7. Fuga
El motor, alimentado por una batería bajo el asiento, era casi silencioso e impulsaba el bote lentamente a través de la oscuridad. Los únicos sonidos que se escuchaban eran la brisa nocturna y el susurro de la marea creciente, combinados con un suave gorgoteo a popa producido por el agua expulsada a chorro por la cámara del motor. Un niño podría manejarlo, tan simple era su funcionamiento. Pero Conan pronto se vio enfrentado a complicaciones que no había anticipado, y a las que había que añadir cada minuto que pasaba.
El primer paso era navegar de forma segura por el canal que partía de la dársena. Este no era mas que una calle sumergida, bordeada a ambos lados por estructuras sumergidas.
Antes le había parecido la tarea más fácil recorrer la longitud del canal hasta aguas profundas, y entonces virar a la derecha en dirección a la roca. Para ayudarle a seguir el rumbo correcto, el Profesor le había dado una brújula de fabricación casera que situó entre sus pies, y una linterna con un plástico rojo atado sobre ella. La función del plástico era atenuar la luz, no solo para no ser visible desde la orilla, sino también para permitirle ver la aguja de la brújula sin arruinar su visión nocturna. Pero navegar con brújula, como rápidamente descubrió, era algo que no se aprendía en un momento - especialmente en la oscuridad sin nada a la vista para guiarle.
En los primeros pocos minutos se salió del canal dos veces, y rozo contra objetos sumergidos, antes de comprender que no estaba tomando en la debida cuenta la marea. Entonces hizo el descubrimiento, conocido por todo marino experimentado, que de noche podía ver mucho mejor por el rabillo del ojo que directamente en frente de el. Esto le permitió alcanzar el final del canal sin mayores problemas.
Pensó que sus dificultades terminarían en cuanto virase a la derecha en aguas profundas y pusiera rumbo al norte. Pero para entonces la noche se había oscurecido, y una fina niebla estaba arrastrándose en torno a el. Parecía que estuviese moviéndose en el vacío. Cuando trató de comprobar su rumbo con la brújula, vio consternado que la aguja giraba erráticamente.
Todo aquel área, comprendió, debía estar repleta de equipamientos sumergidos que podían afectar a la brújula. Pero saber la causa no le ayudaba. ¿Como iba a encontrar la roca antes del alba?
La marea, lo mas aproximadamente que podía juzgar, parecía haber estado fluyendo en aquella dirección. Puede que lo mas sensato fuese dejarse llevar por la marea. Con el motor en marcha, podía fácilmente pasar de largo su punto de destino, e incluso ser llevado a mar abierto.
Desconecto el motor y se sentó escuchando y oteando en la oscuridad mientras flotaba a la deriva. Cuando abandonó la dársena, no tenia ninguna duda respecto a que las luces de las factorías de alimentos siempre le podrían servir de baliza, así que no abría posibilidad de extraviarse. Pero ahora era incapaz de ver el mínimo destello de luz en ninguna dirección. Tampoco había ningún sonido, excepto el batir de las olas contra los dos botes y el vago murmullo del viento.
Parecía imposible que pudiera haberse perdido tan rápido. Pero se había perdido, y hasta que la brújula se arreglase saliendo de allá había bien poca cosa que hacer.
Para evitar pensar en lo que podía estarle pasando al Profesor, volvió sus pensamientos hacia Puerto Alto y Lanna. Nunca le había parecido que ella estuviese tan lejos como ahora, a la hora de la fuga…
Lanna, en aquel momento, estaba rezando para que lloviese. No es que la lluvia fuese a solucionar nada, pero al menos haría imposible la reunión de esa noche. Y para cuando otra fecha pudiese ser acordada, puede que ella hubiese conseguido discretamente alinear suficientes jóvenes para parar a Orlo.
Por entonces ella y Mazal apenas podían arreglárselas para hablar entre ellas, porque alguien tenía que estar cerca del despacho cuando Shann no estaba. Si la enfermera de guardia era con mas frecuencia ella, era lo correcto. En caso de emergencia ella era mas hábil que Mazal entablillando fracturas y suturando heridas. Mañana había pensado en organizar a los jóvenes del vecindario y mandarles a dar una vuelta y hablar a los diversos grupos, que estaban dispersos por todas partes. Los mas cercanos a la granja comunal, desde luego, estarían probablemente desesperados, porque Orlo siempre los había aterrorizado. Orlo no trabajaba en nada - pero siempre tomaba lo que quería, y nadie se atrevía a intentar detenerle.
Pero Orlo tenía que ser parado.
Por favor, rezó. Que llueva. Que llueva, y llueva, y llueva.
Entonces pensó que por quienes debería rezar era por los jóvenes que estaban enfermos, y por el Profesor y Conan que en ese momento debían estar tratando de escapar. La tarde pasada Mazal no había podido recibir nada. Pero esta era otra tarde, y puede que esta vez llegase algo.
El avanzado crepúsculo le recordó que había gran cantidad de trabajo pendiente para hacer antes de que estuviese oscuro. Se movió deprisa por la cocina, avivando las brasas, llenando de agua el hervidor, preparando la mesa y quitando de ella el pescado frío y los trastos del día anterior. La comida parecía terriblemente simple, pues no había habido tiempo para cocinar desde el mediodía, pero puede que consiguiese encontrar algo fresco en el huerto.
Fuera, se olvido enseguida del huerto al ver a Mazal volver de la torre. Una mirada al rostro de su tía hizo que su espíritu se hundiera aun mas.
“¿Que ha pasado, Mazal?
“No pude recibir ni una palabra. ¡Ni una! ¡De todas las veces…! ¿Ha - ha vuelto Shann ya?”
“No.” Shann había estado fuera todo el día.
“Oh, cariño. Ese virus, o lo que sea, debe estar extendiéndose.” Mazal sacudió su cabeza. “O-ojalá que algo bueno sucediese.”
Su tía, vio Lanna, estaba muy disgustada y al borde de las lágrimas. en su propia ansiedad ella casi se sentía de la misma manera.
“Mazal, ¿puedes explicarme que anda mal?”
“Ese es justo el problema,” se lamentó Mazal. “No lo se. Todo lo que puedo obtener es una sensación.” Entro en la cocina mientras hablaba, y se derrumbo junto a la mesa. Entonces añadió desesperada: “es esa horrible sensación de peso en el estomago, la clase de sentimiento que tienes cuando has tocado fondo. Algo ha ido mal, lo se. Algo les ha impedido escapar.”
“No hables así, Mazal.”
“No puedo evitarlo. No puedo sacudirme esta sensación. Algo ha pasado. Deben haber descubierto al Profesor.”
“¡No!”
“Estoy segura de que es así. Y si tengo razon, ¡nunca escaparán!”
“A Conan se le ocurrirá algo”
Mazal la miro fijamente. “Tienes mucha confianza en Conan, ¿no?”
La pregunta asustó a Lanna. Nunca había pensado en ello así pero era verdad. Un millar de pequeñas cosas, desde cuando era una niña pequeña, habían creado esa confianza. Y no era la menos importante de ellas precisamente lo que el Profesor sentía al respecto.
Le dijo a Mazal: “una vez escuche al Profesor decir que si alguna vez tenia que buscar a alguien para hacer lo que no podía hacerse, no necesitaría buscar a otro mas que a Conan. Y eso fue hace mucho, cuando Conan era solo-”
Fue interrumpida por unos sonoros golpes llamando a la puerta principal. Era un sonido imperativo que la puso de pie y la condujo a desgana a través de la casa, con Mazal a sus talones. Conocía esa forma de llamar.
Al abrir la puerta se vio cara a cara con la recia, barbuda figura que esperaba encontrar.
“¿Donde esta el doctor? preguntó el comisionado Dyce. “prometió que nos en contrariamos en su despacho, pero no hay señal de él.”
“Algunos de los jóvenes están enfermos,” dijo Lanna. “Me temo que se retrasara.”
“No estoy acostumbrado a que me hagan esperar. Si espera que le haga favores-”
“¿Favores?” le cortó secamente Mazal, como si no pudiese creer lo que oía.
El comisionado la miro, y luego se giro cuando alguien llegó tropezando por entre las sombras de los pinos.
“¡Shann!” gritó Mazal corriendo hacia él. “¿Estas bien?”
“Estoy bien,” murmuró. Subió despacio los escalones y se paro recostado contra la pared mirando al comisionado. En sus ojos había algo que Lanna nunca había visto antes. Él era la persona mas bondadosa y amable que ella conocía, pero aquella tarde casi daba miedo mirarle. ¿Que podía haber pasado?
“La noche pasada,” dijo Shann suavemente, “le suplique su ayuda. Usted me rechazó. Hoy le suplique de nuevo - y de nuevo me rechazó.”
“Usted sabe por que,” dijo secamente el comisionado. “No tengo autoridad para entregar suministros médicos sin permiso.”
“¿Es usted una especie de pulpo sin sentimientos que necesita permiso para hacer un simple acto de caridad?”
“¡Cuide su lenguaje conmigo, doctor! Le dije que llamaría por radio a casa pidiendo instrucciones, y que hablaríamos del asunto esta tarde. ¿Acaso no lo he hecho?” La barba negra se proyecto hacia adelante, amenazadora.
“Así que lo hizo. Y ahora finalmente trae lo que necesito - unas diez horas demasiado tarde.”
“¿Eh? ¿Demasiado tarde para qué?”
“Para salvar a una niña,” Shann replicó, casi en un susurro. “Su nombre - pero para usted no significa nada, y ahora ya no importa. Vengo de enterrarla.”
Lanna jadeo, y captó la mirada afligida de Mazal. Pero antes de que ninguna de las dos pudiera decir nada, Shann hablo de nuevo, con una voz repentinamente dura.
“Así que ha traído sus píldoras, suficientes para inmunizar a todos. Pero seguro que tienen un precio. ¿Qué va a cobrar a cambio, comisionado?”
El enviado del Nuevo Orden ni se inmuto. “Los dos aeroplanos,” dijo en seguida.
Shann respiro profundamente. “No puedo pelear con usted ahora. Llévese los aeroplanos. Pero tendrá que arreglárselas por su cuenta para retirar el pequeño.”
“Ya he hecho arreglos,” fue la engreída respuesta. “Solo una cosa mas.”
“¡Ya hemos cerrado el trato! ¡Ahora vengan esas píldoras!”
“No - tan rápido, doctor. Los aeroplanos son prácticamente inútiles sin una pequeña pieza que ha sido retirada del mecanismo de ambos. Quiero esas piezas.”
“N-no se de que me habla,” tartamudeo Shann.
“¡No juegue conmigo, doctor! Usted debe saber.” Amenazante, el comisionado dio un golpecito a un estuche de plástico que llevaba bajo el brazo. “Tengo suficientes unidades aquí como para dar a todo Puerto Alto completa inmunización. Pero sin esas piezas no tendrán ninguna.”
“¡Le dije que no se nada de ellas!” grito exasperadamente Shan, “¿Qué clase de miserable es usted que deja a los niños morir-”
“Un momento,” interrumpió Mazal. “Recuerdo… “ Junto sonoramente las manos y las mantuvo apretadas, y añadió ténsamente: “Hace años, el Profesor me pidió que quitara esas piezas y las guardara en lugar seguro-” Se giro abruptamente y corrió al interior de la casa. Regreso en segundos con un par de pequeñas pero pesadas cajas de metal envueltas en platico delgado.
“¿Es esto lo que quiere? El profesor los llamaba conversores.”
“Conversores,” dijo Dyce, con su voz sonora convertida casi en un ronroneo. “Exactamente.” Abrió su estuche, saco varias bolsas transparentes llenas de pequeñas píldoras azules, reemplazándolas por las dos cajas metálicas, y cerro el estuche con el aspecto de un hombre satisfecho con lo que ha hecho.
“Confío” dijo, girándose para marchar, “en que todo el mundo este contento.”
“Yo no,” dijo Shann, entregando furioso las bolsas de píldoras a Mazal. “¡Espere un momento!”
“¿Y bien?”
“Antes de que se vaya, comisionado, quiero dejar algunas cosas claras. No soy tan tonto como para no ver que se trae entre manos. Estoy convencido de que usted dejo escapar ese virus intencionadamente.”
“¡Tonterías! Si no vigila su lenguaje-”
“Sucio mentiroso,” le contesto Shann con voz agitada, “¡Se que lo hizo! Usted y el Nuevo Orden se rebajarían a cualquier cosa con tal de obtener lo que desean. Podría habernos dado ese material la pasada noche. No necesitaba permiso. Eso lo convierte no solo en un mentiroso, sino también en un asesino. ¡Usted mataría a los niños! Si hubiese visto a esa chiquilla-”
“¡Callese!” Dyce disparo hacia delante una mano grande y golpeo a Shann con tanta fuerza que envió al frágil doctor de espaldas contra la pared. Pero solo por un momento.
Jadeando, Shann salto hacia la prominente barba y la sujeto con ambas manos. Dio una fuerte sacudida, y había tal explosión de furia reprimida detrás de ese movimiento que Dyce fue lanzado escaleras abajo, cayendo de espaldas en el patio.
Shann saltó tras el y agarró una de las piedras que bordeaban el camino. “¡Maldito monstruo!” gritó. “¡Quítate de mi vista antes de que te reviente la cabeza!”
Lanna no se dio cuenta de que había seguido a Shann hasta que el comisionado escapó gateando del jardin y se esfumó en el crepúsculo. Entonces se percató del grueso bastón que llevaba en la mano. Era el que Mazal siempre guardaba en el porche, para practicar montañismo, pero ella no recordaba haberlo agarrado. Se estremeció y lo dejo caer, y al instante olvidó todo el asunto cuando las primeras gotas de lluvia salpicaron su cara.
Estaba diluviando antes de que pudiera alcanzar el porche.
“¡Gracias, Dios mio!” jadeó. “¡Gracias!”
Entonces comprendió que la amenaza sobre Puerto Alto se había vuelto de repente mayor que nunca, y que la lluvia y el retraso de la reunión no cambiaban nada.
Algo de la agitación de Lanna debía habérsele comunicado a Conan, porque se vio sacudido de repente por una oleada de preocupación que no parecía tener nada que ver con sus propios problemas. En un esfuerzo por sacársela de encima trató de concentrarse en el problema de averiguar su posición en la oscuridad.
Una breve mirada a la brújula bajo la luz roja de la linterna le mostró que la aguja aun estaba inestable. ¿Cuanto tiempo llevaba a la deriva? ¿Media hora? Algo así, y puede que más. ¿Podría haber recorrido una milla en ese tiempo?
Decidió que el viento y la marea juntos podrían haberle transportado al menos la mitad de camino hasta la roca. Por supuesto, en el caso de que hubiese acertado con la dirección de la deriva.
Entonces, con un repentino sentimiento de shock, pensó en algo que debería haber considerado antes. La marea estaba subiendo cuando abandonó la dársena - ¿pero qué estaba haciendo ahora?
El Profesor había dicho que la marea sería baja al alba. En ese caso, debía ser alta ahora, o incluso estar comenzando a bajar.
Al instante comenzó a gatear hacia adelante, trepando por sobre la pila desordenada de equipamientos, buscando a tientas el rollo de cuerda y el pedazo de cemento que, debido a la escasez de metal, tenía que servir como ancla. Encontró el pedazo de cemento al final, e iba a arrojarlo por la borda, pero lo pensó mejor y comenzó a bajarlo con cuidado. Fue una buena idea hacerlo así, porque ya había dado de si prácticamente toda la cuerda antes de que el cabo se tensase, y cuando alcanzo el final vio que el cabo no estaba atado al ojete de la parte de proa.
Silbo entre dientes, agitado por lo cerca que había estado de perderlo. Perder el preciado cabo ya hubiese sido de por si bastante malo. Pero la profundidad del agua era evidencia de que la marea había girado, y que todavía estaba siendo arrastrado a mar abierto.
Después de comprobar el cabo que remolcaba el otro bote, se echo una sábana por encima y trato de retorcerse en una posición cómoda sobre la pila de material.
Dormito y se despertó intermitentemente. Finalmente se sentó derecho asustado, al darse cuenta de repente de que la niebla se había levantado. Las pálidas luces azules de las factorías de comida eran claramente visibles en la orilla. Y fuera del puerto, mucho mas cerca de lo que había pensado, vio la forma oscura de la roca recortada contra el pálido cielo.
En cuestión de segundos había levado el ancla y dirigía los botes hacia la roca.
Después de rodear la enorme masa, se acerco con cuidado y echo el ancla en dos pies de agua en el lado opuesto a la ciudad. Casi amanecía ya, y podía ver fácilmente la estrecha, desigual playa cincuenta yardas mas allá.
No había señal del Profesor. Pero aún era pronto y todavía había mucho tiempo para caminar hasta allá antes de que subiese la marea e inundase la playa.
Mientras esperaba, miró con curiosidad al acantilado que se alzaba directamente por encima de la estrecha franja de arena y grava. Tenía poco mas de sesenta pies de altura en aquel punto, y parecía disminuir de altura en dirección a Industria, pero hacia la izquierda continuaba elevándose hasta perderse en la bruma de la mañana.
El Cambio había creado el acantilado, pues la tierra se había quebrado tan limpiamente como si hubiese sido cortada con un cuchillo. Se preguntaba si la falla bajo la ciudad se extendía hasta allá cuando un curioso sonido chirriante captó su atención. Miró y se quedo helado. Justo frente a el, una extensa sección del acantilado se estaba moviendo. Con una especie de horrible asombro, contempló boquiabierto el pausado espectáculo de incontables toneladas de tierra y rocas deslizándose y cayendo, cada vez mas deprisa, hasta que se desplomaron con un rugido de trueno en el mar.
Se sentó agarrado a la borda, temblando, empapado por el agua pulverizada. ¿Se estaba rompiendo la falla ya? Cuando la luz del amanecer fue mas clara, observó otros varios puntos donde porciones de los acantilados se habían derrumbado. Eran derrumbes antiguos, lo que de momento le hizo sentir mas seguro. Pero al instante siguiente su imaginación se rebeló y se volvió agudamente consciente del peligro que corría permaneciendo en esa costa.
¿Porqué no venía el Profesor?
El alba se torno una grisácea mañana, y del lado del mar llegó el murmullo de la marea que subía de nuevo. Pronto la estrecha playa bajo el acantilado quedaría cubierta por las aguas.
Era evidente que el Profesor no iba a venir. Había pasado algo.
De mala gana, Conan levanto la tapa de la caja de herramientas, y contemplo las instrucciones del profesor. Con furia las echo a un lado y cerro de nuevo la tapa. Eran lo que había imaginado. Después de aparejar el velero, debía zarpar hacia Puerto Alto solo. El Profesor hasta había dibujado un tosco mapa, sugiriendo la mejor ruta a seguir.
Evidentemente, si el Profesor no había conseguido llegar hasta allá, no tenia apenas posibilidad de alcanzar el punto siguiente. ¿Como podría? Un hombre viejo y delicado, casi ciego…
“¿Qué es lo que han hecho con usted?” Grito Conan, golpeándose el pecho con el puño mientras trataba de pensar. “¿Lo han encerrado en alguna parte?” Por supuesto que si. El Profesor era Briac Roa, la posesión mas preciosa que el Nuevo Orden podía esperar conseguir. Lo debían tener encerrado y probablemente habrían puesto guardia, pues a estas alturas Tellit ya debía haber reportado que los dos botes habían desaparecido, junto con el nuevo ayudante, y ellos debían saber que había alguna cosa en marcha.
¿Qué debía hacer? ¿Ir al otro punto, descargar los botes, y deslizarse de vuelta cuando estuviera oscuro, en busca del Profesor? El paso en los acantilados estaba a varias millas, para ir hasta allá y regresar gastaría una carga de batería que podría necesitar mas adelante. Pero quedarse allá, en un sitio tan expuesto…
La cuestión se decidió por si sola. La vibración de un motor lejano llamó su atención, y se movió a tiempo de ver lo que parecía un pesquero entrando en su campo de visión, media milla hacia el lado de mar abierto. Rápidamente izo el ancla y llevo los dos botes al otro de la roca. Enseguida, desde el borde de su escondite, vio aliviado como el pesquero se movía gradualmente a lo largo de la costa, con su viejo motor batiendo con el ritmo monótono de un primitivo tambor.
Había oído que tenían esa clase de artilugios, pero era la primera vez que lo veía. Mientras esa cosa estuviese por la zona, no se atrevería a abandonar la roca a plena luz del día.
Para minimizar el riesgo de ser visto, amarro los botes a la roca tan cerca como pudo, y se puso al trabajo para cubrirlos con piezas del rollo de plástico gris que había tomado del almacén. Entonces se puso al largo y desagradable trabajo de vigilar atentamente hasta que oscureciese.
Cuando comenzó el viaje de regreso a la dársena, dejo el segundo bote con la mayor parte de los suministros amarrado junto a la roca. En el cielo brillaba una luna que, desde el Cambio, había sido parcialmente oscurecida por brumas estratosféricas. Su brillo, y mas tarde las luces de las factorías de alimentos, fueron suficiente para ayudarle a localizar la entrada del canal.
Una vez en el canal, no tuvo problemas, y su única preocupación fue la de no acercarse a la dársena tanto como para permitir que el bote fuera visto desde la orilla.
Tan pronto como pudo ver el límite de la dársena, paró, echo el ancla, y se quito la ropa. De la caja de herramientas saco la pequeña palanca y se la ato a la cintura con un pedazo de cuerda. Iba a saltar al agua cuando pensó en la linterna. ¿Y sí se hacia noche cerrada antes de que pudiese localizar al Profesor?
Con la linterna levantada fuera del agua en una mano, nado a través de la dársena hasta la orilla de cemento roto, entonces cautelosamente se puso de pie en la marea media, examinando los muelles. Las siluetas oscuras del taller y de los edificios circundantes bloqueaban la luz de las factorías de alimentos, y el área frente a el era visible solo a la vaga luz de la luna. de momento, parecía que no había nadie mas que el en los muelles.
Gateo fuera del agua, y empezó a moverse receloso a lo largo de la orilla, listo para zambullirse si oía que alguien venía. Su destino era el edificio administrativo. Seguramente, pensó, alguien tan importante como el Profesor estaría custodiado en un sitio adecuado para que los oficiales pudieran verle y hablar con el.
Cuando se acerco al edificio prominente donde la orilla se curvaba, se paro de golpe. Al otro lado una luz había brillado brevemente. Ahora escuchó risas.
Se acerco sigilosamente a la esquina y miro con cuidado a su alrededor. Cincuenta pies mas allá podía ver la forma de la pequeña prisión donde había pasado sus primeros diez días allá. Frente a ella, apenas discernibles, habían dos figuras con bicicletas. ¿Eran las mismas dos que le habían llevado su ración de agua?
De nuevo la luz brilló. Hubo una risa crepitante, y una mujer dijo burlona: “¡Mirad al viejo impostor! ¡Ni siquiera sabe quien es en realidad! ¡Ja!”
“Parche,” dijo la otra. “¿No sabes quien eres? ¿Venga, Parche, que te pasa?”
“Te diré lo que le pasa,” dijo la voz burlona de la primera. “Esta chiflado. Siempre dije que era un chiflado y que estaba mas quemado de lo que podía tolerarse. ¿No es así? Seguro que sí. Si en el cuartel general me hubiesen escuchado a tiempo…”
Conan apretó los dientes con furia. ¿Porqué habían encerrado al Profesor allá? ¿No había nadie en Industria con el suficiente sentido común como para creerle?
Entonces, dándose cuenta que podría ser fácilmente descubierto donde estaba, retrocedió hasta el borde del pavimento y gateo dentro del agua. Enseguida oyó el traqueteo de las bicicletas de plástico y vio la luz moverse en dirección al taller de barcos. en cuanto desapareció, salto de su escondite y corrió hacia la celda.
“Profesor, soy yo - Conan.” susurro. “¿Se encuentra bien?”
La debilidad de la respuesta le asusto, y ataco la puerta frenéticamente, apenas necesitando de la palanca para arrancarla de sus goznes. Dento estaba el viejo, derrumbado en un rincón, incapaz de levantarse y casi incapaz de hablar.
“Hijo, no - no te preocupes por mi… Si te pillan… te mataran…”
Conan tomo al Profesor en brazos, retrocedió para salir del lugar, y echo a correr hacia la dársena. Olvido la palanca, pero aun sujetaba la linterna en la mano.
Casi había llegado a la dársena cuando le enfoco una luz proveniente del taller de barcos.
“¡Eh, tú!” alguien llamo. “¿Qué está pasando ahí?” Era la voz de Tellit.
Conan se paralizo, entonces suavemente dejo su carga en el agrietado pavimento. No necesitaba preguntarse por la presencia de Tellit allá. El hombrecillo indudablemente había sacado partido al momento de la situación del día anterior y había sido puesto a cargo del taller. Y estaba deseoso de obtener beneficios de lo que estaba viendo ahora. Esto podría proporcionarle incluso la ciudadanía.
De alguna forma, y rápido, había que encargarse de él.
El tipo se apresuro a llegar desde el taller, pero se detuvo de golpe cuando le reconoció. “¡Eres tú!” dijo boquiabierto. “Y has regresado a por él, ¿verdad? Bien, yo-”
“¡Tellit, escúchame! Si quieres salvar el cuello, es mejor que vengas con nosotros-”
“¡No me vengas con ninguna de tus locas historias! ¿Crees que soy tonto? ¿Que hiciste con los botes? ¿Donde están?”
Tellit barrio con su luz la dársena, e instantáneamente Conan lanzo la linterna que llevaba. Solamente aturdió al hombre, pero fue suficiente para evitar el grito que hubiera seguido. Al instante Conan estuvo encima suyo. Le arranco la guerrera a tirones, la desgarró y rápidamente le ato con ella, metiéndole uno de los pedazos en la boca. Entonces se giro y tomo al Profesor, y lo llevo hacía la dársena.
No debía de haber tardado mas de tres minutos en recorrer nadando la dársena con el Profesor, tirando de el por el cuello de su guerrera, pero le pareció diez veces mas. En cualquier momento esperaba escuchar una alarma desde la orilla, seguida por los haces de luz y el fuego de las armas. Tenían armas allá, lo sabía, y seguramente las patrullas nocturnas debían ir armadas.
No sonó ninguna alarma hasta que no hubo recorrido el canal luchando con la marea hasta el bote. Estaba jadeando y casi exhausto entonces, y todo lo que pudo hacer fue mantener la cabeza del Profesor fuera del agua mientras gateaba a bordo. Subió al Profesor tras el, y entonces se percato de los gritos de Tellit en la distancia.
Pero no hubo una respuesta inmediata a Tellit. Para cuando el primer reflector empezó a barrer las aguas, estaba a mas de una milla de distancia del área inundada, a toda maquina hacia la roca.