Capítulo 2

Cuando no quieres que llegue un día especifico parece que el reloj hace pasar las horas más deprisa de lo habitual, y cuando me quise dar cuenta estaba frente al vestidor intentando pensar en que vestido ponerme en el que no me sintiera incomoda y con qué zapatos combinarlos en los que pudiera pasar varias horas sin tener que quitármelos delante de tantos invitados. Para colmo el evento empezaba antes de lo habitual, lo cual me desconcertaba, ya que antes de las once de la noche no había tenido que asistir a ninguno y como muy tarde a las dos ya me encontraba en la cama, pero ésta empezaba a las nueve y a saber cuándo podría escabullirme de ella. Esta noche pasada también tuve que tomar la maldita pastilla para poder dormir algo y no llegar con ojeras kilométricas.

— Mery, ya estás lista.— chilló desde el recibidor Alice.— Apenas nos quedan unos minutos y aún tenemos que atravesar toda la ciudad para llegar. Hoy también llegaremos tarde – refunfuñó.

— Ya voy, sólo me queda coger el chal y ya estoy lista.— contesté mientras me apresuraba a bajar por las escaleras bien agarraditas al pasamanos para no caerme. Tenía toda la razón del mundo. Lo había dejado todo para última hora, como siempre que tenía que ir a esos malditos actos de beneficencia, pera esta vez me había liado en exceso con los zapatos. No lograba encontrar algo cómodo que ponerme a la par que elegantes, y al final me tuve que poner los negros de 17 cm de altura. Todo menos cómodo.

— ¡Oh¡ Mery. Estás preciosa. Ese vestido te queda…….. Genial.— me grito Alice toda emocionada con los ojos vidriosos por las lágrimas.

— Anda ya Alice, no seas tan exagerada. No es precisamente nada del otro mundo. Lo único que vale la pena es la persona que me lo regaló. Y lo que me va a recordar esta “noche tan maravillosa” son estos malditos zapatos. No entiendo porque no se puede ir en deportivas a estos actos. Sería lo más normal ¿no crees? — le pregunté de forma irónica mientras me alisaba la falda del vestido con la mano.

— Ja, ja ja. Yo iría con mis vaqueros de hace mil años y tú con tus Nike blancas con cordones verdes.— carcajeó Alice.—, pero va a ser que no. Venga vayámonos o no llegaremos nunca.

— Si venga vamos, cuando antes lleguemos antes regresaremos, o eso creo. – dije metiendo el móvil en el diminuto bolso— ¿porque no harán bolsos de cóctel mas grandes?

— O móviles más pequeños, ja. ja.

Por supuesto que llegamos tarde. Ya estaban casi todos esperando cuando entré por la puerta, y obtuve justo lo que una persona no quiere cuando lo único que pretende es pasar lo más desapercibida posible. Todo el mundo pendiente de mi entrada. Solo esperaba no tropezar con aquellos zancos que me había plantado.

— Mery, bienvenida. Estás espléndida. – dijo Susy saliendo de entre la multitud. No pensé que esa vocecilla tan chillona y que tanto repudiaba, me consolara escucharla entre tanto bullicio.— Están ya todos esperándote. ¿Hoy no viene Alice contigo?, — preguntó mirándome por encima del hombro.

— No hoy no cobrará horas extras.— contesté mordazmente—. ¿Por qué está todo el mundo esperándome aquí de pie en el recibidor?

— Porque eres la anfitriona

— ¿La anfitriona? ¿De qué? .— pregunté alarmada. Aquello me sonaba a encerrona.— ¿No vamos a la zona del teatro?

— No, vamos a pasar al salón.

—¿Al salón?¿ A cuál de ellos? Espero que al azul, ese es más familiar. Aunque aquí veo mucha más gente de la que coge en la sala.

— No al salón azul no. Al naranja.

— Pero Susy , en el naranja solo hay ….. Mesas y sillas – la replique asustada. Mis manos empezaban a sudar al igual que mis sienes.

— Claro. Bueno hoy sólo mesas. Damos un pequeño tentempié antes de la gala.

— Un… tentempié Susy, por Dios.— me eche a temblar. —Porque no me lo habías dicho antes, no… no vengo preparada.

— Porque si te lo hubiera comentado antes te habrías puesto indispuesta o te habría surgido otra reunión o directamente me hubieras dicho que no pensabas venir y no habrías venido seguro. O ¿acaso me equivoco?

Si hubiera podido en ese momento le habría cortado el pescuezo. Un cóctel. Dios, necesitaba un tranquilizante. Me iba a desmallar. Necesitaba ir al baño. Todo me daba vueltas. Me temblaban las piernas. Me sudaban las manos de tal forma que se me resbalaba el bolso de entre los dedos. Me faltaba la respiración. Me dolía el pecho al intentar coger una bocanada de aire. Tenía que refrescarme. Intenté dar un paso para disimular, pero ¿hacia dónde?. Empecé a buscar una salida con la vista para poder escapar de allí, pero entre tanta multitud no podía ver nada. Todos parecían mirarme, todos parecían hablar de mi. Todos parecían vigilarme. Llamaré a Alice y saldré pitando de aquí. Sí, eso es, la llamaré y ya saldaré cuentas con esta mujer…..Alguien me tocó por la espalda.

— ¿Se encuentra bien Mery ?.— me preguntó una voz desde mis espaldas.

Me volví con tanta fuerza por lo inesperado de su tacto sobre mi , que casi vuelco en el intento. Aquella voz me era familiar y me volví a ver quién era como una niña pequeña en busca de la cara de su madre cuando sale de la guardería. Me sentía tan aturdida con la vista casi nublada, que apenas le reconocí.

— ¿Quiere que salgamos a fuera un poco? Está muy pálida.

— Si gracias.— le contesté desesperada .

Era él. Ben. Ben Yurit. Me agarre a él como si le conociera de toda la vida, pero es que si no lo hubiera hecho me habría caído redonda al suelo. No me había vuelto a acordar de él desde aquella noche, pero me vino de perlas el encontrarlo en ese momento. Sólo quería desaparecer de allí en esos momentos. Así que salí al exterior con gusto.

— ¿Está mejor? .— me pregunto. —Pensé que iba a desvanecerse.

— Pues casi. Si, gracias esta pequeña brisa me vendrá bien. – le contesté aspirando profundamente por la nariz con los ojos cerrados y concentrándome en mis respiraciones.— Gracias. Y por favor, no me hable de usted.

— ¿Estas enferma o algo así?

— Algo así. No suelo relacionarme con mucha gente a la vez y toda esa multitud ahí… y cenar y …

— Lo siento, es culpa mía

—¿Culpa suya?

— Si la idea de dar el cóctel antes de la gala y no después, fue idea mía. Y …. También me puedes tutear.

Le observé con indignación por su osadía de cambiar las normas. Mis normas, ¿quien se pensaba que era para hacerlo?, pero se aligeró esa sensación al contemplar como aquellas manos que me fascinaron desde el primer momento se dirigían hacia el pelo. Se lo colocó como si aquello fuera una batalla personal contra su propio remolino capilar.

— ¿Idea tuya? .— volví a preguntar mientras alejaba de mi la idea de arrancarle de raíz aquel mechón rebelde que asomaba de entre sus dedos por haberme metido en este lío.

— Si. Lo siento no sabía que ello te pusiera tan nerviosa. Y era la única forma de que estuvieras un poco más de tiempo en el evento. La otra noche fue terminar tu discurso y desaparecer. La gente murmuraba sobre ello.

— Pues no ha sido una gran idea , y la gente me importa un carajo— le contesté de mala manera y por supuesto muy enfadada— Ahora si me disculpas, tengo que ir a un “cóctel” que espero que no dure más de diez minutos y después a una “gala” que te prometo no durará más de quince. No, no ha sido una gran idea Ben Yurit.

Volví al interior lo más deprisa posible. No podía dar el espectáculo allí, pero con ganas me quedé de decirle un par de cositas al inventor de ideas. Claro que todo aquello había sido capaz de organizarlo no sin la ayuda de la señorita Rotermeyer, a pesar de que me conocía a mi y a mis órdenes.

Cuando quise darme cuenta , ya me estaba poniendo el chal para marcharme. Por fin. No era muy tarde, apenas más de la una. Así que al fin y a cabo no había ido tan mal. Recogí mi pequeño bolso y saqué el teléfono para avisar a Alice que aquello se había terminado. No podía esperarla sola entre tanta gente desconocida que no hacía más que intentar acercarse a mi para despedirse. No, aún no. Después de intentar hablar con Alice más de cinco minutos empezaba a ponerme nerviosa.

Le vi aparecer esquivando a la multitud, con otro tipo mucho mas alto y corpulento a su lado que intentaba que no se le acercaran demasiado. Se dirigían hacia la puerta. Esa que estaba llena de miles de cámaras fotográficas con sus infernales flashes. Me giré sobre mi misma para que no me viera allí sola, plantada como un árbol, de pie como una tonta esperando a que me vinieran a recoger, mientras daba a la tecla de marcado rápido del maldito número de Alice.

“Alice, ¿porque no me coges el móvil? Maldita sea, ¿dónde estás?”— me maldije por mi mala suerte. Ahora que todo había terminado Alice se retrasaba en mi recogida. Y estaba yo sola ahí, en el hall. Yo sola, sin protección. Empecé a notar sudores por mi espalda.

— Mery, lo siento.— me volvió a susurrar la voz por detrás— No era mi intención que te sintieras tan incómoda.

Me volví ante el tono de aquellas palabras. Su rostro detonaba tristeza y a la vez nerviosismo. El otro tipo permanecía tras de él, serio, mirando a su alrededor. Portaba un auricular en su oreja, Seguramente sería su guardaespaldas.

— Te dirijo aún la palabra porque me sobran diez minutos, y porque aún no me ha recogido mi amiga, si no te….

— Si ya sé. Me hubieras tirado la copa de vino encima.

— De agua. No bebo. Y sí , te la hubiera tirado con el vidrio y todo.

— Ja, ja, te creo. Te creo de verdad. ja. ja. ,— se rió con una carcajada inmensa. Parecía algo más sosegado ante mi broma.

Si no fuera por lo enfadada que me hizo sentir hacía unas horas, me hubiera hasta hecho reír en ese momento, pero no me salía ni un boceto de sonrisa. Solo pude observar sus labios arqueados por su comodidad de su seguridad y sus manos. Aquellas manos tan dulces tocándose el pelo constantemente como si fuera un top model en una sesión de fotos.

Hubo un silencio. Pequeño, pero lo hubo. No su mirar. Era fija sobre mi rostro.

— ¿No sonríes nunca? Estoy seguro de que tienes una sonrisa preciosa.

— No, no lo suelo hacerlo últimamente.

—¿Por qué? Tan malo es el mundo.

Me quedé muda. La verdad es que sí. Si creía que todo mi mundo era malo.

— Mery .— grito Alice desde afuera haciéndose hueco entre los fotógrafos que no paraban de gritar el nombre de Ben— Estás bien. Mierda , ¿qué puede ir peor?. Lo siento Mery, me he quedado sin batería en el teléfono y sin coche.

— ¿Sin coche Alice?— ¿Qué ha pasado?

— No arrancó. Le di al contacto y no arrancó. Se lo ha tenido que llevar la grúa.— su rostro estaba desencajado.

— Llamaremos a un taxi. No te apures.— le contesté mientras sacaba de nuevo mi móvil. Mi mano no dejaba de temblar. Había estado sola sin su protección……

— Permíteme que os acerque con el mío— nos interrumpió Ben.

— No, no será necesario. Cogemos un taxi. — le contesté mientras empujaba a Mery hacia el exterior. Se había quedado embobada mirando al armario empotrado que estaba tras Ben.

— Mery .— me susurró Alice al oído. Es más rápido y seguro que nos acerque él. Llevo una hora llamando a algún taxi desde esa cabina y no me han cogido el teléfono siquiera. Hace una noche de perros y el Centro está colapsado. Además es persona conocida y no creo que haya ningún incidente que ….

— Por favor.— insistió— A esta hora estarán todos en la otra punta de la ciudad. No me cuesta ningún trabajo llevaros a donde queráis.

— Verás después de lo de esta noche no creo que …..— le dije intentado escabullirme de esa idea. No me hacía ninguna gracia que alguien supiera mi dirección.

— ¡Buah¡ Tonterías. Además yo no conduzco, si eso lo que te preocupa.

— ¡Has bebido! .— insinuó Alice—.

—¡ No! .Si. Bueno, un par de copas. Pero no, no es por eso. Tengo un amigo que siempre me lleva — nos contestó señalando con el pulgar hacia detrás de su hombro.— Lo paga la empresa.

— Un chófer.— afirmé mientras pensaba en lo prepotente que me parecía aquello.

— Bueno algo así.

— Está bien, — acepte resignada, al fin y acabo no me apetecía estar toda la noche esperando un taxi a que viniera a recogernos. Me dolían los pies horrores y total sería igual de desconocido él que el taxista y Alice tenía razón, sería lo más rápido.

El camino no era muy extenso en el tiempo, apenas media hora de reloj, pero la carretera hasta llegar a mi casa no era fácil. Era estrecha, sombría y con un número incalculable de curvas hacia derecha e izquierda. Apenas si se podía superar los 70 km/h, por lo que parecía un viaje interminable. Como interminable me pareció a mi el estar sentada en la parte trasera del coche junto a él. Alice se apresuró a sentarse en la parte delantera junto al “chófer”, Thomas, sin darme tiempo a reaccionar y no pararon de hablar y reír en todo el trayecto. Parece que se caían bien. Todo lo contrario a mí, que no despegué mis labios en ningún momento. Ben tampoco se le veía muy alterado por no estar junto al conductor.

— Vas muy callada.— aseguró mientras giraba su cabeza hacia mí, interrogándome con su mirada – Eres siempre así o ¿es porqué te sientes incómoda?.

No podía volver a contestarle mal, después de todo nos estaba haciendo un gran favor acercándonos a casa. Estaba cansada de aquella maldita noche.

— Es que ya dudo si soy yo el que te incomoda, o es la situación de viajar con un “casi” desconocido, el cóctel o ….. — continuó justificándose por mi falta de habla.

— ¡O yo!. .— respondí sin apenas mirarle mientras me frotaba las sienes con los dedos – No te preocupes soy yo. Estoy algo cansada y llevo varias noches no durmiendo bien. Quiero disculparme por mi conducta de antes, veras yo ..

— Tranquila, disculpas aceptadas.— Y se giró bruscamente apartándose de mi mirada y observando como la lluvia salpicaba la ventanilla. Empezaba a comprender que no era el momento de conversación alguna.

No volvimos a hablar en todo el camino, pero no dejó ni un solo instante de observarme por el rabillo del ojo hasta que llegamos a casa. Me ponía nerviosa. Muy nerviosa.

— Bueno ha costado llegar pero creo que lo hemos conseguido. Sanos y salvos— balbuceó Thomas sonriendo a Alice de oreja a oreja.

— Está difícil llegar, ¿eh? .— le devolvió la sonrisa Alice como una tonta.— A Mery no le gusta lo cotidiano y lo normal. Y lo que se encuentre lleno de gente en un radio de 100 kilómetros a la redonda.— Yo torcí el morro como muestra de que ese comentario a pesar de ser verdad no me había gustado, pero me sobrecogió un pequeño esbozo que mis labios dibujaron.

— Ya, ya veo .— se rio él también mientras paraba el automóvil.—

— Gracias. Gracias por acercarnos.— le contesté abriendo ya la puerta.

— De nada. He de confesarte que lo he hecho por interés. Es un favor que me debes.— me dijo Ben con medio cuerpo fuera del coche como si supiera que no quería que saliera de allí.

Volví a sonreír. Dos veces seguidas en menos de cinco minutos.

— ¡Que morro tienes! .— le contesté.— Pero creo que tienes razón. Te debo un favor.

Y me apresuré con Alice detrás de mi hacia la puerta de mi casa. Era la primera vez en mucho tiempo que dejaba que alguien viera donde vivía. Me gire hacia el coche de nuevo y le despedí con la mano. Él me devolvió mi saludo.

¡Si no fuera por mi paranoia de ver cosas donde no las hay….. !