Epílogo

 

 

 

La tarde era fresca. Paseaban por la zona donde se ubicaba la nueva casa de Paula. Ahora era la redactora jefe de la revista de moda en la que había trabajado tanto, y no sólo había conseguido el ascenso, sino también al hombre de su vida.

Lo miraba de reojo, era tan apuesto que todavía después de tantos meses la dejaba sin aliento. La Elección había quedado como negocio, pero Sasha nunca participaba; siempre la elegía a ella. Ahora se había convertido en un club al que las mujeres iban en busca de entretenimiento, pagaban, pero eran ellas las que escogían a uno de los hombres. Se había trasformado en la elección de ellas; era un negocio que daba muchos beneficios, no sólo económicos, sino también de placer.

Paula se sentía dichosa, seguía disfrutando de lo que Sasha sólo era capaz de provocarle, y él había dejado atrás una pesada carga.

—¿Tienes frío? —preguntó, siempre atento.

—No. Gracias.

—Tienes la piel erizada.

—No es por el frío, es por culpa de mi imaginación.

—Y ¿qué te imaginas?

—A ti sin ropa sobre mí.

Sasha no esperó más, la agarró con fuerza de la mano y el paseo acabó transformado en una carrera hasta su hogar.

La casa tenía un gran jardín que daba la bienvenida. Sasha abrió la puerta y la llevó junto al piano, una de las cosas que Paula había descubierto y que la enloquecían: él tocaba el piano muy bien, y casi siempre la deleitaba con alguna canción versionada por él mismo.

—Siéntate a mi lado —susurró Sasha con su voz de Herr, esa que le gustaba tanto.

—Sí, mein Herr —musitó Paula junto a él. Todavía disfrutaban de su juego de alcoba.

La música suave comenzó a sonar, ella conocía bien esa canción, la adoraba. Era Thinking Out Loud,[1] de Ed Sheeran.

Los acordes empezaron a sonar con el leve susurro de su voz, otra cosa que adoraba. Sasha tenía una voz preciosa, algo rasgada al cantar, que lograba emocionarla.

Conforme la canción avanzaba, Paula no pudo resistirse y se acercó más a él. Se sentó sobre sus rodillas, cara a cara, impidiéndole que sus dedos tocaran el teclado pero facilitándole que la acariciara a ella.

Sin dejar de cantar, Sasha comenzó a besarla en el cuello, los hombros, los pechos… El jersey gris que llevaba salió volando y Paula sonrió al verlo. Era perfecto para ella, lo amaba profundamente y sabía que iba a ser plenamente feliz junto a él.

La boca de Sasha seguía murmurando la letra de la canción entre los besos que ahora daba en su estómago.

Paula miró al frente, justo al gran espejo que colgaba de la pared, y vio cómo su Herr la abrazaba y la arropaba con sus alas. Esas alas que la hacían volar lejos, a un mundo que les pertenecía sólo a ellos y del que no quería regresar jamás.