Capítulo 7
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— ¿Qué ha pasado pequeña? ¿Por qué estás así?
— MamaLuise.— dije desconsolada – ya no puedo más.
— Mi niñita, mi niñita linda. Ven, levántate y ven conmigo. Te secaré, te preparare algo caliente y te acurrucaré en mis brazos hasta que consigas dormirte. Ven. — me hablaba como a una niña. Como la niña desvalida que era en ese momento.
Me dejé llevar. No tenía fuerzas ni para caminar. Era como si me hubieran metido un Valium en vena y no controlara las extremidades. Tal y como ella había dicho lo hizo, y sólo cuando estaba entre sus brazos acariciándome el cabello me sentí más sosegada. Era como mi segunda madre.
— Ben se ha enterado de todo, MamaLuise — le dije mientras dejaba que la anciana me quitara la camiseta empapada.
—! Chiss! Ya ha pasado todo ,— me susurró dirigiéndose a un pequeño armario blanco a recoger varias mantas. Me cubrió con una de ellas.
— No lo sé MamaLuise, no lo sé. Me siento como si me hubiera quitado un peso de encima al saber que ya lo sabe todo, pero a la vez me hubiera gustado contárselo de otra forma. No sé, más serena para que no me hubiera visto como me vio. Su cara, sus ojos, eran de un sufrimiento total. Siento un gran vacío en mi pecho y un gran dolor en mi corazón.
— Eso se llama amor, pequeña. Ese nudo que tienes ahí, se llama amor. Y es maravilloso que te esté ocurriendo. Debiste contárselo desde un principio y te hubieras quitado todo este sufrimiento inútil que estás pasando. Deja a los fantasmas pasados, ahí, en el pasado, e intenta labrar un poco un mañana. Todo se andará mi niña. Ahora te toca ser una persona feliz. Y él es tu destino. No lo estropees con tus miedos.
— No son miedos, MamaLuise,son realidades. Ese maldito malnacido sigue ahí fuera seguramente tras de mí. Y yo no puedo avanzar. Tu sabes lo que es capaz de hacer.
— Quizás deberías plantarlo cara, tal vez no se lo espere y entonces se pueda solucionar.
— ¿Crees que si yo intentara seguir con mi vida, con Ben, a pesar de todo Él se olvidaría de mí?— mi voz estaba cargada de agonía. Ladee mi cabeza en signo de negación mientras una lágrima rodaba por mi mejilla —Me dijo que le mataría si le volvía a ver conmigo.
— No, no creo que se olvidara de ti. No lo ha hecho en estos últimos años, pero estoy segura que tu desobedecimiento le desconcertaría. El disfruta viéndote así. ¿no te das cuentas? Se vería más impotente, más rabioso y desesperado y entonces bajaría la guardia. Caería en algún error en algún momento.— hizo una pausa para cogerme de la barbilla y alzarme el rostro hacia ella— Mery eres una buena niña, siempre lo fuiste. Has de ser feliz. Inténtalo al menos y no dejes escapar esta oportunidad de serlo junto a ese chico.
— Si, Ben es un buen tipo. — le exclame bajando mi cabeza de nuevo.
— Si, es un buen partido, .— se rio MammaLuise – y está loquito por ti. Debes elegir entre el amor de tu vida y el odio a tu pasado. Ahora cierra los ojos y solo piensa en él. Bueno y en el nombre que quieres que le pongamos al ternero de Abigail, ya nació anoche.
—! Oh¡ y también me lo perdí. . — dije ya medio dormida.
Las charlas con MamaLuise siempre fueron fructíferas y serenas. No fui capaz de confesarla en ese momento que Ben y yo ya no estábamos juntos. Que solo permanecía en mi esos sentimientos y que había sido yo la que le obligue a dejarme. Siempre sus palabras calmaban y siempre sus palabras tenían la verdad. Me acurruqué cuanto pude contra su pecho y esperé a que el sueño viniera a mi. A pesar de lo cansada que estaba parecía no querer darme tregua. Mi mente siempre se desviaba al mismo lugar. El dolor me encharcó de nuevo, tan intensamente, que parecía haber estado esperándome para hacer más daño. Sufría por él, sufría por mi amor. Me sentí la mujer más innoble que jamás había visto. Con ese fantasma me dormí. Esa noche no tuve pesadillas. Esa noche no tome mi pastilla.
En cuanto desperté al amanecer y desayuné el suculento manjar que mi vieja amiga me había obligado a tomar, me dirigí hacia la casa. Durante el pequeño trayecto que iba de la humilde casita a la gran casa, mi cuerpo temblaba sin control. Al traspasar el último umbral de la obscuridad que formaba tanto árboles, pude ver el resplandor que asomaba al fondo. Allí estaba la puerta principal. Regresaron a mi mis más terribles recuerdos. Me había dejado, me había abandonado. Y yo era la única culpable de ello.
No sabía lo que había pasado después de salir huyendo de allí. Había pasado toda la tarde y toda la noche fuera y nadie había ido a buscarme por lo que desconocía lo que me iba a encontrar. Tenía nervios, muchos nervios. Sobre todo por ver a Ben. No sabía cómo iba yo a actuar ante él, pero lo que verdaderamente me preocupaba era como iba él a actuar frente a mi después de conocer mi pasado. Seguro que me vería despreciable. Mi forma de pensar, aunque con recelo, había cambiado esa noche tras la conversación con Mama Luise, tras mi ataque de sinceridad rabiosa, tras mi derrota ante mi orgullo. Pero a la vez estaba desconcertada ya que no me hubiera importado que él esa noche hubiera salido a buscarme. En el fondo lo esperé.
Al llegar a casa estaba todo en silencio, sólo vi a los chicos merodeando por el exterior, fumándose un cigarrillo mientras intentaba taparse con el gorro. Hacía mucho frío y se avecinaba tormenta. Uno de ellos alzó su mano dándome la bienvenida con un rápido movimiento. Entré en casa y al no oír movimiento alguno, me imaginé que todos aún dormían. Me dirigí a mi habitación a darme un buen baño caliente. Entre en ella y al ir a quitarme la camiseta llamaron a mi puerta.
—¿Mery? .— pregunto Ben a través de la puerta golpeando con los nudillos sobre ella. Era su voz. Sonaba tranquila y sosegada pero de lo más melancólica y abatida, con un tono dulce pero firme.
Por fin, Ben se dirigía a mi. Corrí emocionada como una niña a abrir la puerta de mi dormitorio, a tirarme a sus brazos, a decirle cuanto le amaba y cuanta estúpida había sido en estos días con mi comportamiento. Que le había mentido ayer en el lago. Sentía visceralmente mariposas con su posible perdón en algún lugar profundo de mi interior. Estaba decidida a pedirle perdón y a entregarme a mi futuro, mi nuevo futuro junto a él. Abrí y allí estaba él. Tan hermoso como siempre. Llevaba una camisa negra impecable y totalmente ceñida a su tórax. Hacía que a través de ella se pudiera deslumbrar aquellos pectorales. Llevaba las mangas remangadas hasta el codo y los botones a medio abrochar. La llevaba por encima de unos vaqueros gastados como si no hubiera terminado de vestirse aún. Su cabello perfectamente peinado pero aún mojado por la ducha lucía esplendoroso. Su rostro parecía impasible desde la distancia, pero sus ojos me parecieron tan azules y expresivos, como yo no recordaba. En su boca se dibujaba una pequeña sonrisa. Quizás de victoria, quizás de infalibilidad.
— Dime.— le conteste balbuceando y sin apenas aguantarle su mirada.
— Alice salió junto con Thomas ayer tarde, aprovechando el viaje de regreso del veterinario. Había ya que comprar provisiones y quería también acercarse a la comisaria para ver si había alguna noticia nueva. Quise regresar con ellos pero no había suficiente hueco para todos.— eso lo dijo frotándose las sienes a modo de desencanto— Me dijo que te diera el recado. No quisimos molestarte anoche. Te buscamos por aquí cerca y al no encontrarte, Alice dedujo que estarías en casa de la guardesa. Creyó que era mejor dejarte a solas.
Hubo un pequeño silencio. Un espacio de tiempo muerto en el que Ben solo se limitó a observarme. El me miraba, como siempre hacía, fijamente a mis ojos, ahora más afligidos que nunca. Vi como sus ojos se entrecerraron con una mueca de dolor mezclada con miedo pero ¿a qué?. Al final los cerró y suspiró, como si le costara continuar.
— ¿Estás bien Mery?
— Si, ahora sí —— le contesté. Sus palabras demostraban algo de indiferencia y muy superficiales. No sé, parecía estar actuando. —Veras Ben yo siento todo esto….
— No ahora no te preocupes por mí, por todo esto.— me interrumpió – Descansa, pareces aún agotada.
Se giró para irse y no hubo andado un par de pasos cuando regreso a la misma posición en la que se encontraba. Yo tampoco me había movido de allí. Estaba echa un desastre, toda sucia de barro, despeinada y con la misma ropa de los dos días anteriores. Pero no me importaba que me viera así. Ahora me sentía con fuerza.
— Veras Mery,— balbuceó, como si no se atreviese a decir lo que quería decir. —Cuando Alice regrese de su viaje seré yo el que aproveche el transporte para regresar a Canadá. Ya he agotado mis días libres y me he de reincorporarme al nuevo rodaje en breve. Siento no haber podido ayudarte más, así que mi labor aquí ya no tiene sentido. El que siga aquí no parece lógico. Así que aprovecho ahora, para despedirme y desearte todo lo mejor.
Y se marchó. Me quede inmóvil, paralizada. No me esperaba esa reacción por su parte. Yo pretendía abrazarme a él y pedirle mil perdones por mi comportamiento. Pretendía hablar con él tranquilamente y que supiera de mis sentimientos. Pero me equivoqué. Se mostró frío y huidizo, como si ya se le hubiera agotado sus cartuchos o peor aún, como si yo ya no le interesase. Yo era la única culpable de todo ello. Por no haberle contado todo desde el principio o tal vez porque ahora era él el que decidía que ya no le interesaba. Volvía a dudar ahora si el que supiera mi verdad fuera todo lo positivo que todo el mundo me aseguraba era. Yo era la única culpable de todo ello. Mi corazón estaba hecho jirones, solo sentía desgarros en el alma.