Capítulo 9

Aquella noche iba a hacer el amor con PJ Antonides. Llevaba todo el día esperando aquel momento aunque se lo había pasado de maravilla haciendo un montón de cosas.

Lo cierto era que había sido un día mágico.

Todo el fin de semana había sido mágico. A pesar de haber pasado la noche en vela, aquellos dos días habían sido los dos días más felices de su vida. Aquel fin de semana para el que se había preparado con ansiedad y nervios se había convertido en algo alegre y maravilloso.

La familia de PJ le había dado cariño y afecto, lo que ella siempre había querido.

Sin tener en cuenta las inesperadas circunstancias por las que pasaba la pareja, le habían abierto los brazos y le habían hecho sentirse realmente una de los suyos.

¿Y PJ?

Ally ya no tenía la sensación de estar en el precipicio, luchando por elegir entre el hombre con el que se había casado a la desesperada y el futuro que le esperaba junto a Jon.

No, al disculparse ante PJ, había dado un paso al frente, se había tirado al vacío de manera consciente, dejándose llevar por la atracción que había sentido por PJ

desde que lo había conocido, una atracción que no había disminuido durante los últimos diez años.

Pero lo que sentía por él no era solamente atracción física y era mucho más que la camaradería de su antigua amistad. Ally temía que fuera amor. Amor de verdad.

Un amor que había empezado muchos años atrás, había perdurado a través del tiempo a pesar de la separación y había vuelto a la vida al poco tiempo de volverse a ver.

Por lo menos, para ella, así había sido. No sabía lo que sentía PJ, pero sabía que, de momento, quería seguir casado con ella. Sin embargo, no le había hablado de amor.

Aun así, Ally tenía esperanzas porque, a veces, PJ la miraba de una manera muy especial, la tocaba de una manera muy especial, la besaba de una manera muy especial…

Así que tenía que averiguarlo. Lo que había compartido con PJ esa noche de bodas y lo que estaba compartiendo con él durante este fin de semana era mucho más auténtico y real que lo que había intentado construir con Jon y no quería ni podía darle la espalda e irse.

Así que, cuando aquella noche, PJ se presentó en su habitación, Ally no protestó, no se mostró tímida. Al contrario, fue ella la que lo tomó de la muñeca, lo hizo pasar y cerró la puerta. PJ enarcó una ceja. Estaban tan cerca que sus labios casi se rozaban.

—No se te ocurrirá venirme ahora con que nada de besos, ¿verdad? —le preguntó PJ en tono burlón.

—¿Tú qué crees? —contestó Ally sonriendo y poniéndose de puntillas para darle un beso.

PJ sonrió.

—Buena idea.

Y, a continuación, la besó con pasión porque llevaba todo el día esperando para hacerlo. Tal vez, llevara esperando desde su noche de bodas. Los breves besos que habían compartido los últimos días no habían sido más que un aperitivo del maravilloso banquete que se iban a dar.

Ally se olvidó de sus preocupaciones, de sus nervios y de su confusión y contestó a la dulzura de los labios y de la lengua de PJ, se abrió a él, contestó con la misma pasión.

PJ olía a mar y al humo de la fogata. Mientras disfrutaba de su cercanía, PJ le quitó la camiseta y se quitó la suya. A continuación, la condujo hasta la cama. Era la cama en la que Ally se había pasado toda la noche anterior despierta, una cama que se le había antojado grande y fría al estar sola, pero ahora, junto a PJ, le pareció cálida y maravillosa, una burbuja perfecta para los dos.

—¿Dejo la luz encendida o la apago? —le preguntó PJ.

—Apágala —contestó Ally con la intención de recrear la noche que habían pasado juntos.

En aquella ocasión, se habían amado en la oscuridad, lo único que los había iluminado habían sido los rayos de la luna que entraban por la ventana. Ahora, al apagar la luz, comprobó encantada que también había luna llena.

Ally rezó para que, en esta ocasión, el amor compartido durara más allá del amanecer. PJ no habló de si tenía recuerdos de aquella noche o no. Sus manos, sus labios y todo su cuerpo hablaban por él mientras tumbaba a Ally sobre la cama y le hacía el amor de manera lenta y dulce.

Sus caricias hicieron estremecer a Ally. Cuando PJ deslizó sus dedos por sus costillas y recorrió sus piernas, Ally se mordió el labio inferior, disfrutó de sus caricias, disfrutó de estar entre los brazos de PJ, en su cama, un lugar en el que jamás se había imaginado que volvería a estar y, cuando sus dedos, por fin, la tocaron donde más necesitaba que la tocaran, exclamó de placer.

Las ropas volaron por los aires y, durante unos segundos, Ally se apenó por no poder verlo desnudo, pues no había suficiente luz, pero se dijo que la vista no era el único sentido del que disponía.

Así que alargó los brazos y exploró su cuerpo musculoso, su piel caliente, recorrió su abdomen y su erección haciéndolo gemir y estremecerse.

—¡Ally! —exclamó PJ.

Ally sonrió y comenzó a besarlo por el pecho, por la tripa y por…

—¡Ahy! —insistió PJ—. Si sigues haciendo eso, me vas a matar.

—Yo no quiero matarte, quiero hacerte otras cosas —murmuró Ally abrazándolo con fuerza para que sus cuerpos se acoplaran.

A continuación, lo abrazó de la cintura con las piernas y comenzaron a moverse al unísono de manera desesperada. Fue como surcar una ola, sentir el poder del océano, que los elevaba y los dejaba caer de nuevo.

Fue como la primera vez, pero Ally era consciente de que aquella noche prometía muchas más cosas que la primera. Había habido urgencia, sí, pero los dos sabían que tenían mucho tiempo por delante.

«Ahora es diferente», pensó Ally tras haber hecho el amor por segunda vez.

Aquella noche no era sólo una noche, sino el comienzo de una vida juntos y, si se equivocaba, por lo menos, le serviría para recordarlo toda la vida. Aunque PJ no dijo nada, no le ofreció nada, a ella no le importó. Las palabras se las lleva el viento, lo que importa son los actos y PJ le había regalado años con lo que había hecho por ella, le había dado tiempo de madurar y de crecer, de convertirse en una mujer de verdad, en una mujer igual a él, de la que podría sentirse orgulloso y, con un poco de suerte, a la que podría amar.

Y Ally quería amarlo.

Por fin, comprendió lo que quería y, en esta ocasión, la solución no era separarse de PJ e ir a encontrarse a sí misma sino quedarse junto a él, entregarse a él, retomar su matrimonio y hacerlo funcionar.

Aquella noche había hecho el amor con Ally Maruyama. No, con Ally Antonides.

Había estado esperándolo todo el día.

Más bien, diez años.

PJ estaba tumbado en la habitación en la que se había criado, en la que había planeado sus aventuras y había soñado con cosas imposibles, pero por muy imposibles que hubieran sido no podían ser como lo que estaba sucediendo.

Tenía a Ally abrazada entre sus brazos de manera segura, posesiva y protectora y ella tenía la cabeza apoyada en su pecho, estaba profundamente dormida y respiraba suavemente, satisfecha y saciada.

Él, desde luego, lo estaba. Por lo menos, de momento. Lo cierto era que no esperaba que le durara demasiado porque, al fin de al cabo, tenía diez años que recuperar.

Nunca lo había pensado así. Cuando se había casado era joven y espontáneo y estaba ciego, no se había parado a pensar ni a considerar en las consecuencias de lo que había hecho, se había dejado llevar por el instinto, que, pensándolo bien, le había guiado estupendamente.

Pero nunca había pensado más allá de aquella noche. Aunque hacer el amor con ella le había permitido tener una pequeña idea sobre lo que podía ser amar a una mujer como Ally, había supuesto que jamás funcionaría y, por eso, no le había pedido nada y ella no le había dado nada.

Se había limitado a darle lo que ella quería: su apellido en un documento legal y una noche en su cama. Pero aquello había sido entonces. Ahora, a los treinta y dos años, era un hombre diferente, más estable, más responsable y que ya no estaba interesado en vivir solo, había madurado y era consciente de las oportunidades que había dejado pasar, de las olas que no había podido tomar, de los amores perdidos.

Y ahora estaba decidido a no perderla, en esta ocasión no la iba a perder, no iba a permitir que se fuera. No era demasiado tarde, claro que no. No era demasiado tarde.

Tenía que conseguir que Ally quisiera quedarse… no solamente para pasar una noche, sino para toda la vida porque él estaba dispuesto a dárselo todo.

Ally se despertó al oír que estaban llamando a la puerta.

Estaba atrapada entre las sábanas, las mantas y PJ, tenía el rostro en la curva de su cuello, su brazo encima y una rodilla capturada entre las suyas.

Era extraño y maravilloso a la vez… había sido así toda la noche. Mejor que la vez anterior porque, en ésta ocasión, seguía a su lado y…

Volvieron a llamar a la puerta. Con más fuerza. Sin duda, sería uno de los niños. Vendrían a despertarlos, así que Ally se volvió, besó a PJ en la mandíbula y se dispuso a levantarse.

—¿PJ? ¿Ally?

Aquella voz no era la de un niño y sonaba urgente, así que Ally se levantó a toda velocidad para que no despertaran a PJ porque sabía que llevaba dos noches sin dormir mucho, aunque por motivos diferentes.

Tras ponerse el camisón, lo tapó con una sábana y se dirigió a la puerta. Al abrir, se encontró con Elias.

—Vaya, hubiera preferido que fuera mi hermano.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Ally frunciendo el ceño.

—Hubiera preferido decírselo a él y que él te lo dijera a ti.

—¿Decirme qué? —insistió Ally poniéndose nerviosa.

—Ha llamado un tal Jon.

«Jon nunca llama. ¿Por qué, precisamente, ahora?», pensó Ally.

—Tu padre ha tenido un ataque al corazón.