Introducción
BUENOS días.
Digo buenos días en lugar de mis acostumbradas buenas noches como simple medio de advertencia. Estas historias sólo se deben leer por la noche si padece usted de un insomnio incurable y no puede quedarse durmiendo de ningún modo. Desde luego, si trabaja durante el día no le queda otra elección, a menos que su jefe sea extremadamente tolerante. En cualquier caso, puede usted leerlas siempre que halle el tiempo necesario y esté anhelando encontrar un rato de relax.
Corrección. No deseo que llegue a conclusiones erróneas. El contenido de este libro difícilmente puede ser considerado como relajante. Quizá sea sobrecogedor, horripilante y, sin duda alguna, entretenido. Lo sé porque soy considerado un experto. Con una característica falta de modestia, he permitido ser anunciado como un maestro del suspense. De hecho, la descripción es exacta, y debe usted admitir que está totalmente, justificada.
Al igual que sucede con todos los llamados expertos, mi consejo es solicitado a menudo por entrevistadores que buscan definiciones. Me preguntan simplemente qué es este asunto del suspense. Bien, hace años consulté uno de esos enormes y completos diccionarios, que sólo puede uno mover con ayuda de una grúa. Definía el suspense como incertidumbre acompañada de aprehensión.
Bastante justo. En mis películas, trato de intensificar esa aprehensión hasta un punto en que se convierta en insoportable. Ese es el nombre del juego. Y creo que los autores de esta colección han alcanzado un resultado similar con notable éxito. Todos ellos son artífices prácticos en esta siniestra profesión y aquí ofrecemos una fuerte muestra de su arte tenebroso.
Una última advertencia. Antes de pasar a la página siguiente, por favor, hágase un chequeo con su cardiólogo. No acepto ninguna responsabilidad. El riesgo es suyo. Después de todo, deben gustarle esta clase de cosas, pues, en caso contrario, no estaría leyendo lo que acaba de leer.
ALFRED HITCHCOCK