque el bebé comerá muy, pero que muy rápido, a veces en dos o tres minutos de reloj, y si le ofreces más pecho, se va a ofender y no va a querer mamar.
Y te quedas con la duda, ¿es posible que haya comido en tres minutos y tenga suficiente?
Claro que sí. Los bebés pueden comer en tres minutos, muy deprisa, y todo lo que necesitan. Son unas máquinas de la succión y de día tienen que aprovechar el tiempo. Así que de día maman a toda velocidad y, por la noche, lo hacen con más tranquilidad. De noche pueden mamar mucho más rato y estar más relajados, porque un bebé dormido no tiene estímulos que le distraigan y se concentra en mamar.
¡Ah! Y un detalle importante: a partir de ahora el agarre y la posición del bebé pierden el protagonismo. A partir de los tres meses empiezan a mamar hasta haciendo el pino puente, maman de la punta del pezón o lo estiran. Normalmente no duele, no debería doler, y el bebé debería siguiendo creciendo con normalidad. Si el peso se estanca o tienes dolor, acude a un grupo de apoyo o a la comadrona para que te ayude a buscar la causa.
Superar la crisis de los tres meses acostumbra a ser bastante duro, es todo un reto que dura un mes, hasta que el bebé se calma y vuelve a mamar con cierta paz. Por cierto, escucharás muchos comentarios, tendrás muchas dudas, pero si quieres, puedes. Todo pasa.
De los 4 a los 5 meses
Superada la crisis de los tres meses y cuando ya crees que todo tiene que ir mejor, llegan los cuatro meses y tu hermoso bebé decide que por las noches es mejor estar más horas despierto, que dormir es aburrido y es perder el tiempo. ¡Ah! Y ni se te ocurra comentar con nadie que se despierta más porque no podrás evitar oír que seguro que pasa hambre, tu leche ya no le alimenta, necesita empezar a tomar más comida aparte de leche…
A partir de los cuatro meses, los bebés presentan un ritmo de sueño diferente del que han tenido hasta el momento y empiezan a despertarse más por las noches. Es inevitable. Es otro proceso madurativo por el que hay que pasar. Muchas madres creen que su bebé se queda con hambre, pero nada más lejos de la realidad. Los bebés modifican sus patrones de sueño y aprenden fases de sueño como las que tenemos los adultos. Esto hace que por la noche estén más inquietos y pidan más el pecho. Ni por mamar más, ni por ofrecer leche de fórmula o menos comida van a dormir más ni mejor.
Es agotador y quizá coincide con tu vuelta al trabajo, así que lo ideal es encontrar la manera de amamantar y descansar lo máximo posible. El colecho[89] suele facilitar mucho las tomas nocturnas y el descanso de la familia.
Para practicar colecho tan solo debes seguir unas normas de seguridad básicas, de la misma manera que si vas en moto debes ponerte el casco o si tienes productos peligrosos debes guardarlos lejos del alcance de los niños.
NORMAS BÁSICAS PARA EL COLECHO
•El bebé debe dormir boca arriba, nunca boca abajo o de lado.
•El colchón debe ser plano y firme. No utilices colchones de agua o aire.
•No se debe dormir en un sofá.
•Verifica que el bebé no pueda caerse de la cama ni quedar atrapado en ningún hueco.
•En todos los casos evita el uso de almohadas, mantas con pelo, acolchados, cojines, peluches, lazos…
•Verifica que nada pueda cubrir la cabeza del bebé.
•Evita arropar o abrigar al bebé en exceso.
•No duermas en la misma cama con el bebé si eres fumadora o si tu pareja lo es.
•No duermas con el bebé si tú o tu pareja padecéis obesidad mórbida.
•No fumes nunca en la habitación.
•No duermas con el bebé si has consumido alcohol, drogas, somníferos o medicación que alteren el nivel de conciencia y tu capacidad de reacción.
•No compartas la cama si tienes alguna enfermedad que disminuya el nivel de respuesta, como diabetes o epilepsia inestable.
•No coleches si estás muy cansada.
•No permitas que el perro o el gato comparta la cama con el bebé.
El colecho te permite alimentar a tu bebé por las noches sin tener que levantarte ni casi moverte, lo cual te facilita el descanso. Practicar el colecho o no es una decisión de crianza, al igual que muchas otras, no tiene nada malo dormir con el bebé. Sobre este tema los mitos son inevitables: no lo vas a sacar de la cama, no es higiénico, se acabó el sexo… Nada de esto es cierto, así que, si a vosotros os va bien dormir con el bebé para poder descansar todos por las noches, la decisión solo depende de vosotros y nadie más debería opinar.
De los 5 a los 7 meses
Con mi primera hija tenía muchas ganas de empezar la alimentación complementaria, con mi segunda hija, ya no tenía tantas. Con lo práctico que resulta ir a todas partes con la comida incorporada, a la temperatura adecuada y lista al momento… Si es tu primer bebé, es posible que estés igual de emocionada que yo. A veces las parejas y las familias lo están aún más esperando el momento en que van a poder darle de comer, como si tú no lo hubieras estado alimentando lo bastante estos meses. Bueno, la cuestión es que toda la familia espera el momento, y el único al que no se le suele preguntar nada es el interesado. ¿Está listo para empezar a comer?
Para empezar con la alimentación complementaria el bebé debe estar maduro para ello. Cada bebé es diferente y tiene sus ritmos. ¿A qué edad se dan la vuelta solos? ¿A qué edad andan los bebés? ¿A qué edad empiezan a hablar?… Estoy segura de que no has podido decir una edad exacta, porque algunos bebés andan a los nueve meses y otros al año y medio. De la misma manera, no todos los bebés cuando cumplen seis meses están listos para empezar a comer.
¿Y cómo puedes saber si ya está listo para los sólidos? Pues es muy fácil, observando a tu bebé:
•¿Se mantiene sentado por sí mismo o con un poco de ayuda?
•¿Muestra interés por los alimentos?
•¿Quiere comer o llevarse a la boca toda la comida que tú comes?
•¿Tiene desconectado el reflejo protectivo de la lengua (reflejo de extrusión) que le hace escupir cualquier cosa que se meta en la boca?
•¿Sabe mostrar saciedad, apartando la cara cuando no quiere comer más?
Para considerar que un bebé está preparado para iniciar la alimentación complementaria, debería cumplir todos estos requisitos. No sirve que solo tenga interés por los alimentos o que se siente solo, hay que esperar a que esté del todo listo.
Cuando hablamos de alimentación infantil pensamos indudablemente en cereales de farmacia, en potitos de verduras o en la típica papilla de cinco frutas con galleta. Es posible que a ti te dieran esto de pequeña, pero de mayor, ¿has vuelto a comerlo? Seguramente no. La alimentación infantil es un sector de negocio al alza, nos han hecho creer que los niños comen cosas específicas y diferentes, especialmente indicadas para ellos. Por supuesto que si lo quieres hacer así por convicción, adelante. Pero si no te apetece, no tiene por qué ser así. Voy a intentar resolver las principales preguntas sobre la alimentación sólida en relación con la lactancia, que son:
¿Por qué alimento tengo que empezar?
No existe ninguna evidencia acerca de que sea mejor empezar por la fruta, las verduras, los cereales o la carne. El sentido común nos hace resolver que va a ser más fácil empezar por un alimento que, en primer lugar, se consuma en casa, y en segundo lugar, sea propio de la estación y que sea adecuado para el bebé.[90]
¿Qué cantidad debe comer?
La que desee el niño. No hay razón para establecer una cantidad concreta de cada alimento, o para esperar que el bebé tome todo lo que se le ofrece. La cantidad que esperamos los adultos que coman los niños es normalmente muy superior a la que ellos desean comer. De hecho, durante los primeros meses de vida la cantidad que acostumbra a comer va a ser minúscula.
Si le doy el pecho antes de la comida, no come o come muy poco
Sin duda, y debe ser así. Es importante que el bebé tome toda la leche que quiera y, después, lo que le apetezca de comida. Se llama alimentación complementaria porque complementa la leche. En los primeros meses comen muy poco. Lo importante es que exploren, aprendan, conozcan y disfruten en compañía de la familia.
Si le doy el pecho antes de la comida, se duerme y no come
Es cierto que decimos que la comida va después que la teta, y muchas veces se quedan dormidos después de mamar, lo que no da margen a que coman nada. No te preocupes, es lo más normal del mundo. Si le das el pecho mientras estás en la mesa, comiendo con el resto de la familia, es posible que muestre un poco más de interés. Desde tu regazo, puede empezar a observar cómo es eso de comer.
¿Le puedo mezclar los cereales con mi leche?
Claro que puedes. La leche materna acostumbra a disolver más los cereales de farmacia, con lo que se crea una mezcla muy líquida. Muchas madres también los mezclan con la fruta o la verdura. Si tienes tiempo y ganas, adelante, pero recuerda que, si no se lo come, hay que tirarlo y es una pena.
Si no quieres sacarte leche, o no te es posible, los cereales de farmacia se pueden hacer con agua o con caldo. La leche materna la tomará antes y ya se mezclará sola en el estómago del bebé. Otra opción es ofrecer cereales «de verdad», arroz por ejemplo, que seguro que tienes en la despensa y no es necesario mezclarlo con leche materna.
¿Le puedo mezclar los cereales con leche artificial?
Poder, puedes, pero si no le das leche artificial no es necesario que lo hagas ahora, los cereales se pueden preparar con agua o caldo y alimentan igual.
¿Hasta cuándo la leche va antes que la comida?
Los adultos necesitamos reglas para saber qué debemos hacer, pero la lactancia es un proceso fisiológico y se modifica, cambia sin que hagamos nada. Y, de la misma manera, el orden de la teta y la comida se modifica solo. El bebé poco a poco va comiendo más y ya no es necesario asegurarse de que ha tomado el pecho porque lo sabe pedir, sabe mostrar saciedad y hambre, y es capaz de pedir lo que quiere. Solo debemos escucharlo.
Sé que esto te ha sabido a poco, y es que el tema de la alimentación complementaria da para mucho. Hay numerosos libros[91] en los que puedes encontrar gran cantidad de información sobre el inicio de la alimentación complementaria, que te servirán para aprender y decidir si prefieres empezar con los típicos purés o te decantas por ofrecer la llamada alimentación dirigida por el bebé o Baby Led Weaning (quizá lo conoces sus siglas, BLW). Elijas lo que elijas, lo importante respecto a la lactancia es que no sustituyas ni limites las tomas de pecho de tu bebé, ya que el principal alimento para él es la leche. La leche es el núcleo de su alimentación, y la comida que ofrecemos complementa la leche.
El proceso de iniciarse en los sólidos será gradual, un juego en el que tiene que disfrutar y descubrir los alimentos. Parece muy complicado, pero es que nos lo han contado muy mal.
De los 8 a los 9 meses
Bienvenida a la edad de la mamitis. La gente conoce por «mamitis» la preferencia del bebé por estar permanentemente en contacto con la madre y su deseo de estar cerca de ella por encima de todas las cosas. Esta es la etapa en la que las madres pasan de tener un bebé despreocupado que se va con el primero que le hace una monería, a tener un bebé pegado que pone cara de susto de peli de terror (pucheros incluidos) cuando intuye que alguien le habla a él.
Y no tardas en escuchar: «Uf, mira qué mamitis tiene, claro, con tanta teta», «Madre mía, qué mal acostumbrado lo tienes», «Oye, que esto no puede ser, que tiene que socializarse con todo el mundo, ¡y conmigo más, que soy su abuela!», «Claro, como no le das biberón ahora no te lo vas a sacar de encima».
Vayamos por partes.
Todos los bebés aproximadamente entre los ocho y los nueve meses se van dando cuenta de que ellos y mamá son entidades diferentes, lo que supone que pueden perderla en cualquier momento, lo cual les causa una angustia profunda. Por esta razón, esta etapa se llama «angustia por separación».
Normalmente, los bebés hasta esta edad aceptan ir en brazos de cualquiera y parecen disfrutar del conocimiento de las otras personas, pero a partir de este punto cualquier persona, familiar o desconocida, les suele producir pánico y rechazan el contacto directo.
La mamitis no es una variante más pequeña de la mastitis, ni una patología grave ni nada por el estilo. Que un bebé tenga mamitis, o sea, predilección por su madre, es lo más normal del mundo. Si no quiere estar con su madre por encima de todas las cosas, ¿con quién va a querer estar? Sinceramente, ¡si prefiriera irse con la vecina del quinto me parecería mucho más preocupante!
Por las noches el bebé sigue experimentado dicha angustia. Él no tiene nuestra noción del tiempo, sus minutos no duran sesenta segundos, ni sus horas tienen sesenta minutos. Para el bebé cada minuto es eterno, no sabe cuándo vas a volver y esto le causa mucha inquietud. Y por la noche la cosa se complica más aún. Se duerme en tus brazos y se despierta en una cama. ¿Qué ha pasado? Así que por la noche duerme intranquilo, nervioso y lloriqueando, y no quiere dejar de mamar para no perderte de vista.
Se despierta agitado y pidiendo el pecho, y parece no querer soltarse para asegurarse de que en todo momento vas a estar a su lado. No tiene hambre, no tiene el ritmo cambiado, no hay que enseñarle a dormir. Simplemente hay que acompañarlo en sus miedos y su crecimiento con ración doble de paciencia y amor. Es una etapa muy dura para todos y tremendamente agotadora para la familia. Es preciso tener mucha paciencia y esperar a que madure y supere esta etapa.
De los 9 a los 12 meses
Bueno, por fin una etapa de tranquilidad entre bache y bache. Las etapas de tranquilidad en general suelen ser períodos de afianzamiento de todo lo anterior, así que vamos a hacer repaso de temas.
La lactancia debería ser gran parte de su día a día. Si trabajas y estáis separados durante horas, seguro que recupera el tiempo perdido. Y cuando vuelves a casa su reacción puede ser diversa: o te espera con la boca abierta o está enfadado. Sí, enfadado. Estar separado de mamá es duro, y si a los adultos nos resulta complicado entender por qué debemos hacer ciertas cosas, para un bebé es difícil entender por qué tiene que separarse de su madre. Así que cuando la madre llega a casa, a algunos bebés les cuesta mamar y a otros hay que darles unos cuantos mimos extra antes de que se decidan a mamar.
La alimentación complementaria sigue siendo un juego y un aprendizaje. Es posible que ya coma varios alimentos y que hayas podido comprobar que los bebés a la hora de comer, si se les respeta, tienen un apetito errático: un día comen como limas y, al siguiente, no quieren casi nada. Sigue ofreciéndole alimentos saludables, óptimos y oportunos junto con el pecho. Poco a poco y a partir del año, lentamente verás como no tendrás ni que preocuparte de si ha mamado o no.
Es absolutamente normal que se siga despertando y mamando por las noches. Tu única posibilidad es decidir si quieres seguir con este ritmo o si quieres realizar un destete nocturno porque estás agotada. En caso de que te presionen diciéndote que no es normal que un bebé «tan mayor» siga mamando de noche, puedes estar tranquila porque no hay nada malo en que mame de noche y no es preciso hacer nada para corregirlo, pues hasta los seis o siete años los niños no suelen dormir «del tirón».
Y ahora mira hacia atrás, mira todo lo que has conseguido, lo que habéis superado, repasa los buenos y los malos momentos… Menudo camino habéis recorrido. ¡Felicidades!
De los 12 a los 24 meses
El año y los dos años son momentos de crisis y revolución. Cuando piensas que esto de la lactancia ya lo tienes por la mano, llegan los baños de realidad para demostrar una vez más que la lactancia es indomable.
Veamos primero qué pasa al año. Llegar al año de lactancia es un gran reto conseguido, habrás salvado mil dificultades y mil situaciones adversas. Enhorabuena.
Cuando cumplen un año los bebés dejan de crecer y, por esa simple razón, dejan de comer. Sin embargo, nadie suele estar preparado para afrontar esta situación. Que picoteen algo, casi nada, y que el resto del día lo pasen con teta despierta toda clase de dudas y también algunos comentarios indeseados.
A estas alturas deberíamos estar curadas de espantos, pero no. Los comentarios siguen haciendo mella. Y más cuando ves que tienes un hijo «teta adicto» que te pide teta a todas horas mientras que comer, lo que se dice comer, le gusta más bien poco.
Menos de 500 ml[92] de leche materna al día aportan al bebé:[93]
•El 29 % de sus requerimientos de energía.
•El 43 % de sus requerimientos de proteínas.
•El 36 % de sus requerimientos de calcio.
•El 75 % de sus requerimientos de vitamina A.
•El 76 % de sus requerimientos de ácido fólico. El 94 % de sus requerimientos de vitamina B12.
•El 60 % de sus requerimientos de vitamina C.
¿Te sigue pareciendo que no le alimenta? Pues sigamos con más ejemplos:[94] para empezar, la leche de vaca, la que compras en el súper y llamamos leche entera. Estarás de acuerdo conmigo en que un vaso de leche tiene muchas calorías, ¿no? Y ahora la gran pregunta: ¿qué crees que tiene más calorías: 100 ml de leche materna o 100 ml de leche de vaca?
Venga, te doy unos segundos para que te decidas.
Estoy casi segura de que has dicho la leche de vaca. ¿Quieres saber la respuesta? Pues 100 ml de leche de vaca tienen 63,7 kilocalorías, mientras que 100 ml de leche de una mujer que haya lactado más de un año aportan 87,9 kilocalorías.
¿Te lo esperabas? Supongo que no. La leche materna tiene tantas calorías que no es necesario que el bebé coma otras cosas. De esta manera, con un poco de leche y unos mordiscos de otros alimentos tu hijo va a estar en pause hasta que su cuerpo le pida comer de nuevo porque tiene que crecer.
Quitarle el pecho a un niño que casi no come para intentar que coma más es absurdo. Y obligarlo a comer es un sinsentido. Cuando vuelven a reactivar su crecimiento, entre los quince y los dieciocho meses, los niños empiezan a comer un poco más. No creas que va a ser en cantidad, será algo más o demostrará más interés en probar alimentos nuevos.
Y de golpe te plantas en los dos años. Ya eres una experta en lactancia y te parece que por fin está todo controlado, ¿verdad?
Pues no, falta otra vuelta de tuerca: la crisis de los dos años. Tu hijo no pide teta, la exige, mama con mucha frecuencia y mucho rato, parece un recién nacido. De nuevo el entorno opina y presiona para que termines de una vez «con el vicio», que ya es demasiado. Las dudas planean y el cansancio hace mella. Es fácil sentirse sobrepasada por el comportamiento exigente y demandante del bebé y por tener que aguantar tantas opiniones externas.
Pese a que tienen dos años y nos parecen muy mayores e independientes para ciertos temas, los niños viven una etapa complicada. Se ven capaces de hacer muchísimas cosas por sí mismos, pero a la vez todo lo que hacen les causa miedos e inseguridades. Su manera de saber que todo va bien es mamar. Pedir pecho es su refugio, su salvavidas; el pecho les ayuda a vivir esta situación con más tranquilidad y seguir creciendo física y emocionalmente. Aunque es preciso reconocer que para las madres también es una etapa dura, una vez superada no hay más crisis, excepto la presión continúa del entorno, que suele opinar sin ser preguntado.
24, 30, 60 meses
Mi segunda hija tomó el pecho muchos años. Cuando la gente me preguntaba cuántos meses le había dado el pecho y yo no tenía ganas de entrar en detalles, soltaba: «Pues unos sesenta meses». Y los dejaba contando meses, porque sabía que si les decía «Pues unos cinco años», el follón estaba servido.
Amamantar a un niño mayor es una rutina más. Una acción que haces sin darte cuenta, que asumes como asumes respirar o andar; es una acción tan integrada en el día a día que no la tienes ni que pensar. Sacas el pecho como quien nota picor y se rasca: la niña se cae al suelo, pues te sacas la teta; se pelea con su hermana, sacas la teta; está revoltosa y sabes que tiene sueño, sacas la teta.
Te vas unos días de viaje, sales a cenar con las amigas, ella se va un par de días de aventuras con los compañeros de clase o a dormir a casa de la abuela, y cuando os reencontráis toma teta como si nada hubiera pasado, como si no os hubierais separado nunca. Y te cuenta entre sorbo y sorbo sus aventuras, o juega con sus juguetes sin soltar la teta de la boca. A veces lo observas a medianoche y aún mueve los labios y la lengua repitiendo dormido los movimientos que hace para mamar. Y sigue creciendo y pasan los días. Hasta que llega el día que se termina, que se produce el destete y cierras una gran etapa.
Cierras un capítulo de vuestra vida, de la relación madre-hijo-teta.