Capítulo 8
Esperaba que Ally gritara que no y que protestara, pero ella se quedó en mitad de la habitación, mirándolo fijamente, con los ojos muy abiertos, sorprendida. Abrió la boca y volvió a cerrarla.
PJ no comprendía a la Ally Maruyama de ahora. Cuando la había conocido, le había parecido una chica transparente, pero ahora era densa como el cemento.
Por una parte, lo besaba como si lo deseara, pero, por otra, insistía en que quería el divorcio y ahora lo estaba mirando sin decir nada, sólo lo miraba.
—Supongo que hubieras preferido que estuviéramos en habitaciones separadas
—comentó PJ comenzando a desabrocharse la camisa.
—No —contestó Ally—, supongo que le habría parecido un poco raro a tu familia. Tu madre habría hecho preguntas, claro… simplemente, no lo había pensado. Soy idiota —recapacitó encogiéndose de hombros.
¡A continuación, se quitó la camiseta! PJ sintió que se quedaba sin aliento. No estaba dispuesta a besarlo, pero ¿sí a desnudarse?
Bajo la camiseta llevaba un sujetador de encaje color crema que, aunque podría haber sido la parte de arriba de cualquier bikini, hizo que a PJ se le secara la boca, pues hacía diez años que no veía aquel escote. Recordaba sus pechos pequeños, pero los que tenía ante sí ahora eran unos pechos más voluminosos, los pechos de una mujer.
Se moría por besarlos.
El deseo se había ido apoderando lentamente de él durante todo el día.
—¿Qué pasa con la norma de nada de besos? —le preguntó con voz ronca.
Ally estaba rebuscando en su maleta, sacando una especie de camisón que no era sexy en absoluto, pero que a PJ lo excitó todavía más.
—Nada, no ha pasado nada con ella —contestó girándose hacia él.
—¿Vamos a dormir en la misma cama y no va a pasar nada?
—Bueno, supongo que podrías violarme —lo desafió Ally.
—Sabes perfectamente que jamás haría una cosa así —contestó PJ indignado.
—Claro que lo sé —contestó Ally yendo hacia el baño—. Me voy a dar una ducha rápida. Ahora vuelvo —añadió intentando sonar natural.
Y, dicho aquello, desapareció tras la puerta del baño, dejando a PJ con la boca abierta y la necesidad de darse él también una buena ducha.
De agua helada.
«La mejor defensa es un buen ataque».
Algo así le había dicho PJ hacía muchos años cuando ella le había hablado de su padre y aquella frase había vuelto a su cabeza en cuanto PJ le había dicho que iban a dormir en la misma habitación. Su primera reacción, por supuesto, había sido protestar, pero eso ya lo había hecho y no le había servido de nada.
«¿Y dormir con él me va a servir de algo?», se preguntó mientras se miraba desnuda en el espejo del baño.
No tenía contestación para aquella pregunta, pero quería tenerla, dormir con él le parecía una manera mucho mejor de saber lo que había entre ellos que discutir de nuevo y, para ser completamente sincera, cuando PJ le había dicho si se sentía un fraude cuando lo besaba, se había sentido retada. Lo cierto era que, cuando había besado a PJ, había sentido algo fuerte y vital, algo que nunca había sentido con Jon.
Cuando besaba a Jon, sentía algo dulce, una conexión agradable, pero cuando había besado a PJ, había sentido una conexión a nivel del alma y llevaba sintiendo algo parecido durante todo el día.
Jon era un hombre maravilloso, amable y comprometido que había entregado su vida a su profesión y que se había dado cuenta de que le faltaba algo, como ella.
Por eso, cuando se habían conocido en el hospital, había sido como encontrar a su media naranja.
Era cierto que los dos querían las mismas cosas, pero, a veces, Ally se encontraba preguntándose si Jon sabía de verdad quién era ella. Jamás la escuchaba como PJ la había escuchado aquel día, como PJ la había escuchado siempre.
Y, aunque ella había intentado conocerlo mejor, a él y a su trabajo, lo cierto era que Jon tampoco le contaba demasiado. Cuando le preguntaba, le solía contestar que prefería no hablar del trabajo o que prefería olvidarse del trabajo cuando estaba con ella. Ally lo entendía perfectamente, pero se sentía rechazada. Había incluso llegado a pensar que PJ la tenía por imbécil y creía que no entendería lo que le contara.
Aunque así fuera, compartirlo los uniría, ¿no?
PJ le había hablado hoy sobre las velas de windsurf y, al ver que no había entendido muchas cosas, se las había explicado. Ver cómo se emocionaba mientras hablaba de los nuevos materiales merecía la pena aunque no entendiera todo el mensaje.
Ally estaba comenzando a sentirse realmente ligada a él y no solamente en el aspecto sexual. También se sentía ligada a su familia. Había conectado muy bien con su hermana Martha y con su cuñada Tallie, que había hecho galletas para darle la bienvenida.
Incluso la madre de PJ la había recibido con cariño. Por no hablar de su abuela, que se había mostrado amable y cariñosa con ella en todo momento. Según le había contado PJ, en un momento de la tarde, Yiayia se había acercado a él y le había dicho que no olvidara besar a su mujer.
Ally se sonrojó al pensarlo.
Y, por supuesto, no debía olvidarse de los bebés. Quizás hubiera sido ver a todos aquellos niños Antonides lo que había intensificado sus sentimientos, quizás hubiera sido tener a los gemelos de Elias y de Tallie en brazos, quizás hubiera sido dormir a Liana, la nieta de un mes de los Costanides, quizás hubiera sido ver a PJ
dormir a su sobrino Edward.
Lejos de olvidarse de él, al haber ido a Nueva York para entregarle los papeles del divorcio en persona, había abierto la caja de los recuerdos, de los sentimientos y de las necesidades y ahora no podía volver a cerrarla.
¿Acaso pasar la noche con él le iba a ayudar a cerrarla? Cuando Ally abrió la puerta del baño, se quedó atónita.
PJ se había ido.
Lukas la miró a la mañana siguiente cuando bajaba las escaleras.
—Menuda nochecita habéis debido de pasar —comentó alegremente.
Eran más de las ocho, pero Ally apenas había dormido en toda la noche. Se había dicho varias veces que tenía que llamar a Jon, pero no lo había hecho porque no podía parar de pensar en PJ, en lo que le había dicho y en su reacción.
Le hubiera gustado que hubiera vuelto para pedirle perdón, y aquello era lo que iba a hacer en cuanto lo viera porque PJ no había vuelto a la habitación en toda la noche.
Al amanecer, Ally se había dado cuenta de que ya era demasiado tarde para llamar a Jon y, además, le parecía poco adecuado. Podría haberla llamado él.
Tampoco importaba demasiado. Cuando hubiera arreglado las cosas con PJ, ya podría llamarlo.
—¿Por qué dices eso? —le preguntó a Lukas intentando sonreír.
—Porque tanto PJ como tú tenéis aspecto de haber… descansado poco —
contestó el hermano de PJ sonriendo.
—¡Lukas! —exclamó su madre—. No seas maleducado.
—No soy maleducado, sólo observador —contestó Lukas encogiéndose de hombros—. Y envidioso.
—¿Dónde está PJ? —quiso saber Ally.
—Se ha ido a hacer surf —contestó Lukas.
—Ah… voy a ir a buscarlo —comentó Ally.
—Sí, claro —contestó Helena—. Ya desayunaréis cuando volváis.
Ally salió de la casa y se dirigió a la playa. Comenzaba a hacer calor. No tardó en ver a PJ sentado sobre su tabla, esperando en el agua. Se fijó en que las olas que se formaban eran mucho más pequeñas que en Hawai. Evidentemente, no eran buenas olas. Tal vez, por eso PJ no las estaba tomando. Por eso o porque no quería acercarse a la orilla a hablar con ella.
Era comprensible, pues la noche anterior, confundida, había creado una situación extraña e incómoda. No se sentía aliviada en absoluto por no haber tenido que compartir la cama con él. Más bien, se sentía como que le faltaba algo.
Ally se sentó en la arena junto a la toalla de PJ, reflexionó las rodillas, se las abrazó y se quedó mirándolo. Era evidente que él la estaba viendo también, pero no hizo amago de acercarse, se había quedado sentado sobre la tabla, con las manos metidas en el agua, mirando hacia el horizonte.
Ally comenzó a enfadarse al ver que PJ no tomaba ninguna ola, así que se puso en pie y se quedó mirándolo fijamente. Al ver que PJ no reaccionaba, se quitó las sandalias y se acercó al agua. No se había puesto el bañador, pero tampoco importaba que se le mojaran los pantalones cortos y la camiseta que llevaba puestos.
Sintió el agua fresca envolviendo su cuerpo mientras nadaba. PJ la estaba mirando y, por fin, se acercaba.
—¿Qué demonios haces? —le preguntó irritado.
Ally no contestó porque, en aquel momento, se acercó una ola y no tuvo más remedio que pasarla por debajo.
—¿Qué haces? —insistió PJ al ver que llegaba hasta su tabla y se agarraba ella
—. Estás loca.
—Y tú eres un cobarde —contestó Ally.
—¿Yo? ¿Por qué dices eso?
—Sabías perfectamente que iba a querer hablar contigo y no has vuelto a la habitación.
—Por si no te has dado cuenta, estoy haciendo surf.
—¿Ah, sí? ¿De verdad? Pues no lo parece. Has tenido un par de buenas olas y no las has tomado —contestó Ally sonriendo con malicia.
—No eran lo suficientemente buenas —contestó PJ apretando la mandíbula y desviando la mirada.
—Ya —se burló Ally—. ¿Estás esperando la ola perfecta?
—¿Y a ti qué más te da?
—PJ —le dijo Ally poniéndose seria—. Lo siento.
PJ la miró a los ojos. No contestó, pero estaba visiblemente interesado.
—Te pido perdón por lo que te dije anoche, no debí comportarme como lo hice.
Me dejé llevar por… la cobardía.
PJ la miró con incredulidad.
—Sí, estaba asustada y confundida —admitió Ally.
—No eras la única —murmuró PJ volviendo a desviar la mirada.
—Quería… la verdad es que no sé lo que quería —continuó Ally—. Supongo que lo de la cama fue la gota que colmó el vaso. No sé que está ocurriendo entre nosotros, pero me parece que… quiero averiguarlo.
PJ volvió a mirarla.
—¿Y pretendes averiguarlo sin besos?
—Cuando te dije eso, estaba confusa.
—Ven aquí —le dijo PJ alargando el brazo.
Ally no se movió inmediatamente. Tenía la sensación de estar al borde de un precipicio. Aceptar la mano de PJ era como tirarse al vacío, pero no podía estar para siempre al borde del precipicio. Había llegado hasta donde lo había hecho y tenía que seguir adelante, tenía que aceptar su mano y ver hasta dónde le llevaba aquello.
PJ estaba esperando, había dado el primer paso. Ahora, le tocaba a ella, así que Ally sacó la mano del agua y la puso sobre la suya. PJ la sentó sobre la tabla, de frente a él.
—Al diablo con las normas —sentenció tomándola entre sus brazos y besándola.
Y Ally volvió a sentir que se consumía, como le pasaba siempre que PJ la besaba. En aquellos momentos, la parte lógica y cuerda de sí misma desaparecía y aparecía aquella adolescente joven a la que siempre le había gustado el surfista.
Y los labios de aquel surfista la hicieron olvidarse de su decisión de casarse con Jon, de su decisión de ser la hija pródiga que vuelve a casa para hacer feliz a su padre. Ally se olvidó de todo excepto del hombre que la estaba besando. El sabor de aquel hombre se mezcló con el sabor del agua salada y el calor del sol de la mañana y aquello hizo que se planteara muchas cosas.
«¿Por qué no? ¿Por qué no puedo amarlo? ¿Por qué no puedo estar con él? Es mi marido».
Así que Ally lo besó con pasión, le acarició la espalda desnuda, disfrutó de aquella piel bañada por el sol, apoyó la cabeza en su cuello y saboreó el momento, dándose cuenta de que el disfrute era mutuo.
PJ la besó por el cuello y deslizó sus manos bajo su camiseta mojada, las colocó sobre sus costillas, justamente debajo de sus pechos y comenzó a acariciarle los pezones con la yema de los dedos pulgares.
Y a Ally le encantó y arqueó la espalda.
—Mira que llevar camiseta —murmuró PJ.
Ally sonrió y posó su mano sobre la erección de PJ.
—Mira que llevar bañador —contestó.
PJ se rió.
—Sí, me lo he puesto para no asustar a mi madre, que está mirando por la ventana de la cocina. Además, ¿cómo iba yo a saber que ibas a aparecer y que íbamos a hacer esto?
Ally se encogió de hombros y, de repente, se dio cuenta de que lo que sentía por aquel hombre era tan fuerte que no había palabras para explicarlo.
—Eh, Al, ¿qué te pasa? —le dijo PJ acariciándole la mejilla.
—Nada —tartamudeó Ally.
Sólo que se había dado cuenta de que seguía enamorada de él y, ahora que sabía la verdad, ya no podía luchar contra ella. PJ era el hombre del que estaba enamorada y no Jon, era el hombre con el que quería estar y no Jon, era el hombre con el que quería pasar el resto de su vida.
—Oh, Dios —murmuró PJ volviéndola a besar.
Y aquel beso fue tierno al principio, pero se fue profundizado y haciendo cada vez más apasionado hasta que Ally sintió que PJ la estaba devorando, sintió que su propio cuerpo reaccionaba, sintió que lo deseaba, que lo necesitaba…
¡Y, entonces, de repente, PJ le dio la vuelta a la tabla y los dos cayeron al agua!
—¿Pero qué haces? —se sorprendió al sacar la cabeza a la superficie.
—Mira —contestó PJ señalando con la cabeza hacia la orilla.
Sí, era evidente que, si hubieran seguido unos minutos más, habrían escandalizado a toda su familia.
—Lo siento —se disculpó Ally.
—Yo también —sonrió PJ tendiéndole la mano para volver a subir a la tabla—.
No olvides lo que ha ocurrido.
Como si fuera a poder.
Juntos, llevaron la tabla hasta la orilla. Era la primera vez que Ally surfeaba en diez años y le encantó la sensación. Cuando llegaron a la orilla, la familia Antonides los estaba esperando y no parecían escandalizados en absoluto.
De hecho, cuando entraron en la cocina después de haberse secado, Yiayia sonreía encantada mientras se mecía en su mecedora.
—Besándoos, ¿eh? —les dijo.
—Abuela, lo sabes todo —contestó PJ sonriendo encantado.
—Claro, las abuelas lo sabemos todo.
Al ver que Ally aceptaba la idea de dormir en la misma cama que él, que aceptaba la situación y que estaba dispuesta a que durmieran juntos de manera casta, se había enfurecido tanto que había abandonado la habitación y se había pasado toda la noche dando vueltas por la playa.
¡No estaba dispuesto a pasarse la noche tumbado al lado de su mujer sin poder tocarla porque ella estuviera empeñada en preservar su intimidad para otro hombre!
En cuanto había amanecido, se había metido en el agua con la tabla para relajarse y había conseguido tranquilizarse un poco, pero, cuando había visto a Ally en la playa, se había vuelto a enfurecer y había tenido que hacer un gran esfuerzo, al ver que lo estaba mirando, para no irse con la tabla hasta Tierra del Fuego.
Estaba decidido a no ir a la orilla y se había sorprendido sinceramente cuando Ally había ido nadando hasta él, pero lo que realmente lo había sorprendido había sido que le pidiera disculpas.
Realmente, no entendía lo que estaba ocurriendo, pero entendía que Ally tuviera un brillo nuevo en los ojos y que lo hubiera besado de manera apasionada.
Pero, de momento, no podían hacer nada. Evidentemente, no podía llevársela a la cama en mitad de la mañana cuando toda su familia y la mitad de los vecinos habían aparecido para disfrutar del famoso brunch de su madre.
Además, su padre, Elias y Ari Cristopolous querían ir a jugar al golf.
—No me apetece jugar —le dijo PJ a su hermano.
—Tenemos que hablar de trabajo —insistió Elias—. Además, lo que a ti te apetece hacer ahora no lo puedes hacer, así que vente a jugar al golf.
—¿Y cómo sabes tú lo que me apetece hacer? —murmuró sonrojándose hasta las orejas.
—Porque yo estuve en tu piel no hace mucho tiempo —contestó Elias sonriendo.
PJ recordaba perfectamente que el cortejo de su hermano no había sido precisamente fácil, pero, por lo menos, había tenido lugar antes de casarse, no como el suyo.
—Muy bien —accedió pensando que, así, podría olvidarse de Ally durante unas horas.
Pero Ally volvió a sorprenderlo diciendo que ella también quería ir, no a jugar, pero sí a mirar, así que PJ se encontró sentado al lado de Ally en el coche, sintiendo su muslo junto a su pierna, oliendo su pelo.
Por supuesto, jugó fatal y perdió, pero le dio igual. Para él, lo único que importaba eran las sonrisas de Ally. Lo único que quería hacer era irse del campo de golf, volver a casa, llevársela a la habitación, directamente a la cama. Pero, cuando volvieron a casa, habían llegado Mark, Cristina y Alex y también estaban los Costanides, los amigos de Elias y de Tallie, y los Alexakis.
—¿Habéis invitado a toda Grecia o qué? —murmuró PJ.
—Más o menos —contestó su padre muy sonriente.
Así que PJ no tuvo más remedio que saludarlos, sonreír y presentarles a Ally.
Por supuesto, todos quedaron prendados de ella, exactamente igual que él. Cristina quería seguir hablando con ella sobre arte, Martha quería continuar con la conversación del día anterior y resultó que Connie estaba especializada en mosaicos y también quería unirse a la charla.
Pero PJ no estaba dispuesto a soltar a Ally, tenía miedo de que, si la perdía de vista, pudiera cambiar de parecer.
—Vente —lo animó Ally al ver que no la soltaba.
—No… prefiero quedarme jugando con los niños en la playa —contestó PJ—.
¿Te quedas con nosotros?
Ally sonrió y asintió.
—Chicas, luego hablamos, ¿de acuerdo? —les dijo a Cristina, a Connie y a Martha.
Así que se fueron a jugar con los niños. Además de los sobrinos de PJ, también había varios niños de la familia Costanide y el niño y las tres niñas de los Alexakis.
Además, también había hijos de primos y amigos de sus padres.
Era imposible mantenerlos a todos a raya y PJ ni lo intentó. Para empezar, porque sólo tenía ojos para Ally. La Ally a la que él recordaba era una chica tímida, callada y que raramente jugaba, pero la Ally de ahora estaba viva rodeada de niños.
Estaba completamente concentrada en construir un castillo de arena con los más pequeños y, cuando los mayores, al frente de Lukas, se acercaron y comenzaron a destruir el castillo tirando bolas de arena y de agua, se declaró una guerra en la que ella participó activamente.
Y fue ella la que propuso que enterrar al tío PJ en la arena sería muy divertido y, aunque PJ intentó protestar, Elias, Lukas y su propia madre aplaudieron encantados y ayudaron a hacer el hoyo.
Al final, resultó que PJ disfrutó de lo lindo con aquella experiencia y, cuando creía que las ideas de Ally ya se habrían terminado, Ally, haciendo gala de una creatividad prodigiosa, propuso otra cosa.
—¿Qué os parece si jugamos a pintarnos la cara? —les dijo.
—¿Pintarnos la cara? —contestó PJ extrañado.
—¿Tienes miedo?
—No, claro que no, pero no entiendo cómo…
—Ahora mismo volvemos —les dijo Ally a los niños tomando a PJ de la mano y llevándolo hacia la casa.
Resultó que preparar pintura para la cara no era tan difícil como PJ había imaginado. Ally mezcló maicena, yogur, agua y diferentes colorantes alimenticios y listo.
—Mira —sonrió pintándole a PJ la nariz de verde—. Estás muy guapo.
—¿De verdad? —contestó él metiendo los dedos en la pintura azul y persiguiéndola.
Ally aulló riendo, estuvo a punto de chocarse con su madre y cayó sobre Yiayia, que estaba tranquilamente sentada en su mecedora.
—¡Fuera! —les dijo su madre—. ¡Eres terrible! ¿Quién me iba a decir a mí que mi hijo se iba a casar con una mujer tan loca como él?
Ally se paró en seco y la miró muy seria.
—¿Estoy loca?
—¿Tan loca como mi hijo? —sonrió Helena—. Sí, creo que sí —añadió abrazando a Ally y acariciándole el pelo con ternura—. Espero que entiendas que lo que te acabo de decir es positivo.
Ally miró a PJ, que la miraba expectante, sonrió con franqueza y abrazó a su madre.
—Gracias, muchas gracias.
—Ally —le dijo PJ.
Ally se giró hacia él todavía emocionada y PJ aprovechó para pintarle las mejillas de azul.