Capítulo 7

 

Tres días después, ella fue a la taberna y se encuentró con Bastien. Tuvo que hacer todo tipo de peripecias, para llegar allí, sin que la vieran.

—Hola querida esposa.

—Toma tu dinero—extendió una pequeña y pesada bolsa de cuero.

—No hay porque ser descortés, querida mía.

—Solo tómalo, no quiero verte más.

—Lastimosamente tendrás que hacerlo porque yo no voy a dejar de recibir mi mensualidad.

—Eso es todo lo que tenía.

—Estoy seguro de que conseguirás más—le sonrió sarcástico y se fue.

Claudine se subió al carruaje alquilado pensando en que podría decirle a su marido cuando llegara a casa. Se bajó en el parque y buscó el almacén donde se suponía que estaba comprando algunas cosas. De allí salió con un paquete y se subió al carruaje de la casa. Al llegar vio que Alex ya estaba allí, así que le mintió diciendo que se le había pasado el tiempo viendo cosas hermosas para los niños y que no se había dado cuenta de lo tarde que era. Alex no pareció darle importancia , ya que solo la abrazó y la besó como si no hubiera un mañana, luego le dijo que la extrañaba y ese fue el fin de la historia.

Esas semanas que siguieron, ella tuvo paz hasta que Bastien nuevamente la buscó y le volvió a pedir dinero. Tuvo que vender sus joyas a través de Rosalind, que la ayudó llevándolas a diferentes partes ofreciéndolas, para poder darle lo que quería. No sabía qué hacer, si las cosas seguían así, terminaría malvendiendo todas las hermosas piezas de joyería que Alex con tanto cariño le había regalado, solo para darle gusto al vago de Bastien.

Los meses pasaron y Alex estaba inquieto, notaba que Claudine estaba gastando más de lo normal. No era que le importara, pues tenía mucho dinero y le gustaba compartirlo con ella y su familia, pero últimamente lo que le daba para sus gastos, nunca le alcanzaba y él ya le había dicho que si por alguna razón pasaba algo y ella necesitaba su ayuda económica, solo tenía que decirlo, pero ella le respondió que todo estaba bien, que trataría de controlarse en sus gastos. Alex sintió que algo pasaba y ella no quería decirle, así que esperó varios meses pacientemente a que ella le comentara, pero eso nunca pasó. Además había notado también que ella estaba nerviosa, en muchas ocasiones quería hablarle de algo y parecía estar apunto, cuando enseguida se encerraba en sí misma y cambiaba el tema. Esa misma noche, asistieron al teatro y él le pidió que se colocara un collar que hace poco le había regalado, pensaba que se veía hermosa con él y quería que lo luciera. Claudine le dijo que hacía días, uno de los aretes se le había perdido y cuando él le dijo que lo buscara bien, pues la única parte donde lo había lucido era el día que se lo regaló, ella se puso un poco inquieta.  Ella le respondió que no se le había perdido ese día y entonces él le dijo que llamaría enseguida a todos los criados , pues si se le había perdido en la casa era algo muy grave. Claudine buscó mil excusas para no culpar a los sirvientes y el decidió dejarlo así, pero ya tenía curiosidad y no se quedaría sin averiguar lo que en realidad sucedía.

 

*****

 

Alex venía del pueblo de inspeccionar dos caballos que le estaban vendiendo, el carruaje se metió por otro lado, ya que él tenía algo de prisa en llegar a casa. En una esquina vio una taberna y casi no podía creer lo que sus ojos veían, cuando divisó un carruaje alquilado y al pie de este , su esposa se  estaba bajando y un hombre la ayudaba. Se fueron hacia la parte trasera del sitio y Alex, enseguida le dijo al cochero que se detuviera. Su sangre comenzó a hervir, no podía ser cierto que Claudine lo engañara con otro hombre, pero lo que sus ojos veían era el encuentro clandestino de su mujer con otro hombre en un lugar completamente inapropiado. Al bajar del carruaje, Apresuró el paso y la encontró dándole algo y diciéndole que no quería volverlo a ver.

— ¿Porque no quieres verlo más querida? Pareces estar muy a gusto encontrándote con tu amante en la parte trasera de una taberna de mala muerte.

Claudine al escuchar esa voz, se dio la vuelta inmediatamente y su rostro no pudo ocultar el horror de que su esposo la encontrara en esa situación.

—Alex…¿Qué haces aquí?

—Soy yo quien debe preguntarte eso, Claudine, pero antes de que ella dijera cualquier cosa, agarró a Bastien por la solapa y lo golpeó.

—¿Quién es este hombre?—le gritó a ella.

Bastien vio que no había caso en ocultar su identidad así que se lo dijo, con la boca ensangrentada—Soy el esposo de Claudine.

—Creo que escuché mal.  El esposo de Claudine soy yo.

—Él es Bastien—solo pudo decir Claudine entre sollozos.

Alex ocultó su sorpresa y las implicaciones de este descubrimiento—Y que maldita cosa quiere el señor, después de haberle hecho creer a toda su familia que estaba muerto?

—Bueno. Yo solo quiero de vuelta lo que es mío, pero Claudine se empeñó en que no quería que usted lo supiera, porque ahora estaba en una mejor posición y le gustaba su nueva vida, así que me dijo que podíamos estar juntos sin necesidad de que usted lo supiera.

—Eso es mentira!—gritó ella.—Yo jamás le dije eso, él llegó chantajeándome y cuando le dije que no caería en su juego, me amenazo con decirle a todo el mundo y acabar con mi reputación y la tuya, me dijo que saldrías perjudicado de todo esto y yo no podía…permitirlo—terminó casi en un susurro.

Alex trató de guardar la calma, aunque sentía que podía matar en ese momento.

—Ve al carruaje, Claudine.

—Pero…

—¡Que vayas al carruaje, maldita sea! —gritó casi fuera de si—Yo arreglaré esto.

—Está bien—se fue, dejándolos asesinarse con la mirada.

Cuando Alex vio que ella, ya no estaba allí, se acercó a Bastien— ¿Cuánto quieres?—le preguntó sin preámbulos.

Bastien se levantó del piso donde había quedado tirado por el golpe de Alex—Bueno…tenía una suma, pero ahora tendré que agregar el costo de los daños a mi persona—sonrió.

—Habla ya, no tengo tu tiempo—trataba de contenerse.

—Unas 10.000 libras serían perfectas. Yo me perdería y nunca más sabrían de mí.

Alex negó con la cabeza—No te importan , ni ella ni tus hijos ¿Verdad?

—Sí, me importan, pero sé que tú los cuidarás bien. Claudine nunca fue mujer de campo, siempre supe que tenía que haberse casado con un noble. Es una mujer tremendamente hermosa y elegante, se nota que tiene sangre noble en sus venas.

—Eso no tiene importancia, estuviste lejos todo el tiempo, los dejaste por su cuenta, si yo no hubiera comprado la propiedad, ni siquiera la habría conocido y entonces ¿en dónde estaría ella con tus hijos? Estaban bastante mal cuando yo la conocí.

En el rostro de Bastien hubo un fugaz asomo de pena, sin embargo, segundos después nuevamente volvió a ser un hombre frío—Pero ese no fue el caso y en vista de que ella te prefiere a ti a la vida de riqueza que le das, no me queda más que hacerme a un lado y tratar de rehacer mi vida en algún lugar, donde ustedes no se vean afectados.

—¿Cómo sabré que desaparecerás para siempre?

—Tienes mi palabra

—¿Y eso vale algo?—le dijo con sarcásmo.

—No te queda otra alternativa, puedes creerme y darme el dinero o esperar a que le cuente a todo el mundo, que mi amada esposa es una bígama y su esposo un cornudo. Porque te aseguro, que la gente pondrá en entredicho su reputación y dirán que todavía hay algo entre nosotros.

—No sé cómo pudo Claudine, casarse contigo, darte hijos. ¿Que vio en ti? Eres un desgraciado sin honor alguno—lo miró con desprecio y le dio una tarjeta—Este es el nombre y la dirección de mi abogado, él te dará tu dinero y jamás volverás a nuestras vidas. Tendrás que firmar un contrato, ya que esto es como cualquier negocio, pero créeme que si decides volver a molestar a mi familia, no me importará en absoluto que le digas a todo el mundo que ella es bígama, porque incluso antes de que lo pienses hacer, yo te mataré con mis propias manos. No soy de los que mandan a hacer las cosas.

Bastien vio la firme promesa de que lo haría en sus ojos  y supo que si no se andaba con cuidado podría perder mucho más que el dinero que quería—Bien, así se hará entonces.

—Mañana en la mañana, ve al despacho de mi abogado, él te entregará el dinero y te quiero fuera de este pueblo enseguida. Al lugar donde sea que te vayas a vivir, hazlo a más de cinco días de camino de aquí. ¿Me entendiste?

Bastien se burló—sí, señor ¿Algo más?

—No , nada más, pero te estaré vigilando, no me gusta que me tomen por tonto— se dio la vuelta para marcharse.

—¿No me preguntarás si me acosté con tu esposa? Nadie podría culparla después de tener que compartir la cama con un monstruo.

Ese fue el momento en que perdió los estribos y se abalanzó encima de Bastien, lo golpeó varias veces y este le devolvió los golpes, pero Alex era mucho más acuerpado que él y al final, lo vio caer en el piso y colocó sus manos alrededor de su cuello. Cuando estaba casi azul, lo amenazó—Nunca vuelvas a hablar de mi mujer, ella es una dama y tú no eres nadie—lo levantó y el hombre se tambaleaba—Ahora, lárgate de aquí, antes de que me olvide del dinero y acabe contigo aquí mismo. No sé qué tienes en la cabeza, pero si al menos tuvieras un poco de vergüenza, no hablarías así de la mujer que te amó y te dio dos hermosos hijos, deberías besar el piso por donde ella camina y sin embargo decides chantajearla y avergonzarla solo por dinero.

Bastien se quedó allí, mirando cómo se alejaba el hombre que ahora estaba con su familia. Le dolió, no podía decir que no, pero al tiempo sentía una cierta libertad, que no sentía desde hacía mucho y era porque sabía que a pesar de que tenía dos hijos con Claudine, nunca se sintió un hombre de familia, él no podía con todas esas responsabilidades que solo lo hacían sentir como si se le faltara el aire. No era un  desalmado y por eso, prefería alejarse de ellos, pues sabía que sin él, estarían mejor.

 

Alex le pagó al cochero del carruaje alquilado y se subió al suyo, donde lo esperaba adentro, Claudine.

—¿Qué sucedió?—le preguntó alarmada al ver los golpes en su rostro.

—Nada que le importe, señora. Cuando lleguemos a la casa tenemos mucho de qué hablar y quiero que sea completamente sincera conmigo, de eso depende su futuro—su rostro como el granito, y su mirada glacial, hicieron pensar a Claudine que su matrimonio, podía terminar esa misma tarde.

El camino, se hizo eterno y al llegar, él se bajó sin darle si quiera la mano para ayudarla. Estaba furioso y ella sintió miedo.

Los dos se encerraron en su despacho y ella se quedó allí de pié sin decir nada.

—Y bien? —preguntó él.

—Yo no te lo quise decir porque tenía miedo de lo que pensarías y no quería tampoco que un escándalo te dañara.

— ¿A mí o a ti? ¿Cuál era exactamente tu miedo Claudine?

—Temía por ti, ya te lo he dicho—le habló desesperada viendo su expresión de incredulidad.

—No lo creo. Pienso que tu miedo era dejar todas las comodidades que tienes ahora, la vida a la que te has acostumbrado y muy seguramente no perdiste lo que sentías por él. Como debiste alegrarte cuando el apareció. Compartir cama con él, tuvo que ser mejor, que compartirla con un desfigurado como yo.

— ¿Cómo te atreves?—gritó—Yo jamás tuve nada con él, he respetado este matrimonio desde el principio y no porque me tocara hacerlo, sino porque deseaba hacerlo. Yo te amo!

—Sí, por supuesto—dio un paso más cerca de ella—De todas formas, creo que voy a privarte del placer de estar conmigo y de ahora en adelante , así que vivirás en esta casa  y guardaremos las apariencias, pero no habrá nada más entre nosotros. Y que quede claro que si vas a seguir en esta casa, no es por ti, lo hago por los niños y porque no quiero hacer el papel de cornudo delate de toda la sociedad.

—Porque me haces esto? Yo te juro que no hice nada malo, pero sino me quieres creer, no voy a rogarte. Mi conciencia está tranquila.

—No me interesa escuchar lo que hay en tu conciencia.

Claudine, buscó el hombre gentil, que le mostraba amor, que siempre disfrutaba de su compañía y la hacía sentir amada, pero no lo encontró. Solo había un ser amargado y lleno de rabia. El mismo hombre que había sido antes.

—Me iré a la finca y pasaré allí el tiempo, también estaré en mi casa de la ciudad y obviamente tendremos que dejar vernos juntos en algunos momentos para no levantar sospechas.

—Por favor, Alex, escúchame solo un momento.

—No hay nada que decir. Ya vi suficiente esta tarde.

— ¿Qué pasara con Bastien?

Alex la miró furioso—¿te importa mucho lo que suceda con él?

—No es que me interese…lo que pasa es que quiero saber si va a seguir chantajeándonos.

—Ya ese asunto está arreglado. Él no volverá y yo tampoco—pasó muy cerca de ella y salió de la habitación.

 

 

 

Claudine estaba en su habitación, vomitando de nuevo.

—Voy a decirle al doctor que venga, no es normal que todos los días se levante así de mal. Además sospecho que está embarazada.

Claudine alzó la mirada hacia Rosalind—¿Lo crees?

—Estoy segura, son los mismos síntomas de siempre ¿Cómo no se habías dado cuenta con dos hijos que ha parido ya?

—No lo sé…tal vez, no he querido ponerle atención, he estado demasiado preocupada con lo que está pasando en mi matrimonio. Veo tan poco a Alex y ahora me han dicho que lo vieron con una mujer en la capital.

—No creo en chismes. He visto como la mira Lord Hylton sé que él no haría algo así.

—Tal vez…pero él está muy herido, piensa que le he sido infiel y es por eso que puede tratar de pagarme de la misma forma...

—Cuando se entere de que será padre, estará feliz, y todo este problema se solucionará.

—Llama al doctor—le dijo más animada—cuando me lo confirme, preparé el viaje a la capital. Tengo que decírselo enseguida—sonrió tocando su vientre.

 

Al día siguiente ya estaban armando viaje a la capital. Claudine estaba feliz, al saber que efectivamente estaba embarazada. Ya podía ver la cara de Alex y su felicidad.

Pasaron dos días antes de poder llegar, había sido un poco incómodo, ya que los caminos estaban llenos de barro y eso hacía que el coche se atascara unas veces y los retrasara, pero además era imposible pasar por algunas partes. Por fin llegaron a Londres y fueron a casa de Alex en Mayfair. En el momento en que el carruaje se detuvo en la entrada de la casa, ella vio una mujer alta, rubia, muy voluptuosa, que salía de la casa y se subía a un coche que la esperaba.

—Entonces era cierto—sus labios fruncidos de rabia.

—¿Qué era cierto?

—Lo de la mujer con la que anda Alex.

—No se preocupe por eso ahora, los hombres a veces buscan maneras de desahogarse con otras mujeres y eso no implica que las quieran, pero estoy segura de que esta mujer que salió, no es nada suyo.

—No me interesa si la quiere o no. Él es mi marido y no lo pienso compartir.

Rosalind hizo un gesto con la mano, quitando importancia al asunto—Ahora lo que debe suceder es que usted le diga lo que está pasando para que él se devuelva con nosotras a casa y esta discusión  entre ustedes termine.

El mayordomo la anuncia y Alex la recibe en su habitación.

— ¿Cómo has estado?

—No tan bien como tú, al parecer.

¿Por qué lo dices?

—Por la mujer que vi salir de la casa.

—Es solo una amiga, eso es todo—no le dio más explicaciones.

—¿Una amiga con la que compartes intimidad?

—Eso es algo que ya no te importa Claudine, creí haber sido claro en lo que respecta a nuestra relación.

—Al parecer no fuiste muy claro, porque en ningún momento me dijiste que saldrías con mujeres, mientras estas casado conmigo.

—Tú y yo, no estamos casados, solo mantenemos las apariencias.

—Merezco respeto, Alex—le dijo con lágrimas en los ojos.

—Ese respeto lo perdiste el día que decidiste ocultarme tus encuentros con tu supuesto difunto marido.

—¿Cómo puedes ser tan cruel?

Alex sintió un dolor en el pecho, no quería hacerla sufrir, pero por otro lado, cuando recordaba lo que había sucedido se llenaba de ira y su necesidad de demostrar que no era un idiota frente a ella, surgía.

—¿Es tu amante?—le preguntó con miedo a la respuesta.

—Sí, ha sido mi amante todo el tiempo. Cuando me casé le di una cuantiosa suma de dinero para que no tuviera que depender de nadie más el resto de su vida. Somos buenos amigos y cuando se enteró de que estaba aquí vino a visitarme, pero ahora que estoy solo, hemos salido más a menudo.

—Es decir que no querías hacer el papel de cornudo, aun cuando yo no te he faltado, pero si deseas que yo haga ese papel y todo el mundo me señale como la pobre idiot, a la que su marido deja tirada para irse a ver con su amante en la capital.

—Bueno…si lo quieres poner en esa forma…

—Bien, te agradezco que me hayas ayudado a entenderlo. —se alejó de le y salió de la habitación casi corriendo, no supo cómo bajó las escaleras  sin caerse y con la vista borrosa por las lágrimas le dijo a Rosalind que se fueran.

—Vámonos

—Pero el cochero acaba de irse a guardar los caballos.

—No me importa si tenemos que alquilar un coche, nos vamos ahora.

—Mi niña, adonde nos vamos a ir con este tiempo y a estas horas?

—Ya le dije a mi cochero que las lleve a un hotel—dijo una voz detrás de ella.

—No necesito nada de ti, solo quiero llegar a la casa y empacar mis cosas.

— ¿Adónde iras? ¿A la finca? Creo que se te olvida que ese lugar ya no es tuyo.

—Claudine lo miró con ojos llenos de pesar y decepción—Ya lo sé, Lord Hylton, pero no se preocupe, podrá seguir haciendo su vida con su amante sin impedimentos. Yo salgo de su vida hoy mismo.

—No irás a ningún lado a estas horas, si quieres largarte lo harás mañana, no ahora.

— ¡No!—le gritó—Tú no eres mi dueño, me voy ahora—se dirigió a la puerta, pero en ese momento el la haló fuerte del brazo y ella trató de zafarse. La fuerza que hizo la empujó hacia atrás y cayó de costado. Afortunadamente Alex tuvo buenos reflejos y alcanzó a sostenerla de manera que no se golpeó muy fuerte, aunque el susto la hizo sentir un calambre en el vientre, que le dijo que algo no estaba bien con su embarazo. Se tocó el vientre, el dolor era agudo y gritó.

— ¿Qué sucede?—le preguntó preocupado.

—¡Me duele!—volvió a gritar.

—Oh por Dios—exclamó Rosalind asustada—hay que llamar a un doctor ahora mismo, puede estar perdiendo a la criatura.

Alex se quedó paralizado— ¿Embarazada?

—Sí, ella apenas lo supo hace un par de días y venía a contárselo, por favor haga algo, se lo pido.

—Jorge, llama al doctor ahora—le ordenó al mayordomo, que enseguida fue a cumplir la tarea.

Mientras, la cargó y la llevó de nuevo a su habitación, la recostó en su cama  y se quedó mirándola—Te ibas sin decírmelo—no fue una pregunta, era solo un hecho.

—Tú no quieres saber de mí y estás dispuesto a juzgarme sin haberme escuchado. Tú núnca supiste como pasaron las cosas, no preguntaste nada en la casa, para ver si era verdad lo que decía. Tu simplemente decidiste que era culpable de todo—le dijo llorando.

—Por favor, señora, no llore, debe calmarse por el bebé.

Claudine trató de hacerlo y no habló nada más.

Más tarde el doctor llegó y la examino por un rato. Cuando salió, le habló muy seriamente a Alex—Es un embarazo bastante delicado, ella está muy nerviosa, lo que pone nervioso al bebé y puede causar que lo pierda. No puede exaltarse para nada, este embarazo debe ser tranquilo para ella.

—Entiendo—respondió él.

—Si hace todo lo que le dice, el bebé nacerá bien. ¿Verdad?

—Eso no lo podemos saber hasta que se cumplan los nueve meses, Lord Hylton, pero yo creo que hay una gran posibilidad de que así sea—le palmeó el hombro. Era el doctor de la familia, conocía a sus padres desde siempre.

—Muchas gracias, doctor. ¿Lo veré en unos días?

—Por supuesto, vendré nuevamente para ver cómo va lady Hylton.

—Muy bien, Jorge lo acompañará a la puerta y gracias de nuevo.

—No hay de que—el hombre salió de la habitación y Alex se quedó allí vigilando el sueño de su esposa.

 

 

*****

 

 

Claudine se despertó un poco mareada, trató de abrir los ojos, pero los sentía muy pesados. Una mano tocó la suya, y supo que era él.

—No te esfuerces, perdiste sangre y llevas un día sin probar nada

— ¿Un día? Cuando habló no reconoció su voz. La garganta le dolía.

—Has estado durmiendo el día entero, desde ayer y ya es de noche. Hemos tratado de darte algo de comer pero no has querido levantarte.

— ¿Mi bebé?—le preguntó ansiosa.

—Está bien, por ahora. Debes alimentarte, el doctor dijo que debes comer y estar la mayor parte del tiempo en cama. Estuviste a punto de perder el bebé.

Claudine no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, de solo pensar lo que habría pasado sin la ayuda del doctor.

—Tú no me quieres aquí y yo tampoco quiero estar aquí, lo mejor será que me vaya en cuanto el doctor lo permita.

—No te irás de aquí.

— ¿Quieres que pierda la criatura? ¿No te das cuenta de que si estamos bajo el mismo techo, esto será un infierno para los dos?

—No lo será—tocó su mano. —Yo no apruebo la forma en que manejaste las cosas hace poco, pero te prometo que te dejaré en paz. No tendrás un solo disgusto en esta casa y tu embarazo será el más tranquilo. Yo tampoco quiero que pierdas el bebé—la miró directamente a los ojos.

Claudine sintió cierta tranquilidad al saber que por lo menos no pensaba que era hijo de Bastien, pues hasta hace poco la tenía por una descocada, que se había acostado con otro hombre. Si se preocupaba por el bebé, eso solo indicaba que lo aceptaba como suyo.

—Me alegra que quieras al bebé.

—Como no lo iba a hacer, si es mi hijo.

— ¿Qué horas son?

—Las seis de la tarde—se puso d pié y ella sintió el frío, cuando dejó de tocar su mano. —Voy a llamar a Rosalind, para que diga en la cocina que te traigan algo de comer—salió de la habitación y enseguida entró el ama de laves, junto a Rosalind.

—Miladi—fue a abrazarla—Alabado sea Dios.

Ella nunca le decía miladi, siempre le decía mi niña o señora, pero se imaginó que ya que estaba enfrente de Alex y viendo su mal genio de los últimos días, lo mejor era guardar las distancias.

— ¿Cómo se siente?

—Un poco mareada

—Ya mismo le hago traer un caldo.

La cara de Claudine, lo dijo todo.

—Tiene que comerlo miladi, eso es lo más suave para su estómago en este momento.

—Solo un poco, no creo que pueda pasar mucho alimento.

Rosalind, se animó—Muy bien, le traeré poco, pero por lo menos será algo.

 

 

A la mañana siguiente Claudine se despertó un poco más animada, dando gracias a Dios porque no había perdido a su hijo. Vio que parecía bien entrada la mañana y trató de levantarse.

—¿Qué haces?

Ella brincó del susto. No había notado que Alex estuviera en su habitación.

— ¡Me asustaste! —lo miró de reojo—Solo quería levantarme.

—Deja que te ayude.

—No hace falta—lo que menos quería era que él la tocara y sentir ganas de que la abrazara o le dijera palabras de cariño, como antes.

Él no hizo caso y se acercó, la tomó por la cintura y de un solo movimiento la levantó— ¿Dónde quieres que te deje?

—En…en... En la silla de la mesita auxiliar estará bien, allí puedo ver por la ventana.

—Bien—la dejó allí y enseguida se incorporó—Voy a salir un momento, dejaré que vengan a atenderte.

—Está bien—ni lo miró.

Alex estaba arrepentido de haber causado que ella casi perdiera al bebé, pero no sabía qué hacer con toda esa rabia contenida. Cada vez que pensaba en como ella le había ocultado las cosas , quería sacudirla y preguntarle que hizo mal para que pensara que no podía contarle lo que estaba sucediendo. Salió de la habitación y como si la hubiera llamado con el pensamiento, llegó Rosalind.

—Buenos días, milord. ¿Ya se ha despertado?

—Acaba de hacerlo, te espera para que la atiendas.

Ella asintió y enseguida se dirigió a ver a Claudine. La encontró viendo el paisaje a través de la ventana con la mirada perdida.

—Buenos días.

—Buenos días Rosalind—le respondió sin dejar de ver hacia afuera—Que hermosos están los árboles, tan llenos de frutos y flores.

—Se nota la primavera, en donde quiera que uno va.

—Ya lo creo, todo crece y florece.

—Como tú , mi niña.

Claudine no pudo evitar reírse, aunque hasta eso le dolía—Espero parecerme en lo de florecer y no tanto en lo de crecer, definitivamente no quiero verme gordísima.

—No te hará daño, que tu cuerpo cambie un poco—la tomó del brazo—¿Quieres lavarte?

—Sí, me gustaría darme un baño y desayunar.

—Muy bien, bajaré para decir que te y traigan agua caliente y un desayuno no muy copioso; unas tostadas con mermelada de manzana que encontré en la despensa, panecillos, jugo de naranja y algo de jamón.

—Qué bueno, que solo es algo ligero—se rió.

—Tienes que comer por dos ahora, lo sabes.

Claudine se tocó el abdomen, todavía plano—me parece que fue ayer cuando mi Julia nació, apenas hace pocos meses le dejé de dar pecho y ahora nuevamente hay vida dentro de mí.

—Así es, mi niña. Sé que piensas que él no está feliz, pero te aseguro , que está contento y preocupado por ti.

—Tal vez, sea verdad—le dijo a Rosalind, aunque lo que no expresó, fue que se sentía muy dolida con él y por la forma en la que tan descaradamente le había hablado de su amante. Amaba a ese bebé porque estaba segura de que era fruto del amor, pero no quería verlo todo el tiempo o saber de sus andanzas en la ciudad. Solo quería paz.