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DEL DIARIO DE ALBA
24 de julio
Aunque parezca increíble, ya estoy escribiendo otra vez en la habitación de mi casa de Pontebranca. Hemos llegado al puerto hoy, al final de la tarde, pero hemos tenido que desembarcar de noche, casi en secreto, como clandestinos, para que no se supiera nada de nuestro regreso. Hasta he tenido que callarme delante de Javier, que también nos fue a esperar y que se enfadó un poco conmigo porque no le conté más que vaguedades.
La razón de este desembarco secreto es que, mientras regresábamos de nuestra aventura, se recibió en el barco un aviso por radio de otros miembros de ADEGA. En él pedían que volviéramos procurando pasar tan inadvertidos como fuera posible. Al llegar, cuando ya habíamos echado el ancla y estábamos recogiendo nuestras cosas, subieron a bordo un hombre y una mujer de la organización. Nos contaron que en los círculos gubernamentales había un gran nerviosismo, así como muchos movimientos relacionados con la Fosa Atlántica. Era preferible que no trascendiera ninguna noticia de la expedición hasta que tuviéramos todos los datos en la mano. Además, creían que se preparaban importantes movimientos militares en la zona acotada.
Tras este aviso, actuamos con tanto sigilo como si fuéramos contrabandistas. Hoy mismo se van a analizar muestras de las flores en los laboratorios en que trabaja Cristina, en A Coruña. Y mañana, por vía aérea, salen muestras para París, Londres y Bruselas, en donde las analizarán también los laboratorios que colaboran con Greenpeace y el movimiento ecologista europeo. Porque en ADEGA han decidido que este era el momento de informarlos y de pedir su colaboración. ¡Nunca pensé que esta historia fuera a movilizar a tanta gente! ¡Hasta hace que me sienta importante!
Menos mal que, en casa, mis padres apenas me riñeron. Luis les contó todo lo que había hecho y lo importante que había sido mi presencia en el Firrete para el éxito de la misión. Después de escuchar el relato completo, me parece que se sienten orgullosos de mí, aunque hacen esfuerzos para que no se les note.
Hoy Gloria duerme en mi casa y mañana regresa a Vigo. Desde que llegamos está trabajando en el ordenador de mi hermano, pasando a limpio el reportaje que ha ido escribiendo en el barco. Dice que quiere tener todo preparado para cuando los resultados se puedan hacer públicos.
A mí me permitieron quedarme con dos de las flores; las he colocado en una jarra con agua de mar que me facilitó Luis. Y tiene razón Cristina al decir que se reproducen con facilidad, porque hace unos minutos, cuando he ido a verlas antes de acostarme, ya les habían salido unos brotes alargados como los de las plantas de fresas, y en uno de ellos había algunas hojas diminutas y un pequeño botón que parecía querer abrir. ¡Seguro que mañana ya tengo una flor más!
Lo que más rabia me da es comportarme así con Javier; a ver si va a pensar que he vuelto transformada en una creída o algo semejante, y que no quiero hablar con él ni contarle nada. Lo he llamado después de cenar, pero por el teléfono lo he notado enfadado. Le cuesta entender que no puedo contarle todo lo que sé. En pocos días ya podré explicarle con detalle la expedición, y entonces comprenderá que actuaba así porque me sentía obligada. Pero eso no impide que me disguste tener que hacerle esto a mi mejor amigo.