1. Superviviente
Los pájaros marinos, los únicos amigos de Conan, le desprtaron al alba, chillando y arrojando guijarros sobre su cabaña. Se arrastró fuera y bajo corriendo a la estrecha playa, seguro de que un cardumen de peces había entrado en una de sus trampas. Los pájaros siempre le avisaban así cuando algún pez había sido atrapado. Pero las trampas, como pronto comprobó, estaban vacías - y todavía gaviotas y charranes revoloteaban a su alrededor, armando un gran estrépito.
¿Qué estaban tratando de decirle?
Se dio la vuelta y subió corriendo los escalones que llevaban al punto mas alto de su islote rocoso, trepoó sobre la plataforma de roca que había construido hacia largo tiempo. Una rápida mirada a su alrededor mostró solamente el vacío, salvo por los islotes más pequeños del grupo, atenuados en la distancia a ambos lados. Ellos marcaban las fronteras de su mundo. Mas allá de ellos, y todo alrededor en el mar embrujado por la niebla, nada era visible, ni siquiera el horizonte.
“¿Qué es lo que ves, Tikki?” preguntó, mientras un charrán de alas finas volaba en círculos cerca, lanzando rápidos gorjeos como si tratase de hablar.”¿Dónde está? ¡Enseñámelo!”
El charrán rozo su magra mejilla con sus plumas, voló en círculos en lo alto, y salió disparado hacia el islote oriental. Numerosos pájaros mas lo siguieron. Conan los miro hasta solo fueron manchitas desapareciendo en la niebla. Había algo allá afuera, seguro, pero estaba mucho mas allá de la isla, e invisible desde donde estaba. ¿Una ballena? No, un banco de ballenas, mas probablemente. Ninguna otra cosa podía causar semejante revuelo entre sus amigos. No existía nada mas que fuese lo suficientemente grande o inusual
¿O quizá sí?
Conan sacudió su cabeza pelirroja y se dejo caer en la plataforma, abrazando sus rodillas, sintiendo una repentina amargura. A juzgar por la evidencia, quedaba poca cosa en el planeta aparte de agua. En cuanto a la gente, si es que aún había gente después de lo sucedido, la mayoría serian probablemente náufragos como el mismo. En los años trascurridos desde que el ultimo helicóptero se estrelló contra aquella increíble oleada, partiéndose y lanzándole solo a la oscuridad, no había visto ni oído ningún aparato de ninguna clase, ni por aire ni por mar, ni había siquiera divisado una simple estela de vapor, o un resplandor de luz. ¿Era él la única persona viva? Pero por supuesto, no lo era. Tenía la prueba de que Lanna estaba a salvo…
Su mente saltó atrás en el tiempo hasta su doceavo cumpleaños, una fecha que jamás podría olvidar, ya que fue el día que fue arrojado a estas orillas. Antes de aquello -pero era mejor no pensar en el antes. Él había sido Conan de Orme- pero Orme ya no existía, ni tampoco nada de Occidente. El tiempo comenzó de nuevo cuando cumplió doce años, cuando, helado, maltrecho y apenas consciente, consiguió arrastrarse fuera del mar. Él era solamente Conan entonces. Conan, una criatura perdida, desnuda y completamente sola.
Recordó lo horriblemente helado que se sintió mas tarde, y lo hambriento, y como fue todo peor aún cuando se acurruco contra las rocas, preguntándose que hacer. Y no había nada que él pudiese hacer, porque allá no había nada. Nada. Ni tan solo un pájaro marino.
¿Cómo puedes sobrevivir en un desolado montón de rocas sin comida ni agua ni ropas ni combustible, ni tan siquiera un cuchillo? No puedes. Para alguien que había vivido siempre en el confort de un mundo de interruptores eléctricos donde las máquinas lo hacían prácticamente todo, la situación era completamente desesperada.
Supo que iba a morir. Y hubiera sido así, de no ser por la voz que le hablo.
“Conan”, dijo la voz. “¿Estás ciego?”
“No,” contesto, antes de que el asombro helase su lengua.
“Entonces, ponte en pie, Conan,” ordeno la voz, “y mira a tu alrededor. Usa la inteligencia que se te dio. Debes crecer y aprender, porque algún día otros necesitaran tu ayuda.”
No podía decir si la voz había llegado de algún sitio cerca de él, o si estaba solamente en su mente. Pero había sido una voz, sorprendentemente real, y repentinamente le hizo pensar en el abuelo de Lanna, que le había sorprendido una vez diciendo que cualquiera que tenga oídos para escuchar puede oír siempre el consejo que necesita.
Se puso de pie tambaleándose, y oteó a su alrededor.
El islote era nuevo. Podía tratarse del punto mas alto de algún desfiladero rocoso, ahora hundido por el cataclismo que había cambiado el mundo. O podía tratarse de tierra nueva, emergida. No podía decirlo. Nada crecía en él. Nada. Y los bajíos alrededor de él eran demasiado nuevos para que hubiese moluscos o cualquier otra clase de vida marina. Pero cuando la marea bajó encontró largas tiras de algas marinas que habían sido llevadas allá desde una gran distancia - y en una balsa dejada por la marea encontró un pez atrapado.
Conan pensó de nuevo en el maravilloso sabor de este primer pescado crudo. Entonces no tenía ni idea de lo fácil que era hacer herramientas cortantes simplemente rompiendo a golpes una roca, así que troceo el pez con sus dientes y sus manos desnudas, saboreando cada bocado. Hasta el jugo era bueno - ciertamente calmó su sed por un rato. Las algas no fueron tan satisfactorias, aunque pronto aprendió a apreciarlas, y más tarde, otras mejores aparecieron y echaron raíces alrededor de la isla. Vivir allá, recordó, era de repente un desafío. Lo que había parecido completamente imposible ahora era posible -si ponía todo lo que tenia, todo su ingenio y energía, para solucionar cada uno de los problemas que enfrentaba.
Conan miró en la dirección en la que Tikki había volado, y decidió que las ballenas -estaba ya seguro de que eran ballenas lo que habían visto- habían marchado. Algunos de los pájaros estaban regresando. Suspiro y se levantó, restregándose las manos callosas contra el cuerpo esbelto y fuerte, y pensó en lo que cinco años habían hecho con él y con el islote. Algunos de sus primeros problemas, como la cisterna y la primera pequeña choza, habían costado tremendos esfuerzos. Incluso así, esos esfuerzos no parecían nada ahora. Porque según crecía -y suponía que debía haber crecido mucho- se había visto forzado a un esfuerzo aun mayor para reconstruir el islote y salvarlo del mar bravío.
Cinco años. Y la voz, después de hablar aquella vez, había permanecido en silencio. Había momentos en los que casi dudaba haberla oído realmente. Pero, aunque la voz no había vuelto a hablarle mas, una cosa muy curiosa había sucedido…
Fue varias semanas después de que hubiese terminado la primera choza. Aunque había aprendido encender fuego frotando un leño con una rama como un taladro, ahora él era más resistente y rara vez lo necesitaba para calentarse. El fuego, siendo la leña tan escasa, era mejor ahorrarlo para esas noches tan oscuras que eran tan duras de enfrentar. Porque el único problema que no podía resolver era la horrorosa soledad. Completamente solo, y sabiendo que no quedaba nadie, en ninguna parte, que se preocupase por él. Ni siquiera Lanna, a quien más echaba de menos.
Fue peor aquella noche, recordó. Un viento creciente lo llevó temprano a la choza, espantado por el conocimiento de que una tormenta se acercaba. Mientras se esforzaba para mantener el fuego encendido, Lanna y sus pájaros aparecieron vívidamente en su mente. Ella era una persona tranquila como un pajarillo, con algo en ella que nadie mas tenía -una especie de sabiduría, tal vez, o un entendimiento que iba mas allá de las palabras. Todas las criaturas salvajes lo notaban, especialmente los pájaros. En la playa de su tierra natal acudían en bandadas hacia ella siempre que los llamaba, y había enseñado a algunos de ellos a hacer cosas sorprendentes.
La tormenta de aquella noche fue horrible. Trajo de vuelta a su mente todo lo que el quería olvidar, y le recordó que no volvería a ver a Lanna jamás. Cuando se puso de rodillas junto al fuego, temblando y tratando de no pensar, una terrible desolación cayo sobre él. En ese instante un mar monstruoso golpeaba el islote, y no pudo evitar gritar su desesperación, pidiendo a la voz que le hablase de nuevo y le ayudase.
La voz permaneció callada. Pero de repente una ráfaga de aire apartó a un lado la cortina de algas que había tejido como puerta y algo pequeño y blanco voló dentro de la choza. Se poso cerca de el junto al fuego.
Era un ave marina - un charrán.
Se quedo mirándolo, incrédulo. Por un instante, fue como si Lanna misma, en forma de pájaro, hubiera volado allá para encontrarlo. Entonces, cuando el charrán se movió mas cerca y le miro, gorjeando lastimosamente como si le conociera, el de repente lo tomo en sus manos y gritó “¡Tikki! ¡Eres tú Tikki! ¡Lanna te envía!”
Como fue capaz de reconocer inmediatamente el pájaro favorito de Lanna, no lo sabía. En el pasado, rara vez había sido capaz de diferenciar un charrán de otro. Pero incluso antes de encontrar la sedosa banda alrededor de una pata, hecha con un solo cabello pálido tomado de una cabeza familiar, estaba absolutamente seguro de que el pájaro era Tikki, y de que Lanna lo había mandado. ¿Acaso no había sabido siempre como le andaban las cosas, y cuando necesitaba ayuda?
Casi podía escucharla diciendo, “Ve, Tikki, encuentra a Conan. Sé que está vivo en alguna parte, solo. Te necesita. Encuéntralo y quédate con él.”
Después de aquella noche otros pájaros, principalmente gaviotas, empezaron a llegar al islote, y el gradualmente aprendió a llamar a cada uno de ellos por un nombre y a ser considerado como un amigo. Pero la llegada de Tikki fue el milagro que lo cambio todo. Solo saber que Lanna estaba viva en alguna parte, y que pensaba en él, hubiera sido bastante por sí mismo. Pero esto también significaba que ella debía haber alcanzado el área segura que el Profesor, su abuelo, había escogido largo tiempo atrás, y que los otros estaban con él. En cuanto a sí mismo -así de firmemente lo creía por entonces - simplemente tendría que estar atascado allá unos pocos meses, y algún aparato de búsqueda seguro que daba con él.
Unos pocos meses, pensó Conan severamente. Después de que cerca de treinta meses hubieran pasado, con cada día contado por un nudo que había hecho en una cuerda, empezó a ocurrírsele que la gente tendría que empezar de nuevo sin prácticamente nada. Sin energía, la mayoría de máquinas serian inútiles. Y sin materiales ni herramientas especializadas, no se podrían construir otras nuevas. En cuanto a un aeroplano, ¿cómo podrías volar sin combustible? ¿Y donde lo encontrarías? Aunque, con una persona como el Profesor para enseñarte como…
¿Pero y si el Profesor no había sobrevivido? El viejo nunca se preocupó demasiado por sí mismo.
Conan sacudió su cabello pelirrojo hacia atrás desde su frente, suspiró y se levanto. Lanzo una ultima mirada al islote oriental, sin ver nada en la niebla detrás de él, y empezó a bajar lentamente los escalones. Su atención se dirigió a una preciosa pila de madera arrojada por el mar que había estado ahorrando. La pila, cuidadosamente lastrada con rocas para protegerla de las tormentas, consistía en cuatro planchas de distintos tamaños, varias piezas pequeñas, un tronco largo y torcido, una vieja tabla de surf de plástico -el hallazgo mas excitante del lote - y seis postes pequeños.
El problema era construir un bote con los materiales a mano. No cualquier clase de bote, sino uno muy especial. Debía ser lo suficientemente grande y fuerte para transportarlo de forma segura durante varias semanas, junto con una provisión de pescado ahumado y agua guardada en una colección de botellas que la marea había arrojado a la orilla. Si nadie iba a venir a rescatarle, ya era hora de que se rescatase a si mismo.
El único problema es que el no sabia nada sobre construcción de barcas de madera. Nada de nada. Durante los largos años de la guerra, cuando vivía en la costa con la gente de Lanna, había visto muchos botes. Pero todos ellos estaban hechos de plásticos. Nunca había visto un bote construido enteramente de madera.
Aunque juntar un madero con otro no debía de ser tan difícil. Si los primitivos habían sido capaces, prácticamente sin herramientas, entonces el seguramente también podría.
De costumbre, como primera tarea del día, Conan rodeaba la isla para ver lo que la marea había traído. Pero ahora, absorto de repente por el problema del bote, incluso olvido el desayuno, mientras estaba en cuclillas junto a una zona de arena limpia y alisada y empezaba a dibujar planos en ella con un palillo. No se dio cuenta de que Tikki había regresado hasta que escuchó la aguda llamada del charrán sobre su cabeza.
Miró hacia arriba frunciendo el ceño. “¿Qué pasa contigo ahora?”
Tikki bajo en picado cerca, dando pequeños gritos de alarma. Las gaviotas habían comenzado a volar en círculos de nuevo, chillando. Conan se enderezo y subió saltando por los escalones a la plataforma.
El cielo estaba mas claro ahora y bandas de rojo y dorado relucían hacia el este mas allá del islote. En este brumoso rincón del mundo, era una rara visión incluso el atisbo de una salida de sol. Conan bebió en ella, cautivado, hasta que se dio cuenta de que no era eso lo que Tikki quería mostrarle.
Sus ojos investigaron la grisor mas allá del islote. ¿Había algo moviéndose allá afuera?
Algo se movía. Parecía un barco largo, una patrullera de alguna clase.
Por un momento, el shock le dejo rígido. De repente, empezó a temblar, y luego, todo a la vez, echo a correr bajando hacía la estrecha playa, gritando, llorando y agitando los brazos salvájemente.
No necesitaba preocupase por haber pasado inadvertido. El barco se movía lentamente en su dirección, sin duda atraído por los muchos muros de contención que daban al islote la apariencia de un fuerte. cuando estaba a solo unos cientos de yardas de la playa arrojó el ancla y se meció en la marea. Entonces pudo verlo claramente por primera vez.
Abruptamente la excitación en el murió. con ojos desorbitados estudió la achaparrada forma gris, con la bandera carmesí que colgaba límpidamente en el mástil. Su propio pueblo nunca había fabricado un barco así, ni izado esa bandera. Pero el enemigo sí.
Estaba mirando una antigua y destartalada patrullera de la Unión de la Paz.
Dándose cuenta de lo que podía estar en juego para él, Conan se paró apretando los puños en repentina desesperación, tratando de decidir que hacer. Si hubiese sabido a tiempo que era lo que se acercaba, podría haber intentado la larga y peligrosa travesía a nado hasta el islote occidental, y haberse escondido tras alguna de las numerosas rocas de los bajíos que lo rodeaban. Pero ya era demasiado tarde para eso.
Recuerdos desagradables se despertaron en el. ¡La Unión de la Paz! Había engullido medio planeta cuando el era niño, y estaba amenazando con tragarse la otra mitad cuando la catástrofe golpeó. Había supuesto que la increíble marea que había sumergido un continente habría barrido la Unión de la Paz de la existencia. Pero obviamente habían habido supervivientes. Por lo menos, una de sus viejas patrulleras.
¿Que estaban haciendo allá? ¿Cartografiando las tierras que quedaban? Sus manos temblaron mientras veía las figuras revestidas de gris vestidas con uniformes ceñidos arriar un bote y comenzar a remar hacia el. Por un instante vio vívidamente la gente que una vez había representado tanto para él - sus padres y su hermana pequeña, sus abuelos y los padres de Lanna, y sus mejores amigos de la escuela - todos destruidos en un instante por las armas de la Unión de la Paz. Apretó los puños. Los alzo abruptamente para gritar su odio.
Pero ningún sonido salió de sus labios.
“Conan”, hablo la voz que no había vuelto a oír durante tanto tiempo.
Se giro y busco incrédulamente con la mirada, sin encontrar nada. “¿Q-qué es esto?” logro decir.
“Cálmate Conan”, ordenó la voz. “Es hora de marchar. Tienes una misión que cumplir.”
Cuando el bote toco la playa frente a él, Conan estaba plantado sin moverse con los brazos cruzados, aparentemente en calma. Solo sus entrecerrados ojos grises mostraban la tormenta de su interior.
Tres hombres y una mujer, vestidos de la misma forma con pantalones bombachos y guerreras sin forma, saltaron a la playa. La mujer, delgada, de cabellos grises y robusta, llevaba o que parecía un botiquín de primeros auxilios. Hablaba ya mientras dejaba el bote.
“¡Miradle!” exclamó. “¡No puedo creerlo! La viva imagen de la salud. Tú, el de allá, ¿cuánto tiempo llevas aquí? ¿Me entiendes?”
Conan dedujo que ella debía ser el médico de a bordo, y que el hombre barbudo junto a ella era probablemente uno de los oficiales.
“O-os entiendo,” respondió entrecortádamente. “Me enseñaron vuestro idioma en la escuela. Llevo aquí desde - desde que las aguas crecieron.”
“¿Ah, un occidental, eh? ¿Y llevas aquí desde el Cambio? ¿Solo?”
“Solo no. Tengo mis amigos.”
“¿Amigos?” dijo rudamente el hombre junto a ella, que tenia la barba mas poblada de los tres. “¿Que amigos? ¿Donde están?”
“Arriba,” contestó Conan. “Los pájaros.”
Todos miraron a la bandada de chillones aves marinas que volaban furiosamente en círculos sobre ellos.
“¡Plaga escandalosa!” murmuro la mujer. “¿Qué pasa con ellos?”
“No les gustáis. Saben lo que pienso de vosotros.”
“¿Eh?” gruño el hombre. “¿Qué quieres decir? ¿No estas agradecido de ser rescatado?”
“¿Debería estarlo?”
“¡Este no es momento de hacerse estúpidamente el insolente! ¿Donde esta tu gratitud? Si alguna vez esperas convertirte en ciudadano del Nuevo Orden - ”
“¿El Nuevo Orden?” interrumpió Conan. “¿Es el nuevo nombre de la Unión de la Paz?”
“¡De ninguna manera! Todos los supervivientes del Cambio están siendo reorganizados bajo nuestra bandera. El mundo debe ser reconstruido. Hará falta toda persona sana para lograrlo.”
El hombre de la barba poblada hizo una pausa y echó un vistazo al islote con curiosidad. Miró ceñudo a Conan. “Ahora, quiero saber la verdad,” exigió. “No has vivido aquí desde el cambio - no en solitario. Eso es imposible.”
“¿Porqué dice que es imposible?”
“Porque es imposible,” contestó la mujer. “¡Porque esto no es mas que un montón de rocas! Te ves demasiado saludable. El mismo Briac Roa…”
“Silencio, ciudadana doctor,” ordenó el hombre. “Quiero interrogarle yo.”
“Si, ciudadano capitán. Pero aquí hay algo que evidentemente no marcha.”
El capitán asintió con la cabeza. “Y yo sacare la verdad. Este asunto de Briac Roa - ah, ¿conoces a Briac Roa, joven?”
“S - se quien es.” Conan balbuceó. “Por supuesto, todo el mundo lo sabe. ¿Porqué?”
Se quedo atónito al descubrir cuatro pares de ojos mirándole fijamente. El capitán dijo “corre el rumor de que Briac Roa esta vivo. Tenemos ordenes de encontrarle.”
“Pero - no lo comprendo. Es un occidental. Que - ”
“No importa quien o que había sido. El Nuevo Orden le necesita. No está en el refugio donde fue su gente. Así que, si no está escondido, es un naufrago como tú. Podría estar en cualquier sitio, incluso aquí.”
“¿Entonces porqué no lo buscan?” dijo Conan fríamente.
El capitán ya se apresuraba a avanzar, investigando las hileras de muros, el puñado de chozas detrás del escudo protector hecho de piedra. Los otros se dispersaron, buscando. En pocos minutos volvieron al punto de partida, tras haber cubierto dos veces cada pulgada del islote. Lo único interesante que encontraron fue algunas piezas de pescado ahumado de la cabaña almacén. El capitán y la doctora estaban devorándolas con ansia.
“¡Ah, esto está bueno!” murmuro la doctora. “¡Muy bueno! El primero que pruebo desde… desde… fue mucho antes del Cambio.”
“El mar está lleno de peces,” le recordó Conan. “¿No os permite el Nuevo Orden pescar?”
“Sí pescamos” gruño el capitán. “¡Montones de pescado! Lo secamos, y hasta hacemos harina con él. Usando un refinado proceso nuevo…”
“Pero no lo ahumamos,” dijo la doctora un tanto nostálgica.
“¡Por supuesto que no! Ahumarlo supondría un derroche sin sentido de madera. El Nuevo Orden no desperdicia materiales valiosos.” Jaló una limpia espina de pescado de entre sus dientes, la lanzó y se relamió. Luego miró dúramente a Conan.
“¿Todavía insistes en decir que llevas aquí desde el Cambio, solo?”
“Ya le dije, tengo mis amigos.”
“¡Tonterías! Ocultas algo. ¿Qué es?”
“No se de que me habla.”
El capitán frunció el ceño y miro a la mujer. “¿Qué piensa usted, ciudadana doctor? usted vio a los infelices que hallamos en la última travesía. Tenían una isla grade- y no merecía la pena que se les rescatase.”
“¿No - no les rescataron?” preguntó Conan.
“¿Para qué?” dijo la doctora con brusquedad. “Hubieran sido una carga. Al Nuevo Orden no le hubieran servido de nada. Pero tú - ” Hizo una pausa y continuó con una voz súbitamente aspera, “nos parece muy raro que hayas conseguido prosperar donde otros hubieran muerto o enloquecido. ¿Cómo lo lograste?”
Conan se encogió de hombros. “Tuve alguna ayuda, por supuesto. Quizá un espíritu guardián. Nunca le vi, pero ciertamente oí su voz - “
“¡Oh, mierda!” interrumpió la mujer impacientemente. “Lo siguiente con que nos vendrás es con que hay un Dios.” Frunció el ceño. “Puede que sea la dieta. ¿Qué has estado comiendo, aparte de pescado? ¿Pájaros?”
“¿Se comería usted a sus amigos?” respondió Conan.
El capitán gruñó. “Llévelo a bordo y siga interrogándole luego. Ya hemos perdido bastante tiempo aquí.”
Conan comenzó a retroceder, pero los dos hombres mas jóvenes le sujetaron. Se los sacudió con furia de encima dejándolos sentados en el piso con una exhibición de fuerza que no hubiera soñado poseer.
“Iré con vosotros,” dijo. “Pero no antes de despedirme de mis amigos.”
Se dio la vuelta y trepó por los escalones hasta la plataforma. Según los pájaros se arremolinaron a su alrededor, levantó las manos hacia ellos y hablo a cada uno con una voz que ya no era firme. “Yo - yo tengo que marcharme,” dijo. “Tal vez algún día volvamos a vernos. Tikki - “
De súbito se arrancó un cabello rizado y pelirrojo de su enmarañada melena, y rápidamente lo enrosco atándolo alrededor de una de las patas de Tikki.
“¡Ve!” le urgió. “Vuelve con Lanna.”
Cuando el pájaro finalmente entendió, se elevó, dio una vuelta alrededor, y comenzó a volar en dirección oeste sobre el mar. Conan tragó saliva y le miró irse, y a continuación bajó serio a afrontar a sus captores.