Notas
I. LA CUMBRE DE LA CREACIÓN
[1] Faujas-Saint-Fond, B., 1799. Histoire Naturelle de la Montagne de Saint-Pierre de Maastricht. París, págs. 59-67. Este relato sobre el mosasaurio de Maastricht fue escrito durante la era revolucionaria por un profesor de Geología del museo de París y, naturalmente, apoya al científico Hoffmann y describe al clérigo Godin como el villano.<<
[2] Para un informe sobre Cuvier, Lamarck y la extinción véase: Rudwick, M. J. S., 1972. The Meaning of Fossils. Londres y Nueva York. El trabajo zoológico de Cuvier es tratado en la obra de Coleman, W., 1964. Georges Cuvier: Zoologist. Cambridge, Mass. El concepto del plenum y su influencia sobre el pensamiento científico, especialmente en lo referente a la idea de la extinción se puede encontrar en: Lovejoy, A. O., 1964. The Great Chain of Being. Cambridge, Mass., capítulos 8 y 9.
Cuvier demostró no sólo la desaparición de los mastodontes sino que continuó investigando al Megatherium paraguayo, o perezoso terrestre gigante, y al mamut siberiano. Cuvier sugirió que se había producido una revolución violenta en el pasado reciente de la Tierra que había exterminado gran parte de la vida animal. Cuando Cuvier supo de la existencia de reptiles mesozoicos más remotos modificó su teoría, diciendo que había habido repetidas catástrofes y que, tras cada una de éstas, había aparecido una fauna nueva de aspecto más moderno. El progresionismo de Cuvier tuvo que ser rectificado tantas veces con el descubrimiento de un número creciente de animales, extinguidos que, en 1849, ya se necesitaban 29 catástrofes. Naturalmente, cada creación nueva se iba asemejando cada vez más a la siguiente, de forma que, finalmente, el conjunto del edificio se derrumbó bajo su propio peso. Fue remplazado por la teoría de la evolución de Darwin en 1859. Véase: Bourdier, F., 1969. Geoffroy Saint-Hilare versus Cuvier: la campaña en favor de la evolución paleontológica (1825-1838). In Schneer, C. J. (ed.), 1969. Toward a History of Geology. Cambridge, Mass., págs. 36-61. Esp. pág. 60.<<
[3] Cuvier, G., 1836. Recherches sur les Ossimens Fossiles. 4.a ed., París, pag. 175.<<
[4] Buckland, W., 1837. Geology and Mineralogy. 2.a ed., vol. 1, pág. 217.<<
[5] Ibid., pág. 220<<
[6] Buckland, W., 1824. «Notice on the Megalosaurus or great fossil lizard of Stonesfield». Trans. Geol. Soc. Londres, serie 2, vol. I, págs. 390-96.<<
[7] Mantell, G., 1825. «Notice on the Iguanodon, a newly discovered fossil reptile, from the sandstone of Tilgate forest, in Sussex». Phil. Trans. Roy. Soc., 115, págs. 179-86. Las opiniones de Mantell sobre estos grandes «Lagartos Fosilizados», como los llamaba, se pueden encontrar en: Mantell, G., 1833. The Geology of the South East of England. Londres. Este libro también contiene el primer informe publicado del Hylaeosaurus desenterrado el año anterior en el bosque de Tilgate.<<
[8] Buckland, W., 1835. «On the discovery of fossil bones of the Iguanodon, in the iron sand of the Wealden formation in the Isle of Wight, and in the Isle of Purbeck». Trans. Geol. Soc. Londres, serie 2, vol. 3, págs. 425-32.<<
[9] Once años antes, en 1830, Hermann von Meyer ya se había anticipado a Owen. Meyer había dividido los reptiles fosilizados y había agrupado al Megalosaurus e Iguanodon debido a sus pies paquidérmicos. Definió a estos «paquipodos» como «saurios con extremidades semejantes a las de los mamíferos terrestres voluminosos». Owen, R., 1874-1889. Monograph of the Fossil Reptilia of the Mesozoic Formations. Sociedad Paleontográfica, págs. 201, 595 et seq. El gran protagonista de Owen, Thomas Henry Huxley, insistió en otorgar a Meyer el crédito de haber apreciado la importancia del grupo con gran disgusto de Owen. De hecho, como arguyó Owen, la clasificación de Meyer eran solamente un orden tabular y Meyer no había publicado sus razones para agrupar a los dinosaurios. Owen, por otro lado, se había esforzado mucho para descubrir las diferencias anatómicas existentes entre los dinosaurios y otros reptiles.<<
[10] Owen, R., 1841. «Report on British Fossil Reptiles». Report of the Eleventh Meeting of the British Association for the Advancement of Science, págs. 60-204. Véase especialmente la pág. 103.<<
[11] Ibid., págs. 142-3.<<
[12] Ibid., pág. 110.<<
[13] Ibid., pág. 200.<<
[14] Lamarck. J. B., 1809. Philosophie Zoologique. París. Traducido al inglés como Zoological Philosophy por Elliot, H. (1914, Londres; 1963, Nueva York). Véase el prólogo de la pág. 2 de la traducción de Elliot.<<
[15] Owen, op. cit. (10), pág. 196.<<
[16] Ibid., pág. 202.<<
[17] Ibid., pág. 204 (nota al pie de página).<<
[18] Desmond, A. J., 1974. «Central Park’s fragüe dinosaurs». Natural History, 83 (8), págs. 64-71. Para consultar las fuentes originales, véase Hawkins, B. W., 1854. «On visual education as applied to geology». Journal of the Society of Arts, 2, págs. 444-9. Owen, R., 1854. Geology and Inhabitants of the Ancient World. Londres.<<
[19] The Illustrated London News, 31 Die. 1853, No. 661. Vol. 23, págs. 599-600. (El Crystal Palace de Sydenham).<<
[20] Owen, obv. cit. (18).<<
[21] The Illustrated London News, 7 de enero de 1854, No. 662, Vol. 24, pág. 22. (El Crystal Palace de Sydenham).<<
[22] The London Quarterly Review, 1854, 3, (5), págs. 232-79. «La cena con el fósil» y la valoración de los monstruos se encuentran en las páginas 237-9. Para la reacción popular véase The Westminster Review, 1854, 62 (6), págs. 540-41.<<
[23] Dickens, C. J. H., 1853. Bleak House, Londres.<<
[24] Bakker, R. T., 1968. «The superiority of dinosaurs». Discovery (New Haven), 3 (2), págs. 11-22. Véase la pág. 11.<<
[25] Bogert, C. M., 1959. «How reptiles regulate their body temperature». Scientific American, 200 (4), págs. 104-20.<<
[26] Ibid.<<
[27] Colbert, E. H., Cowles, R. B., y Bogert, C. M., 1946. «Temperature tolerances in the American alligator and their bearing on the habits, evolution and extinction of the dinosaurs». Bull. Am. Mus. Nat. Histo., 86, págs. 331-73.<<
[28] Colbert, E. H., Cowles, R. B., y Bogert, C. M. 1947. «Rates of temperature increase in the dinosaurs». Copeia, 2, págs. 141-2.<<
[29] Colbert, E. H., 1962. Dinosaurs: Their Discovery and their World. Londres, pág. 207.<<
[30] Bogert, op. cit. (25).<<
[31] Ibid.<<